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JUAN CARLOS LEÓN: LA CAÍDA DEL JAGUAR

La forma en que los humanos han utilizado los recursos energéticos se ha reflejado en la geopolítica mundial a lo largo de la historia. En Carbon Democracy – Political Power in The Age of Oil (2011), Timothy Mitchell describe la red de relaciones de los combustibles fósiles a través de una descripción histórica del uso de la energía. Mitchell señala que, hasta hace 200 años, la energía que se utilizaba provenía principalmente de fuentes renovables derivadas de vegetales, de animales que se alimentaban de ellos, de la madera de los bosques, del agua y la energía eólica, que movían molinos e instalaciones de transporte. La mayor parte de la población mundial siguió viviendo así hasta mediados del siglo XX; sin embargo, alrededor del año 1800, los recursos orgánicos fueron reemplazados gradualmente por los recursos muy concentrados de la energía solar enterrada.

En el Ecuador, la Ley de Hidrocarburos se hace pública en 1978 a pesar de que los primeros pozos comerciales de petróleo fueron encontrados en 1967. Esta normatividad comprende lo concerniente a la prospección, exploración, explotación, refinación, industrialización, almacenamiento, transporte y comercialización de los hidrocarburos y de sus derivados. Los combustibles fósiles se habían explotado desde tiempos remotos, pero siempre a una escala limitada. Las condiciones para la extracción a gran escala eran tan complejas que la ganancia no sustentaba la inversión tecnológica, y la implementación de un precario sistema de control ambiental desató la crisis en la que estamos inmersos hasta la actualidad. El desafío del extractivismo es, por tanto, un desafío a la organización típica de la sociedad moderna, con sus métodos de producción de conocimiento y desarrollo tecnológico. Una transformación tan amplia requeriría un cambio en el paradigma global.

Vista de la exposición “La caída del Jaguar”, de Juan Carlos León, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, 2021

El paradigma energético alimentó los sueños emancipatorios de la civilización industrial. Con La caída del Jaguar (2020), el artista Juan Carlos León contrapone al ímpetu de acumulación e individualismo del capitalismo tardío otras formas de estar en el mundo, que incluyen la solidaridad, el colectivismo, la materialidad y la riqueza como forma de poder basado en la extracción de energías fósiles. El arte, en sus múltiples medios, se ha vinculado repetidamente a cambios sociales, rompiendo patrones y comportamientos preestablecidos, creando imágenes, narrativas y figuraciones que permiten vislumbrar diferentes formas de estar en el mundo. Aún no está claro cuál será el papel del arte en este momento decisivo, pero artistas como Juan Carlos León ya están pensando y trabajando activamente en estos temas.

En el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, León presenta una investigación artística y teórica sobre el despojo causado por los combustibles fósiles, las agencias industriales en la naturaleza y sus reflexiones sobre las estructuras sociales y los sistemas de poder, con el objetivo de inspeccionar el funcionamiento de las artes en las batallas cosmopolíticas del presente, especialmente en la nueva época geológica llamada Antropoceno.

Su propuesta sitúa a las prácticas artísticas como prácticas que podrían materializar cruces de temporalidades y dimensiones, reflexionando sobre el encuentro entre las escalas del ser humano y del planeta. La caída del jaguar es una instalación artística que se realizó durante diferentes viajes a la Amazonía ecuatoriana y se encuentra en la dificultad del reencuentro de las escalas humana y natural, un punto delicado en el análisis del impacto ecológico de la humanidad. El mapeo, la creación de archivos que catalogan los residuos del suelo contaminado, la resignificación de los informes sobre desastres ambientales en la Amazonía y la medición son algunos de los métodos experimentales utilizados por el artista para relacionar las dimensiones del cuerpo y la tierra.

Vista de la exposición “La caída del Jaguar”, de Juan Carlos León, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, 2021
«El cráneo del jaguar» (detalle). Vista de la exposición “La caída del Jaguar”, de Juan Carlos León, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, 2021

Para la realización del proyecto, León utiliza materiales provenientes de antiguas piscinas o derrames de petróleo (pasivos de petróleo petrificados) que se encuentran en etapa de remediación. A partir de la catalogación por peso y medida construye un archivo fotográfico con más de 314 muestras de pasivo de petróleo petrificado, extraídas en dos quintales de tierra contaminada del Bloque 62 Tarapoa. Con 310 de estas muestras y resina poliéster construyó un cráneo de jaguar que luego es ubicado sobre una placa de metacrilato negro en el piso de la sala expositiva. Al utilizar este tipo de materialidades, se enfatizan las categorías como líquido y sólido, estático y fluido. Su viscosidad ofrece otra experiencia del tiempo. Sobre este tema, se puede pensar en las similitudes entre escultura y performance, ya que, como señala Rosalind Krauss (2007) en Passages in Modern Sculpture, especialmente después de los movimientos de arte moderno, la escultura se considera no solo una experiencia espacial, sino también un trabajo que se desarrolla en el tiempo. La escultura, como organismo en el espacio-tiempo, empuja el cuerpo del observador a moverse, fomentando el recorrido de la obra y una comprensión más compleja de la forma y sus múltiples puntos de vista. En La caída del Jaguar, el espectador se enfrenta a su propia experiencia del tiempo, pues una observación menos atenta puede percibir la escultura como estática, cuando en realidad fluye en otro ritmo, el ritmo de una escala geológica. El cráneo de jaguar está elaborado para evocar una experiencia que trasciende la escala humana.

La pieza Costra (2020) reverbera la investigación antes mencionada, que relaciona crisis y petróleo, y profundiza la analogía entre el cuerpo y el planeta. Se inscribe, sobre un pasivo de petróleo y con sangre de drago, las palabras en Cofán: Ñuthse Cansefanye, que significa buen vivir. Como cualquier obra de arte, Costra está abierta a múltiples interpretaciones. Entre las lecturas que se generan de este trabajo está el deseo de visibilizar la oscura capa de petróleo que moviliza la geopolítica, reflexionar sobre su valor -el oro negro- y, al mismo tiempo, sugerir una práctica de sanar, de curar, de vida, como si se tratara a la tierra como un cuerpo al que queremos remediar sus heridas. Al igual que con el cráneo, el tiempo se hace más evidente en esta pieza, pues es un fragmento constituido con organismos vivos que exuda y que hace que la cicatriz curada con la sangre de drago se vaya transformando con el tiempo.

Fotografías de muestras de petróleo recolectadas. Vista de la exposición “La caída del Jaguar”, de Juan Carlos León, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, 2021

La muestra y las distintas obras que la conforman son el resultado de una práctica artística e investigativa comprometida con visibilizar las tensiones que atraviesan la relación entre arte y extractivismo. “Para este paisaje me he centrado más en lo cualitativo, en mirar, escuchar y leer otras experiencias, en reconocer el territorio desde la subjetividad y desde la imagen como representación de problemáticas neoextractivistas y de despojo que buscan develar las contradicciones por las intervenciones del capital en la producción de la naturaleza”, dice el artista.

La muestra exhibe la fragilidad del medioambiente y su estrecha relación con la cultura. En su artículo Arte, extractivismo y sociedad (2015), Alex Schlenker señala que en Ecuador es evidente que el impacto ambiental que genera el extractivismo no se limita al ecosistema únicamente (destrucerosión de la tierra), sino que afecta también a la vida humana y a las comunidades que habitan el territorio, donde las personas se ven obligadas a lógicas laborales capitalistas como empleados de industria o a la migración forzada. En este sentido, es de gran relevancia mostrar prácticas artísticas y culturales que ponen en discusión las políticas económicas y de territorio neoliberales que reducen a la naturaleza a un recurso capitalista. La exposición La caída del Jaguar pone el valor la investigación artística como paradigma acerca de la producción cultural contemporánea, el pensamiento crítico sobre la vida humana y la naturaleza.


Referencias bibliográficas

Krauss, R. (1981). Passages in Modern Sculpture. MIT Press.

Schlenker, A. (2015). Arte, extractivismo y sociedad.

Timothy, M. (2011). Carbon democracy: political power in the age of oil. Verso.

Eduardo Carrera

Quito, 1987. Curador, escritor y gestor cultural. Es Licenciado en Artes Visuales por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Master en Gestión Cultural por la Universitat Internacional de Catalunya. Actualmente cursa el Programa de Estudios independientes del MACBA, Barcelona (PEI 2019-2020). Se desempeñó como curador en Jefe del Centro de Arte Contemporáneo de Quito (2017-2019). En el pasado fue co-director de No Lugar – Arte Contemporáneo. Entre los años 2011 y 2017 ha sido Asesor del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, colaborador en proyectos con el Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito y Jefe de Investigación y Patrimonio de la Fundación Museos de la Ciudad. Sus exposiciones recientes incluyen “Un viaje de mil millas” (CAC 2019), “ARCHIVXS LGBTIQ+” (CAC, 2019); “Horizontes Errantes” (CAC, 2018); “Utopías (CAC, 2018). Ha sido coordinador y curador de Premio Brasil en sus tres ediciones. Desde el 2013 es organizador y curador de las exposiciones en el marco del mes del Orgullo LGBTIQ+. Ha realizado residencias de investigación curatorial en Matadero Madrid, FelipaManuela y Queer City São Paulo. Es Alumni de Independent Curators International – ICI, New York. Sus textos han sido publicados en Artpress, Artishock, ArtsEverywhere y Terremoto. Vive y trabaja entre Barcelona y Quito.

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