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FRANCISCA BENÍTEZ: “HAY QUE DAR UN LENGUAJE A NUESTROS SUEÑOS”

Francisca Benítez (Chile, 1974) se toma el tiempo para conversar. Accede a esta entrevista sin apuro y deteniéndose en detalles para graficar sus ideas. La artista chilena radicada en Nueva York hace más de 20 años, parece aún conectada con el ritmo de su tierra cuando la evoca. Pichingal es el pueblo donde creció, territorio ubicado en la Región del Maule, en la cuenca del Río Lontué, en la zona central del país, lugar que hoy mira con distancia desde su hogar en Chinatown, el corazón obrero de Manhattan.

Pichingal también ha sido el sitio donde Francisca ha llevado a cabo sus últimas obras multidisciplinarias, inspiradas, precisamente, en experiencias locales, que trenzan relaciones entre la historia de las aguas, las prácticas en torno a los cultivos familiares y la memoria colectiva de una comunidad. Reflexiones sobre las cuales nació Riego, serie de fotografías, video y otras expresiones que recientemente expuso en Die Ecke, en Santiago, y que aborda el papel que juega el sistema de riego botado en la zona central de Chile, en tanto dialoga con el movimiento del agua, a través del territorio, con su particular ingeniería vernácula.

Conversamos con Francisca Benítez para conocer los hilos invisibles que articulan sus obras y cómo la experiencia migrante ha sido un elemento relevante en sus procesos creativos, hoy parcelados entre Chile y Estados Unidos.

Vista de la exposición «Riego», de Francisca Benítez, en Die Ecke, Santiago, 2022. Cortesía de la artista y la galería

Lorena Álvarez: ¿Cómo se origina Riego?

Francisca Benítez: Vamos bien hacia atrás. Yo crecí en el campo. Nací el año 74 en Santiago, pero crecí desde los 0 a los 14 años en Pichingal. Luego viví en Curicó, Santiago y ahora Nueva York.

En Pichingal el riego es una forma de vida. Durante los últimos dos años he estado pasando tiempo allí aprendiendo el oficio, tratando de rastrear la historia del Canal Los Pobres de Pichingal que riega este lugar, y familiarizándome con la práctica del riego botado, una forma de riego que es común en esta vecindad, en la que agricultores y regantes inundan el territorio en pedazos, siguiendo la pendiente y el sentido de la corriente, desviando el agua del río, a través de acequias y guiándola con la creación de pequeñas represas efímeras -conocidas localmente como tacos y rastras- construidas a partir de objetos encontrados, compartiendo el flujo de un canal entre múltiples regantes. He estado investigando esta práctica, sus trazados, tipologías, maneras de hacer, tradiciones, personas dedicadas.

Mientras crecía, vi a mi padre hacerlo. Los aspectos físicos, sociales y burocráticos de esta forma de riego, todo. Salía con la pala e inundaba la huerta y el potrero de manzanos, coordinaba con otros comuneros los tiempos y turnos para regar, guardaba mapas y papeles en un cajón que nosotros, los niños, teníamos instrucciones de no tocar. Ahora que ya no está vivo es responsabilidad de nuestra generación mantener viva una práctica de riego y la tierra fértil; sus mapas y apuntes nos han servido para descifrar cómo.

El levantamiento público más completo de este sistema de canales data de 1985. Se trata del Registro de Usuarios de los ríos Lontué y Mataquito, VII región, realizado por el Ministerio de Obras Públicas, Dirección General de Aguas, Departamento de Estudios y Racionalización, Solano Vega y Asociados Ingenieros Consultores. Este documento es increíblemente abundante en información y rico en detalles, y es el mapa oficial utilizado por las organizaciones locales de usuarios de agua. Sin embargo, se han producido muchos cambios en las redes de canales desde que se realizó este estudio y el mapa no se ha actualizado. He estado investigando y re-trazando este mapa como una forma de estudiarlo y discutirlo, una práctica que se ha convertido en una parte evolutiva del trabajo.

En cada iteración del proyecto, he utilizado un material diferente para trazar el dibujo del mapa del canal en las paredes, reflexionando sobre mi propio proceso y respondiendo a las condiciones del lugar y del soporte. En The Kitchen, usé grafito en una expresión fantasmal, tentativa y discreta. En La Vieja Escuela el mapa se convirtió en el protagonista, claramente dibujado con tiza blanca sobre los muros de adobe cubiertos de cemento desnudo, conectando con el legado educativo del lugar. En galería Die Ecke dibujé el mapa con carbón vegetal recolectado de restos de fogatas a orillas del río Lontué en Pichingal. En esta oportunidad la elección del material de dibujo enfatiza la naturaleza del río como un espacio público vital. Aquí, en el marco de una muestra individual en un espacio de arte independiente consolidado en la capital del país, la obra se posiciona para entrar en el debate nacional actual.

En 2016 mi papá murió. En ese tiempo, nosotros, los hijos, comenzamos a ver cómo el valle central estaba cada vez más seco. Esta situación fue un punto de inflexión. Entramos con mis hermanos en una conversación familiar, vecinal y con toda la comunidad del agua. La pregunta era: ¿cómo nos vamos adaptando a esto? Y tal como pasó con Oro Dulce (obra donde invita a una inmersión en la “industria membrillera familiar” de Pichingal), entendí que esta es una de las prácticas rituales con las que crecí.

Tuve que irme para darme cuenta que no sabía nada al respecto. Y allí, también entendí que a la par de aprender, podría aportar dándole visibilidad a este sistema de soporte vital.

“Le canto a la madre tierra
con el sonido del agua
donde mi verso se fragua
en el amor, no en la guerra
todo mi cuerpo se aferra
a esos dulces manantiales
que son salvajes caudales
repartidores de vida
la humanidad confundida
los tiene llenos de males

Es de esperar que atinemos
los interpelo en la urgencia
se le acabó la paciencia
no basta con que cantemos
si no nos comprometemos
hasta aquí no más llegamos
capitalismo inhumano
hay que cambiar este curso
hay que cuidar los recursos
y hacer un mundo de hermanos”

Décimas Cantos del Agua,
14 de enero, 2015.

Todas las imágenes: Francisca Benítez, Riego, 2021, impresiones de inyección de tinta, 54,2 x 72 cm c/u. Cortesía de la artista y Die Ecke, Santiago


LA: ¿Qué importancia adquiere el agua como centro de la creación en este momento en Chile?

FB: Nuestros ecosistemas están colapsando y como sociedad necesitamos hacer cambios profundos para revertir peligrosos procesos de deterioro ambiental que están conduciendo a la extinción acelerada de especies y al cambio climático. No es sorpresa que tantos artistas trabajemos con estos temas. En este momento de discusión constitucional en Chile, donde se debaten derechos de agua ante el cambio climático y un historial de privatizaciones, con mi trabajo Riego busco visibilizar estas prácticas e infraestructuras vitales que de alguna manera permanecen desconocidas y ocultas a la vista. La obra busca conectar estos saberes ancestrales con las nuevas generaciones e invitarnos a imaginar su futuro. ¿Cómo accedemos al agua? ¿Cómo podemos compartirla? ¿Cómo cuidarla? ¿Cómo podemos distribuir el agua de manera justa? ¿Podemos aprender de los conocimientos, las prácticas, las infraestructuras y las comunidades existentes e integrarlas?

Vista de la exposición «Riego», de Francisca Benítez, en Die Ecke, Santiago, 2022. Cortesía de la artista y la galería
Vista de la exposición «Riego», de Francisca Benítez, en Die Ecke, Santiago, 2022. Cortesía de la artista y la galería

El primer borrador de la Nueva Constitución es el que está plasmado en las calles, escrito en los muros, en esa mega obra colectiva, ese collage insistente de demandas, escritas con aerosol, humo, tinta, afiches y rayados. O quizás, es la Nueva Canción Chilena en su totalidad.


LA: ¿Qué incidencia crees que tiene el arte en el proceso político que hoy vive el país?

FB: El primer borrador de la Nueva Constitución es el que está plasmado en las calles, escrito en los muros, en esa mega obra colectiva, ese collage insistente de demandas, escritas con aerosol, humo, tinta, afiches y rayados. O quizás, es la Nueva Canción Chilena en su totalidad. A lo que voy es que la Nueva Constitución está siendo redactada por seres humanos que interactúan a diario con ese collage colectivo, escuchan música, leen, ven arte, etc. La cultura es cómo hablamos como sociedad. Es nuestra conciencia colectiva. Cómo nos desarrollamos, cómo nos expandimos. El arte es esa posibilidad de hablar de lo más universal como individuo autónomo, con mis riñónicos y con mis zapaticos, como dijera Violeta.

Volviendo al tema del agua, la conversación política sobre las asociaciones de canalistas y las comunidades de usuarios de agua en Chile está dominada por los partidos políticos de derecha, los grandes terratenientes y los poderosos agricultores industriales. Tradicionalmente han tenido la voz más fuerte. Sus intereses están integrados en la Constitución y el Código de agua existentes. En Chile Central la canalización se desarrolló con la colonización, con todas sus injusticias. Pero ahora, en este proceso de creación de la Nueva Constitución, tenemos una apertura, un momento importante de posibilidad para repensar estos sistemas y, para hacerlo, necesitamos profundizar y comprender su complejidad. Con este trabajo estoy tratando de abrir caminos a algo de esa complejidad, y creo que en conjunto como artistas estamos contribuyendo con esa profundización y poder de síntesis, comunicación y amplificación inherente al arte.

LA: ¿Cómo el arte impacta esa identidad colectiva?

FB: De tantas formas… algunas evidentes y otras menos, algunas rápidas y otras lentas, de sostenida influencia. Volviendo a la actualidad, y a un ejemplo puntual, me gustaría destacar el trabajo de María Luisa Portuondo, Demanda Pública. Ella estuvo durante el Estallido Social recopilando demandas ciudadanas en la Plaza de la Dignidad, luego las empastó como un bello libro-objeto que luego entregó a La Moneda y a la Convención Constituyente. Me parece muy necesario el ejercicio de verbalizar los anhelos. Hay que dar un lenguaje a nuestros sueños. Y ahí los artistas tenemos mucho en qué aportar.

LA: Volviendo a tus obras, ¿la memoria familiar, la densidad biográfica, es siempre un punto de partida en tus obras?

FB: No necesariamente. Se muestran como urgencias que vienen de mí misma y mi relación con el entorno. La relación con mi barrio, con las personas que me rodean. Son temas que me preocupan y terminan llevándose toda mi fuerza creativa, e impactando en lo que estoy haciendo como artista. El punto de partida para una obra puede ser un proceso urbano que estoy viendo suceder. O un material que encontré en la basura. Los puntos de partida son diversos. No siempre es biográfico. Pero también creo que cuando se vive lejos, buscas excusas para ir a ver a tu familia. También viviendo lejos, uno tiende a idealizar… eso igual puede tener que ver.

LA: ¿La migración?

FB: Claro, el ser de aquí y ser de allá. Mi origen está tan presente. Mi casa y mi mamá siguen allí, donde siempre. Y están haciendo cosas tan entretenidas, que me dan ganas de estar con ella. Así nace La Vieja Escuela, por ejemplo, un nuevo proyecto que me apasiona mucho.

“Desde mi temprana infancia
Transcribí el mundo al papel
con dibujos a granel
trazados sin arrogancia
desde mi tierna ignorancia
fui creciendo lentamente
floreciéndome la mente
también el cuerpo y el alma
y se los digo con calma
yo soy artista de siempre

Y vivo en el barrio chino
al centro ‘e la gran manzana
adicta a la vida urbana
y al devenir colectivo
con sus bemoles y trinos
y su zumbido ambiental
es mi sujeto habitual
de trotamundo destino
pero al final del camino
mi tumba está en Pichingal”.

Extracto de Yo soy de aquí y soy de allá, de Francisca Benítez, parte de la publicación Una cartografía extraña. Producciones narrativas entre la migración y el arte, editado por Lucía Egaña Rojas y Paulina E. Varas, Metales Pesados, 2021.

Francisca Benítez, Riego, 2021, en La Vieja Escuela: Artes y Cultivos, Pichingal, Molina, Chile. Cortesía de la artista


LA: Cuéntanos sobre La Vieja Escuela…

La Vieja Escuela: Artes y Cultivos, es un espacio para apoyar y difundir la creación artística, valorar el saber y el quehacer campesino, incentivar el respeto a la naturaleza y el cuidado de lo vivo. Es un proyecto que estamos empezando con mi hermano y mi mamá, en una antigua casa de adobe que albergó la primera escuela pública de Pichingal desde su creación en 1906 hasta 1965, cuando se trasladó a su actual sede a una cuadra al norponiente.

El espacio lo estamos echando a andar de a poco. Ya hicimos un proto-taller con actividades con la familia y vecinos, para pensar juntos qué queremos hacer con este espacio. ¡Nos tomó como cinco meses nombrarlo! Teníamos 50 nombres (ríe), pero llegamos a un acuerdo: La Vieja Escuela: Artes y Cultivos.

Es un espacio para compartir saberes y conocer los materiales de la zona. Al principio hicimos un taller de dibujo con tinta de maqui, que es un fruto endémico de esta zona. Eso significó recogerlos y machacarlos para pintar. Luego montamos una exposición que vimos entre los mismos vecinos.

También yo pre-monté Riego, e hicimos unas jornadas a puertas abiertas; antes de llevarla a Die Ecke, la compartí con la comunidad. La gente se vio en los videos. Muchos de los que la vieron eran los ex alumnos de la escuela original, personas que aprendieron a leer allí. Y ahí comenzó a pasar lo que queríamos: se fue transformando en un repositorio de la memoria colectiva del pueblo, también en un espacio de activación de la imaginación, que se nutre de las prácticas de las artes y de los cultivos.

Vista de la exposición «Riego», de Francisca Benítez, en Die Ecke, Santiago, 2022. Cortesía de la artista y la galería

Mirar las relaciones me ha permitido apreciar la diversidad humana y eso requiere apertura. El poder ver otras miradas es fundamental para relacionarnos. Ahora tenemos la capacidad de ver estas micro realidades que antes estaban aplastadas por los discursos hegemónicos. Estamos en un proceso de crecimiento de todas las identidades en los distintos lugares del mundo y tenemos la oportunidad de participar.


LA: En tus obras das un lugar privilegiado a los vínculos y las relaciones. ¿Qué has aprendido de estas observaciones?

FB: Mirar las relaciones me ha permitido apreciar la diversidad humana y eso requiere apertura. El poder ver otras miradas es fundamental para relacionarnos. Ahora tenemos la capacidad de ver estas micro realidades que antes estaban aplastadas por los discursos hegemónicos. Estamos en un proceso de crecimiento de todas las identidades en los distintos lugares del mundo y tenemos la oportunidad de participar.

Tenemos mucho que idear sobre cómo entendernos. Vamos avanzando a paso lento y es tanto más lo que hay que hacer. A lo que dedicarle tiempo y recursos. Yo quiero dedicarme a eso, a construir relaciones más respetuosas, más amables. Y producir espacios de encuentro, que sabemos que a veces son incómodos, hay roces. Cualquier persona que ha pasado por una asamblea sabe que es lento, difícil, es un desgaste ponerse de acuerdo. Pero es parte de la lucha, yo creo que es necesaria.

LA: ¿Cómo atraviesa tu trabajo ese “ser de aquí y de allá”?

FB: En toda su amplitud, significado, materialidad y metodologías.


Armonizar con otras voces humanas es una de las cosas que más me mueve la existencia. Cantar en armonía con otros seres humanos es una cosa que va a traer la paz mundial. Y hoy esto es gran parte de mi trabajo.


LA: ¿A qué estás dedicando hoy tiempo en Nueva York?

FB: Soy miembro de un coro góspel anticapitalista. Tenemos una práctica muy activa. Ensayamos, hacemos acciones en la calle y también en espacios de fricción y enfrentamiento con el poder. Somos un colectivo liderado por la artista Savitri D. y el poeta William Talen, también conocido como el “Reverendo Billy”. Los cantantes somos voluntarios y estamos conformados como una organización sin fines de lucro. Como concepto, lo que hacemos es un détournement de las estructuras jerárquicas religiosas. Reproducimos sus estructuras al revés, disfrazadas humorísticamente para atacar al capital y las trasnacionales extractivistas. Nos hacemos llamar la Iglesia Pare de Comprar.

LA: ¿Cómo llegas al coro de la Iglesia Pare de Comprar?

FB: Siempre he tenido mucho interés en la música, especialmente en el jazz. En mi época universitaria fui parte de un coro góspel. Me encantaba la música, pero no compartía el mensaje, porque ya no creía en Dios. Entonces fue muy interesante encontrarme con este grupo. La introducción sucedió en El Museo del Barrio de manera casual, cuando un miembro del Coro Pare de Comprar participó en el Coro de Resistencia Trilingüe que yo estaba organizado ahí durante mi residencia a principios del 2017. Armonizar con otras voces humanas es una de las cosas que más me mueve la existencia. Cantar en armonía con otros seres humanos es una cosa que va a traer la paz mundial. Y hoy esto es gran parte de mi trabajo. Porque no solo es la práctica de tres horas todos los domingos con estos maravillosos humanos. Además, tenemos giras internacionales, recientemente en Austria e Inglaterra, en espacios de resistencia, en espacios culturales y en espacios de lucha en la calle.

Toda la música del coro anticapitalista se desarrolla y se escribe expresando lo que está pasando: “Monsanto es el demonio”, por ejemplo, es una de nuestras canciones. Toda una investigación se materializa en una canción. Y eso es gran parte de mis procesos creativos de hoy.

Además, mi formación como arquitecta y urbanista me ha servido, desde la comprensión y percepción del espacio, cómo se mueven los flujos, cómo se mueve la gente, dónde están las policías, dónde nos vamos a instalar, cómo este canto y esta acción habitan el espacio público, es como una “intuición espacial” que puedo poner al servicio del colectivo, y que puede traducirse en performances de mayor impacto.

Vista de la exposición «Riego», de Francisca Benítez, en Die Ecke, Santiago, 2022. Cortesía de la artista y la galería

Mi manera de hacer siempre está cambiando. Me importa siempre estar aprendiendo. Veo una idea que me interesa llevar a cabo y luego qué herramientas tengo a mano. Y de esas, cuáles me permiten expresar la idea con mayor claridad. Antes me interesaba más que fuera arte y pareciera arte, ahora, si la gente lo considera arte o ciencias sociales, me da igual.


LA: ¿Todas tus obras se entrelazan abordando temas de justicia social?

FB: Mucho de mi trabajo se trata de entender las estructuras socio-espaciales en las que existimos, visibilizar sistemas subyacentes que obedecen a distintas lógicas. Por mucho tiempo la ciudad ha sido mi sujeto, musa y medio. Y sí, muchas de mis obras abordan temas de justicia social. Pero no necesariamente todas, y eso es lo interesante del arte: puede ser tanto la expresión de una revolución como también puede abordar lo más banal e insignificante. No hay límites.

Mi manera de hacer siempre está cambiando. Me importa siempre estar aprendiendo. Veo una idea que me interesa llevar a cabo y luego qué herramientas tengo a mano. Y de esas, cuáles me permiten expresar la idea con mayor claridad. 

Antes me interesaba más que fuera arte y pareciera arte, ahora, si la gente lo considera arte o ciencias sociales, me da igual.

Lorena Álvarez Chávez

Periodista y comunicadora social. De naturaleza nómada, escribe sobre artes, culturas, migración y feminismos del sur. En Chile se ha desempeñado como comunicadora para la descentralización cultural y en Barcelona desarrolla proyectos curatoriales para la circulación internacional de artistas visuales y escénicas de Latinoamérica.

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