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CANTOS TIKMŨ’ŨN. ITINERANCIA DE LA 34° BIENAL DE SÃO PAULO EN CHILE

Santiago de Chile es la primera ciudad fuera de Brasil que acoge la serie de muestras itinerantes de la 34° Bienal de São Paulo – Hace oscuro pero canto, curada por Jacopo Crivelli Visconti. Para su presentación pensada en el contexto chileno, el curador de origen italiano seleccionó más de cincuenta obras de 13 artistas de la última edición de la bienal (2020-2021), las cuales se presentan desde el 1° de octubre y hasta el 27 de noviembre en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos (CNAC).

El programa de itinerancia de la Bienal de São Paulo cumple este año su sexta edición, y su paso por Chile es fruto de una alianza entre la Fundação Bienal de São Paulo y el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.

La exposición en el CNAC incluye obras de Victor Anicet (Martinica), Adrián Balseca (Ecuador), Jaider Esbell (Brasil), Noa Eshkol (Israel), León Ferrari (Argentina), Gustavo Caboco (Brasil), Joan Jonas (Estados Unidos), Hanni Kamaly (Noruega), Frida Orupabo (Noruega), Gala Porras-Kim (Colombia), Alice Shintani (Brasil), y los chilenos Seba Calfuqueo y Alfredo Jaar.

Sus obras se articulan en la curaduría en torno al enunciado de los cantos del pueblo Tikmũ’ũn, inspiración poética y simbólica para agrupar un conjunto de obras que proponen reflexiones sobre el ecosistema natural que debe ser protegido, respetado y temido, enfatizando, a partir de él, las relaciones indescifrables y complejas entre todos los seres y la preservación de la cosmovisión indígena.

A mediados del siglo XX, el pueblo Tikmũ’ũn fue víctima de violencia y abusos al punto de perder sus tierras ancestrales, ubicadas entre los actuales estados de Minas Gerais, Bahía y Espíritu Santo, en Brasil, hasta quedar al borde de la extinción. Para los pueblos del mundo, los cantos organizan la vida diaria al referirse al entorno, su cotidianeidad, saberes y cosmología. Gran parte de esos cantos eran colectivos y se usaban en ceremonias de sanación.

«Llegamos a Santiago con el enunciado de los Cantos Tikmũ’ũn, que reconoce la urgencia de los problemas que desafían la vida en el mundo actual, reivindicando la necesidad del arte como campo de resistencia y transformación. Esta selección de artistas y obras para Chile pone en evidencia el poder del canto, tanto en sentido literal como metafórico: en su práctica, el esfuerzo comunitario se renueva constantemente para construir colectivamente un universo”, explica Crivelli Visconti.

Jaider Esbell, Carta al Viejo Mundo, 2021. Vista en el CNAC, Santiago de Chile. Foto: Ariel Dinamarca

En la exposición se agrupan obras que tienen entre sus detonantes reflexiones sobre la necesidad de preservar el medio ambiente y salvaguardar las culturas y los conocimientos que son transmitidos oralmente de generación en generación, como los propios cantos Tikmũ’ũn.

Los cantos operan como catalizadores, o conductores, para deslizarnos entre obras que abordan cuestiones relativas al habla, la naturaleza, los ecosistemas, la imposición cultural y la rebelión frente a ella, los cuerpos, los estereotipos o las tradiciones, conduciéndonos a un espacio de contemporaneidad marcado por diversos estratos –temporales, geográficos, vivenciales, culturales- que son los que finalmente nos van constituyendo como sujetos.

“Estas ideas, recogidas y trabajadas por el equipo curatorial de la bienal, se concretaron en una exposición diversa, con participación de un número significativo de artistas indígenas, incorporando objetos disímiles que hicieran sentido a la reflexión curatorial junto a las obras seleccionadas, con el fin de generar pistas o señas que pudieran involucrar a cada visitante con sus propias vivencias en los planos cultural, político, artístico, social. De esta manera, el equipo curatorial reivindica ‘el derecho a la opacidad tanto de las expresiones artísticas como de las identidades de sujetos y grupos sociales’”, escribe Soledad Novoa, directora del CNAC, en la introducción al cuadernillo educativo que acompaña a la exposición.

Esta publicación, de libre descarga, reúne material bibliográfico y se construye a partir de conversaciones y gracias al acompañamiento del equipo de mediación de la Fundación Bienal de São Paulo.

Gustavo Caboco, Extensión Wapichana, 2021. Vista en el CNAC, Santiago de Chile. Foto: Ariel Dinamarca

Así, en esta exposición concebida en torno a la necesidad y al poder del canto, tanto en sentido literal como metafórico, el ejemplo de los Tikmũ’ũn resuena de modo potente, incluso desde un punto de vista político: en su práctica, el esfuerzo comunitario se renueva constantemente para nombrar y así construir colectivamente un universo. En un sentido metafórico, los cantos Tikmũ’ũn invitan a comprender la sociedad como un ente polifónico, a través del cual el esfuerzo comunitario ha de sostener la vida cotidiana y, a la vez, dan esperanzas, a pesar del momento oscuro que estemos pasando.

“En un sentido literal y directo (si es que es posible hablar en esos términos de esos extraordinarios cantos rituales) podríamos decir que los cantos describen y convocan los espíritus de cada elemento del universo Tikmü’ün, y constituyen el eje central de los rituales de esa comunidad”, dice Crivelli Visconti. “En un sentido más metafórico, lo que nos fascinó fue entender que esos cantos preservan la memoria de plantas o animales que ya no existen más, o con que los Tikmü’ün no conviven más, porque fueron forzados a huir de sus tierras para sobrevivir. Además de eso, cada miembro de la comunidad es depositario de un canto, y en ese sentido la sobrevivencia de la comunidad como un todo depende de la presencia de cada uno, lo cual, en tiempos de necropolítica y desprecio por la vida como los que vivimos en Brasil durante la pandemia, es particularmente inspirador”.

Para el curador, poder ver estas obras ahora en Santiago es un privilegio y una inspiración, pensando en el período único, desde el punto de vista político, que se está viviendo en Chile. “A pesar de no haber sido concebidas para esta itinerancia, muchas de las obras invitan a una reflexión sobre temas locales muy actuales, a partir de una visión poética y libre, que puede inspirar otra comprensión de nuestra realidad”.

Seba Calfuqueo, Tantas veces apümngeiñ, 2016. Vista en el CNAC, Santiago de Chile. Foto: Ariel Dinamarca

Bajo esta mirada, Seba Calfuqueo presenta Tantas veces apümngeiñ (2016), una instalación compuesta por una escultura y un video. En la pieza audiovisual escuchamos la traducción al castellano de 179 apellidos mapuche identificados en listas de sujetos desaparecides durante la dictadura civil-militar chilena, entre 1973 y 1990, y quienes realizaban labores vinculadas con la tierra y la agricultura. Mientras, le artista cava repetidamente la tierra en un paisaje de la Araucanía, preparándola para el uso. El gesto de Calfuqueo se refiere no solo a la búsqueda de desaparecides, sino también a la devastación y apropiación de territorios pertenecientes al pueblo mapuche, la explotación de sus recursos y la vulneración de su patrimonio ancestral, que continúa hasta nuestros días.

La escultura expuesta, parte de esta instalación, es el reflejo del padre de le artista, de ascendencia mapuche residente de la Región Metropolitana y de oficio feriante. Tras el cuerpo se extiende la frase “Tantas veces apümngeiñ” [Tantas veces nos aniquilaron], construida -así como la figura- con tierra extraída en la región de la Araucanía, mezclada con resina. A partir del gesto de recuperar la lengua originaria -estigmatizada en un pasado reciente-, Calfuqueo vincula pasado y presente en un entramado de relaciones políticas y sociales en permanente conflicto.

Chiaroscuro (2021), de Alfredo Jaar, impresiones que el público puede llevar consigo. Foto: Ariel Dinamarca. Cortesía: CNAC
Obras de Frida Orupabo. Foto: Ariel Dinamarca. Cortesía: CNAC

La obra Chiaroscuro (2021), de Alfredo Jaar, consta de una frase impresa sobre papel que los visitantes pueden llevar consigo: El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. En este claroscuro surgen los monstruos, atribuida a Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, respecto al fascismo italiano en 1930, momento en que se encontraba en prisión. Originalmente, la obra fue realizada utilizando los colores de la bandera brasileña, los que en su versión actual corresponden a los colores de la bandera de Chile. El artista nos invita así a reflexionar sobre las relaciones posibles entre el texto y el contexto en el que se exhibe la obra.

Frida Orupabo es una artista que vive y trabaja en Oslo, Noruega. Su formación proviene de la sociología, mientras que ha encontrado en el trabajo artístico un medio para explorar temáticas relacionadas con la imagen de la mujer negra: raza, género, sexualidad, violencia e identidad pueden verse en sus collages digitales y físicos. En esta exposición, presenta una instalación de collages y una escultura que amplían y revelan los procesos violentos de objetivación del cuerpo de la mujer negra, desde la época colonial hasta nuestros días.

Orupabo es esencialmente una artista digital, en la medida en que utiliza imágenes disponibles en Internet, las cuales asimila, elabora y transforma a través de descontextualizaciones y collages digitales. De esta manera, registra y expone el legado de larga data del colonialismo en escenas e imágenes que van desde el racismo y el sexismo extremadamente explícitos hasta ejemplos de violencia doméstica, así como cuestiones relacionadas con el género y la identidad.

Adrián Balseca, BadYear, 2021, caucho natural y clips de metal, 160 x 580 x 20 cm. Vista en el CNAC, Santiago de Chile. Foto: Ariel Dinamarca

En su obra, el artista ecuatoriano Adrián Balseca aborda con frecuencia temas bastante propios del contexto ecuatoriano y de la historia reciente del país, pero que, en cierto modo, también son comunes a todo el continente latinoamericano. El foco principal de su investigación se ha dirigido, en los últimos años, a las dinámicas extractivas y sus impactos ecológicos, temas centrales en la política de varios países del continente en las últimas décadas, incluido Brasil, y cuyos resultados son visibles y dramáticamente conocidos.

En la exposición, presenta la instalación BadYear (2020-2021), cuyo título parodia el nombre de la empresa estadounidense GoodYear, fundada en 1898 y especializada en la extracción y procesamiento de caucho para la fabricación de neumáticos y otros productos similares. Pero no se trata de una simple crítica a esa empresa: como fragmentos arqueológicos, los cuarenta objetos de caucho natural sacan a la luz el recuerdo a la vez nostálgico y amargo del auge extractivo del látex en la Amazonía. Nostálgica porque había una promesa de enriquecimiento, «modernización» de un lugar considerado atrasado, amarga porque la depredación natural y humana fue enorme. El «progreso» se convirtió en un espejismo, una vez más, según escribe la curadora e investigadora brasileña Mariana Leme en MADRAzine, publicación de la galería portuguesa Madragoa.

Impresos con grafismos que crean una ambigüedad entre las ranuras de los neumáticos y dibujos indígenas, los fragmentos en tonos ocres sobre la pared blanca forman un arreglo que recuerda una instalación en un museo etnológico, institución prestigiosa cuya misión es recolectar, preservar y exhibir objetos de diversas culturas (no occidentales), generalmente sacados de contexto, casi como si fueran trofeos de guerra.


La muestra permanecerá abierta hasta este domingo 27 de noviembre en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo, ubicado en Av. Pedro Aguirre Cerda 6100, Cerrillos, Santiago de Chile.

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