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LO QUE NOS QUEDA POR HABLAR

Cuando en 1975 falleció Francisco Franco en Madrid, el estado chileno declaró tres días de duelo oficial y Augusto Pinochet, conocido admirador del franquismo, voló al viejo continente para asistir al funeral del dictador español. Hoy, una muestra en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos busca entablar nuevos diálogos en torno a la memoria de ambas dictaduras, a través de las obras de 19 artistas chilenos y españoles.


Lo que nos queda por hablar es la última exposición inaugurada en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago, como parte de su programación que conmemora los 50 años del golpe de Estado cívico-militar de 1973. En el tercer piso del edificio, la muestra curada por Soledad Aguirre reúne videos, fotografías, instalaciones, pinturas y dibujos de artistas invitados y de la colección del museo.

En una disposición que reniega de la cronología, las piezas se exponen privilegiando la mirada transversal e intergeneracional para develar las conexiones, vínculos y discusiones sobre cómo se construye la memoria. En lugar de detenerse en recuerdos fijos del pasado, el enfoque curatorial busca “operar como espacio de desciframiento y relectura de fragmentos y escenas inestables, de narrativas inconclusas que dan cuenta de otras formas de imaginación política en relación con las huellas, cuerpos, monumentos, paisajes e imágenes que evocan».

Irene de Andrés, 350 páginas, 2023. Instalación adaptada (copias de exhibición). Cortesía de la artista. Foto MMDH

Lo que nos queda por hablar comenzó a gestionarse hace dos años durante algunos viajes que hizo Soledad Aguirre a España, donde conoció a varios artistas madrileños que trabajan en torno a la memoria. Me encontré con una escena de artistas que tenían mucha dificultad para poder hablar sobre estos temas en espacios de arte”, recuerda.

Entre ellos estaba Fernando Sánchez Castillo, quien la llevó al cementerio de Almudena (Madrid) para mostrarle el memorial que diseñó en honor a las 2.934 personas ejecutadas en la capital entre 1939 y 1944. La pieza, que fue financiada por el ayuntamiento, constaba originalmente de un grupo de muros con los nombres de las víctimas en torno a una escultura del mismo artista. Sin embargo, con el cambio de mando del ayuntamiento en 2019, las placas con los nombres no terminaron de instalarse y las que ya estaban en el memorial fueron retiradas.

Desde entonces, el artista y los familiares de las víctimas han intentado completar la obra, sin éxito. “Para mí fue bastante chocante pensar que, en un país con ciertos bienestares sociales, el tema de la memoria no fuese uno de ellos, y ahí empecé ya a meterme más y dije: no, algo tengo que hacer”, cuenta Soledad.

Vista de la exposición «Lo que nos queda por hablar», en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago de Chile, 2023-2024. Foto cortesía del museo.

Una de las primeras contribuciones a la exposición, y a partir de la cual se originó el título, fue una instalación de Marco Godoy (Madrid, 1986) titulada Lo que aún tenemos que hablar. La pieza consiste en un vaciado directo de la fachada de la Iglesia de San Felipe de Neri en Barcelona, donde aún persisten las marcas que dejó el bombardeo de 1938 del bando nacional, con Franco a la cabeza. En Chile, la obra se presenta en cuatro paneles adaptados por el artista mediante una impresión 3D, lo que permite, a diferencia del original, observar la implosión que dejó el ataque desde la contrafachada.

Para nosotros es fundamental conectar con la historia chilena y con ese imaginario de respuesta a la dictadura que hemos mirado con admiración. En España se están exhumando cuerpos de fosas comunes, lo que genera muchas resistencias desde el sector de la extrema derecha y reacciones sociales; es un buen momento para revisar nuestras memorias del franquismo”, cuenta Marco Godoy. 

Vista de la exposición «Lo que nos queda por hablar», en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago de Chile, 2023-2024. Foto cortesía del museo.

En la misma sala, pensada como las huellas físicas, materiales y simbólicas de ambas dictaduras, se expone Bandera Falsa de Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum (País Vasco, Países Bajos). Del techo cuelga una serie de aviones futuristas modelados en base a los que René Magritte pintó en Le Drapeau Noir (Bandera Negra,1937), acompañados de un video del paisaje vasco y una banda sonora donde diferentes voces enumeran partes de cuerpos representados en el Guernica de Picasso.

Sobre la disposición de la obra, la curadora cuenta: Calzaba muy bien con la obra de Marco Godoy, que es un bombardeo, pero además hay veces que se escucha lo que fue el bombardeo de La Moneda, porque acá abajo está el video. Entonces también se hacía ahí un cruce que para mí era bastante interesante, para que la gente que no conoce lo que sucedió en la Guerra Civil y la dictadura franquista pudiese entender”.

Alexis Díaz Belmar, Golpes, 2021. Selección de cinco fotografías. Cortesía del artista y MMDH

Bajo los aviones, se enfrentan dos obras que exploran los rastros dejados por las balas. A la derecha, cinco fotografías de la serie Golpe del artista Alexis Díaz (Santiago, 1977), un registro de las marcas de balazos en La Moneda y sus alrededores después del 11 de septiembre de 1973.

A la izquierda, encontramos la instalación fotográfica 350 páginas de Irene de Andrés (Ibiza, 1986), una estantería que exhibe fotografías de los libros utilizados en la Universidad Complutense como barrera durante la Guerra Civil, luego de descubrirse que, para detener una bala, un libro necesita tener al menos 350 páginas.

Junto a estas piezas, está la única obra comisionada: Fake Games. El monumento colectivizado, de Fernando Sánchez Castillo, que reflexiona sobre el origen de la memoria y cuestiona la creación de monumentos. Para esta muestra, el artista encargó la elaboración de una serie de pequeñas bailadoras de cueca sola, una danza utilizada por familiares de detenidos desaparecidos como forma de protesta contra las violaciones a los derechos humanos. Estas pequeñas figuritas se ofrecen al público a cambio de responder a la pregunta: ¿Qué le preguntaría usted al Estado?

Fernando Sánchez Castillo, Cueca Sola Memorial, 2023, figuras de resina. Cortesía del artista. Foto cortesía del MMDH
Fernando Sánchez Castillo, Cueca Sola Memorial, 2023, figuras de resina. Cortesía del artista. Foto cortesía del MMDH

Así como al recorrer la muestra se escucha el bombardeo a La Moneda, el espectador siempre tiene a su alcance el imponente muro con las fotografías de las víctimas de la dictadura chilena, diseñado de manera que sea visible desde cualquier piso del edificio. Para la exposición se ha decidido situar frente a este muro la obra Gólgota. Caravana de la muerte de Mauricio Toro-Goya (Santiago/Coquimbo, 1983), que consta de 14 ambrotipos que funcionan como una analogía entre el Vía Crucis y el paso de la Caravana de la muerte, representando de manera impactante algunos de los mecanismos de tortura empleados por las Fuerzas Armadas de Chile

La exposición continúa por un pasillo con la obra Yo soy. Memoria de las rapadas del colectivo Art al Quadrat (Valencia, 2002), un registro fotográfico de una performance que recrea cómo el gobierno de Franco reprimió a las mujeres opositoras y/o a aquellas vinculadas a hombres republicanos. El objetivo era humillarlas y marcarlas públicamente al raparlas y darles de beber aceite de ricino en las calles de sus pueblos o ciudades.

Este escarnio público era una violencia silenciada y poco visibilizado, a causa de que no hay registros oficiales documentales y solamente perdura a través de los relatos orales de las supervivientes o testigos.

Este trabajo fue producto de una investigación que decantó, además de la performance, en un documental recientemente proyectado en el Centro Cultural de España en Santiago.

Art al Quadrat (Colectivo de Valencia, 2002), Yo Soy. Memoria de las Rapadas, 2018. Registro de performance (copias de exhibición). Cortesía de las artistas.
Art al Quadrat (Colectivo de Valencia, 2002), Yo Soy. Memoria de las Rapadas, 2018. Registro de performance (copias de exhibición). Cortesía de las artistas.

Frente a la pieza sobre las mujeres rapadas está En ese claroscuro de Alán Carrasco (Burgos/Barcelona, 1986), una obra adaptada especialmente para la muestra que se centra en el proceso de transición que experimentó España tras la muerte de Franco. Según el artista, esta obra “nos invita a repensar y cuestionar el relato hegemónico, mostrando en una instalación los días de la Transición en las que hubo violencia mortal patrocinada o promovida por el propio Estado”.

La elección de esta obra se fundamenta en los paralelos existentes entre el retorno a la democracia en ambos países. “Fue nuestro ejemplo más claro: pacto de silencio, amnistía, una constitución muy conservadora, que realmente no mostraba un Estado democrático”, señala la curadora.

Abierta hasta el 7 de abril de 2024, Lo que nos queda por hablar es una exposición que propone la memoria como un acto presente, en construcción. A través de su selección de artistas, la mayoría de los cuales nació al final de las dictaduras o durante los procesos de transición, busca establecer nuevos cruces entre la historia, la política, el arte, el poder, el espacio público y la memoria colectiva.

Alán Carrasco, En ese claroscuro, 2021-2023, 193 piezas de papel antiguo con inyección de tinta. Cortesía del artista

LO QUE NOS QUEDA POR HABLAR

Tercer piso del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago de Chile.

Del 23 de noviembre 2023 al 7 de abril de 2024  

Participan:

Alán Carrasco (ESP)
Alexis Díaz Belmar (CL)
Amaia Molinet + Eriz Moreno (ESP)
Art al Quadrat (ESP)
Carolina Astullido (CL)
Celeste Rojas Mugica (CL)
Claudio Correa (CL)
Fernando Sánchez Castillo (ESP)
Iratxe Jaio + Klaas van Gorkum (ESP + NLD)
Irene de Andrés (ESP)
Lorenzo Sandoval (ESP)
María Verónica San Martín (CL)
Manuel Correa (COL/ESP)
Marco Godoy (ESP)
Mauricio Toro-Goya (CL)
Noelia Pérez Sández (ESP)
Nuria Güell (ESP)
Oficina de Investigación Documental (ESP)
Paula Rubio Infante (ESP)

La exposición, organizada por el MMDH, ha recibido el apoyo del Centro Cultural y la Embajada de España, de la Fundación Mondriaan, BienalSur, PICE/Acción Cultural, Instituto Etxepare y de la Generalitat de Catalunya.


Por Catalina Córdova Cobos | Pasante de la Escuela de Periodismo PUC

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