ESTIAJE
Por Giada Lusardi | Curadora
La exposición Estiaje entabla una conversación entre las artistas Juana Córdova, Irina Liliana García y Pamela Suasti en la que se abordan temas como el cuidado, la fragilidad, la espera y lo inesperado. En sus obras destaca la atención al detalle, resultado de procesos meticulosos que entrelazan lo íntimo con lo público, además de reflejar una preocupación consciente por la amenaza al equilibrio medioambiental. El título de la muestra hace referencia al período de reducción de los cuerpos fluviales, que conlleva importantes repercusiones sociales, económicas y ecológicas.
Durante el último año, las artistas han estado trabajando desde la península de Santa Elena, Guayaquil y Quito, experimentando de primera mano la condición de estiaje. Las diversas geografías y esta experiencia compartida han influido en su trabajo creativo, lo cual se refleja, por ejemplo, en la utilización de una variedad de materiales para la ejecución de sus obras, como lana de borrego, rafia, papel maché, ramas recolectadas en la playa de Ayampe, semillas, hojas y miel, entre otros.
La poética inscrita en cada material se convierte en un elemento central en este proyecto, donde su manipulación se da a través del juego y el experimento. Este enfoque les permite soltar la aprehensión por su propio trabajo y encontrar el coraje para intervenir en el de las demás en un proceso colaborativo, enriquecido por la comunicación constante vía chat, que les permitió reflexionar sobre la evolución de sus obras. Así, las técnicas y conceptos de las artistas se entrelazan, creando una sinergia que se plasma en tres piezas colectivas, conceptualizadas como un cadáver exquisito, fomentando un diálogo íntimo y profundo.
Córdova y Suasti comparten la práctica del tejido. Córdova, a través de sus esculturas de neuronas y tejidos neuronales, reflexiona sobre el funcionamiento del cerebro y el cuerpo humano, explorando cómo los mecanismos de la vida contemporánea afectan fases vitales como el sueño. La naturaleza efímera de sus obras sugiere la fragilidad de todo equilibrio. Sus dibujos y ensamblajes funcionan como partituras de una sinfonía natural, creando efectos ópticos que juegan con el misterio entre lo real y lo representado. Córdova ya había empleado materiales como semillas y palos en obras como Éxodo (2019), Pasamontañas (2020), Still Life (2018) y Creciente (2018).
Por su parte, Suasti ha explorado ampliamente el uso del fieltro amasado a mano y el papel maché, creando formas orgánicas y texturadas. Sus objetos oscilan entre lo abstracto y lo natural, evocando pequeñas piedras y crustáceos como los oniscídeos, conocidos por su capacidad de enrollarse como mecanismo de defensa. Le atrae la ambigüedad entre la aparente suavidad del textil y la dureza de lo mineral y vegetal. La artista utiliza el gesto primitivo y minimalista de aplastar la masa entre las manos, logrando una materialidad elocuente que recuerda a huesos o rocas.
García, en cambio, explora en sus pinturas la técnica de la impresión botánica utilizando el método japonés Hapa Zome, que consiste en aplastar sobre papel hojas ricas en clorofila, como las de perejil, uvilla, higo, garranchuelo y diente de león. Además, incorpora semillas de bototillo, Fernán Sánchez y bejuco peine de mono, junto con plumas amazónicas, miel con resina y hojas secas de samán en sus ensamblajes y pinturas.
De estas hojas le interesa tanto su forma como su significado social, a veces categorizadas como maleza según los intereses productivos humanos. Este gesto supone un acto de resistencia, e invita a reflexionar sobre la relación ancestral entre los humanos y las plantas.
Sus pinturas parecen emerger de sueños en los que visualiza bosques de árboles que viven en simbiosis acuática, como los manglares, o la conexión interna entre los árboles a través del micelio. Los cielos nublados que pinta evocan los ríos voladores y las corrientes marinas en el cielo.
Finalmente, en una diminuta obra tridimensional, visible solo con lupa, utiliza una semilla de diente de león contenida en una gota de agua, metaforizando la idea de un deseo atrapado en una lágrima.
Desde sus comienzos, estas artistas han compartido un enfoque similar, desafiando constantemente sus propias percepciones y métodos. Su trabajo, lento, obsesivo y minucioso con materiales orgánicos, da lugar a obras visualmente atractivas y sensorialmente ricas que comunican la frágil relación entre el ser humano y la naturaleza. Sus procesos implican una presencia activa, una recolección meticulosa y la acumulación de materiales sin un propósito predeterminado, los cuales luego encuentran su lugar en la creación artística.
Estiaje se presenta hasta el 12 de septiembre en Casa del Barrio, Calle La Moderna 5-6. Vía Samborondón, Guayaquil, Ecuador.
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