MARCOS ZEGERS. EL DESIERTO CHILENO COMO “TRASTIENDA” DE LOS DESECHOS MINEROS

El pasado 8 de septiembre, en la Galería FLACH de Santiago, tuvo lugar el lanzamiento del foto- libro El Paisaje mineral tiene el cielo celeste y dos montañas blancas (Ediciones Buen Lugar), del fotógrafo chileno Marcos Zegers, cuyo trabajo de investigación documental se centra en los conflictos geopolíticos y territoriales desde una perspectiva contemporánea y multidisciplinar.

Con esta publicación –de la que formo parte junto a la científica Cristina Dorador y el director de la Fundación Relaves, Henry Jurgens–, Zegers confirma que es uno de los fotógrafos más sobresalientes de su generación. Sus análisis críticos sobre el contexto del extractivismo en el desierto chileno le han valido el reconocimiento de la escena nacional e internacional.

Aquí conversamos acerca de aquellos cuestionamientos que aparecen en sus fotografías y que exhiben el imaginario de los desechos mineros, las arquitecturas del desierto y los dramas eco-geopolíticos.

Rodolfo Andaur: Hace unas semanas nos encontramos en Iquique y tuvimos tiempo de conversar sobre una serie de interrogantes y también de reflexiones que aparecen en relación con tu fotografía. Me gustaría centrarme, primero, en las reflexiones. Vemos al desierto como la bodega de las transnacionales. ¿Crees que has obturado, sin premeditarlo, imágenes que también sirven para denunciar estos dramas eco-geopolíticos?

Marcos Zegers: Al revisar el desierto en imágenes es posible ver cómo la búsqueda y capitalización del paisaje prístino ha dejado una especie de “trastienda” desocupada. Algo que tiene que ver con estos lugares que muchas veces son patio trasero o estructuras que tuvieron su auge y apogeo en otro tiempo. Al disponer los registros de estos lugares sobre la mesa se evidencia un tema geopolítico, social y medioambiental relacionado con el extractivismo que es mucho más complejo. Si bien esto al principio fue un hallazgo, al poco andar se transformó en un objetivo claro para centrar el proyecto.

RA: Desde muy adolescente comenzaste con la fotografía, sin embargo, estudiaste arquitectura. ¿Qué relación has encontrado en la fotografía que llevaste a tus estudios de arquitectura, y qué has utilizado de tus estudios de arquitectura que, en la actualidad, marcan tu carrera como fotógrafo?

MZ: Creo que, en ambos casos, es decir de cada una de las disciplinas, extraigo principalmente el “lenguaje”. Hay aproximaciones a los mismos temas con conceptos y formas diferentes, con prioridades y atenciones en diferentes puntos, y eso es muy importante, sobre todo a la hora de elaborar proyectos y discursos. Por ejemplo, la aproximación al concepto de territorio, desde la arquitectura, habla a gran escala y se aborda de forma multidisciplinaria. Mientras que desde la fotografía es quizás más íntima, social y antropológica. Este juego de impostación de disciplinas entre fotógrafo y arquitecto me da la posibilidad de descansar en una y en la otra.

RA: Quiero volver a nuestro encuentro en Tarapacá. Allá también dialogamos sobre tu relación con el desierto. Has demostrado que te fascina su luz, el aroma de su tierra y lo que proyectan sus paisajes. A partir de esta publicación, y su complejo trabajo de edición ¿Me podrías contar qué fotografías del desierto guardaste para otro proyecto? Y ¿por qué?

MZ: Es interesante… me pasó que el primer viaje largo que hice a fines del 2015 y principios del 2016 sentó grandes precedentes. Sucedía que todo en el inmenso Desierto de Atacama me parecía tan alucinante y novedoso que hice muchas fotos a cosas que al regresar en otras ocasiones quizás ya no me llamaban la atención de la misma manera. Sin duda en los viajes posteriores, uno profundiza y busca cosas específicas para el proyecto que dan buenos resultados, pero en el caso de ese primer viaje más exploratorio, las primeras impresionesfueron claves para el proyecto que siete años después se materializaría en un libro.

RA: ¿Y qué ocurrió en tu último viaje a Tarapacá?

MZ: Fue interesante esta vuelta, ya que sin mucha cámara y con el libro bajo el brazo descansé de esa necesidad imperante de hacer fotos para este proyecto. Sentí una calma al no mirar solo por el lente. De todas maneras, acompañé a los colectivos 502 y Caput en la Zona Franca, y ahí nuevamente se me abrió un mundo. Sin duda, el desierto es inagotable, a veces siento que tengo que taparme un ojo y mirar hacia otras latitudes, porque podría quedarme una vida trabajando por allá.

RA: Previo a la pandemia, y bajo el contexto del trabajo de difusión de la fotografía contemporánea, tuve una interesante conversación con el fotógrafo y gestor cultural Jorge Gronemeyer. Específicamente, analizamos su proyecto Tarjeta Postal (2018) y discutimos respecto a lo que pretenden narrar los proyectos en torno a lo fotográfico. En este sentido, ¿qué cuentan tus fotografías y cuáles serían los grandes relatos que las mismas abordan?

MZ: Creo que mis fotos son una base para que de ahí salga una palabra, una investigación más profunda, un documento, un ímpetu por viajar, una rabia o una añoranza. También veo en ellas calma. No son en ningún caso imágenes didácticas, las cuales ni juntas ni separadas puedan dar a entender un tema o proceso a cabalidad y con exactitud. Por ejemplo, no relatan de forma directa lo que pasa en algún proceso extractivo, climático o sociopolítico, pero sí han dado la base o motivación para que otras personas expliquen dichas problemáticas.

RA: Tu relato, de la mano de estas imágenes enclavadas en el Desierto de Atacama, ¿contribuye con un nuevo imaginario?

MZ: Siento que he contribuido en la creación de un nuevo imaginario sobre el Desierto de Atacama. Pienso que este paisaje con aires de ciencia ficción si bien tiene una parte dura, también invita a un viaje diferente a través de su territorio. El desierto muestra un paisaje que produce otras sensaciones y sensibilidades atractivas para la experimentación. Me gusta pensar que alguna persona esté interesada en ir de vacaciones tomando en consideración las rutas que presenta este libro. Por otro lado, en el desierto quise jugar a que era un lugar nuevo; no me basé en ningún otro desierto, al menos no de este planeta. Lo que hice fue alejarme lo más posible de cualquier hito, laguna o volcán reconocible para dar pie a algo nuevo.