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QUINCEAÑERE. JOHANN WOLFSCHOON Y PABLO LEÓN DE LA BARRA SOBRE LOS 15 AÑOS DE DIABLOROSSO

Con motivo de los primeros quince años de DiabloRosso, espacio vibrante de la escena artística panameña, activo nacional e internacionalmente contra viento y marea, su co-fundador y director Johann Wolfschoon conversa con Pablo León de la Barra sobre sus orígenes, el contexto político, económico, social y cultural local en el que se ha insertado a lo largo de este tiempo y, en particular, cómo se concibió y se fue ajustando a los tiempos pandémicos la exposición que hoy celebra sus primeras quince primaveras.

Con sus ires y venires, su persistencia en una sociedad con fuerte capital económico que no ha invertido con igual convicción en el capital simbólico de la cultura, podríamos asegurar que DiabloRosso –una “galería comercial sin fines de lucro”- es un nítido ejemplo de testarudo compromiso dentro del siempre precario escenario del arte contemporáneo de las Américas. Recorriendo su historial a través de la presente conversación, habría bien que hacer coro cuando Pablo León de la Barra manifiesta con gracia: ¡Más sabe el diable por rosa que por vieje! ¡Larga vida al DiablxRossx!

Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

Pablo León de la Barra: Johann, quería que empezaras hablando de cómo comenzó la galería DiabloRosso, ¿Cómo surgió la idea de abrir una galería de arte contemporáneo en Panamá hace 15 años? ¿Había otras galerías de arte en ese momento?

Johann Wolfschoon: Sinceramente, la intención inicial no fue la de crear una galería. DiabloRosso nació como un espacio que buscaba llenar algunos vacíos que nos hacían falta en Panamá, a cada uno de los cinco socios que fundamos el proyecto: Analida Galindo, Carlos Ucar, Miky Fábrega, Rafa Arrocha y yo. El proyecto se gestó principalmente como una tienda conceptual y café, con componente de cine independiente y galería. En la tienda podías encontrar desde moda vanguardista producida en Copenhagen, a elementos de diseño, joyería y/o decoración, tanto local como de todas partes del mundo. Era un “concept store” antes que estuviera de moda el término.

El café tenía un menú reducido pero maravilloso, diseñado por Clara Icaza, y con los mejores nombres para los platos que se han puesto en Panamá. En este espacio todos los martes proyectamos cine independiente, con una cuidadosa selección de películas. Esto lo hicimos por ocho años, sin fallar ni una semana. Cuando empezamos estas noches de “Cena-Cine” era muy difícil lograr tener público, pero a medida que fue pasando el tiempo se volvió más regular, hasta el punto que, si no reservabas, probablemente no encontrarías espacio para cenar. Esto es algo que nos ayudó a pensar que es posible formar públicos, lo cual nos ha dado energía para continuar con la galería hasta el día de hoy.

La galería nació dentro del café y era una parte integral de este. Vestía las paredes y, en algunas ocasiones, hasta modificaba su espacio. La visión de este espacio era mucho menos internacional que la del resto del proyecto. Principalmente buscaba ser una plataforma para los artistas locales, que sentíamos tenían el talento, pero no las oportunidades. Creamos un espacio modesto, con las condiciones básicas para exhibir, y allí mismo hicimos conciertos, fiestas, performances, conversatorios, etc, etc…

En el 2006 en Panamá había 3 galerías contemporáneas: Mateo Sariel, Allegro y Arteconsult, siendo esta última la que había sido históricamente más interesante. Su fundadora, Carmen Alemán, había vivido en Nueva York y tenía contactos y medios que le permitieron traer a Panamá algunos buenos artistas latinoamericanos. De estas tres, solamente Mateo Sariel continúa hoy operando.

Juan Pablo Garza. Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar
Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

PLB: ¿Cuál era el contexto artístico, pero también socio-político, en Panamá cuando abrió DiabloRosso?

JW: En el 2006 cuando DiabloRosso inauguró, Panamá vivía un auge económico sin igual. Ese mismo año se hizo el referendum con el cual se aprobó la expansión del Canal de Panamá. El panorama era muy favorable y optimista para lanzarse al agua con un proyecto que, económicamente, no tenía ni pies ni cabeza. Nos encontrábamos a la mitad de un gobierno estable, con una economía en crecimiento y una fuerte inversión pública. Las tasas de desempleo se encontraban decreciendo, por lo cual la situación social era bastante tranquila. Este crecimiento lo vivimos hasta el 2014, cuando todo empezó a cambiar, principalmente por temas ligados a la corrupción estatal. Panamá siempre ha tenido un amplio espectro de multiculturalidad y diversidad de población por su carácter de tránsito. Pero también ha tenido problemas muy marcados en cuanto a la distribución de las riquezas y un pésimo sistema educativo, que solamente perpetúa la pobreza.

Para dar algo de contexto, en Panamá se llevaron a cabo algunas iniciativas que habían sido profundamente interesantes para la escena artística: de 1993 al 2002 se había publicado el suplemento Talingo (Adrienne Samos y Alberto Gualde) en La Prensa, el periódico de mayor circulación del país. Este llevaba artículos sobre arte, cine y cultura; la revista MOGO (2000-01) tenía una mirada fresca sobre la ciudad y sus dinámicas. Fundada por un grupo de artistas y diseñadores (Walo Araujo, Gustavo Araujo, Jonathan Harker, Miky Fábrega y Dany Silvera) proponía que “el Panamá oficial no es más que una mentira creída a base de tanto repetirse”; el Revolver (2000-03), de la mano de los diseñadores gráficos Peter Novey y Ricky Salterio, era un portafolio editorial muy visual y energético; además, en el 2003 ocurrió la muestra Ciudad Múltiple, que tomaba la Ciudad de Panamá como espacio de exhibición. Era codirigido por Adrienne Samos y Gerardo Mosquera, lo que fue absolutamente enriquecedor para la nueva generación de artistas y marcó la vida de quienes tuvieron la oportunidad de interactuar con el proyecto. Regularmente se realizaba también una Bienal de Arte, que había sido fundada como un concurso de pintura, pero cuya estructura se mantenía en constante evolución. Poco después de inaugurar DiabloRosso se realizó el proceso y producción de la última de sus ediciones, curada por Magalí Arriola, bajo el tema la Zona del Canal.

Realmente desde el principio de la década, al momento en que se funda el proyecto, en Panamá se había producido una desaceleración en lo referente al arte contemporáneo y la cultura en general. DiabloRosso más que buscar ser una respuesta a esto, esperaba convertirse en un canal que permitiera a una nueva generación explorar nuevas ideas y caminos.

Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

PLB: ¿Podrías hablar un poco de las primeras exposiciones? ¿Cómo fue la recepción de la galería en su contexto en ese momento?

JW: Inauguramos el espacio con la primera exposición de Cisco Merel en una galería. Después de esto hicimos muchísimas muestras colectivas y open calls durante los primeros años, intercaladas con algunas individuales. Era un frenesí, en donde las exhibiciones cambiaban mensualmente. Yo tenía 26 años cuando inauguramos el espacio y cada uno de los socios teníamos mucha energía e ideas que poníamos sobre la mesa.

Localmente fue muy interesante. Inventamos exposiciones que no hacían mucho sentido e invitamos a artistas localmente consagrados a participar. Por ejemplo, hicimos una en la que a cada artista le dimos una tapa de inodoro de madera para que la utilizara como punto de partida para una obra (Dada-ístmo, 2007). Otra vez hicimos algo similar con sillas de madera (Sunny and Chair, 2008); y en otra ocasión a personalidades-intelectuales les dimos cámaras desechables para que nos mostraran lo que veían (Show me yours: Tu lugar favorito, 2010). Hicimos convocatorias abiertas, con el papel como medio, para que el público fácilmente pudiera participar en el espacio. Los resultados eran siempre divertidos y las conversaciones que se gestaron fueron siempre muy enriquecedoras.

Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

PLB: En algún momento DiabloRosso empezó a mirar más allá de Panamá y a mostrar también artistas de afuera. ¿Cómo se dio ese proceso? ¿Cuáles fueron esos artistas? Recuerdo que nos conocimos alrededor de 2008… en aquel momento yo era director artístico de una galería en Londres y era parte del comité de galerías de la feria MACO en México y me escribiste un e-mail presentándome el proyecto de la galería.

JW: Nosotros nos conocimos en persona en el 2009 en el MACO de “la fiebre porcina”. Tu habías sido uno de los jurados que seleccionaban las galerías participantes en la sección de Nuevas Propuestas. Recuerdo que hicimos un booth pintado en color rosa, lleno de obras, la mayoría pintura, lo cual en ese momento en México era inimaginable (y probablemente la peor idea del mundo). Creo que la única otra pintura en toda la feria era un enorme Federico Herrero que tu mostrabas. Recuerdo que, haciendo gala de nuestros buenos modales, fuimos donde tú estabas y nos presentamos personalmente, y te agradecimos por habernos escogido. La verdad es que no recuerdo que hubiésemos conversado mucho, ni qué viste en lo que mostramos algo que pudiera interesarte (¡probablemente fueron las paredes rosa!), pero al año siguiente nos invitaste a participar en una sección que estabas curando en la feria Circa de Puerto Rico. Nos invitaste junto con otras cinco galerías jóvenes (en un proyecto que se llamó Somewhere Over the Rainbow donde participaron Proyectos Ultravioletade Guatemala, Revólver de Lima, Proyectos Monclova y Preteen de Ciudad de México, y Beta-Local de Puerta Rico. Allí si nos conocimos, hablamos y hangeamos un montón, y te debimos caer bien porque, aunque nuestro booth era aún peor que el de MACO, hemos seguido siendo amigos desde entonces.

Ese fue el momento en el que en DiabloRosso realmente empezamos a mirar hacia afuera. Los lazos que tejiste en esa feria y la camaradería que se dio han sido la base para todo lo que hemos hecho, o tratado de hacer, de ese momento hacia adelante. Desde el 2012 las exhibiciones que realizamos empiezan a ser principalmente internacionales: la primera que hicimos fue junto a las chicas deLa Central, que por temas de visado no habían podido participar en Circa. En esa muestra tuvimos a Federico Herrero, Pía Camil, Carolina Caycedo, entre otros. A inicios del año siguiente hicimos otra muestra curada por Emiliano Valdés, Me asusta pero me gusta, que se enfocaba principalmente en Guatemala, en donde participaba Stefan Benchoam, a quien también habíamos conocido en tu proyecto de Circa… Este tipo de dinámicas las repetimos bastante, sobre todo con Proyectos Ultravioleta, dirigida por Benchoam, con quien creamos una muy estrecha relación.

Fabrizio Arrieta. Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

PLB: Lo que me interesaba en aquel momento cuando los invité a Puerto Rico, era que artistas y espacios de arte jóvenes del continente se conocieran y conectaran entre sí. Sabía que había muchas coincidencias de contextos culturales, urbanos y político-económicos, así como de compartir historias coloniales y modernas semejantes, sin embargo, había en ese entonces un casi total desconocimiento unos de otros. El internet no era lo que es hoy, Facebook apenas iniciaba, no había Instagram, y por lo general todos mirábamos hacia Nueva York o Europa en vez de vernos a nosotros mismos. Creo que lo que sucedió después fue muy interesante, un proceso de intercambio, de conocernos y de aprender unos de los otros. Por la amistad que fuimos desarrollando, visité Panamá varias veces en los últimos años. La primera vez en abril de 2010 vine por curiosidad porque quería conocer la ciudad donde DiabloRosso existía. Volví en enero de 2013 para dar una charla en la Bienal Centroamericana, BAVIC. Después en noviembre de 2013 vine a visitar a Sandra Eleta en Portobello y a Donna Conlon y Jonathan Harker en Ciudad de Panamá, poco después adquiriendo su obra maestra Drinking Song para la colección del Museo Guggenheim en Nueva York. La última vez que estuve aquí fue en agosto de 2017 para visitar a Sandra Eleta en relación a las fotos que ella había hecho de Ernesto Cardenal y Solentiname, que incluí en una exposición sobre Solentiname en NYU, en Nueva York, y en el Museo Jumex en México. La verdad es que me hubiera gustado venir más veces, considerando la cantidad de veces que hago conexión en Panamá, algo que seguramente haría si Copa en ese entonces no cobrara más por hacer un stopover en Panamá.

En todas estas visitas siempre me impresionó esa situación esquizofrénica de Panamá: por un lado, la cantidad de rascacielos en construcción, lo que parecería indicar una economía acelerada; y por otro lado una especie de desierto cultural, donde si bien hay un Museo de la Biodiversidad, diseñado por Frank Gehry, y un Museo de Arte Contemporáneo, este hasta hace poco se encontraba en un proceso casi de hibernación. Parecía que se construía mucho pero no se tenía claro que es lo que se quería construir, ni que la cultura es parte fundamental de la construcción de una sociedad madura. Panamá podría ser por su economía, localización y por ser un hub aéreo, un polo cultural importantísimo de la región y tener un museo a la altura de esto, sin embargo, pareciera que hay dinero pero no hay apoyo gubernamental o privado para las artes o la cultura. Con miedo a equivocarme pareciera también que hay un vacío cultural, donde la generación anterior de artistas no ha sido capaz de acompañar a una posible nueva generación de artistas y activistas culturales. Tal vez estoy generalizando, pero Panamá tendría la capacidad de ser lo que otras ciudades estado como Dubai, Sharjah, Qatar o Singapur son para sus regiones, y tener una escena cultural, un museo o centro cultural, y/o una bienal a la altura de la ciudad.

En este contexto resulta increíble que un proyecto comoDiabloRosso haya conseguido existir y contribuir a su escena cultural por 15 años, y esto es algo que esta exposición celebra. En el caso de Centroamérica y el Caribe quizás es, junto conProyectos Ultravioleta de Guatemala, un caso único.DiabloRosso ha contribuido en exhibir y crear conexiones entre artistas de Centroamérica y del resto del continente, de una manera que pocas galerías de las Américas lo han logrado. Como parte de la investigación hecha esta para exposición también es evidente cómo el proyecto de DiabloRosso ha madurado a lo largo de estos 15 años.

Luis Camnitzer. Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar
Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

Esta exposición, Quinceañere, celebra estos primeros 15 años, mostrando obras de algunos artistas que han participado en construir la historia de DiabloRosso, pero también señalando algunas ausencias, sobre todo de artistas mujeres en un programa que ha sido predominantemente masculino. Siento que a futuro sería importante también que DiabloRosso exhibiera también el trabajo de artistas de origen indígena y afro-descendientes (algo que además está muy presente en la complejidad étnica y racial de Panamá), algo que intentamos también incluir en esta muestra pero que por diferentes razones de logística al final no conseguimos hacer.

La idea detrás de esta muestra era originalmente muy sencilla: invitar a 15 artistas, uno por año de vida, que en algún momento hubieran mostrado en la historia de DiabloRosso.Por la situación de pandemia y aislamiento que pasamos, me interesaba también que la exposición fuera una fiesta, y que en vez de usar el presupuesto de esta en pagar transporte de obra, que el presupuesto se usara para invitar a estos 15 artistas a venir a Panamá, y que cada une trajera consigo una obra como ‘regalo’ para esta celebración. Por la pandemia esto también resultó más complicado, las fronteras no terminaban de abrir, viajar tampoco era tan fácil, y por lo mismo tampoco terminábamos de definir la fecha.

Pensé también que podríamos invitar entonces a que cada artista produjera una obra para el aniversario y que estas pudieran ser enviadas ‘dobladas’ por correo o FedEx, haciendo un guiño a las pinturas aeropostales de Eugenio Dittborn. Por tiempos, en realidad tuvimos que trabajar con lo que teníamos, encontrar la forma de hacer llegar los trabajos a tiempo a Panamá para la celebración de los quince años, y que los trabajos en conjunto crearan en la sala de exposición una suerte de cadáver exquisito, donde cada obra comunica las investigaciones estéticas de cada artista, pero donde también en conjunto crean entre ellas en el espacio de DiabloRosso un campo de energía que celebra la historia de la galería, pero que también dibuja posibilidades futuras de diálogo, acción y pensamiento para el futuro de la galería.

La sala de la exposición también está pintada toda de rosa -esto quizás tiene que ver con mis primeros recuerdos del booth que vi de DiabloRossoen Zona Maco en México en 2009, o tal vez tiene que ver en que como no hablo italiano siempre pensé que rosso era rosa y no rojo-; puede ser también como un homenaje a los pasteles y vestidos color rosa pastel de quinceañeras en sus celebraciones, o puede ser leído como una crítica institucional desde los trópicos al cubo blanco de exhibición, algo que siento DiabloRossoha estado haciendo a lo largo de su historia.

[Línea de tiempo] Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar
[Línea de tiempo] Vista de la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

La sala principal de la galería se complementa con la sala posterior donde se incluye una línea de tiempo tanto de la historia de DiabloRossocomo del contexto artístico/político/social de estos últimos quince años. Aunque la presentación formalmente es diferente, la idea original era una especie de homenaje a las líneas de tiempo presentadas por el colectivo estadounidense Group Materialen varias de sus exposiciones, especialmente en Timeline: The Chronicle of US Intervention in Central and Latin America, que presentaron en PS1 en Nueva York en 1984.

Las obras de esta sala están en diálogo con un video de Conlon y Harker, The Voice Adrift (La Voz a la Deriva) de 2017, donde un mensaje es enviado a través de una botella de plástico  que navega a través de cuerpos de agua hasta encontrar una persona a quien transmitir ese mensaje, y que además me resulta una metáfora fundamental para entender la exposición y las obras, así como la labor que ha hecho DiabloRosso y los ‘mensajes’ que artistas y exposiciones han enviado a lo largo de estos quince años de historia.

Quería terminar con las siguientes preguntas: ¿Qué sientes que ha faltado o podría haber sido diferente en estos primeros 15 años? ¿Y cómo te imaginas los siguientes 15 años de DiabloRosso? ¿Crees que el proyecto seguirá existiendo? ¿Crees que se continuará transformando como lo ha hecho desde que nació? ¿O que más bien en algún momento cumplirá su ciclo de vida?

Video de Donna Conlon & Jonathan Harker en la exposición «Quinceañere», en DiabloRosso, Ciudad de Panamá, 2021-2022. Foto: Raphael Salazar

JW: Sinceramente hace unos años sentí que el proyecto ya había cumplido su ciclo. No porque hubiera logrado cumplir su meta, sino por la indiferencia y falta de interés del público local. En el 2017, antes de encontrar el espacio donde habitamos actualmente, realmente consideré no continuar más el proyecto. Sentía que no hacía mucha diferencia el esfuerzo; pero al encontrar este espacio algo cambió, especialmente la relación con el público cambió. Esta nueva ubicación satisface íntegramente un interés personal, que tiene que ver con poder llegar a un público más amplio. Específicamente a un público que no tiene acceso al arte, no por decisión, si no por lo alejado que está de su realidad, especialmente en un país como Panamá, con todos los contrastes y limitantes que acertadamente mencionas.

“Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”, es el motto del espacio en el que nos encontramos, y esto me genera una emoción muy grande. Esa misma emoción la siento cada vez que pienso en una muestra que vamos a instalar, con las obras que presentará un artista; o en el desarrollo de una idea de una muestra colectiva, y lo que eso puede llegar a significar para el público que lo ve, para esa persona que camina frente al espacio y para el más valiente que se anima a entrar y visitarlo de cerca. Llegarle a este público, y la diferencia que el arte puede hacer en él, es la razón por la que el proyecto sigue existiendo y por la que tanto esfuerzo y trabajo le invierto. Esa emoción me acaba manteniendo en un (cuasi) círculo vicioso, que no me permite cerrar las puertas, aunque económicamente el proyecto siempre haya sido complicado de mantener.

Hay muchas cosas que estoy seguro hubiera podido haber hecho mejor, pero algo que realmente siento que me ha hecho mucha falta, es haber encontrado a una persona que sea un apoyo real en la dirección de la galería, de la misma manera que lo es mi equipo en SKETCH (la oficina de arquitectura que fundé en el mismo año que inauguramos DiabloRosso), que sin su apoyo y comprensión no le podría dedicar el tiempo que le dedico a la galería. Hay algo que sí hice bien, y es el haber definido hace unos años a DiabloRosso como una “galería comercial sin fines de lucro”. Esto le quitó la presión de sentir que en algún momento debía funcionar como el “negocio” que nunca ha sido. Diablo tiene una misión mayor, que es además una dualidad: por un lado, está lo que podemos aportar al lugar en el que estamos; y por el otro, son todas las conexiones que ocurren hacia afuera, con el trabajo que hacemos con y para los artistas. Obviamente existe una potentísima sinergia entre ambas, que es lo que nos da fortaleza. También tengo que aceptar que la galería me ha permitido conocer a las personas más increíbles que he conocido en mi vida, tener las conversaciones más ricas y crear lazos y conexiones con las que solamente hubiera podido soñar de no estar en este mundo. Es más, hoy en día varios de mis amigos más cercanos han sido gracias a DiabloRosso, y creo que no hay mejor satisfacción que esto para el trabajo realizado.

Tú eres un gran tejedor de redes y, desde la distancia y en silencio, siempre nos has ayudado de una manera u otra. No me refiero solamente a DiabloRosso, sino a todos los espacios y artistas que de alguna u otra manera hemos tenido la dicha de compartir contigo. Yo veo que, gracias a esto, y al esfuerzo de algunas otras figuras clave, ha habido un gran crecimiento en la región. Gracias por todo tu esfuerzo hoy y siempre, y gracias por aceptar la invitación y honrarnos con la curaduría de esta exposición, que celebra una adolescencia juntos. Esperemos que sea la primera de muchas quince-primaveras que podamos compartir.

PLB: ¡Más sabe el diable por rosa que por vieje! ¡Larga vida al DiablxRossx!

Fachada de DiabloRosso, Ciudad de Panamá. Foto: Raphael Salazar

QUINCEAÑERE. 15 años de DiabloRosso

Curada por Pablo León de la Barra

Con la participación de Sandra Eleta, Fabrizio Arrieta, Engel Leonardo, Juan Pablo Garza, Katherine Bernhardt, Pia Camil, José Lerma, Donna Conlon & Jonathan Harker, Hellen Ascoli, José Castrellón, Federico Herrero, Luis Camnitzer, Adán Vallecillo y Sol Calero.

Fotos: Raphael Salazar
Diseño de wallpaper: Priscila Clementti
Investigación histórica: Paulina León

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