OSWALDO VIGAS. MIRAR HACIA ADENTRO
Hasta el 11 de febrero de 2024, el Museo de Arte Moderno presentó la exposición Oswaldo Vigas. Mirar hacia adentro, la primera individual del artista en México, en el marco del centenario de su nacimiento. La muestra permitió al público de este país acercarse a un panorama más amplio del arte moderno a través de su prolífica carrera.
Curada por Carlos E. Palacios y con la colaboración de la Fundación Vigas, la exposición reunió piezas de diferentes culturas africanas y sudamericanas, así como alrededor de 110 obras de 27 artistas pertenecientes al acervo del MAM y de colecciones de instituciones públicas y privadas, entre los que se cuentan Manuel Álvarez Bravo, Joaquín Torres García, Wifredo Lam, Carlos Mérida, Fernando de Szyszlo, Rufino Tamayo, Roberto Matta, Emiliano Di Cavalcanti y Elsa Gramcko.
Compartimos el texto curatorial de Carlos E. Palacios.
OSWALDO VIGAS. MIRAR HACIA ADENTRO
Por Carlos E. Palacios | Curador invitado
Oswaldo Vigas (Valencia, Venezuela, 1923 – Caracas, 2014) es uno de los pintores venezolanos más importantes del arte latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. Perteneció a la generación de artistas que renovó la pintura venezolana y participó activamente en la definición de sus cánones, pues se alejó de la abstracción geométrica al oponerse al lenguaje formalista del cinetismo y el constructivismo, tendencias prácticamente «oficiales» hacia las décadas finales del siglo XX en Venezuela, y que moldearon en buena medida su modernidad artística.
A diferencia de muchos creadores abstractos de su generación, preocupados por una obra sin evidentes rasgos locales y dedicados a avanzar dentro de las tendencias neoplasticistas y geométricas, Oswaldo Vigas volteó la mirada hacia su país natal, sus pobladores y su cultura popular.
En este regreso a lo vernáculo venezolano, encontró en las manifestaciones materiales de su historia prehispánica y en las culturas indígenas, leyendas y mitos, un mapa que guio el conjunto de su obra pictórica desde finales de los años cuarenta del siglo pasado hasta su deceso en 2014.
Para él, el gesto abstracto tenía que estar insuflado por contenidos asociados a lo local y lo humano. De este modo encabezó, junto a otros creadores, la renovación de la pintura figurativa del arte latinoamericano del siglo XX, que tuvo en Wifredo Lam y Rufino Tamayo a dos figuras precursoras, y a quienes el artista vio como una referencia fundamental.
Oswaldo Vigas se definió como un pintor «mestizo» y consideró su pintura expresión de este cariz, en tanto resultado de la mezcla del arte popular y prehispánico venezolano, africano, amerindio y la pintura europea de las vanguardias. Aun cuando la palabra «mestizaje» aparece en las discusiones artísticas continentales a lo largo de todo el siglo XX, se puso muy en boga entre los creadores y los teóricos del arte en la década de los setenta como una fórmula para buscar una identidad común, preocupación intelectual que definió el siglo XX en Latinoamérica.
Esta exposición, a cien años del nacimiento de Oswaldo Vigas, pretende visibilizar sus intereses intelectuales a través de obras fundamentales de su prolífica trayectoria, en diálogo con otros creadores venezolanos, latinoamericanos y europeos del siglo XX, así como con materiales e imágenes que, junto a su paradigmático trabajo, dan cuenta de un mirar hacia adentro de Venezuela y Latinoamérica.
EN BÚSQUEDA DE LO PRIMITIVO
Entre 1948 y 1952 sucedieron varios acontecimientos que influyeron en el interés de Vigas por el imaginario de naturaleza etnográfica de África y América, así como en el arte prehispánico venezolano. El Museo de Bellas Artes de Caracas abrió dos relevantes exposiciones en 1948: la Exhibición Panamericana de Pintura Moderna, con piezas de Rufino Tamayo, Carlos Mérida y Joaquín Torres-García, entre otros, y una muestra de pintores cubanos, donde Vigas apreció por primera vez a Wifredo Lam y Cundo Bermúdez.
Ese mismo año tuvo lugar en Caracas la Fiesta de La Tradición, dondese reunieron grupos de música y danzas tradicionales de todas las regiones de Venezuela. Por su parte, en 1949, en el Taller Libre de Arte, un cenáculo de pintores que abogaban por el arte figurativo, se realizó una exposición con seis obras de Pablo Picasso, uno de los primeros artistas modernos interesados en el arte africano. En tanto, en el Museo de Ciencias de Caracas se realizó una muestra de arqueología venezolana con motivo de la toma presidencial de Rómulo Gallegos.
En 1950, Vigas participó en la exposición De Manet a nuestros días, la primera que presentó en Venezuela a importantes creadores del arte moderno francés. Dos años más tarde, fue galardonado con los premios más relevantes de la plástica venezolana.
Es significativa la declaración que hizo, en su momento, al poeta venezolano Oswaldo Trejo: «Nuestro continente posee un lenguaje poderoso, primitivo y trágico al que muy pocos se han acercado. Hasta él quiero llegar yo con mi pintura, no para copiarlo, sino para interpretarlo a mi manera».
MIRAR A VENEZUELA
Entre los años cuarenta y cincuenta, antes de irse a París y empezar su etapa abstracta, Vigas viajó por su país y tomó conciencia del arte rupestre, de los diseños corporales de las mujeres de la etnia Wayuu en La Guajira venezolana —al extremo occidental del país— y de las tradiciones populares locales. De ese periodo es su serie Las Brujas, con la que ganó notoriedad. En esta es evidente las influencias del arte prehispánico y de los grupos indígenas de Venezuela.
Los Diablos Danzantes de Yare y María Lionza son dos motivos clave en su pintura. Los primeros son una cofradía religiosa de un pueblo de la cordillera central de Venezuela. Sus miembros bailan vestidos de rojo y portan máscaras zoomorfas, multicolores y con variados cuernos. Vigas efectuó varios viajes a dicha región, que entonces era un lugar aislado a donde no iban los turistas.
Uno de los pasatiempos del artista era “seguir a los diablos que aparecían en las fiestas de Corpus. Los veía en las calles y hacía apuntes de sus vestidos, de las capas que se ponían, de las campanas que llevaban colgando. Todo eso me atraía de una manera mágica, sin saber por qué».
María Lionza es una diosa del sincretismo religioso venezolano ligada a la naturaleza de Sorte, una montaña al centro del país que es también su lugar de culto. Combina elementos de la religiosidad afrovenezolana, la santería y la brujería. Las leyendas asociadas a su nacimiento y vida se basan en el mestizaje de la Conquista española.
Su imagen más representativa es un monumento del escultor indigenista Alejandro Colina, emplazado originalmente en el estadio de la Universidad Central de Venezuela con motivo de los Juegos Bolivarianos de 1951. Esta estatua, que iba a ser pebetero olímpico, fue encargo del dictador militar Marcos Pérez Jiménez y es radicalmente diferente al resto de las obras de arte comisionadas por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva para el complejo universitario, basadas en el abstraccionismo, el constructivismo y demás tendencias afines, entre las que se encuentran varios murales de Oswaldo Vigas. En 1953, el monumento fue reubicado a un sitio en medio de la autopista que cruza la capital del país, alejada de la estética vanguardista y europeísta que define a la universidad.
LATINOAMÉRICA Y LO LOCAL: TIEMPO DE MITOS Y MAGIAS
En 1973, el Museo de Arte Moderno de Bogotá realiza una exposición retrospectiva de Oswaldo Vigas. El catálogo lo escribe la argentina Marta Traba y agrupa al pintor junto a unos hipotéticos artistas a los que nombra «los quedados», quienes buscan «expresar vivencias que se relacionen con la realidad insoslayable de un medio nacional o continental diferente a la cultura europea o a la cultura norteamericana» y abrazan un lugar, «aunque se los tilde de provincianos renuentes a aceptar un hipotético universalismo».
Traba, una de las figuras indispensables para la definición del arte latinoamericano, publica en 1974, en Venezuela, Mirar en Caracas. En este libro legitimará artistas que se alejan del cinetismo venezolano, al que califica como arte oficial, decorativo y ajeno a la realidad venezolana. Defiende a otros creadores que considera poseen una importante «reserva potencial de ficciones» y obras «no codificadas por la cultura dominante».
Sobre Vigas, Marta Traba celebra su distanciamiento del cinetismo: «A la noción de avance que supone dicha tendencia, ha opuesto tercamente la noción de autodesarrollo dentro de una vida auténtica y armónica de las formas». Para ella, la pintura de Vigas encarna un tiempo armónico y, por tanto, interior, no desde un modelo extranjero, a diferencia del arte cinético, el cual encarna un concepto progresista y cientificista de lo temporal.
Este tema del tiempo es fundamental en otro libro de Traba: Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, 1950-1970, editado en 1973 en México. En este, la autora identifica los problemas del arte latinoamericano en relación con la penetración cultural de los Estados Unidos y Europa.
Destaca a pintores como el peruano Fernando de Szyszlo, el chileno Roberto Matta y el cubano Wifredo Lam, pues sus obras se basan en el mito y la idea de un tiempo mágico, conceptos que considera fundamentales en un arte de la resistencia para América Latina: «El mito exige al artista (…) oficiar los ritos como podría hacerlo un brujo o un mago».
En lo que respecta a Vigas, dichos elementos se manifiestan en su obra a través de sus referencias a lo mítico, la temporalidad de lo indígena y el «autodesarrollo», así como su incursión “en un sustrato nacional atravesado por supersticiones y fórmulas mágicas».
El trabajo de Vigas abarca la pintura, la escultura, el grabado, la cerámica y la tapicería. Ha sido presentado en más de un centenar de exposiciones individuales y su obra está presente en numerosas instituciones, tales como Museum of Fine Arts, Houston, Texas, EEUU; San Francisco Museum of Modern Art, California, EEUU; Michigan State University Art Museum, Michigan, EEUU; Art Museum of the Americas, OEA, Washington, EEUU; Musée Jean Lurçat et de la Tapisserie Contemporaine, Angers, Francia; Musée Des Beaux Arts D´Angers, Francia; Musée Des Beaux Arts, Reims, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Colombia; Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, Colombia; Museo de Arte Contemporáneo, Lima, Perú; Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile; Museo Ralli, Punta del Este, Uruguay; así como en colecciones públicas y privadas de todo el mundo.
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