ASUNCIÓN MOLINOS GORDO: ¡CUÁNTO RÍO ALLÁ ARRIBA!
¡Cuánto río allá arriba!, la tercera exposición de Asunción Molinos Gordo (Aranda de Duero, Burgos, España, 1979) en Travesía Cuatro, rinde homenaje a los miles de usos y formas que ha tenido el agua a lo largo de la historia, a través de un conjunto escultórico creado por la suma de elementos de la alfarería del agua: cántaros, cántaras, cantarillas, botijos, cantimploras, jarras, barreños, lebrillos y ritones.
Estos objetos, que durante siglos fueron imprescindibles en la vida cotidiana de muchas y diferentes sociedades humanas, hoy en día son reliquias que han quedado en desuso y relegadas al ámbito museístico por su valor etnográfico. Algo que tiene una relación directa con la generalización del agua corriente, la mecanización de las labores agrícolas y el éxodo rural.
La obra de Asunción Molinos es polisémica y transita hábilmente por diferentes lenguajes. En su práctica artística cuestiona las categorías que definen la ‘innovación’ en el discurso dominante actual, explorando las diferentes formas de dominación intelectual desde lo urbano a lo rural. Trabaja desde una perspectiva fuertemente influida por los métodos de disciplinas como la antropología, la sociología y los estudios culturales.
El principal foco de su obra es el campesinado contemporáneo. Su entendimiento de la figura del agricultor pequeño o mediano no se ciñe solo a la de productor alimenticio sino también a la de agente cultural, responsable tanto de perpetuar el saber tradicional como de generar una nueva pericia para enfrentar los retos actuales.
Ha producido obra que reflexiona sobre el uso de la tierra, la arquitectura nómada, las huelgas de los campesinos, la burocracia sobre el territorio, la transformación del trabajo rural, la biotecnología y el comercio internacional de alimentos. Con este nuevo proyecto expositivo se apropia del trabajo con barro, una de las actividades más antiguas del hombre, a través del cual podemos intuir costumbres pretéritas, modos de comunicación y también formas de interrelación entre los humanos y su entorno.
La artista emplea un código escultórico basado en la gestualidad del ensamblaje y se apoya en el lenguaje arqueológico, herramientas de las que se ha servido en proyectos anteriores como Dunia, Mulk, Yabarut o Description de l’Égypte. Su reciente instalación en el IVAM de Valencia, Como solíamos, reproducía el trazado de acequias de la huerta valenciana, una obra de ingeniería hidráulica construida por los agricultores en época andalusí.
En esta ocasión se aleja del orden estratigráfico y propone un collage cerámico con el que se permite licencias históricas al mezclar elementos del ajuar nazarí con otros provenientes de diferentes partes del Mediterráneo y que no siguen una línea cronológica. Todas las piezas han sido producidas en colaboración con tres talleres del pueblo de Manises: Reflejo Metálico de Arturo Mora, Ana Palés, y el taller Domanises de Juan Carlos Iñesta, quienes llevan a cabo una labor de conservación de la alfarería desarrollada en el Levante durante el medievo, que alcanzó su máximo refinamiento con las labores y técnicas de la comunidad islámica.
La mayoría de las piezas hacen referencia al transporte, almacenamiento y consumo del agua, aunque también aparecen ejemplos de botijos de engaño o cántaros de novia, que nos hablan de costumbres lúdicas cargadas de simbología. Estos últimos, con sus cavidades agujereadas, pasan de la funcionalidad al artificio, simulando una plenitud que rápidamente se derrama ante nuestros ojos. Entre las distintas morfologías también hay guiños a otras formas de vida sobre la Tierra, como la animal, que necesitan del agua para sobrevivir y que no están regladas por criterios de productividad o mercantilización. La Sharia – la ley islámica – refleja esto en dos preceptos fundamentales: el derecho universal del ser humano a saciar su sed y la de sus animales, y el derecho al riego de sus cosechas.
Esta producción escultórica condensa la investigación que la artista viene desarrollando en torno a la distribución equitativa del agua y la importancia de ésta para el mantenimiento de la paz social, algo que todas las comunidades rurales del mundo entienden como un recurso indispensable. No es casualidad que varias de las obras, sostenidas por una estructura metálica, recuerden a las fuentes de uso público – ollel – que ofrecen agua potable a los transeúntes en las ciudades del mundo islámico. De esta manera, la artista da cuenta de los vestigios de un sistema ético ancestral de cooperación y solidaridad que ha regido los recursos del planeta y que es un ejemplo de autogestión de las comunidades locales, urbanas y rurales, que hoy en día ya acumulan experiencias vividas a raíz del cambio climático.
El agua, considerada como un bien común y fuente de vida en todo el planeta, empezó a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street en diciembre de 2020, lo que permite comercializar con los derechos de su uso. ¡Cuánto río allá arriba!, exclamaba Octavio Paz en su poema El Cántaro Roto (1958), en el que cuestionaba la idea de progreso con la que los gobernantes disfrazaron la realidad de su país, de la misma manera con la que los mecanismos financieros han creado un espejismo de aguas caudalosas a partir de una lucha distópica por la privatización del recurso más preciado en la Tierra.
ASUNCIÓN MOLINOS GORDO: ¡CUÁNTO RÍO ALLÁ ARRIBA!
Travesía Cuatro, Calle de San Mateo 16, Madrid
Del 10 de junio al 31 de julio de 2021
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