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RECUERDOS DE NÁPOLES

Por Harold Ortiz y Santiago Rueda | Curadores

Las relaciones entre la actual Colombia y el Caribe holandés son más profundas de lo que se podría pensar. Durante la colonia y hasta bien entrado el siglo XX, el comercio de bienes, desde el Dividivi que salía del continente hasta el contrabando que entraba en él, formaba relaciones de intercambio. Piratas, bucaneros, corsarios, comerciantes, las costas desiertas de la península de la Guajira y el pueblo Wayuu contribuyeron a configurar un escenario mítico. En Cien años de Soledad, por ejemplo, los inventos y maravillas del mundo moderno llegaron a través de los gitanos que usaron Aruba y Curazao como trampolín para conectar Macondo con el mundo exterior.

A finales del siglo XX, las islas se convertirán principalmente en un destino turístico de preferencia, un paraíso, escenas de placer y hedonismo. El turismo, obviamente, intensificó las relaciones entre las islas y también entre ellas y el continente, diversificando el intercambio de bienes y el movimiento de personas. Las islas, principalmente en el Caribe, comenzaron a ser buscadas, no sólo como rincones edénicos sino también como paraísos fiscales.

En otro lugar y tiempo, en el interior del continente, un rico contrabandista y comerciante de cocaína trató de crear su paraíso en la tierra, la Hacienda de Nápoles, a orillas del río Magdalena. Allí, el principal producto de exportación de la industria del entretenimiento colombiano, Pablo Escobar, gobernó y vivió fuera de la ley durante algunos años. Importaba animales exóticos de Asia y África, jirafas, elefantes, rinocerontes, cebras, antílopes, avestruces e hipopótamos.

La Hacienda, abierta al público en los años de gloria de la mafia, posteriormente abandonada y finalmente convertida en un parque turístico, dejó una huella en la memoria colectiva y sigue produciendo efectos, cuestionamientos y hechos que parecen ser producto de la imaginación. Como algo absolutamente macondiano, el hipopótamo, abandonado tras la derrota del capo, comenzó a poblar las orillas del río Magdalena, y hoy en día coexisten con la fauna local, reproduciéndose en libertad.

Menos pintoresco es el hecho de que, sin ningún problema, Colombia ha aceptado que Nápoles, el extinto reino de uno de los peores asesinos de su historia, sea hoy un parque de diversiones, manteniendo limpia la memoria del mafioso. Nápoles en su conjunto, cuyo nombre rinde homenaje a la Camorra italiana, representa el triunfo de la mafia sobre la ley, del lujo y del mal gusto, pero también es un lugar en el que examinar la utopía, el sueño inconsciente de ver en América el nuevo mundo, espacio en el que se funden todos los continentes, pueblos, razas, flora y fauna, incluidos los hipopótamos.

Memorias de Nápoles reúne la obra de artistas que reflexionan sobre este enclave, pero que también investigan la destrucción de un verdadero paraíso terrenal, la actual Colombia, un lugar con los mejores climas, tierras y diversidad del planeta, destruido a sangre y fuego en nombre de una injusta e irracional guerra contra las drogas, una excusa cínica para imponer los beneficios de las estructuras y lógicas del capital, dando testimonio de la tragedia de un Edén en descomposición.

Camilo Restrepo, Kill them all (60), 2020, tinta, pasteles de cera solubles en agua, acrílico, saliva y cinta adhesiva sobre papel, 42 x 59,3 cm. Cortesía del artista

“En Colombia existe el dilema de qué hacer con los hipopótamos. La manada del narco-zoológico de Escobar empezó a crecer y seguirá haciéndolo de forma exponencial: había 60 ejemplares en 2019, había 80 o más en 2020, y se estima que habrá 800 en 2040 y 8000 en 2060. Estos mega invasores son una amenaza tanto para las personas (en África son la principal causa de muerte por ataques de animales salvajes) como para el medio ambiente: contaminan las aguas y desplazan o exterminan especies autóctonas. La solución a este problema sigue siendo la plata o el plomo. Dado que en Colombia no hay suficiente dinero para capturarlos, esterilizarlos o reubicarlos, es urgente aniquilar a decenas antes que se conviertan en cientos o miles de ellos. El cálculo se puede realizar en vidas o en toneladas de carne muerta”.

Alberto Baraya Hipopótamos en París, 2017, óleo sobre tela. Cortesía del artista
Edwin Sánchez, fotografía sin título ni fecha. Cortesía del artista
Nelson Guzmán Avellaneda, Nápoles, 2007, fotografía. Cortesía del artista

Para Ryo Brachyura, el zoológico de la Hacienda se acerca a un altar dedicado a animales clave en las cosmogonías de los cinco continentes y, desde la mirada de un multimillonario que intentó cambiar todas las leyes y reglas de lo legal, desafiando con ello lo terrenal, ¿por qué no pensar en lo metafísico? Nápoles es más como un Edén en una tierra prometida (comprometida), el comienzo de un nuevo mundo a su antojo, uno que le permitiría designar su propio destino, reorganizar las estrellas y unirlas para crear constelaciones secretas. Esta es la idea base de la obra “Zodíaco Napolitano”.

Ryo Brachyura, Zodíaco Napolitano, 2020, instalación con fotografías, telas impresas y stickers para WhatsApp. Cortesía del artista

Sebastián Múnera, Delito y ornamento: falsa libertad, falsa captura, 2019. Instalación con alfombras y video. Cortesía del artista y MAMM, Medellín

Cocola es una amplia investigación de Hernán Pruden sobre temas musicales que hablan de la cocaína. Esta selección de discos comienza con Carlos Gardel y el trío Matamoros y termina con Systema Solar. Sorprendentemente, en estos 90 años de historia el tango, la chanson française, la música cubana, el folk, el country, el jazz, el mambo, la música andina, el reggae, el blues, el rap, el rock, la samba, la cumbia villera y la peruana, el vallenato, el hip-hop, la salsa y el reguetón tienen temas basados en la coca. Dividido por décadas, el archivo contiene más de 100 canciones y se actualiza progresivamente.

Luisa Ungar, Dominio de la Extinción, 2018, instalación con 97 pieles de animales mamíferos, documentos, libros. Bienes incautados y confiscados a mafias de la droga y de animales en Colombia entre 1970 y 1990. Cortesía de la artista

Honeymoon, de Tatyana Zambrano, está inspirada en la historia de amor de su recién casada tía. Ella y su esposo, al llegar al hotel en Italia para pasar su luna de miel, fueron capturados por llevar coca. Mientras él fue enviado a la cárcel, ella fue llevada a un convento, donde permaneció durante ocho años cocinando para las monjas. Para este proyecto, la artista decoró una habitación con una marca de perico de Medellín, muy famoso y de alta calidad, que se llama “escama de pescado”. Su tía bordó el logo “Escama de pescado” en la colcha de la cama y todo el kit hotelero. Posteriormente, se hizo un registro y se realizó un telecomercial para ofrecer y sortear la habitación en Instagram bajo el nombre de “Experiencia Honeymoon Escama de Pescado», y una pareja pudo disfrutar de la luna de miel por una noche en el hotel Nutibara.

Tatyana Zambrano, Luna de miel, 2019, instalación (bordado a mano, merchandising, video). Dimensiones variables. Cortesía de la artista


RECUERDOS DE NÁPOLES

El Pran Projecten, Balashi, Oranjestad, Aruba

Hasta el 31 de marzo de 2021

Curaduría: Harold Ortiz y Santiago Rueda

Artistas: Alberto Baraya, Edwin Sánchez, Camilo Restrepo, Jim Fannkugen, Leonardo Herrera, Oliver Ehmig, Sebastián Múnera, Hernán Pruden, Nelson Guzmán Avellaneda, Luisa Ungar, Tatyana Zambrano, Ryo Brachyura

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