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CLAUDIO CORREA, GANADOR BECA FUNDACIÓN ACTUAL MAVI UC 2022-2024

Por César Gabler*

La obra de Claudio Correa (Santiago, 1972) plantea críticas e interrogantes respecto a la contingencia, y lo hace con un lenguaje tan agudo como sus ideas. Cuando pintaba, años ya de aquello, abandonó los soportes convencionales en favor de materiales que tenían una carga conceptual o simbólica que aumentaba el potencial de sus imágenes. Eso hasta que se despidió del medio con una obra en la que dos paletas de pin-pon, cada una con su rostro pintado en ellas, arruinaban los retratos a punta de pelotazos. Uno aguanta todo, mientras dure poco (2002), la obra en cuestión, era uno de sus primeros artefactos mecánicos. El sonido y el movimiento es puesto al servicio de obras que cuestionan nuestra relación con el capitalismo, la identidad y la historia. Pero, casi siempre, con una distancia de cualquier pedagogía. No extrañan entonces sus piezas realizadas con billetes o el reciente empleo de monedas y emblemas, ese cruce de capitalismo e historia patria que cargamos a diario.

Desde comienzos de este siglo, Correa decanta su labor hacia los nuevos medios. Sí, hace videos, pero lo característico de su hacer está en la exploración de tecnologías análogas, entre la magia y el artilugio, casi, que permiten grandes efectos con recursos técnicos sencillos. Aquello no lo priva, sin embargo, de emprender proyectos tan espectaculares como lo fue Libertad, Igualdad, Fatalidad, el velamen de un barco -escala 1/1- que lo mismo situaba la difusión de los ideales revolucionarios enquistados en nuestro continente que de las derivas políticas y migratorias, todo en medio del Museo Nacional de Bellas Artes, uno de los grandes emblemas de nuestras celebraciones del centenario.

Como el más reciente ganador de la Beca Fundación Actual MAVI UC, quisimos conversar sobre sus obras y sus ideas. Inseparables.

Claudio Correa. Libertad, Igualdad, Fatalidad. Vista de la instalación. Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Santiago de Chile. 2016. Foto cortesía del artista.
Claudio Correa, Libertad, Igualdad, Fatalidad. Vista de la instalación. Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Santiago de Chile. 2016. Foto cortesía del artista.

¿Qué significó para ti ganar esta beca?

La posibilidad de poder desarrollar una propuesta experimental, con procedimientos no muy convencionales de una forma más suelta y menos burocrática que con los fondos públicos, a los que generalmente podemos postular los artistas para desarrollar nuestros proyectos más arriesgados.

Y lo hiciste desde España… ¿hace cuanto está allá? ¿Planeas quedarte?

Ahora hago cinco años en España, y si, planeo quedarme acá. Siento que se vive un momento de apertura post pandemia muy especial que hace confluir -particularmente en Madrid- mucha diversidad de gente y mentalidades, una suerte de Belle Époque y, como tal, con la sensación que pronto todo saltará por los aires.

Es interesante como saliste del contexto chileno para abordar una visión de carácter hispanoamericano… ¿Algún hito en ese proceso?

Tener una visión de Chile situada en Hispanoamérica me resulta de lo más natural. Cuando estaba en el liceo, en un momento muy particular de nuestra historia nacional, recuerdo que de pronto comienzan a llegar compañeros nuevos a integrarse al curso que hablaban con acentos distintos. Ellos volvían del exilio con sus padres, muchos de ellos procedentes de México o Venezuela. Esto te situaba como individuo, no solamente en una proximidad geopolítica con otros, sino que te hacía sentir parte de una misma entidad continental unida por el idioma y complicidades emotivas, pero también relacionada por los mismos traumas poscoloniales, de clasismo y racismo que aún resuenan como problemas a solucionar en todo el continente.

Claudio Correa, Juguete de guerra (2020), Galería AFA, Santiago de Chile. Foto cortesía del artista
Claudio Correa, Juguete de guerra (2020), Galería AFA, Santiago de Chile. Foto cortesía del artista
Vista de la instalación «Espectros visibles», de Claudio Correa, en la antigua fortaleza militar del Castell de Montjuïc, Barcelona, España, 2019-2020. Cortesía del artista
Vista de la exposición “Calco de luz”, de Claudio Correa, en CRUCE. Arte y Pensamiento Contemporáneo, Madrid, 2022. Cortesía del artista

La agenda informativa y política hoy se ha tomado el tema de la violencia. En tu obra has trabajado con el mundo penitenciario…

Sí, aunque para ser precisos, me focalicé en los profesores e internos del SENAME al salir de la Universidad de Chile, por temas de subsistencia económica. En un momento me tocó formar parte de un equipo de entrevistadores del sociólogo Marcelo Orellana –recientemente fallecido, a quien aprovecho de homenajear en esta entrevista–, quien nos enseñó cómo abordar una realidad de marginalidad que rompe con tu burbuja del arte, la cultura, etc. Una violencia que no sólo margina a los adolescentes presos, sino también a los educadores que se hacen cargo de ellos, situación que pone al límite el para qué de la pedagogía, el reinsertarlos a dónde, o la misma supuesta perfectibilidad del ser humano. A partir de ahí hice cuatro proyectos entre 2003 y el 2010, basados en entrevistas a internos y profesores del SENAME, algunos de ellos artistas excompañeros de la universidad. Dentro de sus impresiones, uno me decía: “Cómo puedes convencer a un muchacho para que no robe si toda la publicidad se basa en un deseo puro, que te dice: llévatelo, no importa el costo”.

Esa idea aparece en tus obras dedicadas a los saqueos ocurridos en Concepción tras el terremoto del 2010. Presentabas la situación con distancia, sin emitir juicios de valor. Distancia e ironía… En tus piezas, es habitual el empleo del humor negro. Hay política y conciencia social, pero pareces deliberadamente evitar la gravedad…

Yo defiendo el humor y la risa como un acto de lucidez. Recuerdo que, en la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, se daba al final del libro un debate entre dos monjes, uno racionalista y otro dogmático que quería quemar un libro de Aristóteles dedicado a la comedia, por el poder desestabilizador para la fe que él veía en la risa, y este era el hacer perder el miedo al diablo y, debido a ello, ese libro era peligroso porque enseñar a liberarse del miedo convierte a la risa en un acto de sabiduría. Parafraseando al monje malo del libro, puedo afirmar, en defensa de la risa, que entrega a quien la porta el poder de invertir las relaciones de dominación. Por ello, el humor es interesante, porque es intrínsecamente subversivo.

Claudio Correa, Ignición, 2022, still de video. Cortesía del artista

Pienso por ejemplo en una de tus obras más recientes, Ignición

El video Ignición reversiona al subgénero humorístico del slapstick de gran éxito en los albores del cine, mediante gestos y sonidos estruendosos. De esta forma, el video muestra desde una visión vertical de pantalla, muy propia del registro amateur realizado por un celular, la celebración de cumpleaños de un padre de familia, en donde a modo de “broma” la torta que lo homenajea explota, iniciando progresivamente estallidos que aumentan en velocidad y cadencia de repetición hasta percibirse como ráfagas de disparos, atentados o situaciones extremas. Intercalados entre las explosiones aparecen, en un vertiginoso racconto, los hitos biográficos de nuestro homenajeado, provocando cortes e intervalos visuales, similares a los de una luz estroboscópica.

De esta manera, busco interpelar al espectador sobre lo que alcanza a percibir o lo que se incrusta en la memoria, pero no es racionalizado, como ocurre en los fotogramas escondidos en los mensajes subliminales. Este video es una reflexión sobre los límites perceptuales y éticos de la imagen en movimiento, y hace un guiño al principio del cine: la sucesión rápida de imágenes fijas, ante la cual la mirada distraída del espectador no tiene certeza ni conciencia de todo lo que se le muestra.

Cortes, manipulaciones y trucos ópticos, dispositivos mecánicos, aparecen con frecuencia en la construcción de tus proyectos. Razones técnicas de sobra. Pero cuéntanos algo de la estética y la simbología de todo aquello…

Esta serie de trabajos que he titulado Esculturas lumínicas trabaja con óptica y numismática. Este trabajo surge de mi sospecha o suspicacia sobre la conectividad que nos ofrecen los dispositivos visuales, debido a que su uso y propagación ha reconfigurado tanto la subjetividad como la vida social contemporánea desde la inmaterialidad y la incertidumbre sobre la existencia de los objetos que muestran. Mediante la combinación de elementos de óptica, iluminación y piezas de retroproyección, reinterpreto la imagen en movimiento como alternativa a los formatos tecnológicos convencionales. Estos últimos, en su mayoría proyectores y pantallas, generan imágenes, cuyo formato/cuadro de visión rectangular no ha abandonado las directrices de la tradición pictórica realista, como la verosimilitud y la nitidez de las formas. Por el contrario, a través de la experimentación con proyectores analógicos y de la colección de distintas monedas he generado formas de situar la visualidad monetaria en el terreno de la animación mediante la superposición de proyecciones.

Este año cumpliste 50. ¿Qué te han aportado los años?

Gracias por recordármelo…

(Risas compartidas)

… No sé sí los años me han significado mucho aporte, porque desde adolescente me he estado entrenando para ser viejo, pero al menos puedo afirmar que los años me confirman que puedes estar actualizado u obsoleto, independientemente de la cáscara.

Claudio Correa, vista parcial de Misión Cumplida, Galería Gabriela Mistral, Santiago de Chile, 2013
Vista de la exposición “Calco de luz”, de Claudio Correa, en CRUCE. Arte y Pensamiento Contemporáneo, Madrid, 2022. Cortesía del artista
Claudio Correa, Escultura, Artista Chileno, Artishop
Claudio Correa, De Chilena, 2021. Taca-taca (futbolin). Madera color negro, con 20 figuras de cristo en plomo, 140 × 71 × 90 cm. Cortesía del artista

*Entrevista publicada originalmente en el sitio web de Fundación Actual

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