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Ana Navas:el Barro, la Culebra y Sus Principios

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Parte fundamental del trabajo de Ana Navas gira en torno a revelar cómo el arte moderno se ha infiltrado en nuestra vida cotidiana, logrando definir la cualidad estética del mundo material que nos rodea, tanto en los espacios públicos como en los más íntimos.

La artista identifica cómo nuestros primeros acercamientos al arte moderno ocurren paradójicamente fuera del mundo del arte, a través del consumo de objetos de disciplinas afines, como el diseño, la moda y la decoración; pero también de contextos que lo exceden, como la música e incluso la gastronomía. Entonces, en contraposición a artistas que investigan las grandes narrativas del modernismo artístico, Navas busca ahondar en sus manifestaciones más mundanas o espurias.

La metodología de trabajo de la artista parece estar inspirada en la mente inquieta de una adolescente: objetos de procedencias y con funciones heterogéneas son analizados con meticulosidad en un afán de construir una genealogía, pero, al mismo tiempo, de potenciar los puntos de contagio y contaminación de los estilos y los discursos políticos que los atraviesan.

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Para El barro, la culebra y sus principios, Navas profundiza en esta dirección y vuelve su mirada a la esfera de lo doméstico, discutiendo la idea de que los objetos con los que cohabitamos son meras herramientas que nos facilitan el día a día, para revelar cómo están física e ideológicamente organizando nuestra experiencia –personal y social– de manera diferenciada de acuerdo al género.

El resultado de este ejercicio es una serie de obras sincréticas que cuestionan la diferencia entre “gran arte” y las “estéticas menores”: un video en que la artista amasa una porción de pasta cruda al ritmo de una famosa canción del pop, estableciendo una conexión entre la cocina, la cerámica y el pensamiento escultórico; un par de pinturas que retratan al detalle –como si de obras de arte se tratase– un orecchiette y un tortellini; una serie de vasijas de las cuales se desprenden frases de empoderamiento femenino en el espacio laboral; un grupo de ensamblajes construidos a partir de traducciones de la moda femenina conocida como power dressing; una chompa de niña que condensa las tendencias de la moda contemporánea y sostiene granos de arroz con el primer nombre de cada uno de los jefes de Estado del mundo; una tabla de planchar disfrazada de una escultura de Barbara Hepworth; una serpiente camuflada de cuarenta y cinco metros que atraviesa la galería uniendo los objetos individuales, entre algunas otras curiosidades inclasificables.

Sin ninguna pretensión de grandeza y con mucho sentido del humor en El barro, la culebra y sus principios los materiales y discursos que habitan el espacio doméstico, con sus significados y estatus preestablecidos, han sido recombinados hasta ser subvertidos. La muestra no sólo problematiza la idea de un punto cero de creación, sino que abraza “formas de hacer” consideradas amateurs, kitsch o cursis –que históricamente han servido como criterios de descalificación del trabajo de las artistas mujeres– para reivindicar lo doméstico como un territorio de inspiración y creación artística.

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Texto curatorial escrito por Florencia Portocarrero para la muestra El barro, la culebra y sus principios, de Ana Navas, que se podrá ver en Crisis Galería, Jr. Alfonso Ugarte 260 #101, Lima, del 15 de noviembre de 2019 al 17 de enero de 2020.

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Florencia Portocarrero

Es investigadora, escritora y curadora independiente. Estudió Psicología Clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde también se recibió como Magíster en Estudios Teóricos en Psicoanálisis. Durante el 2012-2013 participó en el Programa Curatorial de De Appel arts centre, en Ámsterdam, y recientemente culminó el Máster en Teoría del Arte Contemporáneo en la Universidad de Goldsmiths, en Londres. Portocarrero ha contribuido con sus textos sobre arte y cultura en numerosos catálogos y publicaciones. En Lima, es co-fundadora y co-directora del espacio de arte independiente Bisagra y es curadora del programa público de Proyecto AMIL.

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