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MAGALÍ ARRIOLA SOBRE LA DIRECCIÓN DEL MUSEO TAMAYO

En septiembre de 2019, la curadora y crítico de arte mexicana Magalí Arriola (1970) asumió la dirección del Museo Tamayo en la Ciudad de México, uno de los recintos de arte moderno y contemporáneo más importantes a nivel nacional y en América Latina.

Arriola cuenta con una larga trayectoria dentro del Tamayo, desempeñándose como curadora en Jefe entre 2009 y 2011, periodo en el que organizó exposiciones con artistas como Roman Ondák, Joachim Koester, Claire Fontaine, Adrià Julia y Julio Morales.

Fue también curadora para América Latina de la Kadist Foundation entre 2017 y 2019, institución donde desarrolló un programa para la difusión del arte contemporáneo de la región y con la que mantiene vínculos en la actualidad a través del proyecto de investigación The Missing Circle, una serie de conversaciones, conferencias y performances que se han venido realizando desde 2018 como marco contextual a una futura exhibición en colaboración con el Museo Amparo (Puebla, México).

Arriola fue curadora del Museo Jumex (2011-2014) y curadora en Jefe del Museo de Arte Carrillo Gil (1998-2001), donde tuvo oportunidad de presentar la obra de artistas como Eduardo Abaroa, Francis Alÿs, Miguel Calderón, Daniela Rossell y Pablo Vargas Lugo. Con este último, trabajó en la curaduría del proyecto Actos de Dios, que representó a México en la 58ª Bienal de Venecia.

Como directora del Tamayo, Arriola busca dar continuidad a la visión de su fundador y los proyectos de los directores y curadores que han contribuido al desarrollo de museo desde su fundación en 1981. Esta entrevista, que podría también servir como preámbulo al 40° aniversario del museo, se realizó el mes previo al inicio del confinamiento que atraviesa México por el COVID-19. Con el ánimo de responder al contexto actual, se añade una última pregunta relacionada contestada recientemente por Arriola vía correo electrónico.


Las prioridades sí tienen que ver con abordar temas como el medio ambiente y las luchas de género. Esto no quiere decir que lo vamos a hacer desde un punto de vista que exclusivamente está relacionado con cumplir ciertas cuotas de representación o con “palomear” algunos temas que son candentes actualmente, sino buscar de qué manera estos temas han sido propuestos por artistas históricos o más jóvenes.


Andrea Cuevas: ¿Cuál es el perfil que busca asumir el museo a partir de tu gestión?

Magalí Arriola: Para mí, dirigir el Museo Tamayo significa dar continuidad tanto a la misión original del museo como a lo que se ha construido a lo largo de los años. El legado de Rufino Tamayo fue realmente dejar una colección de arte que permitiera al pueblo de México tener un acercamiento con lo que estaba sucediendo fuera del país. Por su parte, el trabajo de toda una generación de gestores ha sido clave, empezando por Cristina Gálvez, una de las primeras personas que logró posicionar al museo de forma internacional, Osvaldo Sánchez, Ramiro Martínez, Tobías Ostrander, personas que considero mis colegas.

Dentro del contexto nacional, lo que nos ha faltado en muchos ámbitos es dar continuidad a los proyectos. La tendencia es llegar a romper lo que se ha hecho antes para tratar de establecer una postura. Pero lo más importante es dar seguimiento a la tarea que ha hecho mucha gente, no solo a nivel de gestión sino también al apoyo que ha recibido de afuera. Los apoyos privados a través de la Fundación Olga y Rufino Tamayo han sido elementos clave para que opere este museo.

AC: ¿Qué lugar es el que asume hoy el Tamayo como museo de arte contemporáneo?

MA: El museo no solo es un espacio dedicado a exponer arte, sino a pensar todo lo que conlleva este tipo de manifestaciones. Los artistas pueden hacer programas públicos, interactuar con otras instituciones, como universidades o espacios independientes, y esto genera un ecosistema mucho más ágil, amplio y vivo. Es parte de lo que debe hacer y de las responsabilidades que debe asumir un espacio de estas características.

Si bien el contexto ha cambiado desde su fundación, el lugar del Museo Tamayo sigue la misma línea. Los medios de comunicación y las redes sociales han facilitado acceder a todo tipo de información, pero nunca será lo mismo a experimentar las obras de primera mano. Sobre todo, si pensamos en obras que no solo son pintura y escultura, sino en piezas que son más inmersivas o performáticas. Si no tienes un primer acercamiento, es muy difícil conocerlas.

Los museos responden a varias necesidades, una de ellas es mostrar arte internacional. La Ciudad de México es muy privilegiada porque cuenta con muchos espacios para exponer, unos con más presupuesto que otros, algo que se puede trabajar y lograr a largo plazo. Lo que es más difícil, quizás, es encontrar lugares como el MUAC o el Tamayo, que tienen como misión específica exponer arte contemporáneo internacional.      

Un poco guiada por mi formación y por mi carrera, una experiencia muy importante fue mi paso en el Museo Jumex, donde tuve la oportunidad de llevar a cabo una labor de investigación completa para realizar exposiciones que después pudieran desplazarse a otros lugares. En el contexto de México eso es algo importante, porque la tendencia en general es recibir exposiciones que se investigan y curan desde afuera. Me parece fundamental que nosotros podamos generar conocimiento desde dentro y exportarlo. Yo estoy apostando por eso. Por supuesto que esto tiene una serie de implicaciones, como conseguir mejores presupuestos no solo del gobierno, sino también a partir de otro tipo de recaudación de fondos que permitan trabajar de manera holgada, con espacio y tiempo suficiente para poder generar ese conocimiento y ampliar el diálogo que las instituciones locales establecen con el exterior.

AC: ¿Nos puedes comentar más sobre cómo te involucras en los procesos de investigación para las exposiciones que has llevado a cabo?

MA: La investigación que hay detrás de una exposición permite generar diferentes puntos de fuga. Al generar conocimiento se puede trabajar con formatos o soportes distintos —además de las exposiciones—, que pueden tener muchas variaciones. Por ejemplo, se puede desarrollar el programa público, que para mí puede abarcar desde conferencias o talleres para un público más especializado, hasta contenidos para poblaciones muy específicas como pueden ser los niños.

Ese es uno de los ejes que estamos empezando a explorar de manera más profunda. Es decir, no ser nosotros lo que definamos las experiencias de ciertas poblaciones o segmentos de nuestra audiencia, sino que ellas mismas puedan empezar a generar sus propios programas. Específicamente, me interesa mucho trabajar con generaciones más jóvenes de niños y adolescentes; tenemos mucho que aprender de ellos, pues el conocimiento más fresco lo van a producir ellos, y nosotros debemos ser un tipo de canalizadores.

AC: Además de acercarse a las audiencias más jóvenes, ¿qué otras líneas de trabajo se van a desarrollar bajo tu gestión?

MA: El aporte reside más bien en la forma en la que se pueden abordar o desarrollar ciertos temas. Las prioridades sí tienen que ver con abordar temas como el medio ambiente y las luchas de género. Esto no quiere decir que lo vamos a hacer desde un punto de vista que exclusivamente está relacionado con cumplir ciertas cuotas de representación o con “palomear” algunos temas que son candentes actualmente, sino buscar de qué manera estos temas han sido propuestos por artistas históricos o más jóvenes.

Lo interesante es investigar cómo se abordan estos temas y desde dónde se tocan, más que traer temáticas novedosas a la mesa. Los temas relevantes son pocos, lo que cambian son las situaciones y las circunstancias, es desde ahí donde hay que tocarlos a partir del diálogo. Esa es una de las rutas que me gustaría empezar a explorar. Tal vez es muy pronto para dar información, pero me gustaría generar exposiciones que sean dos artistas de la misma generación o generaciones distintas, por ejemplo, pero que se encuentren en un punto específico. La idea es hacer revisiones de la obra de distintos artistas, que no tengan que ser históricas sino que exista un diálogo entre una y otra.

Para finales de año estamos preparando una exposición de Guillermo Kuitca y Julio Galán. La obra de Galán siempre me ha fascinado y ahora me parece más pertinente que nunca por mil razones, porque toca temas que tienen que ver con la infancia, con los géneros. Me parece uno de los grandes artistas mexicanos cuya obra hace mucho que no se revisa; en su momento, por cuestiones de contexto histórico, se leyó desde una perspectiva que tenía que ver más con cuestiones de identidad, pero se le puede dar otro tipo de lectura. Ese es tan sólo un ejemplo de un artista histórico que tiene relevancia en nuestro contexto actual.


Quizá deberíamos apuntar un poco más a nivel de coleccionismo para soportar más la parte comercial; cuando hablo de lo comercial me refiero a que los artistas viven de eso. No sólo es alimentar el comercio y el mercado de las galerías, sino para que un artista pueda concentrarse en su trabajo, producir y crecer, necesita poder vivir de él.


AC: Respecto a la colección del museo, ¿tienen planeando avanzar hacia una dirección en específico?

MA: Por ahora no, por una cuestión de presupuesto. En México tenemos la  enorme ventaja del pago en especie[1], sin ese programa no podrían crecer las colecciones nacionales. Por el momento, nos estamos respaldando en eso. A largo plazo, el museo tiene un consejo internacional que formó la administración anterior de Juan Gaitán, que es una iniciativa muy buena para poder diversificar e incorporar más obras de artistas internacionales.

El programa de pago en especie está prácticamente enfocado en artistas nacionales, lo que también es muy bueno porque por muchos años hubo una falta de representación del arte nacional en las colecciones de los museos. Conforme pase el tiempo se evaluará si seguimos con el mismo formato del consejo internacional para adquirir obra o si nos respaldamos en él para seguir con la programación del museo.

AC: Tomando en cuenta la historia y las transformaciones del museo como institución, ¿quiénes crees que son los protagonistas del museo hoy en día?

MA: Depende mucho de la institución, no me atrevería a generalizar. Es una pregunta difícil porque depende de mil factores, entre ellos el presupuesto y el tipo de gestiones. No es lo mismo hacer una exposición de un artista muerto que de uno vivo; hacerlo con uno vivo probablemente implique que se produzca obra nueva y en ese caso el protagonista puede ser el artista o la obra.

Como directora, me parece importante generar un balance. El sistema del arte es un ecosistema que, en el caso del contexto nacional, tiene la ventaja de ser un sistema bastante equilibrado. Hay un componente fuerte de instituciones, tanto a nivel de galerías y mercado como a nivel coleccionistas. Quizá deberíamos apuntar un poco más a nivel de coleccionismo para soportar más la parte comercial; cuando hablo de lo comercial me refiero a que los artistas viven de eso. No sólo es alimentar el comercio y el mercado de las galerías, sino que para que un artista pueda concentrarse en su trabajo, producir y crecer, necesita poder vivir de él.

Un museo debe de participar en ese engranaje a todos los niveles, respaldarse y apoyarse tanto en los artistas como en las galerías y en los coleccionistas. Si no hay un nivel de complicidad entre todos los actores, se desbalancea la situación. Yo no apuesto más por uno que por otro, más bien pelearía por un equilibrio entre todos los actores y que sea un ecosistema sano.

AC: En este contexto histórico tan particular, en medio de una pandemia que reprime el cuerpo (pensado como medio y presencia clave en las relaciones con el arte), ¿cómo puede el arte detonar una transformación social para repensar nuestra relación con la cultura? Y, en este sentido, ¿cuál es el papel del museo?

MA: Todavía es muy pronto para poder tener una idea certera de cuáles serán los cambios en nuestra cotidianeidad. Por lo pronto, creo que el simple hecho de que durante todos estos meses no hemos podido tener contacto con las manifestaciones artísticas que no sea mediado por algún dispositivo, ha llevado a muchos de nosotros a revalorar la experiencia de primera mano que ofrecen museos y galerías como un privilegio y un estímulo al que todos deberíamos de tener acceso (uso la palabra privilegio en el sentido de goce, no en un sentido elitista). No creo que el papel del museo (o del cine o del teatro) se haya transformado. Lo que espero es que la gente disfrute y valore más el poder acceder a la cultura.


[1] El pago en especie es un programa del Sistema de Administración Tributaria de México que permite a los artistas cumplir con sus obligaciones fiscales (impuestos) con obras de arte que contribuyan al patrimonio cultural del país.

Andrea Cuevas

Nace en Ciudad de México, en 1986. Es editora, escritora e investigadora. Es licenciada en Teoría del Arte por la Universidad del Claustro de Sor Juana y estudiante de la Maestría en Historia del arte por la UNAM. Fue jefa editorial del Museo Tamayo, coordinadora editorial de la revista Código y editora de Ángulo O y Fahrenheitº. Ha escrito para diferentes medios como GasTV, Harper’s Bazaar, La Ciudad de Frente, Huffington Post, Expansión, A by Andares y Artishock.

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