Skip to content

MANO PENALVA: CUMEEIRA

[PORTUGUÊS ABAIXO]     

VÃO LIVRE PARA DANÇAR

Por Marcelo Campos

La casa está vacía. Todo lo que quedó fueron cortinas, trozos de tela, reposabrazos, caminos de mesa, pasamanería. Lo que queda está incompleto, no exactamente roto, pero le faltan algunas piezas, está desplazado o exiliado de su usabilidad. El amor, como nos confesó el poeta (1), “devoró los utensilios de mi uso: peine, navaja, cepillo, tijera para uñas, cortaplumas”. Desafinado, el amor perdió el filo de las hachas. La casa, ahora vacía, todavía está buena y libre para bailar.

Mano Penalva nos instiga a observar la casa. No la que se mantiene íntegra, suntuosa, sino la que, en cierto juego entre decadencia y ruina, nos apunta al desuso de ciertas manufacturas tradicionales que se han tornado baldías, mundanas, ordinarias y que, con el pasar del tiempo, ocupan el lugar de la preciosidad.

¿Por qué tejer a mano tiras de paja, formando los asientos de las sillas, si la industria nos puede proveer de artesanías por metros? Como paradoja, encontramos, aún hoy, artesanos de esta tradición en las esquinas de las grandes ciudades.

El modernismo europeo nos engañó al afirmar que la forma seguiría a la función. Eso nunca se estableció plenamente. Nos gustan los excesos, nos entregamos a los ornamentos. La voluta, lo puntiagudo, el arabesco, el art nouveau guardan una cierta voluntad de hacer de la casa un continuum de la naturaleza. El capitalismo, que sigue cooptando la manufactura, nos ha prometido la sustitución total de estos tejidos artesanales por la modularidad industrial.

Y la industria, lejos de las ideologías socialistas, reprodujo las divisiones de clase entre lo más caro (erudito) y lo más barato (popular). Sin embargo, otros saberes y tradiciones que muchas veces provenían de los pueblos originarios, los quilombolas e incluso de la decadente monarquía, se fueron fragmentando cada vez más, desmoronándose. El tejido a mano es cercano al cuerpo, al gesto, al pensamiento inmediato, ancestral.

Vista de la exposición “Cumeeira”, de Mano Penalva, en Simões de Assis, São Paulo, Brasil, 2023. Foto cortesía de la galería
Mano Penalva, Arrimo I e II, 2023, cuentas de madera, cinta, listón de madera, soporte de hierro y cable de acero, 305 x 65 x 65 cm c/u. Cortesía: Simões de Assis

En Cumeeira, Mano Penalva permanece atento a lo que constituyeron sus investigaciones e intereses. El mercado de pulgas, los mercados populares y, sobre todo, el comportamiento sociocultural que dota de significados y afectos a lo que está en desuso. El mismo término Cumeeira (cumbrera) define intereses de épocas remotas, en las que fiestas y rituales de inauguración de casas eran relatados por la prensa. El rito, aunque en otras formas, todavía se hace al levantar la parte más alta del techo.

La Festa da Cumeeira, cantada internacionalmente por Tom Jobim, no es otra cosa que la parrillada en el techo sin terminar, el guiso, el mocotó, que acompañan muchas veces la acción colectiva (los mutirões) y que caracterizan las autoconstrucciones (método de construcción de casas con la ayuda de la familia, de los amigos, los vecinos). En un sentido más amplio, también ofrecemos nuestras cumbreras a los santos patronos y orishas.

De izq a der: Arlequín, Afinados y Espalda II. Vista de la exposición “Cumeeira”, de Mano Penalva, en Simões de Assis, São Paulo, Brasil, 2023. Foto cortesía de la galería

En la exposición, Penalva observa y compone tramas, las más variadas. Hachas y palos de madera se apilan en construcciones, pieles de tambores se cosen una al lado de la otra, las pajitas se terminan con una tela de crochet de yute. La casa prevalece sobre el ambiente exterior, sobre la calle misma y, en los detalles, nos conduce a los signos de un trabajo inútil.

En el arte, la llamada “voluntad constructiva” también se dedicó a pensar estos gestos –la unión de planos, el equilibrio de materiales–, mucho más guiada por los módulos industriales que regían la idea de progreso. Brasil generó así una peligrosa limpieza étnica en obras que, muchas veces abstractas, renunciaron precisamente a las culturas populares de tradición negra, indígena y caboclo que retoma Mano Penalva.

Por otro lado, no sería precisamente la idea de popular lo que estaría en juego. Más bien, pensemos que los lugares conceptuales van manteniendo los gestos del artista como un pensamiento que invoca otras sensaciones, otros sentimientos.

Mano Penalva, Afinados, 2018, madera, 36 x 8 x 3,5 cm. Cortesía: Simões de Assis

En Afinados (2018), dos hachas de madera casi coinciden, como en el amor, en la dualidad no siempre correspondiente a un tiempo compartido. Quebra sol (2022) y Arrimo (2023) nos sitúan frente a la tradición multicultural de los muxarabis árabes (o mashrabiya), reelaborados por los brises y cobogós de la arquitectura moderna, mantenida por tamices de las tradiciones de la cestería indígena.

Así, lo que puede parecer un obstáculo se organiza de manera sensual, moviéndose, bailando con el viento o con la interacción humana. Aun así, el ejercicio geométrico se mantiene en franco diálogo con la historia de la escultura brasileña, especialmente con las enseñanzas de los movimientos concreto y neoconcreto.

Además del interés por los gestos populares, las manufacturas en desuso y los adornos domésticos, vemos en Cumeeira un uso elaborado, casi literario, de metáforas visuales. Las pieles de tambor redondas se llaman Perlas (2022). El paisaje, por ejemplo, se muestra como mote asociativo cuando una tela azul con dos anillos colgantes se titula Lluvia (2023). Un molde de paja con forma parecida a la de un sombrero, con colgantes de cortina adheridos a los bordes, lleva por nombre Arlequín (2022).

Aquí, el tono de la poesía de Mano Penalva evoca sentimientos de nostalgia y reminiscencia, en un juego conceptual romántico que convoca a los recuerdos dejados en pedazos en las casas vacías, recuerdos que cobran vitalidad cuando nos enfrentamos a los vacíos del cambio.

(1) Neto, João Cabral de Mello. Os três mal-amados. 1943.

Mano Penalva, Quebra Sol, 2022, cuentas de madera, cinta, listón de madera y soporte de hierro, 304 x 370 x 26 cm. Cortesía: Simões de Assis

VÃO LIVRE PARA DANÇAR

Marcelo Campos

A casa está vazia. Só restaram cortinas, pedaços de tecido, braços de cadeira, caminhos de mesa, passamanarias. O que restou está incompleto – não propriamente quebrado, mas faltando pedaços, deslocado ou exilado de sua utilidade. O amor, como nos confessou o poeta (1), “devorou os utensílios de meu uso: pente, navalha, escova, tesouras de unha, canivetes”. Desafinado, o amor fez perder o fio de corte dos machados. A casa, agora vazia, segue, ainda, boa e livre para dançar.

Mano Penalva nos instiga a observar a casa. Não a que se mantém íntegra, faustosa, mas a que, em certo jogo entre decadência e ruína, nos aponta ao desuso de certas manufaturas tradicionais que se tornaram baldias, mundanas, ordinárias e que, com o passar do tempo, ocupam o lugar da preciosidade.

Para que tramar tiras de palha à mão, compondo os assentos das cadeiras, se a indústria pode nos fornecer a artesania à metro? Como um paradoxo, encontramos, ainda hoje, artesãos dessa tradição nas esquinas das grandes cidades.

O modernismo europeu nos iludiu ao afirmar que a forma seguiria a função. Isso jamais se estabeleceu plenamente. Gostamos dos excessos, nos entregamos aos ornamentos. A voluta, o pontiagudo, o arabesco, a art nouveau guardam certa vontade de fazer da casa um continuum da natureza. O capitalismo, que segue cooptando a manufatura, nos prometeu a plena substituição dessas tramas artesanais pelo modular industrial.

E a indústria, distante das ideologias socialistas, reproduziu as divisões de classe entre o mais caro (erudito) e o mais barato (popular). Contudo, foram ficando aospedaços outros saberes e tradições advindos, muitas vezes, dos povos originários, quilombolas e, mesmo, da decadente monarquia. Tramar à mão está próximo ao corpo, ao gesto, ao pensamento imediato, ancestral.

Vista de la exposición “Cumeeira”, de Mano Penalva, en Simões de Assis, São Paulo, Brasil, 2023. Foto cortesía de la galería
Mano Penalva, Mobília I y II, 2023, brazo de silla, chasis, lino y armazón, 162 x 88 x 62 cm c/u. Cortesía: Simões de Assis

Em Cumeeira, Mano Penalva permanece atento ao que constituiu suas pesquisas e seus interesses. O mercado de pulgas, os mercados populares e, sobretudo, o comportamento sociocultural que dota de sentidos e afetos o que se encontra em desuso.

O próprio termo “cumeeira” define interesses de épocas remotas, nas quais festas e rituais de inauguração das casas eram noticiados pela imprensa. O rito, de outros modos, ainda é feito ao se erigir a parte mais alta dos telhados. A festa da cumeeira, cantada internacionalmente por Tom Jobim, não é senão o churrasco da laje, o cozido, o mocotó, que muitas vezes acompanham a ação coletiva (os mutirões) e que caracterizam as autoconstruções (método de edificar casas com a ajuda da família, dos amigos, da vizinhança). De modo ampliado, também entregamos as cumeeiras a santos protetores e orixás.

Na exposição, Penalva observa e compõe tramas, as mais variadas. Achas e varetas de madeira se empilham em construções, couros de tambores são costurados lado a lado, palhinhas são arrematadas por um tecido de crochê de juta. A casa prevalece ao ambiente externo, à própria rua e, nos detalhes, vai nos conduzindo aos sinais de um trabalho inútil.

Na arte, a chamada “vontade construtiva” também se dedicou a pensar esses gestos – a junção de planos, o equilíbrio de matérias –, muito mais pautada pelos módulos industriais que regiam a ideia de progresso. O Brasil gerou, com isso, uma perigosa limpeza étnica em obras que, muitas vezes abstratas, abriram mão justamente das culturas populares de tradições negras, indígenas e caboclas que Mano Penalva reinstaura.

Por outro lado, não seria propriamente a ideia de popular que estaria em jogo. Antes, pensemos que lugares conceituais vão mantendo os gestos do artista como um pensamento que invoca outras sensações, outros sentimentos.

Mano Penalva, Chuva, 2023, mangos de madera para cortina, lino y marco, 137 x 117 cm. Cortesía: Simões de Assis

Em Afinados (2018), dois machados de madeira quase coincidem, como no amor, na dualidade nem sempre correspondente a um tempo partilhado. Quebra sol (2022) e Arrimo (2023) já nos colocam diante da multicultural tradição dos muxarabis árabes, reelaborados pelos brises e cobogós da arquitetura moderna, mantidos por peneiras das tradições da cestaria indígena.

Ali, o que pode parecer obstáculo se organiza de modo malemolente, se mexe, dança com o vento ou com a interação humana. Ainda assim, o exercício geométrico se mantém em franco diálogo com a história da escultura brasileira, com os aprendizados concretos e neoconcretos.

Para além dos interesses pelos gestos populares, pelas manufaturas em desuso e pelos ornamentos da casa, vemos, em Cumeeira, um uso elaborado, quase literário, de metáforas visuais.

Os couros redondos dos tambores são chamados de Pérolas (2022). A paisagem, por exemplo, se mostra como mote associativoquando um tecido azul com duas argolas pendentes ganha o título de Chuva (2023). Um molde de palhinha em formato aproximado a um chapéu, acrescido de pingentes de cortina é nomeado Arlequim (2022). Aqui, o tom da poesia de Mano Penalva nos coloca em sensações de nostalgia e reminiscência, em um jogo conceitual romântico que convoca as memórias deixadas em pedaços nas casas vazias – memórias que ganham vitalidade ao enfrentarmos os vazios das mudanças.

[1] Neto, João Cabral de Mello. Os três mal-amados. 1943.


MANO PENALVA: CUMEEIRA

Simões de Assis, Rua Sarandi 113 A, Jardins, São Paulo, Brasil

Del 11 de marzo al 29 de abril de 2023

También te puede interesar

Artishock Radio Presenta a Amilcar Packer

Artishock Radio presenta en este programa a Amilcar Packer, licenciado en filosofía y artista visual, co-director de Capacete Entretenimentos a partir del próximo año, quien estuvo invitado a la última edición de la feria…