UNA DÉCADA DE SAGRADA MERCANCÍA
En 2024, Sagrada Mercancía celebra su décimo aniversario. Hasta finales de abril, estuvo abierta al público Gracias por estar acá, una muestra dedicada a la colección de obras que conforman el acervo histórico de esta galería, gestionada en la actualidad por los artistas Adolfo Bimer y Víctor Flores y el historiador de arte César Vargas. La colección, compuesta por más de una treintena de piezas, se ha ido construyendo desde que el colectivo se estableció en el emblemático espacio ubicado en el corazón del barrio República.
La exposición fue una oportunidad única para conocer la obra de Adolfo Martínez, Alejandra Prieto, Josefina González, Alejandro Leonhardt, Pilar Quinteros, Sebastián Riffo, Enrique Flores, José Yisa, Felipe Rivas, Diego Santamaría y Juan Pablo Correa. En un mismo espacio y momento nos acercamos a un grupo de artistas que, durante estos últimos diez años, han llevado sus propuestas más allá de lo pauteado, asumiendo riesgos y estableciendo un diálogo profundo con sus respectivos contextos y realidades culturales.
Los trabajos exhibidos en Gracias por estar acá se alzaron como fragmentos provenientes de realidades complejas, donde prevalecieron más interrogantes y posibilidades de acción que ideas resueltas o dictadas por un algoritmo. Significativamente, la colección no solo funcionó como evidencia física de las visiones y operaciones particulares de cada artista: de ella también emanaba un aura de “misticismo trashy” que la conectaba íntimamente con las condiciones ambientales, materiales y estructurales del espacio que la acogía.
Mientras el público recorría la muestra, uno de los codirectores de Sagrada Mercancía destacó que uno de los aspectos más poderosos de las obras exhibidas es que son el resultado de un trabajo in situ, colectivo y continuo, desarrollado bajo una perspectiva y lógica de trabajo inquebrantables.
En estos diez años el espacio, en su condición arquitectónica, así como contextual, ha sido fundamental y determinante en el trabajo emprendido por el colectivo. “Cuando Sagrada Mercancía partió nunca hubo pretensiones de ningún tipo, ni de posicionamiento o de cuestionamiento de la escena local, nada parecido. Todo surgió porque queríamos explorar la posibilidad de abrir un espacio donde tuvieran lugar las exposiciones que queríamos ver y que no estaban sucediendo, ni en ámbitos oficiales ni alternativos”.
Adolfo Bimer, Víctor Flores y César Vargas —con quienes conversé para conocer la historia de SM— se conocieron alrededor del 2010, mientras eran estudiantes de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad de Chile. Sus primeras incursiones como Sagrada Mercancía, con otros integrantes y en consonancia con su naturaleza más nómada, se manifestaron a través de acciones de arte, performances, la producción de textos y colaboraciones con otros artistas y teóricos.
Durante este periodo, Sagrada Mercancía adoptó como imagen representativa la misteriosa efigie del ángel rompiendo las cadenas hacia la libertad, presente en la moneda de 5 y posteriormente de 10 pesos chilenos. Esta figura, incidentalmente, ocupa también un lugar en la mitología de la escuela de artes plásticas ubicada en Las Encinas.
Pero la historia que enmarca nuestro encuentro comienza en 2014, cuando el colectivo se establece en el espacio ubicado en Sazie 2065, que anteriormente había funcionado indistintamente como garaje, taller multiuso y sala de ensayo. En un gesto refundacional, la efigie alada se invierte, marcando el inicio de un proceso de trabajo que, desde entonces, se ha desplegado a través de residencias, tocatas, exposiciones, charlas y como centro de acopio durante el estallido de 2019, entre muchas otras funciones que no solo exceden, sino que también enriquecen las actividades y responsabilidades que un espacio de articulación artística debe asumir.
“En ese contexto nos damos cuenta de que tenemos muchos amigos que son tremendos artistas y no tienen oportunidades, y este lugar se presenta como un espacio donde se pueden activar esas oportunidades. Desde acá, podemos pensar en una forma alternativa de crear una no institución, una no galería, que pudiera encargarse de dar visibilidad a proyectos y artistas que consideramos valiosos y que aportaban a una discursividad que contrarrestaba la autocomplacencia de los proyectos que se exhibían bajo una lógica repetitiva dentro de la escena”, expresan.
Cada residencia realizada en Sagrada Mercancía ha surgido a partir de una invitación directa del equipo curatorial al artista, siguiendo un método de trabajo basado en la colaboración. Desde su apertura, nunca se ha lanzado una convocatoria abierta para exponer en el espacio. “Invitamos a un artista a trabajar con nosotros durante un mes. En ese tiempo, vamos pensando juntos: qué obras tienes, qué obras quieres hacer, qué obras se te ocurren. A través de ese proceso, y en función de lo que podría llegar a ser el proyecto, comenzamos a acondicionar el espacio y a desarrollar la propuesta”, explica Víctor.
Con el fin de preservar el dinamismo y fomentar la incubación de propuestas originales, el vínculo entre residentes y curadores implica un compromiso total hacia la resolución de las problemáticas y formatos de cada proyecto. “Por lo mismo, si bien existe un criterio curatorial bien definido, los invitados deben tener flexibilidad de pensamiento, sin aferrarse a estructuras rígidas, y comprometerse a trabajar dentro de la lógica del espacio. Vamos a pensar juntos cómo resolver los problemas, inventaremos soluciones y nos involucraremos en lo que era tu idea, transformándola en algo más colectivo”, añade Adolfo.
Tanto la modalidad de trabajo del colectivo como el modelo operativo del espacio que coordinan comenzaron a despertar un interés significativo en la comunidad artística local e internacional. En 2016, Sagrada Mercancía fue invitada por la gestora cultural argentina Julia Converti a participar en la sección Barrio Joven, dentro de la 25ª edición de arteBA.
Barrio Joven, definido mediáticamente como una incubadora de la experimentación dentro de la feria, se propone como un espacio que reúne proyectos galerísticos jóvenes que trabajan en territorios no oficializados en sus respectivas realidades locales y que aportan un espíritu renovador a los paradigmas del mercado global. Tras su paso por arteBA, siguieron invitaciones a ferias como Ch.ACO (Chile), Material (México) y ArtLima (Perú).
“El proyecto nos permitió conocer a muchas personas involucradas en su propio circuito, algunas con más trayectoria, otras con menos, pero todas compartiendo una realidad común dentro de ese contexto. Conocimos proyectos de Argentina, Colombia, Puerto Rico y México. Transformamos las ferias en una valiosa oportunidad para acercar el arte latinoamericano a nosotros, y para nosotros acercarnos al arte latinoamericano a través de los artistas. La feria era un asunto contextual; a nosotros nos interesaban las personas”, recuerda el colectivo.
Vértigo
“Para correr algún tipo de riesgo hay que estar tan resuelto y tan inseguro como sea posible. Encontrar el punto de convergencia de esa antinomia –no para resolverla sino para mantenerla– es lo que se propuso esta exposición”.
Cesar Vargas, texto para exposición Leer un rayo.
Para 2018, Sagrada Mercancía ya participaba en ferias de arte y desarrollaba proyectos expositivos y de residencia en su espacio en Santiago. En julio, bajo la curaduría de César Vargas, inauguran Leer un Rayo en la Galería Patricia Ready. A nivel simbólico, pero también profesional, la exhibición representó un desafío importante para SM: el proyecto, arraigado en la independencia y la autogestión, trasladaba su modelo de trabajo a un espacio que es parte del circuito artístico «oficial», abiertamente comercial y socialmente cargado.
El montaje, diseñado por el arquitecto Gabriel Sepúlveda, incluyó obras de nueve artistas[i] que en ese entonces estaban vinculados al proyecto, entre ellos Víctor y Adolfo. Leer un rayo consistía en una estructura formada por un impecable sistema de andamiaje que abarcaba la totalidad de la sala principal. Para acceder y conectarse con las obras, el público debía transitar a través de este espacio excepcional. La estructura nunca tocaba los muros de la galería.
“Analizando las dependencias de nuestro entorno más cercano, surgió la idea de levantar una estructura de andamios capaz de autosostener las obras de los artistas y, esencialmente, sostener el principio de autonomía e independencia que representa SM”, explica Vargas en el texto curatorial.
La naturaleza adaptable de la instalación, capaz de ajustarse a infinitas condiciones espaciales, no es solo un poderoso gesto poético en respuesta a una circunstancia determinada, sino que también refleja la visión del colectivo sobre la naturaleza y el estatus social de ciertos segmentos del mundo del arte. Leer un rayo solo funciona como una estrategia de apropiación espacial sino también como analogía tangible a la práctica del colectivo frente a las estructuras de poder que sustentan el arte.
Ciertamente, en este período el colectivo expande su presencia en diversas y disímiles áreas del panorama del arte contemporáneo. Algunos de los artistas vinculados al proyecto reciben becas o sus obras son adquiridas por importantes colecciones. Si miramos esta etapa en retrospectiva, ¿podemos decir que las condiciones para el arte joven chileno a nivel comercial han cambiado?
Adolfo aclara: “Hemos recibido, en circunstancias puntuales, el apoyo de coleccionistas que han comprado piezas y han respaldado el proyecto de alguna manera. No ha sido un desastre absoluto, pero se ha demostrado, con el paso del tiempo y diez años de supervivencia, que este no es un modelo de subsistencia sostenible para el espacio. Las condiciones del entorno no permiten un crecimiento paralelo de todo el ecosistema, y podrías pasar la vida esperando la próxima oportunidad de venta. La educación de los coleccionistas no comprende la importancia de la continuidad en la compra, lo que significa ‘te compro hoy porque creo en ti, puede que no te compre mañana, pero tal vez sí pasado mañana’».
Entre la revolución urbana y el encierro
Para el programa de residencias de 2019, el artista costarricense Christian Salablanca llega a Sagrada Mercancía después de hacer una residencia en la Galería Kiosko de Bolivia. “A grandes rasgos, el artista trabajaba con signos de violencia política que transformaba en performance. Durante su residencia, asistimos a marchas y recorrimos la ciudad. El mes de septiembre era perfecto para conectar con los intereses del artista”, cuentan.
Alza de Mira abrió al público el 11 de octubre. Mientras Adolfo se encontraba en España, Víctor y César preparaban en Santiago el espacio para un importante evento galerístico programado para el 19 de octubre. “Ese día marcaba el inicio de Galería Weekend, un evento donde las galerías de Santiago sacan sus mejores copas y se ponen su mejor vestido para recibir a los coleccionistas. Pero, alrededor de las 12 del día, comenzó el estallido”, recuerda Víctor. La decisión fue inmediata: “Se habló con Christian, la exhibición se cerró, y el espacio se activó. Para el sábado siguiente, ya había una cantidad significativa de gente dispuesta a colaborar con lo que estaba ocurriendo”.
El espacio, en su rol como núcleo generador de sentido y reflexión artística, amplió sus perspectivas políticas al intercambiar posiciones con la realidad urbana circundante. Mientras las artes visuales, de manera incidental, daban una narrativa estética al estallido social en las calles, el espacio asumió una nueva territorialidad al servicio de las necesidades de las personas y del proceso, con un programa y una lógica de trabajo efectivos.
Las condiciones del espacio permitieron almacenar y acopiar insumos médicos; en ciertos horarios se ofrecieron talleres de primeros auxilios. También se lanzó un crowdfunding para adquirir insumos médicos, se implementaron clases impartidas por abogados constitucionalistas, y se abrieron las puertas del espacio para ser utilizado como taller para diseñar escudos de protección para los médicos en las marchas.
“Fue un proceso muy interesante. Marcó una actitud respecto a la realidad social del proyecto. La capacidad del espacio para adaptarse y luego regresar a la muestra programada era parte de su propia esencia: el espacio demostró que podía transformarse y luego volver a su estado original”. Tiempo después, la obra de Salablanca, cuya temática era completamente coherente con el clima político y social de Chile en ese momento, pudo ser remontada y exhibida al público.
Al mismo tiempo que el alcance del proyecto se incrementa drásticamente y el espacio demuestra su efectividad frente a la crisis social, el colectivo comienza a asumir nuevos desafíos. “Nos fuimos dando cuenta de la responsabilidad que teníamos con este lugar, y eso fue muy inspirador e influyó significativamente en las decisiones que hemos tomado en la actualidad. También nos permitió poner mayor énfasis en el pensamiento crítico, la reflexión y la producción de arte”, concluye Adolfo Bimer.
Durante esta etapa, la presencia del colectivo en espacios de América Latina sigue expandiéndose de manera significativa, hasta que, a fines del verano de 2020, la distancia social se convierte en la nueva norma. “La pandemia nos golpeó políticamente; nos separamos debido a las condiciones sanitarias”, comenta César.
Entre finales de 2019 y principios de 2020, la organización londinense Gasworks, a través de su entonces director, Alessio Antoniolli, invitó a Sagrada Mercancía a recibir al proyecto ganador de la convocatoria Triangle Network Fellowship. Este proyecto se desarrollaría entre febrero y marzo de 2020 en el espacio de SM. “Llegaron muchos portafolios; primero seleccionamos 10 artistas, luego 5, y finalmente la ganadora, Dominique White, quien viajó hasta Santiago”, explican.
Simultáneamente, la artista Ana Navas, quien venía de una residencia en Holanda, estaba trabajando en el espacio. Sobre esta experiencia, César comenta: “Estábamos en febrero, felices, trabajando en un proyecto en el primer piso y otro en el segundo, por primera vez de manera simultánea. Pero en marzo, comenzó la pandemia, y Dominique nos dijo: ‘Chicos, esto se está poniendo complejo’. Logramos organizar un vuelo de regreso para ella a Londres, al límite. Por otro lado, Ana nos decía: ‘Esto va a pasar en una semana’. Ana había comenzado a trabajar en su obra y le quedaba poco, pero la situación escaló, y se quedó atrapada en Chile hasta octubre. Tuvimos que continuar pagando el arriendo que habíamos comprometido a nuestra artista”.
El tránsito desde un proceso continuo de gestión, producción y actividad al aislamiento pandémico afectó varias capas del proyecto. “Al verlo con un poco de distancia, fue como una prueba: ‘Si ustedes superan esto, podrán salir más fuertes’. Ese parecía ser el mensaje. No podíamos juntarnos, había que hacer Zoom, pedir permisos; fue una época bastante caótica”, apuntan.
En esa pausa obligada surgen otras reflexiones, quizás menos optimistas: “Después de dedicar tanto amor y esfuerzo para mantener este organismo en funcionamiento, llegamos a momentos en que nos preguntamos si todo esto tenía sentido…”. Pero, desde su formación, el colectivo ha tenido claro que detrás de todo proyecto serio hay una responsabilidad. Adolfo añade: “Al mismo tiempo, nos volvemos a reencantar, inventando cosas nuevas, retomando lo que nos gusta hacer y dejando de lado lo que no nos gusta tanto. Hemos encauzado mejor nuestra dirección”.
Núcleo de Estudios Compartidos
Desde finales de 2023, en Sagrada Mercancía han surgido nuevas iniciativas que buscan expandir la visión en torno al espacio. El proyecto denominado Anti Lecturas consiste en un seminario aplicado a una temática específica, en el cual los y las artistas residentes ofrecen charlas abiertas a un público invitado. “La atomización en las escenas artísticas hoy se manifiesta en los artistas como un ‘yo y mi obra’. Por el contrario, hemos aprendido a construir el lugar en el que queremos vivir: un ecosistema más compartido, más socializado, donde las obras puedan ser compartidas con nuestros compañeros, donde podamos conversar en torno a ellas, y donde este espacio funcione como un laboratorio. Queremos que estar aquí signifique un aprendizaje constante”, explica el colectivo.
Este año se inauguró el Núcleo de Estudios Compartidos, una instancia que “abre el proceso del proyecto para facilitar la transferencia de conocimientos con una perspectiva de producción artística o curatorial,» explica César. «Creamos este Núcleo para que la gente pudiera converger y participar con sus portafolios. Hicimos un llamado y una selección».
Desde abril, cada martes, diez personas se reúnen para recibir conocimientos y presentar sus proyectos individuales. «Lo mismo que hacemos con un artista en residencia, lo aplicamos aquí con un colectivo», puntualiza.
Conformado por estudiantes de carreras humanísticas y artísticas, creadores autodidactas, curadores y gestores culturales, este proceso busca proporcionar contenidos y herramientas discursivas que contribuyan a la dinamización de la inscripción autoral de sus participantes. El Núcleo se desarrolla a través de clases expositivas, un laboratorio de reflexión visual donde se exploran problemáticas del arte contemporáneo, y la visita de diversos artistas y curadores.
“Formalizar esta entrega de conocimientos y experiencias refleja, por un lado, que el espíritu de Sagrada Mercancía es el pensamiento crítico, y por otro, que la curaduría en muchos aspectos es el espíritu del eterno retorno. Es decir, se trata de políticas y problemáticas que resuenan en distintas escenas y recuperan ciertos elementos. Integrar lo que hemos aprendido en estos 10 años de experiencia en esta nueva instancia formativa con una perspectiva de producción ha sido muy significativo”, concluyen.
10 Golden Greats
Desde la curaduría y producción de exposiciones en un espacio específico y poco convencional hasta la participación en ferias de arte a nivel internacional, desde invitar a artistas contemporáneos de otros países a levantar orgánicas de transferencia de saberes y experiencias, el modelo de trabajo desarrollado por Sagrada Mercancía ha superado las expectativas que se generan en torno a un espacio independiente y autogestionado. Ya sea por instinto o convicción, el colectivo ha llevado adelante una visión propia, sin concesiones, al margen de las modas pasajeras que suelen dominar el ámbito artístico.
“Nos interesan artistas que tengan formas de pensar muy propias, que puedan ser relevantes para la escena, que puedan lubricar el pensamiento y refrescar un poco el entorno. Por eso nos enfocamos en traer artistas internacionales, mostrar propuestas que aquí no se ven, y evitar fagocitar a los artistas locales, que pasan de un espacio a otro y al otro y al otro, y se dan toda la ronda y empiezan de nuevo”, explican.
En diez años, Sagrada Mercancía ha sido testigo de los múltiples cambios que han afectado a nuestra escena artística, tanto a nivel estético como discursivo. Sin embargo, la perspectiva del colectivo sigue mirando al futuro sin aprehensiones. La preservación del sentido de colectividad y el modelo de trabajo en equipo se plantean desde una postura política: existe una firme creencia en que la verdadera revolución se vislumbra a través de la práctica cultural.
[i] Los artistas que participaron en Leer un rayo fueron Adolfo Bimer, Jessica Briceño, Santiago Cancino, Sofía de Grenade, Víctor Flores, Alejandro Leonhardt y Adolfo Martínez. La curaduría estuvo a cargo de César Vargas.
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