
ADRIÁN GAITÁN: PARA LOS TIEMPOS QUE CORREN
En Para los tiempos que corren, proyecto nominado al XI Premio Luis Caballero, el artista colombiano Adrián Gaitán plantea un juego de desplazamientos espaciales y semióticos, incierto e inestable, con el que se interroga por los recursos simbólicos y físicos de los que disponen las instituciones que concentran poder económico, político o religioso. Estas instituciones (petroleras, religiosas y artísticas) construyen un complejo entramado de gestos e imágenes, recursos simbólicos y reales para legitimar su poder. En este contexto, la imagen funciona como objeto litúrgico y devocional, utilizada especialmente por el poder religioso.
Por otra parte, los movimientos y traslados a escala mundial son un recurso legitimador de una red institucional que tiene el poder, y que, con la manipulación del sistema artístico, intenta expiar la culpa que le cabe en el desastre ambiental, económico, social y cultural.
Por medio de un juego de gestos y procederes metafóricos esta muestra plantea, entonces, una suerte de revisión de nuestro proceder artístico, desde Latinoamérica, ante el poder o los poderes establecidos desde otras latitudes.
El triángulo temático propuesto es religión-petróleo-arte, y sus múltiples relaciones, complicidades institucionales, contradicciones en las formas y materiales empleados; el espacio sacralizado y el espacio de trabajo, la promesa del Edén y la entrada al infierno, el agua y el petróleo, las imágenes al servicio de estamentos de poder legitimados por el trabajo artístico, entre otros aspectos.

PARA LOS TIEMPOS QUE CORREN
Por Emilio Tarazona | Curador
La iconografía de un santo de la primera época del cristianismo, miembro de la Guardia Pretoriana del emperador, en la antigua Roma (Siglo 3, d. C.), tuvo un inesperado auge de propagación mil años después de su muerte. Esta profusión de imágenes de San Sebastián responde a una atribución entonces apenas insinuada y casi inédita: el supuesto milagro de actuar como escudo capaz de vencer a la muerte o eludir el contagio en medio de la irrupción y gradual desaparición de una plaga que, entre los siglos 14 y 16, diezmó la población en los viejos continentes.
Así, esa expandida alegoría de raíces clásicas inscribe analogías que surgen por el modo en que fue torturado, mismo en el que la mayoría de imágenes suele representarlo: el martirio de flechas que le dispararon al no abjurar de su fe (la sagittazione), pensadas como signos o mensajeros de una enfermedad que, a pesar de hundirse en su cuerpo, no logran acabar con su vida (su asesinato se produce luego de recuperarse de sus heridas, al ser azotado y apaleado). Se trata de un brote devocional al Depulsor Pestilitatis (“Protector contra la Peste”) que crece con la exaltación de su joven anatomía, resistiendo las saetas entre la agonía y el éxtasis, y que lo hace emblema por excelencia de la entereza ante un flagelo cuyo agente biológico en ese momento todavía se desconocía.




Adrián Gaitán reproduce varias de estas representaciones en claroscuro (y sin flechas) sobre madera, usando como pigmento las manchas viscosas de gasolina o diésel que, por fuga, dejan los automóviles en el piso de los estacionamientos. Con reverberaciones a la pandemia, la instalación se concentra en otra fiebre, de la que no nos hemos aún recuperado: la del “oro negro”, motor de la sociedad industrial y de las guerras del último siglo. En medio de una transición donde estos combustibles fósiles empiezan a ser sustituidos por energías renovables de cero emisiones, varias de las más grandes empresas de hidrocarburos han tenido en los últimos años una política de subvención y mecenazgo a distintos museos en todo el planeta. Estos actuaron como fuente (o refugio) para una limpieza de imagen corporativa aludida por el artista en una suerte de umbral luminoso o escenario cinematográfico que, inmerso en muchas formas de colapso, puede pertenecer tanto al fin como al principio de los tiempos.
Su propuesta convierte la sala en un santuario y, simultáneamente, en oficina postal para la coordinación de envíos de estas umbrosas copias, siendo desde aquí remitidas a distintas ciudades del mundo donde los originales se encuentran. Exploran así la posibilidad de ser ungidas o no por el sistema del arte (¿“santos óleos” para consagrar a los admitidos o dar extremaunción a los enfermos?), reclamando su breve sustitución dentro de esos mismos recintos de valor o respaldo; en un momento en que todos los valores, al igual que nuestras nociones de recursos y poder, claman también ser sustituidas. Como si fuese la crónica de un derrumbe, la instalación sugiere que, con o sin retorno, hay energías (icónicas, históricas, culturales) cuyo contaminante y oscuro esplendor vemos aún fascinados. Una opulencia decadente que, con o sin fe, aceptamos como invitación a un moderado suplicio: aquél capaz de postergar el inexorable y merecido acto de morir, como si por descuido hubiese llegado a la cuenta una retribución de vida suplementaria.

Para los tiempos que corren, proyecto nominado al XI Premio Luis Caballero, de Adrián Gaitán, se exhibe entre el 7 de mayo y el 12 de junio de 2022 en Galería Santa Fé, Carrera 1A entre Calles 12C y, Cl. 12D, Bogotá.
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