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FOLK PLATENSE, FOLK EXTRATERRESTRE

Por Alfredo Hadacil

La generación de críticos musicales que, como Greil Marcus y sus Rastros de Carmín [1], tuvieron que ponerle nombre al sonido de las artistas que fue pioneras en mezclar instrumentos tradicionales con electricidad, uso la palabra folk para referirse a una expresión popular y, a la vez, moderna.

Si uso la palabra moderno, es en su sentido más estricto. Folk es una voz que se remonta al siglo XIX. De la necesidad de frenar el ímpetu destructivo del progreso, en el apogeo de un romanticismo crítico con el capitalismo industrial y la sensación de que todo lo sólido se estaba desvaneciendo en el aire, surge una ética y una estética que se puede rastrear en geografías y disciplinas artísticas diversas. Pienso, por ejemplo, en cómo el movimiento Arts and Crafts buscó en los motivos naturales la vía de escape de la producción serial de basura y miseria. Otro ejemplo, en un contexto no sólo anglosajón, sería la poesía panteísta con su llamado a abismarse en lo sublime, a buscar la tierra nueva en la tierra vieja y rastrear -aún en una misma- la persistencia de un fondo de mitos viajeros y cultos danzantes que, anteriores al cristianismo, proliferan en todas las culturas como los hongos crecen en la humedad del musgo.

Pero, ¿qué sería esa nueva tierra que el folk encuentra en las visiones inmemoriales, en esa noche eterna en la que los estratos del inconsciente, como escalones de un presente ancestral que sustrata la tierra nueva, pueden ser remontados para producir una ruptura, una perspectiva inédita?

Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería

Pausa

En 2012, en calidad de curador blanco y a pesar de todo sureño, subalterno en un país más del primer mundo como España, visité Nantes para conocer artistas y preparar una muestra. En Francia, estaba de moda lo folk, sobre todo en su vertiente escultórica. La verdad es que no entendí nada. Demasiado prolijo, pensé. Las maderas y las referencias de campo y lo étnico estaban a la vista, relucían. Pero ni rastro de barro, ni rastro de un mínimo de espíritu plebeyo.

Genealogía xeno-extra-terrestre

Para restar un punto de optimismo, es preciso no olvidar cómo la palabra folk, que deriva del alemán volk (pueblo), sufrió como pocas las turbulencias del siglo XIX y su exceso de violencia. En la medida en que las micro-políticas fascistas capturaron la palabra folk (en español folclore) y la vincularon a una forma de comunidad de sangre y tierra al servicio de los amos, cuesta mucho desear un folk que no se quiera subdesarrollado e internacionalista; un folk que privilegie el sentirse extranjero al confort de lo identitario; que ni material ni espiritualmente se base en otra cosa que no sea una multiplicidad elementos y orígenes diversos; un folk más impersonal y artificial que íntimo o naturalista. Porque fabular quiere decir ser tomado en el momento en el que se deviene otra cosa. Porque nadie es interesante por lo que es, sino por los cambios en unx y en los otrxs que potencia.

Emulando a los cosmistas rusos y su delirio de mejorar tecnológicamente la naturaleza y así llevar la revolución al espacio exterior, este otro folk que es el folk platense entiende por alienación algo más que el concepto que explica la separación de la fuerza de trabajo de aquello que produce. De hecho, el folk platense se desentiende del trabajo como proceso de subjetivación y dominio sobre el medio ambiente. Y se entrega, en cambio, a los misterios de la comunicación con especies y plantas, de los ecos y encantamientos que se perciben en los días lluviosos de La Plata. Un tiempo   para caminar sin rumbo por las calles del cuadrado, buscando signos masónicos en los cruces y las diagonales de un plan urbano y social que bien podría esconder un mapa de las estrellas.

Más allá de posiciones esencialistas que entienden la diferencia desde la política de lo uno y lo único, el folk platense está tomado por una sensibilidad crítica con el papel del humanismo y la razón mecanicista. Ahora bien, el folk platense, a diferencia de otros movimientos folkies del siglo XX, no se enfrenta sin más a la técnica. Ya que por técnica entiende una amplia gama de operaciones brujas y estrategias supranaturales que son capaces de producir encantamiento en la materia, de transformar el polvo y las piedras en oro precioso, de elevar el espíritu como se elevaron primero los ángeles y luego los cohetes, desde lo eterno a lo eterno.    

Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería

Pero ¿se puede, entonces, ser folkie y a la vez marcar distancia con los discursos ecologistas que, tomando la naturaleza como un principio sagrado, sostienen que para deshacer la catástrofe bastaría con dejar de consumir, reciclar o adaptar la bicicleta como medio de transporte? ¿Se puede ser folkie, tener una huerta con las vecinas del barrio y defender el uso creativo y cooperativo de la tecnología? ¿Se puede ser folkie y no caer en melancólicas reflexiones que han dejado de creer en la necesidad de futuro mejor?

Hay ingredientes en este movimiento leve que es el folk platense de un imaginario que parecer haber abandonado el tema de la herencia, de lo vernáculo y las esencias inmutables por la pragmática de la libre conexión y el contagio. El folk platense es la expresión de un universo de cruces que no terminan nunca, de convergencias aberrantes entre tradiciones locales y exóticas, de cómo el espíritu de máquinas y técnicas se compone con las múltiples vidas de las cosas sobre y debajo de la tierra.

En su tesis doctoral, Mark Fisher escribe sobre una línea plana (flatline) donde no se distinguen agencias orgánicas e inorgánicas. Es el electroencefalograma plano que algunos experimentos médicos no consideran más el límite entre la vida y la muerte.  Ese espacio liso, en tanto que umbral, es donde se juega la ontología de la vida y la tierra nueva. En la propuesta gótico-materialista que aparece diagonalmente en el folk platense se actualizan las bases de un terror cósmico, la conspiración del universo contra lxs humanxs, el fantasma que acecha, la historia como agujero negro a punto de explotar y no como línea recta de tiempo homogéneo y vacío.

Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería

Economía-política del folk platense

El lado gualichero del folk platense viene de hecho a remover viejos fantasmas. Su estética es el efecto reflejo de un movimiento intensivo de la imaginación que, después de la pandemia, reacciona ante el presentimiento de que nuestra sociedad ha rebasado su límite. Por un lado, aparece el fantasma de la familia Pereyra Iraola y su proyecto de acumulación. De origen vigués, esta familia patricia es famosa por haber producido presidentes de la Sociedad Rural, políticos radicales y ganaderos latifundistas. Ahora, según cuentan, ha sido absorbida por otras familias patricias, como la Anchorena, en una política de filiación de capitales y clanes que tiene bastante de medieval.

En concreto, el folk platense empieza a tomar forma durante un paseo por el Parque Pereyra Iraola, parte de lo que era el camino que conectaba la ciudad con Buenos Aires, expropiado en 1948 por el Coronal Juan Domingo Perón para construir un parque para la comunidad.

Frente a los reflejos lunares-platenses del Árbol de Cristal, se propuso como objetivo programático del movimiento conseguir los recursos económicos para repetir el viaje de Leonardo Pereyra a Malasia. Leonardo Pereyra, según Wikipedia, es famoso por la creación de parques y jardines con especias y métodos de forestación exportados a Argentina desde Europa. Tenía el propósito (muy polémico) “de mejorar el suelo y generar un microclima que beneficiara la producción ganadera. Así, en 1860 comienza la forestación de la Estancia San Juan, que poco después se convierte en la cabaña madre de los Hereford del país”.

Repetir el gesto pereyrano de viajar al lejano oriente en busca de 12 nuevas semillas del Agathis alba o Árbol de Cristal, esta vez para traerle compañerxs al árbol -hoy en día el único en su especie en toda Latinoamérica-, es un gesto romántico cuando lo romántico no pasa precisamente por su mejor momento. Por no hablar de lo incorrecto de la empresa en términos ecológicos, cuando el sentido común progresista aboga por defender las plantas nativas.

Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Folk Platense» en NN Galería, La Plata, Argentina, 2021. Foto cortesía de la galería

Salvando las distancias, esa creación de condiciones artificiales que suspenden el régimen autóctono de la flora y la fauna, recuerda mucho a la propuesta terraformista de Benjamin Bratton. Me refiero a la necesidad de utilizar toda la tecnología a nuestro alcance y diseñar un plan ecológico viable para la nave Tierra. Igual que la humanidad fantaseó no hace tanto con modificar el clima de Marte para hacer posible la vida en otros planetas, Bratton defiende -entre otras- cosas resalvajizar algunas zonas del planeta. Introducir especies ya extinguidas (y por lo tanto producidas en el laboratorio) en vastos territorios.

¿Sería el folk platense una estética alineada con este nuevo futurismo? ¿Serían sus objetos de arte una suerte de avanzada que provee de imágenes a la tarea post-ecológica de diseñar una vida sostenible y más integradora de la agencia de las fuerzas y entidades que conviven con nosotrxs lsx humanxs dentro y fuera de nuestro planeta?


[1]   Rastros de carmín, del crítico cultural Griel Marcus, es el intento desesperado de historizar lo que ni siquiera la genealogía más especulativa es capaz de fechar: si podemos preguntarnos dónde estaba el punk antes del punk, antes de 1977, ¿podemos preguntarnos dónde estaba el folk platense antes del folk platense?


Folk platense se presentó entre octubre y noviembre de 2021 en NN Galería, La Plata, Argentina, con la participación de Facundo Belón (Facundo Belén); Javier Maravilla (Javier Villa); y Marina Dailuz (Marina Daiez). Texto por Alfredo Hadacil (Alfredo Aracil).

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