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DE LA UNIVERSIDAD A LA PLURIVERSIDAD: PUBLICACIONES DE ARTE, CRÍTICA Y “NUEVA NORMALIDAD”. UNA CONVERSACIÓN ENTRE CRISTÓBAL CEA Y VÍCTOR DÍAZ SARRET

En el contexto de la convocatoria N° 25 de Cuadernos de Arte UC, que invita a compartir reflexiones sobre el porvenir de las artes y la sociedad ante un presente incierto, conversamos con Víctor Díaz Sarret, académico de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile y Coordinador de Publicaciones de la misma, para conocer su perspectiva sobre el futuro de las publicaciones de arte universitarias.

En el camino nos extendimos hacia otros temas, como la crítica de arte por omisión, el capitalismo cognitivo, y la búsqueda de las Escuelas de Arte por desarrollar nuevas aproximaciones a la creación y educación artística. Todo ello enmarcado en un contexto que, alterado radicalmente por la pandemia y los movimientos sociales en todo el mundo, parece exigir otras formas de entender el rol de la Escuela de Arte Universitaria en la sociedad contemporánea.

Víctor Díaz Sarret

Cristóbal Cea: Cuadernos de Arte es la publicación más conocida de la Escuela de Arte UC, sin embargo, no es la única, ¿Podrías contarnos sobre otros proyectos editoriales de la Escuela de Arte UC?

Víctor Díaz: Si bien Cuadernos de Arte ha sido prioridad dada su regularidad y trayectoria, efectivamente la Escuela de Arte UC cuenta con otros proyectos editoriales. Entre ellos, por ejemplo, quisiera destacar la publicación de “Primera Persona. Programa Internacional de Profesores Visitantes” (2021), un muy interesante volumen de entrevistas compiladas y editadas por Mario Navarro[1]. En dicho libro podemos encontrar conversaciones con artistas sumamente relevantes: Rita McBride, María González, Pierre Huyghe, Abraham Cruzvillegas, Los Carpinteros, Juan Castillo y Matt Mullican; diálogos además dirigidos por integrantes de nuestro cuerpo académico, así como invitados para la ocasión: Cristián Silva, Gerardo Pulido, Tomás Rivas, Francisca García, Demian Schopf, Magdalena Atria y, por supuesto, Mario Navarro. Además, como ha sido la tónica producto de la pandemia, este libro se encuentra disponible también en formato digital.

En ese sentido, esperamos seguir desarrollando publicaciones que se orienten hacia el estudio y visibilización de la creación artística nacional e internacional, ya sea mediante entrevistas a autoras y autores, o bien publicando ensayos e investigaciones. Evidentemente, no puedo adelantar mucho más de aquellos proyectos hasta que no se vean concretados.

CC: Me imagino tendrían que ver con la inabarcable cantidad de entrevistas y conversatorios que se hicieron durante el 2020 ¿Crees que las publicaciones tienen un rol en el resguardo de estos eventos Zoom realizados durante el año pasado?

VD: Precisamente. Durante el 2020 (y también durante 2021) se han realizado numerosos encuentros y conversatorios vía telemática por parte de la Universidad. Y si bien dichos registros audiovisuales son de por sí una publicación, la palabra transcrita resulta un buen complemento: permite mayor facilidad como insumo para citas o paráfrasis, por ejemplo, y por su tamaño posibilita una descarga o visualización expedita (y exitosa), considerando que hay muchas personas en Chile que poseen deficientes conexiones a internet. Pero también creo que un “respaldo” transcrito y editado, para luego ser publicado de esa forma, ayuda a generar una memoria desde una perspectiva distinta. Una memoria textual, en donde el proceso de edición y corrección de ideas, con el tiempo pausado que ello implica, abordan los problemas en una dimensión distinta a la de una conversación. El habla, en una entrevista o en una conversación, por ejemplo, fluye a velocidades diferentes y con expresiones a veces inexactas. El texto, en cambio, permite buscar con mayor tiempo el tono esperado de la frase, el uso adecuado del término, la manifestación precisa de la idea. 

CC:  La crítica de arte en medios tradicionales, al menos en Chile, está bastante debilitada. Recientemente Cecilia Valdés Urrutia, miembro del círculo de críticos de Arte de Chile y crítica para El Mercurio, señaló que en Chile la crítica de arte “opta más bien por omitir” lo que no le gusta. ¿Compartes ese diagnóstico?

VD: Personalmente concuerdo con ese diagnóstico, sólo en parte: sin duda una modalidad de la crítica ha tendido a desaparecer y su peso se ha hecho menor ante el análisis de las obras. Me refiero a la crítica concebida como juicio de valor (incluso de gusto). En ese sentido, si bien cierta prensa se ha mantenido en la vereda de la crítica como juicio jerárquico sobre la supuesta calidad de una exhibición o una obra, hoy en cambio (y desde hace muchos años) lo que parece haber adquirido mayor fuerza es la concepción de la crítica en su primera acepción, es decir, el comentario como instrumento para un análisis. Es decir, pensar la crítica como un momento de apertura ante la potencia de la exhibición y la obra, y no como un cierre en torno a la mirada sesgada de quien enjuicia. Ello arrastra como consecuencia necesaria que se escriba sobre obras que a la autora o el autor del texto le resultan estimulantes; y, por ende, que se suelen omitir aquellas que no parecen tan decisivas o ejemplares para la hipótesis de lectura ensayada en el escrito. Al menos desde esa perspectiva, la omisión parece más deseable que aquel comentario destructivo ejercido por una figura de influencia mediática y/o pública. Pues, parafraseando a Rancière ¿acaso no debemos operar con el presupuesto de la igualdad de las inteligencias? Es decir, ¿por qué alguien (quien sea) debiese tomar el rol de “educar” sobre la supuesta “calidad” de una obra o una exposición?  

Ahora bien, sin duda la triste partida de Guillermo Machuca dejó un enorme vacío en el ámbito del comentario público sobre arte y no dejaré de agradecerle todas sus lecciones. Incluso podríamos decir que su deceso marca también la paulatina desaparición de aquella crítica bohemia en un sentido moderno: destemplada, humorística, pero también a veces inmisericorde. Pero ello no quiere decir que la crítica de arte en Chile haya desaparecido. Basta con navegar por la web y nos encontramos con variadas publicaciones lideradas por gente joven que, con suma profundidad, han abordado problemáticas de interés para el arte nacional. O bastaría incluso con ofrecer como ejemplo a Artishock, dedicada por años a lo que yo llamaría crítica de arte en un sentido ampliado, es decir, concebido para informar sobre arte, pero sobre todo para reflexionar en torno a éste (y no necesariamente para calificar a las obras).

Cuadernos de Arte 21

CC: En un contexto que ha dificultado la realización de exposiciones presenciales, y ante la emergencia del arte y la crítica en un contexto digitalizado, ¿cuál sería el rol de la crítica en una revista universitaria en este contexto de crítica diversificada?

VD: Primero respondería refiriéndome a la publicación a mi cargo, Cuadernos de Arte, revista que cuenta con una sección llamada “Reseñas”, destinada prioritariamente (aunque no exclusivamente) a escritoras y escritores jóvenes, y de la que se espera un breve comentario crítico sobre alguna muestra u obra exhibida durante el año. En cualquier caso, todas las secciones de la revista se condicen con el imaginario crítico que intentaba dibujar anteriormente, en la medida en que cada uno de los artículos y entrevistas dan cuenta de un análisis pormenorizado del caso de estudio escogido; pero, además, porque ofrecen una apertura hacia la potencia de las obras, así como hacia sus autoras y autores.

Pero tal como indica tu pregunta, nos encontramos en un contexto que requiere pensar constantemente el sentido de las publicaciones, atendiendo tanto a su tradición como a su proyección futura. Especialmente en estos casi dos años excepcionalmente difíciles para la gran mayoría de las personas. Tan difíciles que puede incluso sonar un tanto baladí o insensible concentrarse en los problemas que se han generado para realizar exhibiciones y muestras de arte; aunque por supuesto eso no es insustancial o menor para quienes se dedican a la creación. No obstante, pese a estas inéditas circunstancias, se han realizado exhibiciones, adaptadas por ejemplo al formato virtual. Es decir, obras que, sin haber sido concebidas bajo las lógicas de los lenguajes mediales, han recurrido a tales tecnologías para su visibilización. Tal vez por ello resulta tan importante en este contexto situar un examen sobre tales procedimientos, instalarlo mediante la escritura, pues serán aquellos relatos los insumos de esa memoria posterior que generamos, retrospectivamente, cuando debamos a futuro darnos el tiempo de pensar en lo que nos ocurrió. Es ahí cuando revistas como Cuadernos de Arte termina de concretar su propósito.

De esta manera, pensando ya en un sentido general, tengo la impresión de que la labor de las revistas universitarias es pensar desde su lugar, es decir, pensar desde la academia. Pero espero que no se me malinterprete el acento institucional, pues no me refiero a la academia como la conservación de un status quo o la justificación prolongada de una tradición, sino que precisamente a lo contrario: el privilegio de la universidad (que debiese ser un derecho no exclusivo ni excluyente, según mi posición) se constata en la posibilidad de pensar en relación a la tradición. No para conservarla, sino para desnaturalizarla, para observarla en su condición de relato. Esa posibilidad se ve fortalecida por la situación misma de lo “universitario”: lugar destinado a la generación de conocimientos mediante un régimen de permanente contacto con los saberes tradicionales. Esto, por tanto, implicaría una particular modalidad o identidad de las revistas universitarias en relación a otras posibles publicaciones: la crítica en estos casos se sitúa como diálogo con la propia estructura institucional desde su interior; el habla de sus páginas da cuenta de una voz arraigada en aquella continuidad de saberes, aportando al diálogo social desde dicha posición. De esta manera, las revistas no institucionales han de hacerse cargo de sus propias tradiciones y su voz adquiere tonalidades distintas, no “mejores” o “peores”, sólo diferentes e igual de necesarias.

Ahora bien, podríamos charlar dilatadamente del efecto que ha tenido la predisposición de las revistas universitarias a normalizarse bajo el régimen de las indexaciones, cuestión que ha aportado mucho en relación a la producción de saber, pero que también ha acarreado situaciones problemáticas para las artes y la creación en general. Factores como éste o el propio contexto de una crítica diversa y digital, son hoy tópicos que obligan a reflexionar sobre los formatos de las revistas universitarias, sus modelos de distribución y socialización, e incluso sus contenidos. Pero creo que su rol persiste: la perspectiva de la universidad no es “mejor” o “peor” que otras, pero en tanto que voz con su propia tonalidad también requiere ser escuchada. Y su valor puede estar situado en pensar crítica y autocráticamente desde la tradición que la ha visto emerger.   

CC: Pensando en arte y colaboración, pero especialmente en las publicaciones como una entidad de difusión y vinculación, ¿podrías contarnos cómo fue la experiencia de trabajar con el apoyo de Fundación Ca.Sa? Considerando además que la UC ha estado haciendo cada vez más notorias sus vinculaciones con otras instituciones, como el Museo de Artes Visuales (MAVI).

VD: La colaboración con Fundación Ca.Sa ha sido muy grata para nosotros, pues nos ha permitido una apertura desde la academia hacia otras áreas del acontecer artístico nacional. En ese sentido, valga destacar que la Fundación comparte un espíritu común con nuestra Universidad, a saber, un interés por lo público, por aportar a la sociedad. Ese ánimo compartido hizo de nuestro encuentro algo connatural. Y pese a las difíciles circunstancias que nos rodean hoy producto de la pandemia, tenemos muchos deseos de concretar algunos proyectos demorados y de profundizar nuestros vínculos con entidades como Ca.Sa. Considero que trabajar de esta forma colaborativa permitirá abordar con nuevos bríos el escenario cambiante con el cual deben lidiar las publicaciones sobre arte.

Cuadernos de Arte 21

“Ha sido más decisivo lo que ha ocurrido con las artes en el plano de la manifestación social desde hace al menos 15 años a la fecha: ahí podemos observar cómo se ha ido experimentando con los límites de lo que entendíamos por obra de arte e incluso sus posibilidades. Un caso ejemplar para lo que estoy intentando describir serían LasTesis”


CC: Ese tradicional “reparto de lo sensible”, aquella idea de que el arte está situado y validado por la academia, los museos, las bienales, las galerías y, por supuesto, las revistas de arte, se ha vuelto algo difícil de sostener hoy, pues estamos en un contexto en donde han emergido otros medios de validación, como las redes sociales, por poner un ejemplo. ¿Cuál crees que es el rol de una revista académica ante este escenario, uno en donde los discursos de validación artística se encuentran menos definidos?

VD: Creo que primero debo responder a esta pregunta de forma un tanto bourdiana: me parece que no han cambiado las formas de validación de la obra artística, sino que se han integrado otros medios para su visibilización. Para decirlo de otro modo, la institución no es necesariamente una masa arquitectónica (como el edificio que aloja un museo o una universidad), sino que está constituida por los agentes de un campo. Por tanto, concuerdo en que el campo del arte se ha visto intervenido por nuevos agentes, pero sobre todo por nuevos medios desde donde instituir el poder de la palabra. Ahora bien, nuevas posibilidades de circulación de la palabra no implican necesariamente nuevas posibilidades de validación, a menos que los criterios al interior del campo se vean transformados como resultado del conflicto entre las diversas fuerzas que lo componen. En definitiva, las redes sociales creo han permitido exhibir más y de otro modo algunas propuestas, generando incluso circuitos divergentes acotados en dichas comunidades virtuales, pero el sentido del Arte (ese con mayúscula) no se ha visto todavía mayormente modificado por aquel fenómeno. Pienso, al respecto, que ha sido más decisivo lo que ha ocurrido con las artes en el plano de la manifestación social desde hace al menos 15 años a la fecha: ahí podemos observar cómo se ha ido experimentando con los límites de lo que entendíamos por obra de arte e incluso sus posibilidades. Un caso ejemplar para lo que estoy intentando describir serían LasTesis, propuesta en donde las redes sociales no validan, sino que amplifican la creación a tal punto que la consagran como un fenómeno socio-cultural internacional, puesto que tengo la impresión de que su intención no era validarse “artísticamente”, sino activar políticamente a la sociedad.

Pero también hay muchas y muchos artistas que han estado de forma sistemática trabajando desde aquella disposición, cuestión que ha alimentado no solamente la discusión política y pública, sino también nuevas potencialidades para el Arte. Tal vez debiéramos analizar estos fenómenos actuales también un poco desde la perspectiva de Groys, y reflexionar sobre cómo la por él llamada “producción de sinceridad”, muy asociada a la imagen medial y pública, ha derivado en la colectivización de la creación artística a través del sacrificio simbólico del nombre del autor. 

Cuadernos de Arte 24

“La labor de la crítica y las revistas universitarias debe estar asociada (tal como señalaba) no a validar a la obra en el sentido de un juicio taxativo sobre supuestas cualidades de las creaciones, sino a abordar lo contemporáneo en aras de una potencial (y eventual) validación por parte de la Historia. Para ello se requiere de un tratamiento acucioso sobre lo ya consagrado, pero también una especial dedicación a lo nuevo, al riesgo que ello supone”.


CC: Claro, no creo que hubiese una intención de “validación artística” que es más común en el campo de las artes visuales. LasTesis se visibilizaron primero directamente en la calle, luego a partir de redes sociales y de ahí los medios tradicionales no tuvieron otra alternativa más que validar lo ya consagrado. Algo similar sucedió con Demanda Pública de María Luisa Portuondo, libro de artista que fue adquirido por el MoMA este año y que, al igual que LasTesis, es una obra fuertemente vinculada al teatro y lo performático.

VD: Exacto. E incluso podríamos agregar la fotografía de Susana Hidalgo, emblema del despertar social chileno, visibilizado por el uso de las redes sociales; registro fotográfico que, además, coincidentemente, también fue realizado por una actriz.

Por ello, y volviendo a tu pregunta anterior, me parece que el rol de una revista académica se relaciona mucho con las ideas que intentaba plasmar en torno a la crítica y la memoria anteriormente: la crítica debe estar permanentemente abierta a nuevas consideraciones y al auto-examen de sus presupuestos, es decir, no debe quedarse anclada a concepciones previas. ¿Recuerdas al crítico de Ratatouille, el filme de Pixar? “Lo nuevo necesita amigos”, decía él luego de su gran revelación personal. Y si bien la caricatura a la figura del crítico de cocina (extrapolada al mundo del arte) como un ente oscuro y desagradable que sólo parasita de las creaciones de otro es sumamente injusta, esas palabras expresadas por el personaje me parece que tienen mucho sentido. Por ello la labor de la crítica y las revistas universitarias debe estar asociada (tal como señalaba) no a validar a la obra en el sentido de un juicio taxativo sobre supuestas cualidades de las creaciones, sino a abordar lo contemporáneo en aras de una potencial (y eventual) validación por parte de la Historia. Para ello se requiere de un tratamiento acucioso sobre lo ya consagrado, pero también una especial dedicación a lo nuevo, al riesgo que ello supone. Luego será el tiempo el encargado de consolidar a las obras que tendrán protagonismo en el relato retrospectivo de una época.

CC: ¿Qué piensas de que lxs artistas escriban? Ahora se ha vuelto común nuevamente: publicaciones como las de Whitechapel o Gato Negro prácticamente no contienen imágenes, a diferencia de hace algunos años en donde -si mal no recuerdo, era casi mal visto. Pienso en catálogos de los 90´s en donde estaba muy claramente delimitada la línea que separaba la obra de su interpretación.

VD: Sin duda siempre los artistas han escrito, incluso antes de la plena conformación moderna del sentido del Arte. Aunque, por supuesto, en ciertas etapas dicha escritura estuviese orientada casi exclusivamente al manual técnico, al estudio pedagógico, y luego al manifiesto, la escritura nunca ha sido propiedad exclusiva de esos “entes oscuros” caricaturizados en “Ratatouille”. Me parece que es un error pensar a la palabra escrita como un instrumento con grados de exclusividad, así como suponer que quienes se dedican prioritariamente a la escritura no pueden desarrollar creación (pensemos por ejemplo en Gonzalo Pedraza, formado en Teoría e Historia del Arte, curador, pero con una extensa y fructífera producción de obra).  

Ahora bien, evidentemente la situación biográfica de la escritora o el escritor siempre afectará el sentido de lo escrito. Por ello, escribir desde la perspectiva de la creación probablemente generará una identidad en el texto distinta a quien escribe desde una formación teórica. Eso no implica que lo primero sea menos reflexivo, o que lo segundo sea mera abstracción desconectada de la realidad de la obra. Esas preconcepciones son también meras caricaturas, las cuales creo no le hacen bien a las artes.

Y es que debemos recordar que estamos en un mundo en donde, en el campo del saber, lo transdisciplinar y lo interdisciplinar han tomado fuerza. Por tanto, resulta consecuente dejar de pensar en modelos de “exclusividad”.

No obstante, evidentemente eso no implica desestimar por completo las identidades disciplinares; en ese sentido, hay un marco de semejanza con lo que se puede observar en la problemática relación entre el cosmopolitismo de la globalización y la preservación de las culturas territoriales tradicionales: la palabra escrita no debe ser administrada como un instrumento de exclusión, pero debemos también preservar las particularidades de cada ámbito disciplinar, pues es allí en donde se encuentra su riqueza. Resulta muy complejo cuando en el mundo académico o público se evalúa la creación con criterios científicos, por ejemplo, así como sería poco acertado una relación de esa índole a la inversa. Y, sin embargo, eso no implica que el arte no se puede relacionar con el mundo científico, como bien sabemos.

En el caso de la escritura, debemos aprender a respetar y valorar a quienes se han dedicado con mayor ahínco a dicha labor, o quienes provienen de una formación asociada al desarrollo de esas competencias, pues su identidad autoral dejará una huella distintiva en el texto, tramando relaciones con la reflexión y el saber desde una disposición diferente a la que brindaría una persona experta en el uso de otras herramientas. Pero, insisto, eso no implica que la herramienta de la palabra deba quedar asociada únicamente a un modo de comparecer ante la idea de lo artístico.

Es la diversidad como posibilidad de existencia legítima de lo particular lo que debe primar al momento de observar este fenómeno: una instancia en donde la o el experto sean considerados por su conocimiento, sin silenciar con eso a quien desee proponer una perspectiva nueva y única.

CC: Cuadernos de Arte no es una revista indexada…

VD: No, no lo está. Y no es porque no se haya considerado o discutido. Pero hay una cierta identidad tradicional en esta revista que ha hecho que la indexación sea materia de debate, y no en cambio un proceso de implementación inmediato. Esto, porque Cuadernos de Arte se ha caracterizado por ofrecer una amplia gama de modalidades de escritura en sus páginas, desde el artículo, el ensayo y la reseña, hasta la intervención visual, poética, e incluso una predisposición a entender a la imagen como una entidad para la lectura. Veo en Cuadernos de Arte una potencial expresión de lo que anteriormente comentaba: la fuerza de lo diverso en sus diferentes lenguas. De las voces en sus distintos tonos.


“El Arte no opera fuera de la sociedad, sino que se enmarca como un ámbito dentro de ella. Por tanto, las Universidades tendrán la tarea de lidiar, pensar y actuar en un escenario inédito para la historia reciente”.


CC: El próximo número de Cuadernos de Arte se titula Porvenir. ¿Cómo ves el futuro de la relación entre Arte y Universidad, considerando que instituciones como la universitaria tienden a ser etiquetadas de elitistas, así como ocurre con el arte contemporáneo?. En ese sentido, ¿cuál sería la autocrítica que realizarías a las escuelas de arte universitarias de Chile? Y, ¿de qué forma crees que estas instituciones podrían contribuir a reconstruir puentes entre el arte y la sociedad?

VD: Estimo que el mayor problema no es sólo que las instituciones sean elitistas, sino que el Arte por definición y desde sus orígenes se ha concebido como propio de una élite (eso al menos si seguimos la definición tradicional propiciada por la idea de “Bellas Artes”): primero económica, con la aristocracia, y luego de una élite cultural con el arribo de la burguesía. Ha habido desde las vanguardias de principios del siglo XX un compromiso del Arte por romper con la esfera de autonomía constitutiva de su proceder, y con ello supuestamente afectar de forma directa el campo social, pero el cumplimiento de dicha promesa sólo se ha dado como el oleaje sobre la costa: cuando arriba encima de la arena, luego rápidamente se vuelve a replegar. Ese movimiento oscilatorio evidentemente tiene que ver con las particulares condiciones culturales de una época, las cuales harán más o menos proclive la posibilidad (o la necesidad) de romper la supuesta frontera entre el círculo del arte y el resto de la sociedad. Pero también debemos recordar que el vínculo entre arte y sociedad es uno ya dado de forma anticipada, en la medida en que “la sociedad” es un conjunto omniabarcante y el arte (en cualquiera de sus formas) está subordinado a dicho terreno. Tal vez la pregunta no esté entonces en una forma de recomponer los lazos entre arte y sociedad (porque toda actividad humana está enmarcada por la sociedad), sino cómo hacer del arte una actividad social o bien cómo hacer del arte una actividad masiva. Como se deducirá, en la frase anterior se delatan sustantivas diferencias políticas en torno a lo que supuestamente le corresponde al arte: o ayudar a cambiar al mundo o volverse más visible y rentable. Y si bien una fórmula no es inmediatamente excluyente de la otra, sí la intensidad o protagonismo que se la brinde a alguna de ellas marcará automáticamente el carácter de lo creado.

Personalmente creo que el porvenir de Chile estará fuertemente marcado por las consecuencias de la pandemia y por la elaboración de una nueva Constitución, cuestiones que tendrán efectos no solamente en lo inmediato, sino por muchos años más. Si seguimos con la premisa que ofrecía anteriormente, el Arte se va a encontrar marcado por el mismo signo que el resto del país, pues el Arte no opera fuera de la sociedad, sino que se enmarca como un ámbito dentro de ella. Por tanto, las Universidades tendrán la tarea de lidiar, pensar y actuar en un escenario inédito para la historia reciente. En dicho nuevo panorama, el sentido de lo público adquiere cada vez más importancia. En ese sentido, me parece que las Escuelas de Arte en Chile se han visto un tanto obligadas a focalizar su atención en la formación, cuestión relevante a nivel universitario, pero no el único asunto prioritario para instituciones comprometidas con el saber. Ello en parte se debe a las dificultades que posee un sector no siempre rentable a nivel monetario (como el Arte), cuestión que se replica en el actual sistema universitario nacional.

CC: Claro, porque si no resulta rentable a nivel monetario, tendría sentido que fuese «rentable» en otros aspectos: sociales y culturales, por ejemplo.

VD: ¡Por supuesto! Cambiar incluso la idea de “lo rentable” por “lo redituable”. Y el rendimiento no sólo puede ser estimado en cifras, menos monetarias y aún menos en términos inmediatos o a corto plazo. Tal vez, considerando aquello, una forma plausible de comenzar a propiciar las condiciones para hacer del arte una actividad social (e incluso también potencialmente masiva), sea entablar relaciones con otras organizaciones fuera del campo universitario, ya sea en el mundo privado, el mundo estatal o comunidades autoconvocadas, por ejemplo. De ahí que la relación tramada entre una fundación como Ca.Sa y Cuadernos de Arte sea tan relevante, pues nos permite mantener contacto con dichas entidades que desean trabajar en pos de lo público, independientemente del mundo de donde provengan. Esperamos en ese sentido que Cuadernos de Arte y las publicaciones de la Escuela de Arte UC propicien un diálogo fructífero con otras instituciones universitarias, pero también con diversas comunidades al interior de la sociedad. 

CC: Con la pandemia nos hemos visto forzados a adaptarnos a la incertidumbre, sin embargo, había temas que se veían venir, como la transformación digital, que la pandemia sólo aceleró. ¿Cómo crees que estas vinculaciones entre Escuela de Arte, Universidad y Sociedad se pueden abrir a esa indeterminación compartida, y en algunos aspectos predecible, que es el futuro? ¿Qué temas crees que hay que empezar a trabajar desde ya?

VD: Tu pregunta ya lo devela: los medios de comunicación digitales se han tornado medios de vinculación, cuestión que podía anticiparse con anterioridad, pero no su acelerado arribo por efecto de la pandemia. Y, sin embargo, vivimos en un país en donde los dispositivos y la conectividad siguen siendo un privilegio de algunas y algunos mas no una condición de la mayoría. Entonces, ¿estamos de facto en un mundo digitalizado? Lo interesante (y complejo) de vivir en un país como Chile es que habitamos en un tiempo a destiempo, o con múltiples líneas temporales coexistiendo. Un multiverso. Esa asincronía (no en comparación a otros países, sino que al interior de la nación), efecto directo de la desigualdad, obliga a pensar en las vinculaciones desde un carácter multidimensional. Y, sobre todo, multicultural… pluricultural, mejor dicho. Por ejemplo, prepararse al arribo (deseable e inevitable) de otras idiosincrasias y lenguas, hacer de la universidad el lugar de lo diverso (¿una multiversidad?). Eso también implica empezar desde ya a concebir nuevas formas de hacer al interior de las instituciones y nuevas formas de relacionarse. Y tal como expresaba anteriormente, no desatendiendo a la tradición, no desarticulando las identidades culturales o disciplinares previas, sino dándole cabida también a otras.

Creo que la pandemia nos recordó que nos requerimos mutuamente para sobrevivir, pero también para vivir. Y que debemos prestar atención al presente, porque la anticipación excesiva puede resultar infructífera. Pero debemos prepararnos en lo posible, con la suficiente flexibilidad para adecuarnos cuando el timón del mundo gire en una dirección insospechada.


[1] Quien también fuera Coordinador de Publicaciones de la Escuela de Arte UC y gestor de esta compilación

Cristóbal Cea

Nacido en Chile en 1981, es artista y profesor universitario. Su trabajo como artista se enfoca en las relaciones entre medios digitales, historia y memoria, utilizando animación 3D, videojuegos y archivos como herramientas para re-examinar historias ocultas y olvidadas, buscando desencantar los hechizos del pasado en el presente. Ha sido profesor de medios digitales en New York University, Rhode Island School of Design y actualmente en la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde realiza cursos de Animación, Taller y Teoría. Colabora activamente con el colectivo AntesDelOlvido.

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