Rodrigo Quijano

Poeta y crítico. Vive en Lima. Trabaja como curador independiente de arte contemporáneo y como gestor independiente. Fue fundador y miembro activo del colectivo Espacio La Culpable (2001-2008), un espacio que en su momento adquirió un rol gravitacional en la escena contemporánea limeña. Ha publicado ensayos y artículos dentro y fuera del Perú y ha contribuido en diversos volúmenes sobre temas culturales.

Más publicaciones

Vista de la exposición Nuevos errores de Gilda Mantilla en (bis) | oficina de proyectos, Cali, Colombia, 2019. Foto: Lina Rodríguez Vásquez. Cortesía: (bis) | oficina de proyectos

Gilda Mantilla:nuevos Errores

El mundo astillado de donde provienen las piezas de esta muestra se remonta al ejercicio de calar y recortar superficies plásticas para producir esténciles -un formato que Mantilla ha venido realizando ya desde hace algún tiempo con su compañero Raimond Chaves-. Pero en algún momento, Mantilla ha querido enfatizar el verdadero orden de valoración de este proceso y ha afirmado que los restos son «su ganancia».

JUAN JAVIER SALAZAR. LA REALIDAD ENTERA ESTÁ EN LLAMAS [1]

Como en otros artistas de su generación en Lima, en Juan Javier Salazar la idea del desmantelamiento material de la obra y de su jerarquía artística responde no solamente a una perspectiva de época anarquizante, de enfrentamiento con la institución, sino también, de manera más importante, a una visión del arte como la realización de una forma histórica.

El Nombre de un Color Promete

El nombre de un color promete (FoLa, Bs. Aires), de Andrés Marroquín Winkelmann (Lima, 1983), es parte de una indagación sobre el color como fuente primaria de información y especulación, y como figura de reflexión del lenguaje.

Andrés Marroquín Winkelmann, Toda cuidad es un destino porque es, en principio, una utopía, 2013. Vista de instalación en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima (MAC). Cortesía del artista

ANDRÉS MARROQUÍN WINKELMANN: UTOPÍA EN EL RETROVISOR

A diferencia de otros trabajos locales sobre la carretera vuelta eje discursivo (y en cierto modo algo más contemplativos, como Punto ciego de Luz María Bedoya o La Ruta de Hare & Roose), Marroquín extrema una ambivalencia ya establecida en sus proyectos previos acerca de los límites entre la experiencia histórica, biográfica y cultural y una presumiblemente natural.