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FREDI CASCO. LA FASCINACIÓN POR LO QUE BRILLA

Hay una grieta en todas las cosas.
Esa es la manera en que la luz entra.

Leonard Cohen

Lo que brillaúltima exposición de Fredi Casco (Asunción, Paraguay, 1967)no es lo que vemos. Es lo que recordamos o lo que podemos llegar a imaginar. Es un dispositivo temporal, un juego de memoria y ficción, una maniobra de seducción retro-futurista. Lo que vemos en la sala nada nos dice si no entramos al relato-nave, al cuento que alimentó los sueños de una generación entera y que hoy, cincuenta años después, reaparece con todo su esplendor como esas semillas que durmieron durante milenios en los sarcófagos sin perder su capacidad de germinar, como dice Walter Benjamin en El narrador.

Esta ficción del retorno, tan real en la operación del arte, no es nueva en Fredi Casco, acostumbrado a dar vida a los espectros. Lo ha hecho desde la fabulación diplomática (el savoir faire provinciano en país periférico bajo dictadura), así como desde la especulación narrativa y la literatura de anticipación.

El artista sintió siempre una atracción especial por las derivas esotéricas de los 60-70. Ese tiempo fue su nido, la esfera madre donde creció su imaginario, alimentado por la televisión y la gráfica en blanco y negro de grano bien abierto. Imágenes y palabras: el hilo discursivo de una época, que corría en paralelo con el relato oficial de las dos grandes potencias y sus satélites. El planeta entero, cruzado por las tensiones de la Guerra Fría, vio aflorar en ciertos sitios razonamientos aleatorios, como los de Erik Von Däniken y Fabio Zerpa, despreciados y condenados por evasivos y distractores de la militancia política disidente, especialmente en América Latina. No obstante, fueron muy populares y dispararon una pequeña industria de lo paranormal que dio forma a libros, revistas y películas.

Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Centro de la Imagen, CDMX, 2019. Foto cortesía del CI.

Lo que brilla –muestra presentada por primera vez en el Centro de la Imagen, en Ciudad de México, y hasta hace unos días en el CAV/Museo del Barro, en Asunción- no solo trae al presente aquellos contenidos marginales, sino también su materia, su energía. Y esto tampoco es nuevo. Una de las prácticas preferidas de Casco es recorrer mercados de pulgas donde el juego anacrónico de los objetos subvierte las coordenadas situacionales. Así como en las primeras ediciones de El retorno de los brujos el artista acompañó las imágenes intervenidas digitalmente con las fotografías originales de los años 60 que dieron origen a la serie, puestas boca abajo sobre una mesa, en esta exposición están presentes, en papel y tinta, las publicaciones de aquel tiempo. Como corresponde: bajo vitrina, como especies extintas. Entre ellas, la emblemática revista Cuarta dimensión, hoy de culto, fundada por Zerpa, “el investigador de enigmas”, en 1966, y que en un lapso de casi veinte años reportó más de 3.000 avistamientos de ovnis y contactos con extraterrestres.

La propuesta de Casco, en particular el título, parte de una anécdota contada por Jacques Lacan en su célebre Seminario 11: la historia de la lata de sardinas que vio en el agua un día de pesca. Lo que brilla, lo que es mirado, ¿nos mira?, concepto que también fue desarrollado, de otro modo, por Didi-Huberman, precisamente en Lo que vemos, lo que nos mira.

En su montaje ficcional Casco retoma el alfabeto jeroglífico varkulets, idioma extraterrestre que, según versiones, le fuera revelado a Eustaquio Zagorsky, un polaco establecido en Argentina. El artista escribe con él las frases de Lacan sobre la mirada y lo que mira, dichas en el seminario, utilizándolas como leyendas de las fotografías de avistamientos de ovnis aparecidas en las portadas de Cuarta Dimensión. Estas imágenes, reproducidas a gran escala con sellos, anotaciones y accidentes, exhiben una materialidad que permite percibir mucho más de lo que muestran las copias de tamaño normal.

Con todos estos elementos Fredi Casco logró actualizar una época. Y activó un umbral. Aquí nuestra conversación.

Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Centro de la Imagen, CDMX, 2019. Foto cortesía del CI.
Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Centro de la Imagen, CDMX, 2019. Foto cortesía del CI.

Adriana Almada: Uno de los componentes de la Guerra Fría fue la puja por el dominio del espacio exterior. Las dos grandes potencias compitieron durante casi medio siglo, afectando todos los órdenes de la vida en el planeta entero, la macro y la micropolítica. En tu caso particular, llama la atención que hayas puesto el foco en esta situación desde dos lugares opuestos y desde una posición “situada”. Por un lado, las prácticas protocolares del stronismo, con sus maneras de entrecasa, que se hacían eco, puertas adentro, de las tensiones internacionales. Por otro, la fascinación por los otros mundos, que tuvo sus manifestaciones en Occidente a través de publicaciones de todo tipo que oscilaban entre la ficción y el documento, el informe, el ensayo y la novela. Te oí decir con frecuencia que sos adicto a la Clase B. En el cine y en lo editorial. Por eso, obviamente, te inclinaste por las revistas de divulgación masiva que transitaban la frontera entre lo científico, lo mágico y la charlatanería. ¿En qué momento de tu vida nace ese interés y de qué manera se convertiría en tema importante en tu proceso artístico?

Fredi Casco: De alguna manera, buena parte de mis trabajos en el arte están ligados a lejanos recuerdos de infancia. Como sabes, nuestra generación creció durante los años más álgidos de la dictadura stronista, que para nosotros se traducía en una suerte de aislamiento cultural. La ventana que teníamos era la radio y el único canal de televisión (Canal 9), que traía de afuera algunos programas enlatados. Pero, como además era un canal estatal, también difundía la propaganda del régimen… Una propaganda literal, barata, de Clase B, diría, un poco como las películas que veíamos en “trasnoche”. De ese imaginario sale la saga El retorno de los brujos, entre otras.

AA: Pero tomaste el nombre de la famosa obra de Pauwels y Bergier, cuyo argumento en realidad apunta hacia otro lado.

FC: Asimismo, y es uno de los primeros libros de divulgación para-científica. El retorno de los brujos es la traducción del título que hicieron los editores de la versión en español (el original, en francés, se llama Le matin des magiciens). Era, evidentemente, un guiño a ese libro que exponía teorías alternativas a la historia de la humanidad. Pero en mi serie tiene un giro político local, diferente, al trabajar con imágenes del archivo protocolar stronista. También es una mención al “retorno del trauma” freudiano, de lo real traumático. El retorno periódico de los fantasmas de la dictadura.

AA: ¿De qué modo viviste la “ufología”, teniendo en cuenta que en Paraguay llegó con retardo el interés por ella? O bien, atendiendo a que la información no llegó a generar un movimiento, como ocurrió en Argentina, por ejemplo. 

FC: Pienso que el retardo se debió a nuestra insularidad, pero terminó llegando. En ese sentido, además de los medios de comunicación que mencioné antes, también aparece esta especie de literatura popular: revistas, libros, etcétera. Entre las revistas que llegaban a los kioscos había una de divulgación para-científica publicada en Argentina por el “ufólogo” uruguayo Fabio Zerpa: Cuarta Dimensión. Imagínate, para un niño de 10-12 años esa revista no solamente era una ventana al mundo, sino también al universo. Ese tipo de publicaciones, además, mezclaban la ufología con temas ligados a las ciencias ocultas, la parapsicología, teorías de conspiraciones, etcétera… Un goce.

Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Museo del Barro, Asunción, Paraguay, 2021. Foto cortesía del museo

¿Podemos anticiparnos a ciertos eventos, a la revelación de ciertas verdades? ¿Qué hacemos con los agujeros de la razón? ¿Con lo inefable?


AA: Como artista visual, ¿qué es lo que más te atrae de la gráfica vinculada a la ufología? Y como poeta y editor, ¿qué parte del discurso en torno a los ufos te resulta más interesante, o potente?

FC: Siempre me fascinó la iconografía del cine de terror y de ciencia ficción, pero también la gráfica de las literaturas populares, las texturas, la “visualidad táctil” de las impresiones offset… Como soy aficionado a este tipo de productos, también siempre me interesaron las historias ligadas a los contactos extraterrestres, las teorías pseudo-científicas con sus titulares rimbombantes, sensacionalistas. Por ejemplo, Cuarta Dimensión se autodefine como “periodismo de anticipación”, una genialidad. ¿Podemos anticiparnos a ciertos eventos, a la revelación de ciertas verdades? ¿Qué hacemos con los agujeros de la razón? ¿Con lo inefable? Por otra parte, en mi trabajo, en las últimas dos décadas, también está vinculado el discurso político del poder y cómo este se filtra en el inconsciente colectivo. Por último, está el contrapunto del psicoanálisis, principalmente la teoría lacaniana, también cruzada por la crítica cultural. Sin ese contrapunto mis trabajos serían otra cosa, no me imagino qué, pero serían otra cosa.

AA: Si tuvieras que resumir la narrativa de la muestra, ¿qué dirías? 

FC: Lo que brilla es para mí la posibilidad de encontrar otras narrativas a las tradicionales, de “peinar a contrapelo” las historias oficiales desde la libertad que me otorga el arte.

AA: Pero lo que te pido es una suerte de sinopsis, a lo cinematográfico. ¿Podrías ensayar una?

FC: Si fuera una película o una novela, Lo que brilla tendría una precuela, ERDLB Vol.1, que muestra en clave de cine B parte de la historia protocolar stronista; de ahí se pasaría al primer capítulo, que narra/muestra la fallida carrera espacial argentina con Operación Eclipse y que en la exposición se contrapone a la exitosa carrera espacial norteamericana, suntuosamente mostrada en las revistas Life de los 50 y 60. El nudo de esto se da en Lo que brilla, donde aparece la iconografía fotográfica de ovnis (tomada de la revista Cuarta Dimensión) en diálogo, o en tensión, con el Seminario 11 de Jacques Lacan, específicamente con fragmentos donde se analiza la cuestión de la mirada y de lo real. Finalmente, a manera de epílogo, decidimos con la curadora -la mexicana Ítala Schmelz- incluir el vídeo Niyat, que realicé en coautoría con Fernando Allen. Nos pareció una buena vía de salida, como un final alternativo, mostrar los relatos de uno de los últimos chamanes nivaclé, sus viajes interestelares, de los que regresa con el poder de curar a los enfermos físicos y espirituales.

AA: ¿Cómo imaginas los años 60? 

FC: Los años 60 me tocaron de refilón (nací en 1967), pero guardo recuerdos. Una de esas primeras imágenes-recuerdo es estar viendo con mis padres, en el telenoticiero Hora XX, el alunizaje. Una imagen-recuerdo como esa, evidentemente, marcaría el resto de mi vida y, probablemente, de mis prácticas en el arte.

AA: ¿Cómo vincularías las cuestiones ufológicas con las cuestiones políticas de esa década?

FC: Siempre sostuve que la ufología es una de las últimas mitologías de Occidente. Si bien la literatura de ciencia ficción se pone de moda a partir del siglo XIX, no es sino a partir de los años de la Guerra Fría que se masifica a través de las publicaciones pseudo-científicas que tienen su punto más alto de popularidad en las décadas de los 60, 70 y 80, con revistas del tipo Duda o Cuarta Dimensión, y libros de autores como Erich Von Däniken. Generalmente las películas y novelas de ciencia ficción, sobre todo en la cultura norteamericana, eran metáforas de esa Guerra Fría donde el alien, el otro, era la amenaza a la “civilización occidental y cristiana”.

Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Museo del Barro, Asunción, Paraguay, 2021. Foto cortesía del museo
Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Museo del Barro, Asunción, Paraguay, 2021. Foto cortesía del museo
Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Museo del Barro, Asunción, Paraguay, 2021. Foto cortesía del museo

Una de las cuestiones más importantes en mis propuestas es el intento de hacer decir a las imágenes, a los documentos, a los archivos, otras cosas, distintas de lo que muestran; leer las entrelíneas de los relatos oficiales, mostrar su contracara, ponerlos en tensión con otros relatos, con otras miradas


AA: Finalmente, ¿a qué crees que obedece la recurrencia en tu obra de la “puesta en archivo”, como sucede con El retorno de los brujos, El amigo paraguayo y piezas de esta muestra? Si bien en este último caso los códigos son otros y el universo que se configura a partir del material reunido remite a otros contextos –2001, Planeta, Janus, El retorno de los brujos, de Pauwels y Bergier, etcétera. 

FC: Una de las cuestiones más importantes en mis propuestas es el intento de hacer decir a las imágenes, a los documentos, a los archivos, otras cosas, distintas de lo que muestran; leer las entrelíneas de los relatos oficiales, mostrar su contracara, ponerlos en tensión con otros relatos, con otras miradas.

AA: ¿Cuáles son, pues, las entrelíneas de este gran relato llamado Lo que brilla? ¿Cómo fue configurándose, más allá de los elementos puntuales que lo integran (entre ellos el supuesto alfabeto alienígena)?

FC: Como te dije, Lo que brilla podría leerse como una novela gráfica o un ensayo visual. Subyacentes se encuentran reflexiones en torno a lo traumático, a lo real, pero también a los actos fallidos, a los lapsus de la Historia. En esos lapsus, en esas grietas o pliegues, a veces es posible inscribir otras historias.

Vista de la exposición «Todo lo que brilla», de Fredi Casco, en el Museo del Barro, Asunción, Paraguay, 2021. Foto cortesía del museo

Adriana Almada

Salta, Argentina, 1957. Reside y trabaja en Asunción, Paraguay, desde 1984. Poeta, escritora, crítica de arte, editora, curadora. Como crítica de arte es autora de “Colección Mendonca. Arte contemporáneo de Paraguay. Dos relatos” (2021), “Joaquín Sánchez. El narrador” (2017), “Hugo Aveta. Espacios sustraíbles” (2015), y “Colección Privada. Escritos sobre artes visuales en Paraguay” (2005). Dirige un estudio de proyectos editoriales y curatoriales. Es editora de la sección Cultura del diario digital El Nacional, Asunción, Paraguay. Fue vicepresidenta de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA, sede central París) y presidente de la sección AICA Paraguay. Ha curado diversas muestras de arte contemporáneo en Paraguay y el exterior y ha sido miembro de los equipos curatoriales de la Bienal de Valencia (España, 2007), la Trienal de Chile (2009), la Bienal Internacional de Cuenca (Ecuador, 2009), la Bienal Internacional de Curitiba (Brasil, 2011, 2013, 2015, 2019) y la Bienal SIART (La Paz, Bolivia, 2016). Es curadora de la Colección Mendonca (arte contemporáneo de Paraguay).

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