EL GRAN ESCENARIO
Por Gabriel Mejía Abad, desde las montañas de Colombia
¡Hágase la luz!, gritó con voz tronante el dios de todas las cosas, dictando así el primer decreto en la historia de la humanidad; entonces la luz se hizo y hubo un vacío enorme de oscuridad, el universo fue iluminado y después de la luz, por obra y gracia, vinieron muchos otros artilugios que adornaron con elegancia nuestra confortable, y a la vez, dramática existencia. Dentro de estos estaba, cómo no, el dinero; la cereza del pastel, el detalle de fina coquetería cohesionante de todo este entramado simbólico.
Pero el dinero no siempre fue como hoy lo conocemos. Ha pasado, como todas las demás cosas, por profundos y desequilibrantes procesos de cambio. Lo que empezó como materia pura, con el oro, la mirra, la plata, hoy es idea.
En 1971 el mundo, a la cabeza de los Estados Unidos de América, abandona definitivamente el “patrón oro”, con el que se soportaban todavía algunas de las monedas nacionales, y abraza el dinero por decreto.
A esta divisa se le llama “dinero Fíat”, que no es otra cosa sino un pacto con el que se conviene que un papel impreso hermosamente con personajes míticos, héroes nacionales, flores y frases rimbombantes, tenga un valor de cambio en el mercado.
Fíat es una palabra latina que literalmente significa “hágase”, es decir, el dinero que día a día nos ganamos con nuestro sudor y lágrimas, desde 1971 se hace a sí mismo, por mandato divino, sin un soporte ni en oro ni en ningún otro material.
El dinero Fíat es un objeto vacío de sombras. Irónicamente, es una moneda con una sola cara porque existe sin ningún respaldo. Es esta una metáfora retorcida, pero a la vez divertida, de nuestro propio tiempo, donde lo que va a ser iluminado se escoge por decreto, donde la información, ese bien tan presuntuoso y disputado, parece ya no tener asidero con lo material, con lo real.
Tal vez hace ya algún tiempo, tal vez también en 1971, durante la guerra fría, hicimos un convenio global para que los millones de imágenes que vemos en un solo día no sean algo que puede ser iluminado y oscurecido, sino que ellas mismas producen la luz.
Abrazamos la información Fíat, ésa que se crea por un mandato que va más allá de nuestra comprensión y que se materializa en infinitas pantallas que ya todos tenemos en el bolsillo.
El trabajo de Juan Obando (Colombia, 1980) no se trata de imágenes, aunque lo parezca. Son más bien dispositivos que pervierten nuestra relación con ideologías que damos por sentadas, que parecen simplemente iluminar el mundo con sus slogans solidarios y las promesas utópicas de una democracia real, pero que en el fondo no son más que decretos, órdenes ordenadas por ordenador, que carecen de contraste, de su peso en oro.
Cuando lo real se fragmenta a tal punto, ya es imposible buscar su materialidad y es mucho más coherente aplicarle la duda, la crisis, nuestra capacidad de oscurecerlas, aunque sea por unos momentos, e intentar develar su propia destrucción que, como intuía Virilio, está implícita en su misma naturaleza.
Fake New es una propaganda que oscurece y molesta, pero que sobre todo es flexible; un beauty dish que no se queda quieto y que todo el tiempo produce sombras incómodas sobre la cara del influencer de turno.
JUAN OBANDO: FAKE NEW
General Expenses, Revillagigedo 108, Col. Centro, CDMX
Del 29 de abril al 3 de junio de 2023
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