AHORA O NUNCA. SACO9: UN FESTIVAL EN RESISTENCIA
Tras varios meses de preparativos contracorriente en medio de lo que supone la crisis sanitaria mundial para un festival internacional como SACO, su directora, Dagmara Wyskiel, nos comparte sus reflexiones sobre cómo se puede –y se debe- resistir ante cualquier adversidad, llevando adelante casi tal como lo planeado esta novena edición. Se hizo con el objetivo, como siempre ha sido, de aportar miradas críticas a través del arte, sobre todo en este momento crucial para la humanidad, en este Ahora o nunca tan efímero e inasible, pero a la vez, tan concreto y real.
Por Dagmara Wyskiel | Directora de SACO
2019-2020. AHORA O NUNCA [ANTES DE LA PANDEMIA]
Con Origen y mito, la séptima edición del Festival de Arte Contemporáneo SACO, cuestionábamos el monopolio de las historias oficiales, indagando por el derecho a la subjetividad en las miradas hacia atrás. En el 2019 giramos la cabeza 180 grados buscando el Destino, para averiguar si, pese a que las brújulas se nos echaron a perder, era aún posible prever algo del futuro a través de la ciencia, la intuición o el sentido común. En esta, la última edición de SACO en formato de festival, nos detenemos en el tercer elemento de la línea del tiempo, el más utópico, el inmedible, pero a la vez el único concreto y real. Los tiempos nos exigen que abramos los ojos para mirar el aquí y ahora.
Al pensar el presente este ya se ha convertido en pasado. Yace en el punto de la coordenada del tiempo donde sucede todo, y fuera de este lugar no ocurre absolutamente nada. El punto no tiene dimensiones: ni alto ni ancho, ni profundidad ni duración. Todo lo que está adelante aparece como una nebulosa, y lo de atrás, como una serie de imágenes en variables estados de descomposición. En el pasado no existimos, en el futuro tampoco. En este lapso entre ambos construimos universos que desaparecerán junto con nosotros. Cada inicio conlleva un fin. Suspendidos entre los templos de la memoria colectiva, construidos de la experiencia acumulada de un lado, y la expectativa del porvenir del otro, pareciera que nos estamos perdiendo lo único cierto.
Solo puedes tener certeza sobre lo que vives. El no presente es igual al no existente. Es en este momento que las cosas están sucediendo, se pronuncian las palabras, aterrizan aviones, nacen niños. Solo entre el anterior y el siguiente parpadeo podemos tocar, oír, ver, saborear, olfatear. Estamos seguros que estamos vivos en este instante. Que estamos. Que somos.
Vivir sumergidos en el ahora nos acerca al mundo de los animales que no construyen historias ni se preocupan por lo que será el mañana. El presente es como la chispa en el fusible, recorre la mecha del inicio hasta el final, marcando el tiempo que nos queda. Mientras vemos cómo avanza, sabemos que estamos vivos. El propio cuerpo en el pasado ya no es el mismo, sino el de alguien más joven. En el futuro, en cambio, nos recuerda que la chispa está avanzando, pero que aún tenemos este momento del que nos apoderamos ahora. Nada más.
Mientras resbalas tu mirada sobre formas negras y abstractas que, combinadas entre sí, componen conceptos que a la vez construyen ideas, en la pantalla de tu mente se inicia el zapping de recuerdos, asociaciones e ideas. Estás leyendo. Esta es la realidad. El resto no existe. Hoy puedes darle algo a alguien, experimentar un descubrimiento, comer un helado. El presente es eterno. No tiene principio ni fin. Ahora es cuando.
2020-2021. AHORA O NUNCA [EN TIEMPOS DE PANDEMIA]
El texto curatorial de SACO9, escrito en junio de 2019, cerraba el tríptico de las últimas ediciones del festival, dedicadas al fenómeno del tiempo: El origen y el mito (2018), El destino (2019) y Ahora o nunca (2020). En octubre de 2019, con el estallido social en Chile, el significado de esta escritura cambió, y en marzo del siguiente año, con la llegada de la pandemia, dio una vez más otro giro.
Empezó el encierro. Todos, como caracoles, retrocedimos a nuestros caparazones. Después de unas semanas de shock se inició la transformación hacia el formato virtual. En las redes los slogan con conceptos como reinventarse o democratización de acceso calaban hondo en la imaginación y motivación del campo cultural. Quédate en casa se convirtió en una frase tribal que, puesta en el muro, acreditaba tu responsabilidad y compromiso con la salud del otro. Me preguntaba desde allí el por qué nunca hemos visto algo igual en la entrada de un supermercado, en un comercial de autos, aerolíneas o cerveza. Por qué el mundo de la cultura, tan sensible y bien educado, dio el ejemplo de obediencia encerrándose voluntariamente en sus casas, bajó el moño apagando las luces en teatros, museos y bibliotecas, mientras el comercio y la gran industria no pararon nunca.
Insistimos (desde nuestras pantallas) en que el derecho al acceso a la cultura debe ser primordial, irrenunciable e igualitario. Pero no nos engañemos: la sociedad ve lo que es realmente primordial, según donde encuentra abiertas las puertas. Es un mensaje claro: lo que no cierra a pesar de la crisis, es porque no puede cerrar, si lo hiciera, se acabaría el mundo. El comercio y la industria mostraron firmemente los dientes frente a cualquier prueba de limitación, de manera gremial, ocupando cualquier herramienta posible, algunas de estas cuestionables, por supuesto. En fin, defendían sus intereses.
Pero el campo cultural hizo caso a las instrucciones del Gobierno, y esperó en casa a que este lo protegiera. Por supuesto, hay excepciones; estoy consciente de generalizar y lo hago con el objetivo de sintetizar y visibilizar un proceso complejo, una prueba de atletismo reprobada por la mayoría del curso, la que enfrentó solo por el miedo de las posibles consecuencias de una cimarra.
La cultura puede ser fuerte y ejercer presión en la sociedad solo si cuenta con el apoyo de la ciudadanía, si está presente en la calle y la gente la siente propia y cercana. De repente, el momento del cierre de los palacetes decimonónicos, impregnados del pensamiento patriarcal y jerárquico, podría ser propicio para establecer espacios más horizontales de diálogo, inclusivos, flexibles y dinámicos. Sin embargo, ¿qué compromiso de la gente esperamos hoy para defendernos si hemos cerrado la mayoría de las puertas y les hemos dicho que lo hacemos para su propio bien? En los peores momentos de la historia, más terribles, peligrosos y dolorosos, en cada rincón del mundo, las expresiones artísticas, compartidas con el compañero, levantaban el espíritu y perimía aguantar. Siempre estaban presentes. Físicamente presentes. ¿Dónde están ahora?
Frente a este panorama, SACO9: Ahora o nunca es un acto de resistencia, es un gesto político y ético, es una declaración de compromiso con el público local, que el año pasado con miles de vistas presenciales no ha demostrado su creciente interés por el arte. Es la resistencia al abandonar el proceso de entregar algo más, algo diferente, a través de las obras, a la comunidad de la capital mundial de la minería de cobre. Esta comunidad no va a visitar ninguna exposición en internet, ni menos asistirá a una charla o conferencia. Insisto, no nos engañemos. El encierro digital de la cultura aumenta la brecha de acceso, elitista nuevamente, ya de por sí tan hermética como el mundo del arte. ¿En qué familia hay un computador por persona? ¿Quién tiene costumbre de visitar galerías online en su tiempo libre? ¿Quién tiene para pagar un buen acceso a internet que le aguante las vistas virtuales? Pocos, muy pocos.
Con fronteras cerradas trajimos a Antofagasta a diez artistas extranjeros de EEUU, Japón, Suiza, México, Colombia, España, Italia, Bélgica y Brasil, además de curadores y artistas chilenos de varias ciudades. Ahora o nunca es la exposición internacional más grande abierta al público en Chile en este momento. Y no se trata aquí de entrar en una competitividad cuantitativa instaurada en el mundo de la cultura desde la vertiente de las industrias culturales, sino de dar el testimonio de que es posible mantener el vínculo directo y presencial de manera segura y sin arriesgar la salud de los visitantes.
Las siete obras site-specific seleccionadas de la convocatoria internacional se expusieron en el Sitio Cero del Puerto de Antofagasta, en la explanada de 4.500 metros cuadrados, con un tope de 15 visitas simultáneas. Exactamente al frente de la exposición, durante los mismos días antes de la Navidad, la densidad fuera y dentro del mall superaba cualquier norma sanitaria y sentido común.
Otro gesto de resistencia simbólica de SACO este año fue convertir su sede física en una ventana a la altura de los transeúntes, en una vitrina de video arte. Cuando todos cierran, nosotros abrimos. Serruchamos una reja y salimos hacia la vereda instalando un espacio público. ISLA+ es un nuevo lugar físico expositivo en Chile, inaugurado en diciembre pasado.
El festival se adaptó a lo nuevo, grabando recorridos 360º por cada exposición guiados con voz en off por el artista o el curador, aunque siempre privilegiando la visita presencial. Se realizaron siete talleres entre San Pedro de Atacama, Antofagasta y Quillagua, todos presenciales. De las ocho exposiciones de esta edición, la mitad tuvo público presente: Ahora o nunca en el Sito Cero del Puerto de Antofagasta; Ventanas, curada por Sebastián Rojas en Casa Azul; La última isla del cielo, de André Salva en ISLA+; y El silencio es más fuerte que el ruido, de Pablo Saavedra, en la sala de arte de la Fundación Minera Escondida en San Pedro de Atacama.
Hoy hay una epidemia de la cual se habla poco: la depresión infantil y juvenil. No les enviemos más presentaciones sobre cómo hacer ejercicios de relajación, o videos de autocuidado. Si no se puede abrir la infraestructura cultural, llevemos el arte a las calles y las plazas, a las playas y los estacionamientos. Es nuestro deber con la sociedad. Es el alimento que nosotros entregamos día a día.
SACO9. AHORA O NUNCA
Sitio Cero | Puerto de Antofagasta, Norte de Chile
Kotoaki Asano (JP)
Paula Castillo (CL-EEUU)
Marisa Merlin (IT)
Remo Schnyder (SUI)
Daniela Serna (COL)
Simon Van Parys (BEL)
Ernesto Walker (MX)
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