CHILLÓN, NO GRITES
Los cauces que dieron vida y regaron antaño los valles de Lima son el río Chillón y el río Rímac, hoy en día tragados prácticamente por los desperdicios de la ciudad, siendo el Chillón el río más contaminado del país y quizás de América, una catástrofe ecológica a nivel mundial, una zona de sacrificio de flora, fauna y vida humana, un margen donde habitan su miseria los desplazados.
Es precisamente en estas zonas de sacrificio que el trabajo visual del artista Julio Urbina mecanografía sus desafíos y tensiones, proponiendo su propio cuerpo deseante como especie en peligro en la cartografía de desmantelamiento social urbano, lumpen, marginal.
Urbina entra al río en un devenir especie acuática, sireno o sirene de la mitología amazónica, bufeo rosa que traga y es tragado a la vez por un pez. En la performance maestra, Julio está sumergido en las aguas del Chillón que cruza el distrito de Puente Piedra en Lima, contaminadas como en una llaga abierta, infectadas de residuos fecales, metales pesados y restos, invocando en un rito, ritual, a lo desnaturalizado de esta naturaleza muerta.
Lo hace en medio del paisaje devastado, introduciendo un pez fosilizado en su ano, una singular pieza escultórica de taxidermia erótica que construyó, dejando a la visión solo la cola del escualo afuera; la cabeza del pescado le sale por la boca, convirtiendo al artista en un ser post acuático antropomorfo. Urbina brilla en su estética del simulacro ataviado con un traje kitsch con aletas dorsales de “pescada” que nos recuerda los atuendos y prácticas sadomasoquistas en la producción perversa y dolorosa del placer/saber.
Él se auto sodomizada por la representación bastarda de lo obsceno del paisaje fluvial contaminado por los desperdicios del capital, él es devorado como desecho tóxico, zoofílicamente, pero a la vez también se alimenta y se contagia del desecho que presagia, al igual que en un oráculo chamánico ayahuasquero ancestral del fin, el peligro, la extinción de la vida.
Una crítica apocalíptica a la esquizofrenia del capital que acaba en su producción de desmontes las zonas más frágiles de la naturaleza y, por ende, del cuerpo más fragilizado del desmantelamiento social, el mismo cuerpo/rio que hoy en las calles de Lima deviene marcha, río humano, un cause torrentoso que se enfrenta al sangriento golpe de estado peruano.
Esta muestra está, tal vez, pensada desde la torsión del límite, desde la fisura de lo humano, desde las diferentes zonas de dolor que Julio activa, denuncia y descompone. Usa el cuerpo, su cuerpo, para depredar y ser depredado; lo usa como un campo minado en que se pierde y explota la forma humana.
En el relámpago del performance de Julio Urbina, acompañan en esta muestra una serie de dibujos y objetos, videos, materialidades sumergidas en el resplandor del abandono y la tristeza, instalaciones que nos predican, de alguna manera, de la rotación del cuerpo/tiempo, de universos paralelos, expandidos, vibrantes, finalmente repensando las zonas de riesgo y su inmanencia post ecología del desastre político cuerpo/social.
Chillón, no grites, de Julio Urbina, se podrá ver hasta el 31 de marzo de 2023 en Galería Fisura, Catalino Miranda # 375 – Barranco, Lima, Perú
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