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FEMINISMO, MERCADO, ÉTICA: LOS LÍMITES DE LA APROPIACIÓN

A partir del 18 de octubre, hemos observado un giro en la forma en que se crea, percibe, exhibe e intercambia el arte: las calles y paredes de Chile han sido tapizadas con frases e imágenes en las que convergen creación visual, lenguaje escrito y política. La materialidad de estas expresiones ha puesto varios supuestos bajo escrutinio: que el lugar del arte contemporáneo es el cubo blanco; que lo material está siendo relevado por lo digital; y que el mundo virtual ha desplazado el espacio público. Por otra parte, estas nuevas formas representativas han puesto en jaque al sector profesional del arte, cuestionando el rol del arte creado por artistas tradicionales en los espacios tradicionales del arte. Como resultado, creadores, gestores, galerías, museos e instituciones sin fines de lucro y ferias se han posicionado de diferentes maneras en este nuevo paisaje cultural.

En la delantera de este cambio está el movimiento feminista. La performance Un violador en tu camino, por ejemplo, encarna la doble naturaleza del medio como expresión artística y política. Creada por Las Tesis, un colectivo de cuatro mujeres radicado en Valparaíso, Chile, se trata de una protesta contra las violaciones a los derechos de las mujeres, denunciando, sobre todo, la impunidad frente a la violencia de género. El performance se masificó desde su primera interpretación. Realizado frente a la Segunda Comisaría de Carabineros de Chile en Valparaíso apenas un mes después del 18-O, a solo una semana fue interpretada por dos mil mujeres en Santiago. En cosa de semanas, el alcance se hizo mundial.

Entre lo mucho que queda por digerir, el 8 de marzo del 2020 –el Día Internacional de la Mujer– confirmó la transversalidad y fuerza del feminismo y Un violador en tu camino, en particular, probó haber absorbido la energía del momento, concentrando en una obra artística los esbozos de un nuevo orden. Se trata de un orden que refleja la voluntad de gran parte de la población por recuperar el espacio público, además de la importancia de la integridad del cuerpo físico y la disolución, también voluntaria, de los límites entre arte y activismo. Un nuevo orden basado, de forma más profunda, en el feminismo, en lo colectivo, lo interseccional.

A quienes por estar viviendo fuera de Chile no participamos de la marcha en Santiago del pasado 8 de marzo, la feliz pero problemática unión entre cámaras fotográficas y señal de internet nos entregó un sinfín de registros artísticos y de protesta. Entre ellos encontramos, por ejemplo, imágenes de carteles, danzas y bailes. Vimos cómo canciones como “Quiero bailar” de Ivy Queen y “Tusa” de Karol G y Nicki Minaj eran entonadas por miles de mujeres, que, politizando el reggaetón, confirmaron que la protesta, sobre todo cuando es colectiva, es también una celebración.

La congregación multitudinaria de mujeres confirmó ser no sólo expresión política sino artística cuando fue fotografiada y grabada desde edificios y drones, por dos razones. Por una parte, las imágenes aéreas entregaron a los usuarios de redes sociales y lectores de noticias el enorme desafío de comprender lo que realmente significa esa marea morada, móvil, orgánica y ruidosa que cubría las calles del centro de la capital. Por otra parte, las manifestantes usaron la ubicuidad de cámaras a su beneficio: solo desde arriba y a la distancia se podía leer las palabras en mayúsculas: “PARIDAD” e “HISTÓRICAS”, con la segunda modificando sutil pero definitivamente la palabra tradicionalmente asociada con mujeres: histéricas. De la misma manera se leían las palabras “ABORTO”, “LIBRE”, “SEGURO” y “GRATUITO” sobre un triángulo verde; una ampliación del pañuelo verde que, como símbolo de la lucha por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, ha cubierto los cuellos de miles de mujeres en Santiago. Llevado a esta escala, el accesorio hacía visible la relación entre el cuerpo social y el cuerpo individual y que lo personal definitivamente es político.

Fernando Prats, Bandera XVIII (Primera Línea), 2019 (Videostill); Pintura sobre tela, 224 x 148 cm. Video acción. Cortesía: Galería Joan Prats
Fernando Prats, Bandera XVIII (Primera Línea), 2019 (Videostill); Pintura sobre tela, 224 x 148 cm. Video acción. Cortesía: Galería Joan Prats

Ahora, pese a la fuerza de esta ola –del feminismo y las expresiones callejeras– no cualquier expresión ha podido enmarcarse dentro de ella, ya que existen aspectos identificables que las unen. Como piezas artísticas, performances como Un violador en tu camino se caracterizan por reemplazar el objeto físico albergado en un espacio cerrado por una acción que se realiza y disuelve en la calle. Esto, naturalmente, dificulta su exhibición, adquisición y preservación como obra de arte. Además, nacen cuando se reúne un grupo de manifestantes en torno a una premisa y no a un líder –o artista–, aniquilando el mito del artista como genio individual. Proponiendo el reemplazo de lo autoral por lo anónimo, informal y colectivo, estas manifestaciones hacen un esfuerzo por desmarcarse de las instituciones y el mercado. Sobre todo, de los del arte.

Una buena oportunidad para analizar los límites de esta ola artística y política es el trabajo del artista chileno radicado en Barcelona, Fernando Prats. Dicho trabajo fue expuesto en la última edición de la feria de arte contemporáneo de Madrid ARCO, entre los días 26 de febrero y 3 de marzo, a apenas una semana del tan esperado 8M. En el stand de la galería catalana que lo representa, Prats presentó dos banderas y un video respectivamente titulados Bandera I, Bandera XIII y Un violador en tu camino. Una bandera y una edición del video, un adelanto de su próxima muestra en la galería Joan Prats en abril de este año, convenientemente titulada Primera Línea, se encontraban a la venta por $21 mil dólares.

Las banderas chilenas se encontraban rayadas con frases en spray como “El violador eres tú”, intervenidas en las manifestaciones a partir de octubre. El video, por su parte, contenía un registro de las manifestaciones y la famosa versión del performance Un violador en tu camino, Las Tesis Senior, que congregó a diez mil mujeres de diferentes edades afuera del Estadio Nacional el día 3 de diciembre. Estos trabajos, expuestos en las cuatro paredes del IFEMA, arrojaban una serie de preguntas, como por ejemplo: ¿Qué separa el registro de un artista contemporáneo de los miles de fotografías, videos, cartuchos de perdigones y lacrimógenas circulando por la sociedad? ¿Por qué el suyo es una obra de arte? ¿Este acto de apropiación es un gesto artístico? Y ¿se puede evaluar éticamente el hecho de que un artista hombre no sólo exhiba, sino venda, el material de una protesta contra la violencia de género?

Fernando Prats, Acción Bandera I (Primera Línea), 2019. Video (frame), 9 min. Cortesía del artista y Galería Joan Prats, Barcelona.
Fernando Prats, Acción Bandera I (Primera Línea), 2019. Video (frame), 9 min. Cortesía del artista y Galería Joan Prats, Barcelona.

Propiciando un marco en el cual entender la obra, el teórico argentino Federico Galende escribió un ensayo sobre las piezas titulado Ahora. Sobre ‘Primera Línea’, de Fernando Prats. Dicho ensayo fue publicado en Artishock durante el transcurso de la feria. Galende sostiene que como el quehacer de Prats “ha consistido desde sus inicios en captar ese instante particular en el que ciertos materiales en rebeldía (físicos, geográficos, domésticos) se anudan unos con otros liberando la energía mnémica del país… [En su más reciente trabajo, Prats libera] el poder subterráneo de unas imágenes entresacadas del confín de una multitud creadora, [desnudando] la visualidad en bruto de una multitud creadora” y con eso, agregaríamos, eliminando la mediación. Esto, concluye Galende, muestra a Prats “como un decidido amigo de quienes luchan por sus derechos, y no de quienes defienden sus privilegios”.

Galende nos pide considerar los materiales presentados en ARCO como una obra de arte. Sin embargo, para ello habría que identificar una sublimación, un acto creativo y/o simbólico que transforme estas banderas pintarrajeadas y el video de registro en una pieza artística. El problema no es que no haya transformación, sino que su transformación es la banalización: exhibiendo sus huellas y vendiéndolas, Prats convierte a las y los manifestantes, a Las Tesis, a la Primera Línea, incluso a Chile, en celebridades, presentando piezas a modo de autógrafos. Esto podría ser tomado de forma provechosa, si contáramos con algún grado de conciencia por parte del artista. Su gesto de apropiación y descontextualización arroja temas interesantes como el impacto que los medios masivos y redes sociales tienen sobre la representación del activismo y los conflictos sociales; su consumo dentro de la cultura del entretenimiento; el lugar que ocupan los hombres en estas manifestaciones artísticas. Sin embargo, el artista nada en la dirección contraria. Nos pide considerar su trabajo como político; como solidario. Y el tema no es solo que no lo sea, sino que a ojos de otras y otros, removidos del contexto local, el trabajo de Prats signifique la “prueba de que las reivindicaciones por la igualdad de género son un leitmotiv (…) de hombres, que, cada vez más, se suman a la lucha incansable de las artistas por ocupar espacios y porque sus mensajes se hagan oír”, como sostiene el periódico La Vanguardia.

Si hacemos caso a Prats y Galende y consideramos Bandera I, Bandera XIII y Un violador en tu camino trabajos de arte, notamos que estos trabajos no sólo no comparten la esencia de expresiones como Un violador en tu camino, sino que atentan contra ella. Mientras estas acciones abogan por lo inmaterial y efímero, Prats defiende el valor del objeto en un espacio cerrado tanto física como simbólicamente. De la misma manera, su comportamiento y sus necesidades son diametralmente opuestos a los de las y los manifestantes. Las mujeres se reúnen en masa porque no logran mucho protestando solas; abren la participación a cualquiera, ya que la violencia de género es un problema que las afecta a todas; cubren sus rostros para quitarse los sostenes en la calle como gesto de rebelión, pero también de protección. Fernando Prats, en cambio, luce su nombre tranquilamente al costado del video y las banderas, demostrando no correr ningún tipo de riesgo.

Si las acciones callejeras surgen desde lo anónimo, informal y colectivo como forma de resistencia, Prats defiende lo autoral, formal e individual, posicionándose como el único autor de su obra plástica. Lo que parece más inconsistente es que si estas expresiones artísticas también existen como protesta política, Fernando Prats las transforma en mercancía, devolviéndolas al sistema que intentan derrumbar: uno capitalista y patriarcal. Por último, buscando retribución financiera y simbólica, no solo transa estos objetos por miles de dólares, sino que, además, politiza su figura al intentar situarse como puente entre el feminismo, Un violador en tu camino, y la historia y el mercado del arte. Por el contrario, quienes se detengan a analizar este trabajo observarán la distancia que en realidad lo une de estas manifestaciones y el estallido social.

Lejos de ser una oportunidad perdida, los trabajos expuestos por Fernando Prats en ARCO ponen en evidencia el límite difuso entre arte, activismo y vida. Como sus banderas colgadas sobre muros blancos, hay miles de otras que continúan siendo rayadas, pisoteadas y quemadas por manifestantes, producto de un conflicto que está lejos de terminarse. Tal como su video, hay miles de otros circulando por redes sociales. Lo que separa a Bandera I, Bandera XIII y Un violador en tu camino de estos otros es que los últimos realmente tienen un impacto positivo sobre Las Tesis, el feminismo y Chile. Las fotografías y los videos circulan no como el producto de una mente creativa ni como un acto de generosidad, sino como prueba de la magnitud del problema de la violencia de género, habilitando su denuncia. La viralización de estos videos se explica por el hecho de que esta epidemia atraviesa y une a mujeres de distintas generaciones, regiones geográficas, etnias y razas. Son estos videos y no el de Fernando Prats los que han llevado este performance a las calles de Valparaíso, Santiago, El Quisco; Los Ángeles, París, Barcelona; hasta adentro del Congreso de Turquía. Lo han logrado justamente porque no tienen título, autor. Mucho menos, precio.

En el contexto del estallido social y la ola del feminismo, la obra de Fernando Prats plantea una serie de interrogantes difíciles pero urgentes de hacerse. Nos invita a pensar, por ejemplo, acerca del rol del artista tradicional en este nuevo paisaje, y si la creación artística se encuentra abierta a una sociedad completa. Nos invita además a pensar acerca de los usos del cubo blanco en el contexto del estallido social, y si las manifestaciones artísticas actuales existen solo en la calle, fuera de galerías, museos, ferias o también dentro de ellas. Por último, para quienes creemos en el poder político del arte, el trabajo de Prats nos pide idear una transformación contraria a la que realiza el artista chileno en ARCO: abrir nuestro sector profesional a las transformaciones que estas nuevas redes, estos nuevos creadores, estos lenguajes, con tanta urgencia y fuerza, proponen.

Paula Solimano

Nace en Estados Unidos, en 1991. Licenciada en Arte por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es curadora de la Colección Ca.Sa (Chile), con la que desarrolló el proyecto "Archipresente: Arte latinoamericano en la Colección Ca.Sa.". También ha curado "Gran Sur: Arte Contemporáneo Chileno en la Colección Engel", en Sala Alcalá 31, Madrid, y "Juan Pablo Langlois: Afterwards no one will remember", Cindy Rucker Gallery, Nueva York.

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