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PAZ ERRÁZURIZ: FORMAS DE DECIR AQUÍ

El trabajo de la reconocida fotógrafa chilena Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1944) es la preocupación incansable de una mujer que mira y se mira a sí misma de vuelta, la búsqueda por una mirada autobiográfica que es también su propia forma de decir “aquí”. En su práctica, Errázuriz constantemente se ha enfrentado a la imposición autoritaria de las aparentes grandes mayorías, abriendo un espacio de intercambio genuino con las personas que ha retratado.

Algunas de sus series de presentan por estos días en la exposición Formas de decir aquí, curada por Andrea Aguad Chacur para el Centro de la Imagen de México como parte del Festival Internacional de Fotografía, donde Chile es el país invitado. En este contexto, se ha organizado también una muestra de Eugenia Vargas-Pereira (Chillán, Chile, 1949), con curaduría de Mane Adaro, y una colectiva de mujeres artistas chilenas en el Palacio de Cultura de Tlaxcala, a cargo de la curadora del Centro de la Imagen Cecilia Miranda.

Los cuatro ensayos de Errázuriz pertenecen a diversos períodos de su producción y se vinculan a distintas formas de resistencia social, afectiva y política: Los nómadas del mar, una serie sobre las últimas personas de la etnia kawésqar; La manzana de Adán, obra fundacional del imaginario travesti en Chile; Próceres, que captura la última evidencia de estatuas chilenas derribadas en dictadura; y Sepur Zarco, un registro de mujeres de la comunidad maya q ́eqchí de la aldea Sepur Zarco, en Guatemala.

Paz Errázuriz, parte de la serie “Los nómadas del mar”, 1996/2018. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “Los nómadas del mar”, 1996/2018. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “Los nómadas del mar”, 1996/2018. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “Los nómadas del mar”, 1996/2018. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen

Los nómadas del mar se mostró originalmente en la bienal SITE Santa Fe (2018), que fue curada por José Luis Blondet, Candice Hopkins y Ruba Katrib. La serie fue fotografiada en 1996 en la costa este de la isla Wellington, en el extremo sur de la Patagonia. Es aquí donde vivieron los últimos indígenas patagónicos de pura sangre, los Alacaluf, una tribu nómada de marineros que vivían en largas canoas con sus familias. Con la colonización, se vieron obligados a abandonar sus canoas y habitar la tierra, dejando atrás sus estructuras de vida marítima.

Durante el siglo XIX, antropólogos y exploradores europeos vejaron a algunos de estos indígenas tratándolos como ‘rarezas humanas’ y exhibirlos en otras latitudes. Con respeto y cautela, Paz Errázuriz tardó cuatro años en ganarse su confianza y documentar este ensayo fotográfico que reflexiona sobre una frágil comunidad indígena violentamente segregada y amenazada de extinción.

Paz Errázuriz, parte de la serie “Próceres”, 1983/2018. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, Sin título, de la serie «Próceres», 1983/2018. Cortesía: Cecilia Brunson Projects, Londres

Próceres es una serie que Errázuriz tomó originalmente en 1983 y fue reimpresa en 2018 para una exposición del mismo nombre en Cecilia Brunson Projects, en Londres. Registrada en un almacén administrado por el gobierno en Chile, la serie captura la última evidencia de estatuas chilenas derribadas. Estos monumentos habían sido violentamente desmantelados durante el apogeo de la dictadura de Augusto Pinochet (1974 – 1990). Errázuriz ha sido comúnmente apodada ‘la mujer que desafió a Pinochet’, y esta serie se erige como un recordatorio de la dictadura.

«Me interesaba retratar la parte poco grandiosa de estos próceres reducidos a ‘presas’ de metal, mostrar su caída, su desarme, y también hacer evidente el universo puramente masculino del prócer, cuya palabra ni siquiera tiene un equivalente en femenino y que, por lo tanto, ni siquiera podría ser nombrado», dice Errázuriz.

“A primera vista, las imágenes pueden parecer una desviación del trabajo por el que Errázuriz se ha hecho más conocida, con su completa ausencia de sujetos humanos. Y, sin embargo, al mostrar el caos, el exceso incontrolable que debe haber detrás de la creación de estos ‘héroes’, Errázuriz destaca la imposibilidad de crear una narrativa limpia, purista y singular de la historia”, escribió Rebecca Jagoe en el ensayo que acompañaba la muestra en CBP. “La serie sugiere, además, el costo humano que implica esta manufactura de propaganda. Muy frecuentemente, el acto de memoria es menos un acto de recuerdo que un acto de olvido”.

Paz Errázuriz, parte de la serie “Sepur Zarco”, 2020. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “Sepur Zarco”, 2020. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “Sepur Zarco”, 2020. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen

Sepur Zarco (2019), que muestra por primera vez el rostro de las mujeres del juicio del homónimo caso judicial, es un ensayo reciente de Errázuriz en el que continúa su extensa investigación sobre comunidades marginadas con el contexto local. Este trabajo fue realizado expresamente para la Bienal de Arte Paiz de Guatemala, en 2021, que tuvo a la chilena Alexia Tala como curadora general y al guatemalteco Gabriel Rodríguez como curador adjunto. Es, además, la primera serie fotográfica que Errázuriz creó fuera de Chile.

Sepur Zarco corresponde a un caso paradigmático por muchas razones: se trata de la primera vez en la historia de Guatemala que se realiza una denuncia colectiva de mujeres de la comunidad indígena por la violencia que le fuera perpetrada por los soldados durante la guerra civil que desgarró al país durante 36 años, y también la primera vez que militares fueron juzgados y condenados por crímenes de esclavitud doméstica y sexual. Es, además, uno de los pocos casos donde se exigió traducción a una lengua maya en un juicio.

“En la nueva serie Sepur Zarco, la importancia de la obra de Paz va más allá de la fotografía como acto de documentación de los rostros de mujeres indígenas, que los mantuvieron ocultos a la prensa y la televisión”, dice Alexia Tala. “Lo poderoso acá es la dignificación de la mujer mediante ellos. El efecto es confrontador, ya que despierta en nosotros preguntas profundas: la desigualdad que el mundo capitalista ha sometido al planeta y las injusticias a las que el margen fuera de la sociedad se ve expuesta invisiblemente, todos estos, conceptos crudamente relativos al Sur Global”.

Paz Errázuriz, parte de la serie “La manzana de Adán”, 1981-1987. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “La manzana de Adán”, 1981-1987. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “La manzana de Adán”, 1981-1987. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “La manzana de Adán”, 1981-1987. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen
Paz Errázuriz, parte de la serie “La manzana de Adán”, 1981-1987. Registro de sala: Elic Herrera. Cortesía del Centro de la Imagen

La obra de Paz Errázuriz ha gravitado sistemáticamente hacia los grupos más marginados; aquellos que la sociedad con frecuencia prefiere esconder y olvidar, casi siempre pobres y desdichados. Pero debido a que su impulso no es una compasión del tipo ‘ellos/nosotros’, ha conseguido humanizar profundamente las imágenes, mucho más allá de la política pura.

Así se manifiesta también en su emblemática serie La manzana de Adán, que forma parte de importantes colecciones institucionales del mundo. En ella, Paz Errázuriz se propuso realizar una serie de retratos protagonizados por las prostitutas de los burdeles chilenos. Las mujeres, sin embargo, se negaban a mostrar sus rostros por temor a las represalias de la dictadura. La excepción fue Evelyn o Eve, una chica transexual con la que la artista establecería una conexión muy especial. Eve llevó a Errázuriz a conocer y fotografiar a otras prostitutas (su hermana Pilar, entre ellas), que vivían encerradas en burdeles de la capital chilena –cuya decoración habitualmente parodiaba a las casas de familia–, cercadas por la violencia policial. En esas habitaciones que parecían celdas, encontraría seres que soñaban con la libertad.

“Imagínate lo que me pudo haber demorado ganarme la confianza de Mercedes, Evelyn, Pilar y Coral antes de haberlas registrado para La Manzana de Adán, y lo valioso que fue todo ese proceso para, hasta el día de hoy, encontrarnos con Coral, cada cierto tiempo, y poder rememorar a nuestras amigas que ya no están y ponernos al tanto de nuestras vidas”, dice la fotógrafa en la reedición del libro La Manzana de Adán (2014), que estuvo a cargo de Fundación AMA.

«Las personas que yo retraté en ese tiempo pertenecen a ese momento particular que es la dictadura, cuando además llega el sida y no hay cura. Travestis prostitutos que a finales de los 80 se atrevieron a usar la palabra ‘gay’”, recuerda Errázuriz.

Como apunta la galerista Cecilia Brunson, que ha trabajado de cerca durante la última década con Paz Errázuriz, “La Manzana de Adán señala uno de los momentos más tenebrosos y duros de la historia sexual y política de Chile. Aunque hoy el país se encuentre en otra fase de su evolución psicopolítica, las resonancias de esta obra permanecen intactas”.


PAZ ERRÁZURIZ: FORMAS DE DECIR AQUÍ

Festival Internacional de Fotografía de México 2022

Centro de la Imagen, Plaza de la Ciudadela 2, Centro Histórico, Ciudad de México

Del 22 de septiembre de 2022 al 5 de marzo de 2023

Investigación y concepto curatorial: Andrea Aguad Chacur

Agradecimientos:

Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile
División de las Culturas, las Artes, el Patrimonio y Diplomacia Pública de Chile
Embajada de Chile en México

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