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MÓNICA MILLÁN: BARROCO AO PO’I

Por Carla Barbero | Curadora

Entre poéticas oníricas y otras territoriales, la obra de Mónica Millán cataliza la relación entre labores domésticas heredadas y la educación artística formal en un recorrido que lleva más de treinta años de producción. Habituada a la atmósfera del monte y la selva misionera donde nació, la artista aprendió tempranamente a cultivar el conocimiento por la naturaleza, así como también advirtió las tensiones entre la cultura regional prehispánica y colonial.

En Barroco Ao po’i vuelve sobre sus pasos para reiniciar una búsqueda que comenzó dos décadas atrás. Un movimiento que reivindica la tarea del tiempo en el quehacer artístico, ese que transforma el sentido de una práctica en una forma de vida.

Para hablar de esta exposición nos tenemos que remontar al año 2002 cuando Millán viaja a Yataity del Guairá, una pequeña localidad del Paraguay, cuna del tejido Ao po’i. Un textil tradicional de fibra natural, en especial de algodón que se remonta a la cultura guaraní y cuya primera documentación, data del S. XVI, con grabados y textos que dan cuenta de su uso en las vestimentas de la región.

Mónica Millán, Barroco Ao po’i, en W Galería, Buenos Aires, 2023. Foto: Nacho Iasparra

Pero volvamos al 2002. Por entonces, Millán obtiene una beca de la Fundación Rockefeller para trabajar en Paraguay sobre la relación entre el tejido popular y el tejido contemporáneo. Hoy, tal dicotomía está diluida en favor de categorías artísticas más fluidas que reconocen la actualidad de las estéticas tradicionales y comunitarias, para lo cual el pensamiento de Ticio Escobar ha sido fundamental en la región, especialmente desde su libro El mito del arte y el mito del pueblo (1986).

Millán estuvo durante un año en Yataity conociendo a las tejedoras y bordadoras, aprendiendo sobre sus técnicas y sus vidas, y con el asesoramiento de Escobar surgió Situación de estudio: El vértigo de lo lento (2002), una instalación compuesta por dibujos sobre papel, numerosos tejidos de algodón y encajes, piezas en adobe parecidas a los hormigueros que pueden observarse en las fincas y una mesa de madera.

Se trató de un registro visual y material de su experiencia en el pueblo y de su voluntad por difundir este patrimonio textil puertas afuera. Esta pieza puso en evidencia su aproximación a la comunidad, el aprendizaje y la admiración por los saberes de estas mujeres. Tanto así, que los dibujos las retratan con sus telares, en sus patios frondosos; los textiles doblados y apilados con cuidado sobre la mesa, por su parte, configuran un muestrario exhaustivo de técnicas y formatos que se elaboran históricamente en el lugar.

Para esta instalación, a tono con los abordajes etnográficos del arte que tuvieron envión en los años 90 y principios de los 2000, Millán era una observadora participante con un interés situado regionalmente y atenta a las inquietudes identitarias que viajan entre el arte y la artesanía. Desde entonces, el diálogo de la artista con colegas del territorio vecino es continuo.

Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano, 227 x 252 cm. Foto: Nacho Iasparra
Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano, 227 x 252 cm. Foto: Nacho Iasparra

Asimismo, veintiún años después, Millán vuelve a Yataity para reintegrar aquella vivencia y reelaborar un nuevo ciclo: Barroco Ao po’i. La actual exposición es testigo de la relación entre la artista y las artesanas del pueblo y de los cambios suscitados en el tiempo. A diferencia de aquel momento en el cual Millán presentó el material, las técnicas y a las protagonistas, casi sin intervención, ahora, por el contrario, interviene en un ecosistema que ha tomado formas dinámicas en el transcurso de estos años.

Por una parte, aquellas tejedoras y bordadoras, ya longevas, continúan sus labores junto con hijas y nietas. Por la otra, también son claves las iniciativas educativas formales que promueven las técnicas del tejido en los colegios y en la reciente creación por parte del gobierno nacional de la Escuela de Salvaguarda del Auténtico Ao Po’i.

Asimismo, son significativas las instancias de cooperación comercial que organizan el trabajo de muchas mujeres del lugar, un asunto que enlaza la relación entre las labores con su potencial emancipador. Cada una trabaja en su casa y muchas de ellas también venden desde sus hogares, basta con colocar un cartel en la puerta; los hay numerosos en cada cuadra del pueblo, la mayoría con colores azul, rojo y blanco.

Por tanto, se podría decir que la comunidad de Yataity durante estos años incrementó la puesta en valor de su tradición, su patrimonio más delicado, consolidando también una genealogía de la labor textil, la cual en el 2023 recibe a Millán.

En este contexto, Barroco Ao po’i es parte de una conversación mayor. Ahora bien, adentrándonos en esta exposición, y a diferencia del 2002, la artista desliza su interés desde la utilidad tradicionalmente doméstica del tejido ao po’i que antes le resultó central, hacia otras operaciones poéticas que tienen a la creación colaborativa como eje. Vayamos por partes.

Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano, medidas variables. Foto: Nacho Iasparra
Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano, medidas variables. Foto: Nacho Iasparra
Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano [detalle]. Foto: Nacho Iasparra
Mónica Millán, Inventario de una isla rodeada de tierra, 2023, telas de Ao po’i bordadas en su propio hilo, guardas bordadas a mano [detalle]. Foto: Nacho Iasparra

La serie Inventar la piel es una galería de figuras y escenas que revisitan la historia del vestir paraguayo, en particular la provista por la historiadora Milda Rivarola, creadora de la Imagoteca Paraguaya. Las imágenes de referencia son grabados y fotografías, en su mayoría de autores europeos o de otros países de América, viajeros y naturalistas, realizados durante el s. XIX, y que Millán traduce al dibujo, luego al bordado y que enmarca con una variedad de guardas de colores.

Una escena de la cosecha de tabaco cerca de Villarica, el retrato de un Payé, o mujeres danzando, todas las imágenes han viajado en el tiempo y son reconocidas por lo propio, pero aún más por lo ajeno, esa mirada romantizante, ese gusto por lo exótico que tanto la historia colonial como el arte global actual se esmeran en perpetuar.

Sin embargo, la artista con las bordadoras las reelaboran con otra densidad. Colores, puntos y texturas crean un mestizaje de técnicas y materiales como fundamento transcultural. Hay dos detalles materiales que podrían ofrecernos algunas ideas sobre esta serie. Por un lado, cada punto se parece más a un pixel que a un punto y sus variedades son el resultado de diferentes combinaciones matemáticas, es decir, la imagen aparece de lo particular a lo general en una secuencia de cálculos, una suerte de poesía concreta.

Así, los puntos y la imagen representada tienen la misma jerarquía. Por otro lado, el bordado no se realiza con hilos de bordar, se hace con los hilos de la misma tela; de este modo, resulta notable esa doble condición del ao po’i, como soporte y como material. Por ejemplo, a un retazo de tela color celeste se le sacan los hilos con los que se borda otra tela. La imagen de las pilas de telas ordenadas por color en el taller de Millán en Yataity es prueba de ello.

El movimiento recursivo es total: material, temporal y simbólico. En Inventar la piel, además de apropiarse de aquellas visiones históricas y volverlas otras, se tensiona la adhesión a aquel imaginario. Tampoco hay una operación cabal manifiesta, es más bien murmurante. Así, las piezas toman una forma voluptuosa que deja en segundo plano el carácter ilustrativo de la imagen para dar lugar al intercambio y la comunicación con las bordadoras, una suerte de palimpsesto.

En cambio, en la serie Retratos, un conjunto de encajes ju realizados por Petrona Martínez, el gesto es más cercano. Una forma de reconocimiento a aquellas personas que Millán conoció en el 2002 y ahora son las tejedoras más longevas de Yataity: las hermanas Digna, Sara y Pablina López; Eusebia Garcete; Petrona Martínez y Don Enrique Narvaja. Sus telares, sus patios, ahora también viven en estas redes de algodón, livianas y traslúcidas.

Un movimiento similar de historizar la comunidad sucede en otra de las obras, El ao po’i es como un pájaro que profundiza en el legado de esta generación al recuperar la voz de Don Enrique quien, años atrás, comparó al tejido con un ave “que viaja por los cinco continentes educando a la gente”. Esta frase y su inscripción mediante el bordado grafica la relación estrecha entre tejido y texto. «Urdimbre e hilo guardan con celo el mensaje para que llegue a su destino”, en palabras de la investigadora paraguaya Lía Colombino. Una tradición que se cifra en mensajes lanzados en el tiempo que crecen entre las manos.

Mónica Millán, Barroco Ao po’i, en W Galería, Buenos Aires, 2023. Foto: Nacho Iasparra
Mónica Millán, Eusebia Garcete, 2023, encaje ju de algodón, 97 x 62 cm. Foto: Nacho Iasparra

En el universo de Barroco Ao po’i también se incluye una obra abstracta, aunque abstracto es un término que aquí se vuelve paradojal. De casi cuatro metros, Tela Eusebia, desarrolla una narrativa exuberante mediante sus materiales. Para empezar, el algodón natural del que está hecha la pieza es sembrado por las mismas tejedoras, quienes también hilan, tejen y bordan. Los colores rubí, blanco, verde y rojo son naturales; y el tipo de bordado se corresponde a un motivo que data de los años 50 y que Millán conoce gracias a una muestra que hay en la Cooperativa Ao po’i. Allí indica que fue donada por la señora Chula Espínola.

Si la abstracción dentro de la historia del arte moderno exhorta a la autonomía, el tránsito que hace Millán hacia la artesanía desorganiza la referencia. Así como da continuidad al trabajo con el color, aunque ahora con fibras naturales, Tela Eusebia se encarga de traficar las prácticas culturales de Yataity.

La abstracción y la imposibilidad de la autonomía radical tienen un ejemplo que se podría figurar en una costumbre del pueblo. Allí la mayoría de las viviendas están revestidas de color: amarillas, rojas, rosas, azules, verdes, lilas, en fin, pasteles o vibrantes, el pueblo es un festival. Lo curioso es el modo en que se inclinan por un color y no otro: van a la pinturería y preguntan por el color que hay disponible, y listo.

En Barroco Ao po’i las combinaciones de materiales, colores y técnicas son vastas, y también se elaboran con lo que hay, desde lo que puede comprarse en una tienda, hasta lo que circula de mano en mano, como las vecinas que al enterarse del trabajo que hace Millán le regalan telas que guardan de sus madres. Todo esto representa “lo que hay”, y nunca esta frase revistió de tanta abundancia.

No se trata de romantizar, otra vez, la experiencia del intercambio, sino de algo que la subyace y es de un orden más profundo, relativo a la identidad de la región. Para esto vale recordar a Bartomeu Melià, referente de los estudios sobre el pueblo Guaraní, quien trató de comprender el sistema económico que practicaban a partir del valor humano.

Melià señaló que este se distinguía de la economía de mercado porque no se basaba puramente en el intercambio: “Toda comunicación de bienes y de palabras pasa por el don y la reciprocidad, aunque esa sea a veces negativa, como lo es la venganza”.

Tal vez, lo que adquiere relevancia en Barroco Ao po’i es la secuencia entre sucesos históricos y coyunturales que integran esta economía de intercambio y reciprocidad alrededor de los tejidos de la exposición. En el vaivén de acuerdos y diferencias, estas obras están dotadas del valor de la convivencia.

Mónica Millán, Tela Eusebia, 2023, algodón tejido al telar y bordado, 450 x 180 cm. Foto: Nacho Iasparra

Las obras fueron realizadas en colaboración entre Mónica Millán, Elena Dávalos, Fátima y Rocío Nuñez, Mariela Portillo, Virginia Martínez, Miguelina Leiva, Daniela Cardozo, Clara Roa, Eusebia, Catalina, Porfiria y Victoria Garcete; Andrea Escobar, Norma Subeldía, Jessica y Vanesa Careaga, Petrona Martínez, Griselda Casco, Raquel Meaurio, Digna López, Carmen Martínez, Nilsa Cristaldo, Toribia Goiris, Nancy Samudio y Leonora Borja. Los carteles fueron realizados por Alfredo Darío González. Con la asistencia de Mario Llullaillaco.

La exposición se presenta hasta el 26 de enero de 2024 en W Galería, Defensa 1369, Buenos Aires.

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