Cristina Lucas:es Capital
TODO ES CAPITAL. UN RELATO POSIBLE SOBRE LA HISTORIA DEL CAPITALISMO
Es capital, la muestra de Cristina Lucas (Jaén, España, 1973) en el Centro Galego de Arte Contemporánea, pivota en torno al tratado de economía política que más trascendencia ha tenido en el transcurrir de la historia del siglo XX, El capital de Karl Marx, cuyo primer tomo se publicó en 1867. Un tratado fruto de la tenacidad de Marx por comprender el funcionamiento de un incipiente capitalismo industrial y las relaciones del capital y los trabajadores de las grandes fábricas. Así, Es capital analiza esa excesiva dominación que tiene el capital en nuestra forma de entender el mundo, en nuestras relaciones sociales, en nuestra percepción estética, filosófica, etc. Esta condición que el sistema económico tiene sobre el ser humano, individuos y sociedades, es lo que Cristina Lucas pone de manifiesto en este proyecto.
El trabajo al que Cristina Lucas nos tiene acostumbrados no está exento de cierta ironía y sutil sentido del humor. En Es capital la artista analiza algunas de las principales incógnitas, paradojas y retos del actual sistema capitalista en una obra que podría denominarse política, en tanto en cuanto está relacionada con esa responsabilidad que tiene el ciudadano de la polis de entender la sociedad que le rodea. Desde la distancia que le otorga su rol de artista y que para Jacques Rancière es la que precisamente hace que el arte sea político, Lucas parece tener siempre un ojo puesto en la historia, haciendo uso de ella para mejorar nuestra comprensión del presente.
En un guiño a ese interés narrativo, me gusta entender esta exposición como una suerte de relato histórico y subjetivo (ficticio) del capitalismo. Así, al principio, durante el capitalismo industrial, el elemento clave en la teoría marxista para analizar la explotación del capitalista sobre el trabajador era la plusvalía. El relato continúa con la desaparición del patrón oro en el periodo de entreguerras y el paso a un capitalismo financiero basado en la especulación. Un afán de lucro que afecta incluso a conceptos absolutos como muerte, arte o vida. La narración termina con una reflexión sobre el futuro de un sistema que se asienta en la imposibilidad física de que el acceso a la riqueza sea global. Este relato histórico coincide con las cuatro obras que forman Es capital: Plusvalía, La cámara del tesoro, Capitalismo filosófico y El superbién común.
La obra Plusvalía está compuesta por un vídeo y una serie de documentos cuyo conjunto hace referencia a un concepto acuñado por Marx. La plusvalía es definida por Marx, en el tomo I de El capital, como el valor que el trabajo no pagado del obrero asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo. Un valor del que se apropia gratuitamente el capitalista. “Sin este beneficio no habría sociedad capitalista”, advierte Marx. El vídeo de 22 minutos narra la historia del manuscrito de El capital de Marx: su investigación en la biblioteca de Londres, sus múltiples revisiones, la relación entre Marx y Engels, la dificultad de este para leer los complejos manuscritos de Marx, el destino del manuscrito en el periodo de entreguerras y su localización actual. Un vídeo que gira en torno a una única y maravillosa entrevista concedida por Marien van der Heijden, Responsable de Desarrollo de la Colección del Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam, la institución que custodia lo que queda del manuscrito original en la actualidad. Van der Heijden nos relata, a veces en primera persona, una apasionante historia a través de los ojos de la artista.
El vídeo es fruto de la pulsión de Lucas por conocer el precio (valor de cambio) que tiene hoy en día el famoso tratado de economía política. Un precio que pone de relieve la naturaleza perversa de un sistema económico que convierte en fetiche un texto que surge de la necesidad misma de denunciar la especulación capitalista. Así, además del vídeo y una copia del manuscrito, podemos ver algunas de las tasaciones que Lucas consiguió por parte de casas de subastas como Christie’s, que vendió en 2012 un ejemplar de la primera edición de la trilogía por 61.673 dólares. Una investigación abierta que sigue su curso.
RELIQUIAS DEL CAPITALISMO MERCANTIL
La relación entre el valor de uso y el valor de cambio en una sociedad regida por las normas del capitalismo financiero también está en la base del trabajo La cámara del tesoro, dos fotografías de la totalidad de oro que hay almacenado en la Reserva del Banco de España y que lucen como una reliquia de un sistema basado en el patrón oro, es decir, del tiempo en que este metal precioso fijaba el valor de la unidad monetaria de un país y su riqueza. Una imagen que en el actual contexto de crisis no deja de tener un aura melancólica que remite a tiempos supuestamente más felices.
La Cámara del Oro es un espacio de unos 2.500 metros cuadrados localizado a 48 metros bajo tierra del edificio del Banco de España, en Madrid. La cámara acorazada, que sobrevivió a los bombardeos de la Guerra Civil, fue inaugurada en 1936 y protege 7.400 lingotes de oro. Un lugar lleno de curiosidades. El acceso al oro se realiza a través de dos ascensores, una puerta acorazada de 15 toneladas de peso, un foso y otras dos puertas acorazadas de 13 toneladas cada una. Entre la primera y la segunda puerta tenemos que cruzar un puente sobre un foso que quedaría anegado ante cualquier amenaza detectada. Tras salvar estos obstáculos, acompañados por personal del banco que combina sus respectivas llaves para abrir las puertas, nos encontramos con lingotes y monedas de oro apilados en estanterías diseñadas por el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel. Da cierta ternura observar cómo carteles escritos a mano informan sobre el contenido de los paquetes que custodian las monedas de oro. Esta es la primera fotografía que un (o una) artista toma en los túneles de la cámara del oro. Un trabajo que recrea una de las funciones principales del artista, la de popularizar lo que el Estado esconde.
Si la plusvalía parecía explicar, para Marx, la principal forma de explotación del sistema capitalista sobre el ciudadano en el capitalismo mercantil e industrial, tras la Segunda Guerra Mundial y con la aparición del capitalismo financiero que conocemos hoy en día, las formas de explotación comienzan a hacerse más sutiles. La libre circulación de capital, la globalización y el control de la economía productiva por parte de las grandes corporaciones financieras cambia la relación que tiene el trabajador con el capital así como nuestras relaciones sociales y personales. De esta forma, también aparecen pensadores que explican las nuevas formas de dominación con términos como biopoder, descrito por su creador, Michel Foucault, como la práctica de los estados modernos de “explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar a la población” [1]. El trabajador estaría dominado por el capital no ya a través de la expropiación del valor de su trabajo sino a través de su deseo. Y de esta manera, el capitalismo dominaría nuestros cuerpos a través de la irrupción del capital en conceptos como el amor, la vida, la muerte, el arte, el miedo o el dolor.
Esta especulación con intangibles es lo que analiza Capitalismo filosófico. Una búsqueda por comprender la relación existente entre los conceptos filosóficos con los que comercian las empresas y su actividad comercial. Nueve vídeos compuestos por una serie de entrevistas en las que Lucas pregunta a los portavoces de más de sesenta empresas qué son para ellos la muerte, la belleza, el arte, la vida, la verdad, la justicia, el ciudadano, el espacio, el tiempo, el miedo y el dolor. Un elaborado y sutil ejercicio de mayéutica, es decir, de dar a luz a través del cuestionamiento, que pone en evidencia lo que cada individuo verdaderamente piensa —o deja de pensar— sobre estos conceptos. Para extraer estas definiciones, Lucas prepara una larga entrevista de carácter periodístico sobre cuestiones vitales para las empresas. Les pregunta si el suyo es un negocio en auge, si les afecta la crisis económica o si hay algo de lo que se sientan especialmente orgullosos como marca. Y dentro de este largo cuestionario introduce, como una duda más, algo que normalmente no preguntaría un periodista, pero que si lo pensamos detenidamente tiene todo el sentido preguntar: ¿qué es la muerte para una empresa funeraria?, ¿qué es la belleza para una clínica de cirugía estética o para una agencia de modelos?, ¿qué es la verdad para una notaría?, ¿qué es el tiempo para un relojero?.
El resultado es un conjunto de definiciones, subjetivas y aleatorias, que nos acerca más a la definición imperante sobre algunas de las cuestiones que han preocupado a la humanidad desde el principio de la civilización. Abogados, galeristas de arte, directores de empresas de seguros, notarios o maquilladores nos aproximan a esa idea del mundo que nos hemos construido en las sociedades dominadas por el capital. Así, aprendemos de una agencia de modelos que “una persona bella es aquella que te transmite un sentimiento o te llega a impactar lo que te está vendiendo” [2], o de un cirujano plástico que “la belleza es mantener determinados patrones” [3]. Una inmobiliaria nos dirá que el espacio es “uno de los lujos más grandes” [4] y una empresa de relojes que el tiempo “se está convirtiendo en una esclavitud porque tenemos que vivir en tiempo real” [5], o que “en la sociedad en que vivimos, perder tiempo es perder vida” [6]. Este conjunto de definiciones, relativamente espontáneas, conforman un retrato bastante aproximado (y devastador) del papel que tienen estos conceptos en nuestras sociedades, poniendo en evidencia que comprender cómo funciona el capitalismo, como vislumbraba Marx, es capital para comprender nuestro mundo.
ESPECULACIÓN EN UN MUNDO DE BIENES LIMITADOS
En El superbién común la artista analiza, a través de cinco fotografías montadas sobre cinco cajas de luz, una de las principales paradojas del sistema capitalista: la escasez de recursos y la incapacidad de nuestro planeta para generar riqueza suficiente si todos sus habitantes aspiran a un modelo de vida basado en el consumo ilimitado de bienes y servicios. Una serie de personas de rasgos asiáticos se esfuerzan en utilizar un objeto de lujo europeo como un sillón Eames, un abrigo de piel de lince, un coche Mercedes de lujo, un caballo pura sangre o unos zapatos Manolo Blahnik. Son los afortunados que han conseguido alcanzar el nivel de bienestar de los países ricos. No obstante, este deseo mundial —y aparentemente democrático— de confort esconde detrás una imposibilidad medioambiental que se mide a través de valores como la huella ecológica. Un indicador que evalúa el impacto sobre el planeta de un determinado modo de vida comparándolo con la capacidad ecológica de la Tierra para regenerar sus recursos. Según datos de Global Footprint Network de 2007, se calcula que haría falta dos planetas como este para que más de 6.000 millones de seres humanos pudieran vivir como un ciudadano francés de clase media [7].
Las fotografías de El superbién común se presentan en el mismo formato que los millones de anuncios publicitarios que inundan nuestras calles y consiguen despertar en el espectador una primera reacción de deseo —a través de colores vistosos y sonrisas enlatadas— que se transforma a los pocos segundos en incomodidad ante la comprensión de que se trata de una corrosiva crítica a nuestro consumismo exacerbado e individualista.
Una pieza de amargo calado cuyo título, no obstante, parece abrir un espacio de oportunidad. El bien común, definido por la RAE como “el bien del que se benefician todos los ciudadanos”, es un concepto cada vez más presente en el debate público. Así, para el filósofo estadounidense Michael Sandel, después de la segunda Guerra Mundial la ética sale del debate político y comienzan tres décadas de triunfalismo de un discurso mercantilista en el que todo tiene un precio (sanidad, justicia, cultura). Pero Sandel, al igual que otros, reivindica políticas del bien común que pasen por pensar en nosotros mismos como ciudadanos y no únicamente como consumidores [8]. Algo extremadamente difícil en un contexto donde todo Es capital.
Manuela Villa
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[1] Michel Foucault, “La voluntad del saber”, vol. 1, Historia de la sexualidad, Siglo XXI, México, 2005.
[2] Tony Parra, directora de Stars Model Agency.
[3] Dr. Moisés Amselem, médico estético de la Clínica Moisés Amselem.
[4] Kristina Szekely, administradora única de KS Kristina Szekely.
[5] Yann Reznak, director de Grassy.
[6] José Carlos González Prieto, jefe de taller de El Maestro Relojero.
[7] http://www.footprintnetwork.org/
[8] A New Politics of the Common Good. Michael Sandel: A New Citizenship. The Reith Lectures. BBC Radio 4. (Grabada en la George Washington University en Washington D.C.) http://www.bbc.co.uk/programmes/b00lb6bt
Cristina Lucas: Es Capital
Comisaria: Manuela Villa
Centro Galego de Arte Contemporánea, Santiago de Compostela, España
Hasta el 22 de febrero de 2015
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