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RESENSIBILIZAR LOS CUERPOS, SER CON EL OTRE. JAVIER VILLA CONVERSA CON OSÍAS YANOV

El 8 de abril de 2020, el curador Javier Villa -desde la Argentina- entrevistó al artista Osías Yanov, entonces en Alemania, a propósito de su participación en la 11° Bienal de Berlín, que en ese momento se encontraba en pausa a raíz de la cuarentena global. Desde septiembre de 2019, esta última edición de la Bienal -co-curada por María Berríos, Renata Cervetto, Lisette Lagnado y Agustín Pérez Rubio– se ha desarrollado como un proceso de despliegue, o revelación paulatina, a través de una serie de “experiencias”: exp. 1, exp. 2 y exp. 3. Para esta última, fueron invitados Osías Yanov y el investigador, ensayista y geógrafo político Sinthujan Varatharajah.

En un cuarto paso, concebido como un “epílogo”, la Bienal reunirá estas experiencias junto con la de otros artistas invitados en una serie de exposiciones repartidas por varios espacios de Berlín, entre el 5 de septiembre y el 1° de noviembre de 2020.

La obra de Yanov se materializa en performances, eventos, instalaciones, dibujos, esculturas y videos. Como artista de acciones performáticas, recurre a objetos y recuerdos culturales que afectan nuestra corporalidad en el mundo y entre nosotros. El conocimiento arcaico e instintivo que llevamos dentro es uno de los focos de su trabajo, rastreando la forma en que este archivo incorporado se utiliza y se expande a través de nuestras interacciones diarias.

Su proyecto para la Bienal de Berlín, Ser con el otre, reabrió al público el 28 de mayo y podrá visitarse hasta el 25 de julio en el complejo ExRotaprint, en el vecindario berlinés de Wedding. Comisionado por la Bienal, este trabajo continúa con las exploraciones del artista sobre los diferentes trazados del cuerpo y las huellas de sus geografías colectivas.

Yanov crea una instalación compuesta de una luz rosa inmersiva, columnas construidas con cucharas, islas de acrílico en el piso para dibujar con sal, glosarios que narran un lenguaje del cuerpo, imágenes de archivos y un video que da cuenta de experiencias grupales realizadas en la Argentina durante 2019.

Villa y Yanov son parte del colectivo Rosa Chancho, junto a Mumi Colombo y Julieta García Vázquez. Compartimos esta conversación entre ambos, hilvanada desde un código común sobre diversas ideas en relación a la potencia de lo grupal, a los procesos de concepción de su trabajo, y a algunos pensamientos situados por la pandemia que resignifican el presente. «No queda de otra que metabolizar todo».

Osías Yanov, Registro no orientado. Tres experiencias: YATAN – TIGRE – PARQUE LES AMA, 2020. [Ficha técnica al final del texto]

La obra para la bienal no es una alegoría al cuerpo expandido, sino justamente a la represión de los cuerpos, y a cómo ciertas culturas, momentos de la historia y objetos nos pueden ayudar a ejercitar el encontrarnos de un modo sincero con les otres.

Osías Yanov

Javier Villa: Entre los primeros ensayos de pensadores eurocentrados que aparecieron en torno a la pandemia, me interesó la mirada histórica de Paul Preciado, vinculando las pestes y los momentos de expansión de los cuerpos. Las relaciones entre la Conquista de América –el cruce de cuerpos y razas- con la sífilis, la apertura hacia el amor libre y la lucha por los derechos civiles de los homosexuales de los 60s, 70s y 80s y el HIV. En Registro no orientado. Tres experiencias: YATAN – TIGRE – PARQUE LES AMA, la pieza en video que es central en tu proyecto, vi acumuladas esas referencias que nombra Preciado. La conexión con ciertas raíces precolombinas y con las utopías de los 60’s y 70´s. La artesanía política de las cucharas, donde volcás una iconografía con vetas indígenas y la textura en la imagen del video como memoria háptica y utópica que remite a la generación que nos antecede. Ambas referencias arman una suerte de colchón para un pensamiento sobre los cuerpos en la actualidad. ¿Vos crees que el Coronavirus llegó en otro momento de expansión o de revolución de los cuerpos? En un sentido casi etimológico de revolución, entre el volver y el avanzar.

Osías Yanov: Hay que ver cómo se desenvuelve lo que sucede ahora, pero sí creo que esto confirma la necesidad de esa revolución. Me parece que esta situación actual lo que hace es desnudar las problemáticas contemporáneas. O sea, depende de cómo se salga de esta instancia del distanciamiento social, del no poder abrazar, del no poder estar en contacto, surgirá la clave para revalorizar la apertura, la mezcla, el contacto entre los cuerpos. Para pensar que la posibilidad de una inmunidad futura venga por el libre contacto y no justamente por la distancia.

En cuanto a la idea de revolución, a mí me parece que en esta exposición utilizo muchos lenguajes que apelan a lo prehispánico o a elementos más ligados a las culturas de la tierra, que son también culturas ligadas al cuerpo -o lo que pudimos entender de eso, porque esas culturas existen aún, pero desde resabios muy tamizados por la modernidad- y también a las utopías de los 60’s y las posibilidades de volver a vivir en comunidad, justamente porque este momento contemporáneo nos permite poder revisar todo ¿no? Tenemos esta biblioteca universal donde poder ver, de cada cultura y de cada movimiento, en qué cosas se coincide. La muestra tiene un poco que ver con esas coincidencias, con ver aquellos momentos de la historia en que hay coincidencias. Como lo que mencionás de Preciado: que en ciertos momentos de la historia, justo cuando los cuerpos están en expansión, empiezan a aparecer este tipo de virus y estas situaciones de control. Pero cuando hice esto no tenía la sensación de que íbamos hacia una expansión de los cuerpos. Diría que todo lo contrario, que la obra estaba generada más como antídoto que como reflexión contemporánea. Como decir: “Oigan, vayamos por acá, que estamos yendo para el otro lado”. Y creo que el virus lo representa: si nuestra única manera para protegernos hoy es no tocarnos, significa que algo estuvimos haciendo de manera equivocada. La obra para la bienal no es una alegoría al cuerpo expandido, sino justamente a la represión de los cuerpos, y a cómo ciertas culturas, momentos de la historia y objetos nos pueden ayudar a ejercitar el encontrarnos de un modo sincero con les otres.

Osías Yanov, Ser con el otre, 2020. Vista de la exposición en ExRotaprint, Berlín. Exp 3 de la 11° Bienal de Berlín. Foto: ©Mathias Völzke

A los fachos hay que sensibilizarlos; hay que acariciarlos y tocarlos. Hay que dejar de ir en contra, dejar de ser yuta y punitivista y buscar otra estrategia. La estrategia es presentarles prácticas. No presentarles todo lo que hicieron mal, porque para este tipo de gente es muy frustrante mostrarles eso ¿Se podría pensar en una práctica así?

Osías Yanov

JV: Pero podés hacer un antídoto cuando es posible diagnosticar con precisión qué está pasando. Cuando hay una base de discusión o aparecen ciertas formas de militancia. La expansión en la cual aparecería el virus podría relacionarse con los feminismos, con las teorías queer, con las luchas trans. Estábamos en un momento -si se quiere- de fuerte discusión. No solo de estar yendo hacia otro lado, sino de fuerzas que están en plena pelea ¿no? Como puede haber sido el encuentro de los dos mundos en la conquista de América o las luchas gay en los 70 u 80… No sé si todo estaba en expansión, pero si al menos un cierto sector que choca contra otro. Entiendo en ese sentido que podría aparecer un antídoto cuando hay un cierto movimiento que hace que eso aflore. O sea, no veo a tu obra como un antídoto aislado, sino como parte de un movimiento en expansión y lucha ¿o no lo ves así?

OY: Sí, sí, completamente. Pero no veo al trabajo como un objeto de denuncia, no es un trabajo que esté yendo al choque, al punitivismo, sino una práctica “para”. Algunas  militancias, teorías o filosofías, ponen en foco dónde están los problemas de esta sociedad que no permiten la expansión de los cuerpos. Y está bien que así sea, es parte del análisis que posibilita una deconstrucción. Pero en este caso intento dar todo eso por hecho y, al mismo tiempo, ubicar en dónde, quiénes y cómo lograron practicar una viabilidad corporal y social de manera más justa.  Proponer dormir cucharita juntos de a doce personas, tocarnos un poco más, hacer que los cuerpos se estiren y confundan.

Quizás la palabra antídoto tampoco sea la mejor, pero últimamente me parece interesante pensar que lo que hay que hacer es arte para fachos. El arte tiene que ser 100% para fascistas, podría exagerar. Nosotros “ya estaríamos” sensibilizados o al menos luchando contra nuestras propias imposibilidades, pero los fachos no. A los fachos hay que sensibilizarlos; hay que acariciarlos y tocarlos. Hay que dejar de ir en contra, dejar de ser yuta y punitivista y buscar otra estrategia. La estrategia es presentarles prácticas. No presentarles todo lo que hicieron mal, porque para este tipo de gente es muy frustrante mostrarles eso ¿Se podría pensar en una práctica así?

JV: Justo iba a preguntarte por tu militancia política que, en Buenos Aires, fue cada vez más presente en vos. Y veía que la obra no tenía este lugar de una militancia de choque justo cuando las democracias están en peligro en Latinoamérica, caso Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile, o lo que pasó en Bolivia con Morales. Y ahora las democracias están en peligro en todo el mundo porque nos tienen dentro de nuestras casas, sin poder vernos y sin poder manifestar, sin poder congregarnos, sin poder discutir, sin poder luchar. Veía en esta obra una práctica casi hedonista, en una comunidad medio cerrada y aislada en un lugar lindo de la naturaleza. Como si evadiera el conflicto. Me preguntaba entonces si este hacer arte para fachos es parte de una relación entre tu militancia y esta obra.

OY: Voy a exagerar cuando diga esto, y hay que ver cómo se transcribe. Pero me parecía que podía ser una estrategia, algo así como una militancia de la envidia. Insisto, nosotros ya tenemos estas experiencias hedonistas, de poder expandir nuestros cuerpos (de nuevo, con nuestros límites y nuestra necesidad de deconstruir un montón de cosas, como nuestros privilegios de clases, etc), pero creo que puede funcionar como un imán no ir al choque. Llevarlos a sentir que les gustaría estar ahí, que les toquen el culo, estar en una isla durmiendo con ochenta personas al mismo tiempo, o jugando como si fueran niños. Es una política un poco más homeopática, pero también es una militancia de choque a la inversa.

Osías Yanov, Ser con el otre, 2020. Vista de la exposición en ExRotaprint, Berlín. Exp 3 de la 11° Bienal de Berlín. Foto: ©Mathias Völzke

JV: Hay algo interesante con la utopía y su temporalidad. Si bien la utopía siempre arrastró un problema de delay, es decir, es una promesa que en algún momento va a llegar,  tu obra se presenta como una gratificación inmediata, en el aquí y ahora, más acorde a un sistema capitalista como el actual. En ese sentido, compartir ese código de gratificación inmediata y hedonista puede volver a la experiencia más magnética o atractiva. No tendría sentido hacer un arte para atrapar y transformar fachos que esté basado en una eterna promesa que nunca sucede, como el reino de los cielos que sostuvo la esclavitud racial en el catolicismo, o la promesa del estado comunista y la explotación de clase del capitalismo moderno. Entrando más al proceso de trabajo de la pieza ¿cómo elegiste a esa comunidad?, ¿es una selección por grupos de afinidad o afectividad, como en el anarquismo, o la construcción del grupo se basó en una cuestión física o formal?

OY: La construcción de grupo surgió de manera intuitiva, vinculada a ciertas personas y sus relaciones cercanas. Son personas con una gran sensibilidad para entenderse como individuos y como grupo al mismo tiempo.  Algo no tan distinto a lo que hemos discutido con Rosa Chancho durante bastante tiempo ¿Cuál es ese margen y cuál la importancia de tener esa membrana muy abierta? Poder reconocerse como individuos, pero rápidamente poder articularse como grupo, y que ese grupo también pueda construirse como una entidad. Y al ser una entidad en sí misma poder lograr convocar a otres; cuando el grupo puede reconocerse como tal, puede saber lo que está dando. Hay una experiencia que hicimos en el Parque Lezama, donde invitamos a gente a participar de nuestras prácticas. Para mí fue un momento bisagra, porque era la primera vez que incluíamos a otres, después de haber ejercitado mucho este tipo de situaciones de contacto, de juego, de hablar sin palabras, de reconocernos físicamente desde otro lado, de pensar el erotismo desde la amistad,  del dormir juntos. Si bien en este momento hay ciertas prácticas que puedo continuar solo, acá en Berlín, o al menos intentarlo si alguna vez salimos de esta cuarentena, fui entendiendo que la sustancia sucede desde estas personas, desde este grupo, hacia otras. Fuimos conformando una suerte de equipo que tiene muy afilado cómo incorporar gente; contar de una manera física, con ejercicios, cómo son estas prácticas de re-sensibilización del cuerpo.

Osías Yanov, Ser con el otre, 2020. Vista de la exposición en ExRotaprint, Berlín. Exp 3 de la 11° Bienal de Berlín. Foto: ©Mathias Völzke

De repente hay una gran necesidad de determinar muy rápidamente aquello que ya estaba de manera abstracta, que son los límites. En los cuerpos y en la piel son conceptos que tenemos incorporados pero que son falsos: no hay límites y este virus da cuenta de eso. Es un virus mundial que no tuvo límites.

Osías Yanov

JV: Eso que ocurre en la exposición de la Bienal de Berlín, que el público pueda formar parte de los dibujos de sal modificándolos, ¿tiene que ver con las prácticas de re-sensibilización del cuerpo, con las ideas entre grupo e individuo y el plan de incluir un afuera?

OY: La exposición en Berlín da cuenta de este proceso que viene formándose desde junio del año pasado en Buenos Aires; en el Tigre y en Parque Lezama, y también un poquito en Córdoba. Ese proceso se trasladó de manera más objetual, también como relato y archivo, a la bienal. Dentro de este proceso están incluidas unas prácticas con granos de sal, que es una manera dinámica para poder generar sentido y mover el cuerpo. Acá en Berlín se pueden hacer ejercicios alrededor de eso, lograr cierta sensibilización del cuerpo quien tenga ganas, pero no se va a formar un grupo. No me interesa eso.

JV: ¿Vos crees que toda comunidad necesita de ciertos instrumentos de sensibilización? Pienso en esta idea del objeto como herramienta, como muleta o extensión, como un útil para congregar o crear comunidad ¿Cómo describirías a estos tres objetos que son fundamentales en la pieza? Hablo de la cuchara, entre obra de arte, utilitario o artesanía política, el vestido rosa, entre traje y entidad en sí misma, y la sal, entre la unidad y el grupo, o los granos que se agrupan para generar conjunto y sentido.

OY: Por primera vez, con estos objetos tengo la sensación de que hay una instancia de completa cercanía y no los puedo separar del cuerpo. Es como esa pregunta de qué está primero, si la mano o la herramienta. Nuestra mano ya no sería mano sin la existencia de su posibilidad de uso, ¿no? A estos objetos no les encuentro exactamente el nombre, pero creo que están más cerca de ser una entidad. No son prótesis, esas ideas me están quedando un poco anticuadas, si bien las pensé hace poco tiempo. Tampoco me parecen muletas.  Son entidades por sí mismas, que tienen una cierta cantidad de información con la cual nos podemos comunicar. Hay una cierta conciencia compartida con esos objetos, tanto la sal por su forma molecular, su historia mercantil y su posibilidad de expansión, la cuchara por ser uno de los primeros objetos de intermediación alimentaria entre el amamantamiento y la papilla, o los trajes que permiten dinamizar estas grupalidades. Claramente con esos objetos relacionales las situaciones grupales se vuelven más lúdicas, más dinámicas. Ofrece unos espacios donde descansar y donde poner el sentido, sin exigirle tanto al límite de la epidermis, que también es un espacio que juega con muchos prejuicios. Entonces estas pieles o trajes que se estiran, o la sal que configura dibujos, o la cuchara como un elemento de sugestión y de excusa, dinamizan esas prácticas.

Osías Yanov, Josefina, Poroto y Tronco, 2019. Cortesía del artista

JV: Si bien ahora está todo teñido por el virus, cuando vi esos trajes en el video me dio la sensación de algo mutante que se expande desde sus bordes. El cuerpo expandido, pero también el humano expandiéndose como un virus. Pensaba en la simbiosis. Sé que estuviste leyendo bastante a Lynn Margulis y cuando hablabas de la relación entre lo  individual y lo colectivo, y como lo colectivo tendría su propia autonomía o formaría una identidad en sí, pensaba como cada cuerpo también modifica a esa entidad. Por un lado, esta cuestión de cómo el virus forma parte del cuerpo de uno, lo modifica, y cómo uno forma parte del cuerpo de los demás y lo modifica. Fronteras entre lo individual y colectivo y entre lo animal y lo humano, que es algo que también trabajas con los puppies ¿Cómo concebís lo individual y lo colectivo en relación a estas ideas de simbiosis? ¿El traje rosa busca ensayar cómo evolucionamos como ser colectivo a partir del aporte de cada individualidad?

OY: Yo le digo traje-piel, pero estoy omitiendo a otros colores de piel, es un traje rosa lo cual remite a un contexto muy específico. Eso es un problema. Me lo han hecho saber, muchas veces he dicho piel y la piel es multicolor. Sin embargo, creo que tiene que ver con un tema de contexto, más que con una especificidad de qué pieles uno está refiriendo. Me parece que conceptos como el de la simbiosis, o de nosotros humanos como virus o de los virus ingresando en nosotros… volvemos a esa dificultad sobre los límites. Los países que no colaboran, las fronteras que se cierran y la distancia social. De repente hay una gran necesidad de determinar muy rápidamente aquello que ya estaba de manera abstracta, que son los límites. En los cuerpos y en la piel son conceptos que tenemos incorporados pero que son falsos: no hay límites y este virus da cuenta de eso. Es un virus mundial que no tuvo límites. Empezó en Wuhan o donde sea, no importa, ya se dio el foco y se extendió hacia todos los cuerpos. Eso nos tendría que hacer entender que el límite entre lo individual y lo grupal no es algo que existe, es algo difuso. Tampoco existe tal límite entre naturaleza y hombre y humanos y no humanos y animalitos. Si te fijas, en un montón de otras culturas se venera a ciertos animales, cómo uno va a devenir jaguar, prácticas entre uno y la tierra. No hablan de esa diferenciación, no hay un dentro y un afuera, hay un ecosistema. Es muy extraño cómo hemos llegado a pensar las cosas con unos límites que no existen. A mí mismo me cuesta pensar que no existen límites. Estas telas o la sal que es un elemento uniforme, o la cuchara que es un elemento completamente universal… necesito de esos elementos como referencia y signo, me hacen pensar en esa contracción y expansión, en ese movimiento, si se quiere, entre lo individual y lo grupal, que no tiene límite. Hay que ver cómo entender eso. Últimamente estoy investigando en la arquitectura, qué arquitectos trabajan sobre esa situación. Hay una arquitectura, justamente de los años 60s y 70s, que propone articular la ciudad bajo grandes techos. Planteaban solo techos, es una linda idea.

JV: Estar contenidos bajo un mismo techo. Bueno, la atmósfera es nuestro gran techo, ¿no?

OY: Debajo de ese techo pueden vivir algunas plantas, algunos animales que necesiten de ese techo, los humanos que nos gusta refugiarnos, existirían cocinas comunes ¿Cómo habitaríamos esos espacios?

Osías Yanov, Ser con el otre, 2020. Vista de la exposición en ExRotaprint, Berlín. Exp 3 de la 11° Bienal de Berlín. Foto: ©Mathias Völzke

Los elementos, las experiencias específicas del trabajo a nivel grupal, sirven para generar ciertas herramientas de reflexión que pueda ser extrapolada a la cotidianidad. Estar pendiente de cómo un elemento se metaboliza o cumple su ritmo; cómo entra en un ecosistema y borra los límites. O sea, tratar de elaborar elementos que nos enseñen protocolos.

Osías Yanov

JV: El límite pareciera ser el tema de hoy. La frontera entre los países, el viaje como arma, la frontera entre el animal y el humano, entre naturaleza y civilización, entre el quedarse adentro y el arriesgarse afuera, el espacio privado y el público, entre lo físico y lo digital. Tu obra trabaja mucho sobre eso, aunque hay una de esas fronteras que se le complica desarmar, por ejemplo, llevarla a un formato online, remoto ¿Hay fronteras en esta obra? En esta piel que se expande y se contrae, la sal y sus cristales que tienen esa cuestión del uno y el todo, la cuchara, su penetración al cuerpo con un alimento o el apoyo físico con el otre.

OY: El dormir cucharita, en relación al erotismo, la confianza o el reconocimiento del cuerpo, lo  estamos entendiendo a nivel grupal, más que de a dos. Me interesa la cucharita de a muchos, cómo se generan relaciones entre los vacíos y los llenos, cómo las extremidades se expanden y se pierden. O sea, cómo se genera ese cuerpo grupal y también cómo se sueña grupalmente. Las cucharas son el elemento intermediario entre la comida y nosotros que ingresa a la boca. Es un objeto universalmente interesante para los humanos. La sal también es un elemento que penetra en el cuerpo y se disuelve. Es molecular. Hace subir la presión, hace que la sangre vaya más rápido o más lento, interviene en el proceso osmótico. Me parece que hay una integración con el cuerpo que ambos elementos comparten.

JV: Uno podría pensar que el traje rosa es como una piel que expande y cubre, como este techo que hablabas, la cuchara expande pero intermedia y la sal directamente penetra, forma parte, se disuelve y no solo la ingresas sino también la transpiras. Ya es cuerpo, se disuelve en su forma.

OY: Si, se metaboliza. Los elementos, las experiencias específicas del trabajo a nivel grupal, sirven para generar ciertas herramientas de reflexión que pueda ser extrapolada a la cotidianidad. Estar pendiente de cómo un elemento se metaboliza o cumple su ritmo; cómo entra en un ecosistema y borra los límites. O sea, tratar de elaborar elementos que nos enseñen protocolos. Por eso digo que son entidades. La sal, en específico, es una entidad que nos puede enseñar un protocolo metabólico, un protocolo dentro de un ecosistema que podemos poner en práctica. No solo en relación a los cuerpos, sino a las relaciones con nuestro entorno: ¿cómo manejamos el metabolismo interplanetario, el metabolismo terrestre? De todos modos la obra, si vamos más a lo específico, tampoco quería hablar de esto. Estas son ideas que emergen a partir de lo que nos está pasando, o cómo la obra se resignifica a partir de estos hechos.

JV: Naturalmente eso sucede y está bien que así sea. La obra de arte también sirve para metabolizar la coyuntura, digamos. Si la coyuntura es el cuerpo y la sal es la obra, necesariamente se va a metabolizar la obra en esta coyuntura. No te queda otra…

OY: … que metabolizar todo.


Créditos del video

Osías Yanov, Registro no orientado. Tres experiencias: YATAN – TIGRE – PARQUE LES AMA, 2020. Video, color, sonido, 35 min. Parte de Osías Yanov, ser con el otre, exposición en el marco de la Experciencia 3 de la 11° Bienal de Berlín, en ExRotaprint, Berlín, hasta el 25.7.2020. Artistas y participantes: Florencia Carrizo, Melisa Chetto, Marta de la Gente, Julia Hadida, Meme Liebana, Alejo Petriz, Silvia Estrin, Martín Tchira, Bautista Viera, Nina Kovensky, Denise Groesman, Dana Ferrari. Disfraces: Ignacio Dámore. Edición: Micaela Ritacco. Producción y asistencia: Nina Kovensky.

Javier Villa

Buenos Aires, 1978. Desde 2013 es Curador Senior del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires donde realizó, entre otras, las siguientes exposiciones: “Una historia de la imaginación en la Argentina” (2019), “La paradoja en el centro. Ritmos de la materia en el arte argentino de los años 60” (2015–2017), “Empujar un ismo” (2014–2015), “Diego Bianchi. El presente está encantador” (2017) y “Liliana Maresca: El ojo avizor. Obras 1982–1994” (2017). Se recibió como Licenciado en Artes por la Universidad de Buenos Aires y participó en de Appel Curatorial Programme (2010-2011), Ámsterdam. Como curador independiente realizó diversas exposiciones en instituciones de la Argentina, como el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Museo Nacional de Bellas Artes y Parque de la Memoria, entre otras. Fue co-curador de “Fluiten in het Donker”, de Appel Arts Centre, Ámsterdam; de “A Tale of Two Worlds. Experimental Latin American Art in Dialogue with the MMK Collection 1944-1989”, en Museum fûr Moderne Kunst, Frankfurt / Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y participó como colaborador curatorial de la 13th Istanbul Biennal. Fue profesor de la Universidad Di Tella. Escribió numerosos artículos para La Nación y Los Inrockuptibles, entre otras publicaciones. Desde 2005 forma parte del colectivo de artistas Rosa Chancho y, en 2019, junto a Julieta García Vázquez, participó de la 15° Bienal de Lyon.

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