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SALÓN DE JULIO DE GUAYAQUIL. HISTORIA Y DESAFÍOS

Por Eduardo Carrera R | Director del 62° Salón de Julio

La convocatoria para participar en la 62ª edición del Salón de Julio permanecerá abierta hasta el 30 de junio de este año. Durante estas semanas de trabajo, he tenido la oportunidad de compartir mis reflexiones y contribuir con mis ideas para la realización de esta próxima edición, la cual se inaugurará en julio en la ciudad de Guayaquil, Ecuador.

El propósito de este texto es ofrecer un breve recuento histórico de momentos y opiniones relacionados con el Salón, resaltando algunas de las obras premiadas, los debates generados a raíz de ellas y los desafíos que enfrenta este certamen en el contexto del arte contemporáneo local y regional.

Asimismo, el texto se enriquece con fuentes obtenidas del blog de Río Revuelto, editado por el curador Rodolfo Kronfle, y se complementa con fotografías del artista y fotógrafo Ricardo Bohórquez, quien ha construido un archivo fotográfico amplio y relevante sobre la escena artística y cultural del principal puerto del Ecuador.

Guardias del Municipio de Guayaquil retiran la obra de Jorge Aycart Larrea, 2002. Foto: Ricardo Bohórquez.

En la tercera edición del Salón de Julio, en 1962, se exhibieron un total de 77 obras pictóricas, entre las cuales 15 fueron presentadas por el artista Oswaldo Viteri fuera de concurso. Además, Viteri se desempeñó como miembro del comité de jurados de esa edición.[1] La inclusión de un artista como jurado y su participación simultánea como expositor invitado también puede interpretarse como una estrategia de organización expositiva que vincula la historia del Salón con las prácticas curatoriales y expositivas de la pintura.[2]

En esa misma ocasión, el primer premio fue otorgado a Humberto Moré por su óleo titulado Trilogía de la evolución de la Humanidad. Curiosamente, después de la ceremonia de premiación, tres pintores decidieron retirar sus obras de la exhibición.

En 1967, Enrique Tábara recibió el primer premio en el Salón de Julio, y también fue invitado como expositor en el Salón de Octubre. Además, formó parte del comité de jurados.[3] Estos eventos revelan que, durante la década de los sesenta, los Salones adoptaron un formato expositivo que incluyó la presencia de destacados artistas contemporáneos, generando un diálogo y una resonancia con las demás obras exhibidas.

Este enfoque nos lleva a cuestionarnos: ¿Cómo exhibimos pintura? ¿Cómo se han transformado las formas de exhibir pintura a lo largo de las diferentes ediciones del Salón de Julio? ¿Cómo las prácticas pictóricas y los artistas pueden transformar al Salón? Estas interrogantes plantean desafíos históricos y estratégicos para reflexionar sobre los posibles formatos del Salón de Julio, las prácticas expositivas y su relación con la pintura.

Ilich Castillo, Cómo se encienden los discursos populares, según Homs, 2005,monigote (papel maché, madera y pintura). Foto: Ricardo Bohórquez.

El Salón de Julio es una destacada exposición de pintura que celebra la fundación de la ciudad. Desde su inicio en 1959, ha sido organizado por la Alcaldía de la Ciudad de Guayaquil a través del Museo Municipal (MMG) con el propósito de reunir y exhibir la producción artística nacional. A lo largo de los años, este evento ha contribuido en la creación de una valiosa colección pública de pintura moderna y contemporánea.

El Salón de Julio se ha consolidado como una plataforma de renombre para el arte ecuatoriano, atrayendo a destacados artistas como Enrique Tábara, Jorge Velarde, Saidel Brito, Pablo Cardoso, Patricio Ponce, Jorge Jaen, Wilson Paccha, así como artistas referentes de generaciones más jóvenes, como Janeth Méndez, Ilich Castillo, Roberto Noboa, entre otros. Esta participación diversa y continua ha enriquecido la escena artística del país y ha fortalecido la reputación del Salón como un evento de gran importancia cultural.

El Salón de Julio es una destacada iniciativa impulsada por las políticas culturales de la ciudad de Guayaquil, respaldada por una ordenanza municipal. Su objetivo principal es fortalecer y promover las prácticas artísticas. Este evento se distingue por su reconocimiento a través de la entrega de tres premios adquisición, con un valor total de veinte mil dólares.

Aunque históricamente ha sido enfocado en pintura, también se abre espacio para la participación de otros lenguajes artísticos que reflexionen sobre la pintura, explorando sus límites, expansiones y posibilidades.

Diana Gardeneira, Cojuda, acepta mi halago, 2019, políptico, técnica mixta, 2.80 x 2.80 m. Foto: Ricardo Bohórquez.

El curador y crítico de arte colombiano Jaime Cerón destaca la importancia del lenguaje pictórico como un elemento central y recurrente en el arte contemporáneo de Ecuador, y esto se evidencia en el contexto del Salón de Julio. A su juicio, este evento brinda la oportunidad de analizar las diversas inquietudes que inspiran el trabajo de los artistas ecuatorianos.[4]

El Salón de Julio ha desempeñado también un papel fundamental en la consolidación de Guayaquil y la colección del MMG como un destacado punto de encuentro y plataforma de proyección para la pintura ecuatoriana.

En Ecuador, la historia de los salones de arte ha sido diversa.[5] Además del icónico Salón de Julio, existen otros eventos destacados en el panorama artístico del país. Uno de los más antiguos es el Salón Mariano Aguilera, fundado en 1917, el cual se transformó en el Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera (2012); la Bienal de Cuenca (1987) y la Bienal de Escultura de Ibarra (2006).

Otros eventos relevantes incluyen el Salón de Octubre (1957), Salón de Mayo (1966), el Salón Luis A. Martínez (1969), el ya extinto Salón Nacional de Arte Contemporáneo Fundación El Comercio (1995), el Salón de Artes Plásticas Arte en El Ejido (2004), el Salón de Machala (2010), Premio Brasil (2013), y el Salón Nacional de la Mujer en Loja (2018).

María Lorena Peña, Villa Rosita, 2006. Escarcha sobre lienzo, 300 x 250 cm. Foto: Ricardo Bohórquez.

Esta amplia variedad de salones y concursos de arte que existen en Ecuador podría estar conectada mediante la implementación de una red o sistema nacional[6] de salones y bienales de arte. Esta red permitiría una revisión integral en relación con las convocatorias y bases legales, el establecimiento de una base de artistas y de obras a nivel nacional, la creación de un archivo de prácticas artísticas y curatoriales para investigación, y la promoción de estándares técnicos y profesionales en relación con la gestión y curaduría de estos certámenes.

De esta manera, estos eventos podrían transformarse, fortalecerse y adaptarse a las prácticas artísticas contemporáneas en lugar de quedar estancados en propuestas expositivas decimonónicas que ya no están en sintonía con la actualidad artística.

Una red de Salones de Arte incluso podría abordar la necesidad de contar con plataformas de investigación dedicadas a explorar las colecciones que se han creado a través de estos eventos.

Oscar Santillán, La Habitación Impasible, 2010. Pintura removida de la pared, 193 x 101 cm. Foto: Ricardo Bohórquez.

Por ejemplo, en Colombia, se ha producido un cambio significativo en la concepción de los salones regionales de arte. En 2004, se dejó de utilizar el formato tradicional de convocatorias y jurados, y se comenzó a asignar la responsabilidad a grupos de curadores que son seleccionados a través de becas de investigación curatorial. Estos curadores viajan por el país, buscan artistas y proponen contextos y plataformas expositivas para las muestras. Este nuevo enfoque ha llevado a la entrega de becas y a la realización de exposiciones en varias ciudades.[7]

La introducción de nuevos formatos en los distintos salones de arte ha generado diversas interrogantes acerca de la esencia misma de estos eventos y cómo deberían ser concebidos. La incorporación de equipos de curaduría encargados de establecer conexiones y diálogos entre las diferentes obras puede considerarse un importante avance hacia la transformación de estos espacios.

El Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera[8] se presenta como un ejemplo en el contexto nacional de cómo estos proyectos pueden transformarse y adaptarse a las nuevas perspectivas de la producción artística local, y que sin duda deben ser revisados constantemente.

Jimmy Lara, Hypómnema, 2018, fotografías despigmentadas sobre madera MDF. Foto: Ricardo Bohórquez.

Según el artista Óscar Santillán y el curador Santiago Rueda, el Salón necesita renovarse, pero a menudo los artistas muestran resistencia a trascender los límites establecidos y optan por actuar de forma tradicional en relación con la pintura.

Rueda cree que los artistas evitan correr riesgos al explorar obras menos convencionales, como el uso de diferentes lenguajes artísticos y discursos políticos y estéticos que conecten con la sociedad actual. Santillán menciona que sería enriquecedor que los artistas se aventuren a explorar nuevos caminos y aborden temas más relevantes para la sociedad contemporánea. Esto promovería un diálogo inclusivo y provocativo en el evento.[9]

En las últimas ediciones de este certamen, ha habido una amplia respuesta por parte de los numerosos artistas ecuatorianos, revelando una diversidad compleja de perspectivas y actitudes.

Gabriela Chérrez, Ardo por un semental que me llene toda, 2007. Esmalte de uñas sobre azulejos, 270 x 150 cm. Foto: Ricardo Bohórquez.
Gabriela Chérrez, Ardo por un semental que me llene toda, 2007. Esmalte de uñas sobre azulejos, 270 x 150 cm. Foto: Ricardo Bohórquez.

El Salón de Julio ha enfrentado tensiones históricas relacionadas con contenidos sexualmente explícitos.[10] En 1994, la obra La Dolorida de Bucay del artista Hernán Zúñiga fue removida por orden del expresidente León Febres Cordero, quien la consideró blasfema. Esta obra, que recibió una mención honorífica, representaba a Nuestra Señora de los Dolores con el rostro de Lorena Bobbit, reconocida migrante ecuatoriana.[11]

Según Zúñiga, “el expresidente declaró que la obra no volvería a ser expuesta en su vida”.[12] En los años siguientes, el Salón se ha convertido en un epicentro de debates y discusiones públicas en torno a la censura y el arte.

En 2007, la artista Gabriela Chérrez se hizo acreedora del premio con su obra titulada Ardo por un semental que me llene toda. Según la directora de la edición 49° del Salón, la artista Manuela Ribadeneira, la obra de Chérrez recibió reconocimiento por su enfoque humorístico al abordar la perspectiva de género y por utilizar medios no convencionales como soporte. Su audacia radica en experimentar más allá de los límites habituales de la pintura al usar esmalte de uñas y rescatar el formato narrativo de los cómics.[13]

Lupe Álvarez comenta que con su atrevimiento y desnudez, la instalación de Chérrez provocó fuertes protestas de sectores conservadores, incluida la iglesia.[14] Este episodio reveló la influencia de una subjetividad temerosa en las audiencias del arte, y desde entonces el Salón ha adoptado cautela al considerar obras que aborden las representaciones de las disidencias sexuales; incluso, el Museo decidió excluir la participación de obras con contenidos sexuales explícitos,[15] modificando las bases del concurso de pintura.

Juanca Vargas, ¿Cómo explicarle a Sol el juego del gato y el ratón?, 2022. Acrílico sobre hojas de álbum de fotos, libros, cuadernos. Foto: Ricardo Bohórquez.

Trece ediciones después de este caluroso hito en la historia del Salón, en la presente edición se ha logrado establecer la libertad temática sin imponer condiciones previas. En esta ocasión, el comité de jurados, compuesto por tres reconocidos profesionales del arte contemporáneo de diferentes regiones de América, se encarga de evaluar estos criterios.

Se ha optado por la experiencia y el conocimiento de este grupo para valorar las propuestas artísticas, lo que permitirá una selección de obras que refleje una diversidad de manifestaciones y discursos, y que presente las preocupaciones actuales de la pintura y de los artistas contemporáneos.

Este año también se han realizado modificaciones en relación con obras de carácter efímero, y se considerará procesos técnicos de documentación, archivo y/o reproducción. Además, la participación de colectivos está permitida.

En diversas instancias, actores culturales como Lupe Álvarez, Rodolfo Kronfle y David Pérez McCollum han resaltado que la responsabilidad de seleccionar las obras que se exhiben no recae en el jurado y el director del salón, quienes se basan en criterios técnicos y están en sintonía con las prácticas artísticas contemporáneas.[16]

El Salón de Julio ha contado con la participación de destacados curadores de renombre internacional, como Gerardo Mosquera, Carolina Castro Jorquera, Jaime Cerón, entre otros. Asimismo, ha recibido el apoyo de profesionales del ámbito local, como Alexandra Kennedy Troya, Pilar Estrada, Rodolfo Kronfle, Larissa Marangoni, Hernán Pacurucu, Giada Lusardi, entre otros.

Vista del 61° Salón de Julio, Museo Municipal de Guayaquil, 2022. Foto: Ricardo Bohórquez.

En la edición 62°, el comité de jurados está conformado por lxs curadores Marcela Guerrero (Puerto Rico), Max Jorge Hinderer Cruz (Bolivia-Alemania) y Mônica Hoff (Brasil), quienes serán responsables de premiar las tres obras.

La edición 62ª del Salón de Julio no solo enfrenta desafíos en su gestión, sino que también se convierte en un terreno fértil para el surgimiento de obras innovadoras y un espacio de reflexión histórica sobre la tradición pictórica del país.

Cada año, curadores y directores buscan incorporar diferentes formas de exhibición en el salón, fomentando la experimentación y la expansión de los límites del arte pictórico en este contexto. Su papel es fundamental para introducir diferentes enfoques en el certamen y transformar tanto el Salón como sus formatos expositivos, generando agendas, discursos y debates que las obras exhibidas pueden provocar en el medio artístico.

Bases de la 62° edición del Salón de Julio: https://www.guayaquil.gob.ec/salondejulio/


[1] Para referencias sobre el Salón de 1962 ver, Boletín Artes Visuales N.10, 1962, p 74.

[2] Al examinar este evento en particular como una oportunidad para reflexionar sobre las prácticas curatoriales, se busca ampliar nuestra comprensión de la historia del Salón de Julio y sus protagonistas. Si bien la inclusión de un artista como miembro del jurado y como expositor puede generar perspectivas divergentes, mi objetivo es reconocer este gesto como parte integral del diseño de la exposición. A través de la invitación a un artista, se enriquece el contexto histórico de la pintura y se establecen diálogos con otras obras presentes en la muestra, lo cual se puede considerar como un enfoque que enriquece nuestra comprensión de la exhibición de pintura.

[3] Para referencias sobre el Salón de Julio y el Salón de Octubre de 1967 ver, Boletín Artes Visuales N.17, 1967, 44

[4] Cerón, Jaime, Límites y estado de la pintura: Arte contemporáneo de Ecuador. El Salón de Julio de Guayaquil, Catálogo general de exposiciones en la Galería Santa Fe y otros espacios, 2004.

[5] Para referencias sobre la historia de algunos salones y eventos en Ecuador, revisar El canon en dos salones de arte del Quito contemporáneo, Antonio Jaramillo, 2012 y El campo del arte en disputa: posicionamientos contemporáneos y convocatorias artísticas en el Ecuador en la década del noventa, Pamela Cevallos y Manuel Kingman, 2016.

[6] La Ley de Cultura propone la creación del Programa Nacional de Innovación en Cultura y establece al Instituto de Fomento a las Artes, Innovación y Creatividad como la institución encargada de desarrollar políticas públicas y mecanismos de financiamiento para impulsar la innovación en el ámbito cultural. Además, busca aplicar incentivos fiscales a través de la creación de reglamentos y procesos de certificación para reconocer a actores, organizaciones y proyectos innovadores en la producción cultural y creativa. Desafortunadamente, en los últimos gobiernos nacionales de Ecuador, la Ley de Cultura no ha recibido la atención necesaria como instrumento de gestión cultural.

[7] 43 Salón (inter) Nacional de artistas. Entrevista con Jaime Cerón, por Pat Binder & Gerhard Haupt, Universes in Universes, 2013.

[8] En 2012, el Salón Mariano Aguilera se transformó en Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera. Esto implicó un cambio de formato, liderado por el Centro de Arte Contemporáneo de Quito. Esta iniciativa permitió la creación de becas para el desarrollo de proyectos artísticos en cinco categorías: creación artística, investigación, publicación y edición, curaduría y nuevas pedagogías del arte, además de un reconocimiento a la trayectoria artística.

[9] Archivo Salón de Julio, Río Revuelto, blog editado por Rodolfo Kronfle y “50 Salón de Julio: que cada ojo negocie por sí solo”, Santiago Rueda Fajardo, catálogo de la edición 50 del Salón de Julio, 2011, y en el blog Río Revuelto.

[10] En ediciones anteriores, el Salón de Julio tenía una cláusula que establecía: «La temática y técnica son libres. Sin embargo, dado que las obras seleccionadas se exhiben en un espacio público, no se aceptarán propuestas con contenido pornográfico, es decir, obsceno. Esto no impide manifestaciones de carácter erótico o desnudo». Esta cláusula ha sido modificada al pasar los años y los directores. Se puede ampliar la información aquí: http://www.riorevuelto.net/2011/05/el-salon-de-julio-y-el-sexo.html

[11] Según los archivos del Museo Municipal de Guayaquil en 1994 el comité de jurados estuvo integrado por Armando Correa, Luis Nasz, Carlos Ycaza y la dirección estuvo a cargo de Inés Flores.

[12] Para referencias acerca de este evento, ver: ¿Debe replantearse el Salón de Julio de Guayaquil?, El Telégrafo, 2013.

[13]  La novel artista Gabriela Chérrez ganó Salón de Julio en Guayaquil, El Comercio, 2013.

[14]  Para referencias sobre la gestión del Salón de Julio, revisar: Dossier Salón de Julio 2009 y 2010, Lupe Álvarez, Río Revuelto, 2012. http://www.riorevuelto.net/2011/02/dossier-salon-de-julio-2009-y-2010-lupe.html

[15] De acuerdo con un artículo publicado en el Diario El Comercio, el Museo Municipal mencionó que la cantidad de trabajos «de este tipo» ha ido en aumento desde la victoria de Chérrez. En un principio, representaban el 15% de las obras participantes en el salón, pero posteriormente aumentaron al 30% y finalmente llegaron a representar un 55%. El Salón de Julio 2011: no más sexo, Diario El Comercio, 2011.

[16] Archivo Salón de Julio, Rio Revuelto, Blog editado por Rodolfo Kronfle. http://www.riorevuelto.net/2011/02/dossier-salon-de-julio-2009-y-2010-lupe.html

Eduardo Carrera

Quito, 1987. Curador, escritor y gestor cultural. Es Licenciado en Artes Visuales por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Master en Gestión Cultural por la Universitat Internacional de Catalunya. Actualmente cursa el Programa de Estudios independientes del MACBA, Barcelona (PEI 2019-2020). Se desempeñó como curador en Jefe del Centro de Arte Contemporáneo de Quito (2017-2019). En el pasado fue co-director de No Lugar – Arte Contemporáneo. Entre los años 2011 y 2017 ha sido Asesor del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, colaborador en proyectos con el Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito y Jefe de Investigación y Patrimonio de la Fundación Museos de la Ciudad. Sus exposiciones recientes incluyen “Un viaje de mil millas” (CAC 2019), “ARCHIVXS LGBTIQ+” (CAC, 2019); “Horizontes Errantes” (CAC, 2018); “Utopías (CAC, 2018). Ha sido coordinador y curador de Premio Brasil en sus tres ediciones. Desde el 2013 es organizador y curador de las exposiciones en el marco del mes del Orgullo LGBTIQ+. Ha realizado residencias de investigación curatorial en Matadero Madrid, FelipaManuela y Queer City São Paulo. Es Alumni de Independent Curators International – ICI, New York. Sus textos han sido publicados en Artpress, Artishock, ArtsEverywhere y Terremoto. Vive y trabaja entre Barcelona y Quito.

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