Allanamiento de la Ciudad.sobre la Obra de Leonora Pardo
La obra escultórica de Leonora Pardo* sirve incluso como criadero de arañas. La historia de la escultura en Chile ha sido dibujada por mujeres. Rebeca Matte, Laura Rodig, Marta Colvin, Lily Garafulic, Valentina Cruz, Francisca Núñez, entre otras. Estas últimas quemaron el tiempo de la piedra y vaciaron de sentido el oficio de modelar y esculpir. El caso de Francisca Núñez es ejemplar: propuso como proyecto universitario en el taller de Matías Vial una plantación de choclos como obra de arte. Así es. Algo completamente ajeno a representar o crear desde cero, vale decir, le robó el significante a la escultura. La obra de Leonora Pardo no olvida esta visión de contexto, se formatea de manera casi digital.
En términos de oficio trae al presente tanto los métodos de trabajo de antaño como sus referentes. Pero algo se quiebra. No se trata precisamente del palco de héroes propio del imaginario patriótico acarreado a América por la cultura occidental. En tiempos en que lo clásico solo es conservado como herencia histórica presente, Leonora Pardo vuelve a este lenguaje para extraer de sus silencios lo profano y oculto, concibiendo aberraciones y pesadillas propias del golpe de una segregación violenta. Este acto de retorcer referentes y códigos formales es contaminado, a su vez, por moldes provenientes directamente de la cultura de masas en su estado de corrupción (cuando la imitación de la imitación instala preguntas formales que no necesitan respuesta, puesto que su propia apariencia hace evidente los límites de un modelo de vida industrial, un desvío parecido a un declive).
Si Francisca Núñez propone plantar choclos como acción propiamente escultórica, Leonora Pardo cría arañas. Estas decoran un monolito hecho de un montón de rostros, torsos y brazos de una de las tantas muñecas Jesmar que la infancia de la década de los 90 vio desfilar en la pantalla del televisor y en árboles navideños. Desvaía y deteriorada, la escultura de Leonora Pardo es presentada como un cúmulo de cuerpos que brotan desde el suelo conformando una pequeña columna. Los objetos que revisten esta estructura escultórica son escombros recolectados de la estación de Metro Baquedano tras los hechos ocurridos en Chile a partir de octubre de 2019. Esta obra, titulada Allanamiento de la ciudad, golpe hacia fuera, colmillos y maldad, se exhibe actualmente en la Galería Nemesio Antúnez y forma parte de la exposición Hijes del bullying –muestra que recopila trabajos de artistas locales contemporáneos vinculados a la cultura oriental y sus contenidos en la época de la cultura de masas global–, bajo la curaduría de Aliwen.
Paralelamente, también en sintonía con los patrones del arte pop contemporáneo, sin embargo lejos del círculo de enfrentamiento de la UMCE, específicamente en Galería Patricia Ready, Leonora Pardo expone Push Pop, obra que se construye en base a pilares, capiteles corintios y figuras de yeso que forman parte de una estética escultórica ampliamente difundida. En este caso se trata de pilares perfectamente delineados, de color rojo, que además de replicar estructuras monumentales clásicas evocan la forma de un caramelo también conocido transversalmente entre la generación de los 90 y que a su vez da nombre a la obra, Push Pop. Sin que sus elementos visuales apelen de forma directa a la cultura de masas –por el contrario, exaltando rasgos estrictamente tradicionales de la escultura y arquitectura–, la obra de Leonora Pardo decanta, por su nombre, en un acto completamente contextual. La experiencia en vivo que provee la obra instala un sentido espacial y cromático que luego dialoga con el naturalismo simbólico de sus motivos –siempre una insistente obsesión por la infancia–.
Cuando la artista habla de Push Pop y presenta la obra de esta manera, el sentido varía y cae bajo las leyes del concepto. Ya no vemos pilares de cera perdida sino un caramelo hecho para ser consumido siendo portado en los dedos de la mano. Lo que hace este recuerdo televisivo y comercial es actualizar un tipo de arte pop local ligado a la post-dictadura (la obra de Leonora Pardo ha sido adscrita a esta corriente por exposiciones como Depresión Post Pop del 2017 y trabajos como Mahou Shoujo). Este tipo de arte pop tiene como principal fuente de inspiración la televisión y su inagotable discurso del consumo. Muchos de sus artistas marcan como punto inicial en su imaginario la década de los 90, es decir, el Chile de la vuelta a la democracia, y desde ahí incorporan los nuevos productos visuales de la cultura global, esta vez en una época de híper conectividad.
En Push Pop, el silencio de la piedra es vulnerado desde el concepto y desde los imaginarios de la cultura de masas; pero también desde los propios orígenes discursivos del lenguaje clásico. La persistente invocación de criaturas neonatas en diálogo con formas falocéntricas acechan incómodamente como una sombra oscura sobre el canon republicano del monumento. En tiempos en que la estatuaria pública ha sucumbido ante el manto imprevisible y feroz del arte callejero y sus variables políticas, Leonora Pardo trae a la sala de arte una voz sumergida por la historia. Entre polvos, gas tóxico y rostros craquelados se deja ver el lenguaje de lo que no fue. Una oda al martirio, a todo cuanto no encaja en el esquema de la razón. La escultura como nido de arañas, o en palabras de la artista: «una novia zombi que descansa sobre restos de la estación Baquedano».
* Chile, 1990. Vive y trabaja en París, Francia
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