
MARIANA AJO: ESCENAS
Por Ra. Ruiz
La obra fotográfica de Mariana Ajo (Irapuato, Guanajuato, México, 1993) se caracteriza por la forma del desglose. En una primera instancia, el reconocimiento de su cuerpo, el saberse una mujer dentro de los esquemas del estudio del arte, en específico de la fotografía. Después, el sistema familiar que va auto-descubriendo, una auto-etnografía que se va diseccionando a partir de las imágenes que integran sus proyectos. Mariana produce códigos visuales.
Lograr comerse un pastel decorado con la cara de una anciana pareciera una acción caníbal, un auto-exilio de la vejez y, al mismo tiempo, una postura estética hacia el deterioro. Este viaje de ensueño en el que podemos comernos literalmente una imagen, nos complejiza: ¿A qué huele una foto/pastel de anciana?, ¿a qué sabe?, ¿por qué lo destroza? Esta es una de las piezas que integran su muestra en Neotortillería, titulada Escenas.
Mariana cuestiona cómo y desde qué posturas ha sido construido y al mismo tiempo invadido su cuerpo; cuestiona la feminidad y el retrato fotográfico como una forma de conocimiento propio y privado; se reconoce a partir de las secuelas de las poses, de los retratos de mujeres que están cerca como imagen y como figura.
La fotografía de su madre, a la edad en la que se sintió más guapa, la dirigió a cuestionar todo en su vida, a diseccionar aspectos formales de la fotografía como la iluminación, la pose y los gestos de una figura femenina. ¿Qué es una mujer guapa?, ¿para qué y para quién(es)?. Es aquí donde la construcción de las piezas comienza el camino auto-etnográfico.
¿Cómo se comportan las mujeres ante un retrato fotográfico? ¿Por qué posan de esa manera estilizada, que pareciera arcaica, pero que se sigue repitiendo en muchos de los patrones de belleza que circulan en Internet? Por ejemplo, el maquillaje de Kylie Jenner puesto sobre una máscara de látex genera una escultura a partir de la metodología de construir una cara, una imagen dentro de un rostro, el dibujo de alguien que, descontextualizado, se convierte en un molde.





Las escenas a las que acude Mariana provienen de todos lados. Son sucesos espontáneos u objetos que se encuentra en el transcurrir de su rutina a partir de una reflexión cotidiana; pueden ser sucesos en televisión, redes sociales y medios de información. Dentro de las imágenes se pueden observar sujetos que se colocan dentro de los estándares de posicionamiento en torno a la imagen femenina y su control al momento de hacer una captura. Al final, el cuerpo es una herramienta que “pretende” que construye una “forma”, y esa forma se alimenta de preceptos estéticos y de elucubraciones de “lo correcto”. Mariana lo captura para después generar este ensayo con herramientas que se generan a sí mismas como imágenes.
En estas fotografías se pueden observar sujetos, objetos, paisajes, archivos e imágenes prefabricadas. Con esto comienzan a generarse analogías: la pintura sobre la piel, la máscara sobre la máscara, y la visualización externa del cuerpo dentro de la sociedad y de los ciber-media. En ellas, aflora la comparativa constante de lo aprendido en el núcleo familiar en contraposición a la realidad del “deber ser” estructurado dentro del cuerpo de una mujer. La imagen de la zapatilla de la muñeca junto a un pie de tamaño real visibiliza estos aspectos.
En el ensayo de Mariana también se muestran espacios destinados a la creación de la imagen corporal, como el salón de belleza. Por otro lado, la artista también retrata espacios íntimos, como el baño, donde a pesar de la falta de un cuerpo representado en la imagen es posible construir uno a partir de los objetos que aparecen sobre el lavabo, pues evocan la construcción de una figura femenina.
Como parte de su reflexión, la artista también estudia su propia imagen. En este sentido, se da a ella misma un regalo: se trata de una pintura de su propio rostro, un rostro joven que encaja en el estereotipo de lo bello-femenino. Este rostro lo contrapone a imágenes que muestran los procesos de envejecimiento y la subyugación de la belleza en el cuerpo femenino.
Los dedos de plástico que se utilizan para mostrar distintos diseños de uñas acrílicas se muestran aquí como elementos de paradigmas estéticos y de preconcepciones de las personas que los utilizan. El cabello, por su parte, es una aproximación a la autopercepción y percepción externa. Este rasgo natural de la persona puede hacernos parecer atractivos, extraños, o acercarnos a la posibilidad de “radicalizar” nuestro aspecto. A esto se refiere la artista en una de sus piezas. Utilizó un trozo de cabello que fue comprado en una estética de belleza para, con decolorante, intervenirlo con la frase Nos heredaron un cuerpo; un mensaje que denota el fenómeno de una alienación forzada del cuerpo para encajar en una sociedad determinada y estar en una constante modernización.
La artista también hace un estudio del peinado como un comentario a la exotización de ciertas culturas y la apropiación étnica por parte de medios de comunicación tradicionales y digitales. Recordemos las famosas trenzas que se hizo Kim Kardashian y el cuestionamiento acerca de lo racial y exotizante que se resultaba este acto.
Este ensayo de Mariana Ajo continúa generándose; ella va ampliando sus indagaciones en el uso de la imagen, dudando constantemente de los elementos que la conforman, la conformaron y cómo se van modificando.






Escenas, de Mariana Ajo, se presentó del 2 al 23 de abril en Neotortillería (Hospitales 10, Marfil, Barrio las Palomas, Ciudad Guanajuato, Guanajuato, México).
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