
RODRIGO VERGARA: EL ACERO ESTÁ HECHO DE ESTRELLAS PETRIFICADAS
Desde hace algunos años, Rodrigo Vergara (Santiago de Chile, 1974) viene trabajando con un libro llamado El Barón Rampante, del escritor italiano Ítalo Calvino. En él cuenta la historia de un niño de 12 años que, cansado de vivir con las convenciones sociales y sus reglas, decide ir a habitar los árboles, quedarse ahí y no volver a pisar la tierra. Su decisión incluye volver a aprender a desplazarse (con manos y pies), a comer (tendrá que cazar) y dormir (colgando unos cueros curtidos entre las ramas de los árboles).
Este libro usualmente se ubica entre las fabulas infantiles, pero difícilmente es relacionado con la subversión y la desobediencia social, a pesar que la acción que desencadena la historia es una total rebeldía frente a la autoridad. Vergara se interesa por el despojo, la radicalidad y el carácter de mantener esa decisión hasta el final de sus días. Es lo que vemos en las piezas que presenta por estos días en Galería NAC + Espacio Monclova, en Lima, un nuevo proyecto de colaboración entre las galerías chilena y peruana.
La operación que el artista hace en la escultura En el margen todo importa consiste en tomar algunas palabras del libro y mezclarlas con simbologías y caracteres del software Word. Estos símbolos permiten formatear los textos; de alguna manera, son las fronteras o los márgenes de acción que instala cualquier edición de textos. Por el contrario, las palabras que selecciona son las que aluden a la racionalidad, a la conducta, pero a la vez a la transgresión de estas, llevándolas en algunos casos desde el “deber ser” hasta situaciones que conducen a la completa pérdida de la noción social, incluso a su alienación.
Por otro lado, Progreso, Orden y Represión (tres objetos adosados al muro) son conceptos tomados del anarquista francés Auguste Blanqui, que en su libro La eternidad por los astros genera ecuaciones positivistas para develar, en el fondo, sentidos alejados del humanismo y del estado de derecho. En esta ecuación relaciona el progreso con la represión e instala el orden como su herramienta coercitiva.
Tanto Blanqui como Calvino, en estos dos textos, plantean la movilidad como recurso filosófico, el primero relacionando el espacio sideral con la política y el segundo la mirada de un niño que, desde un árbol, plantea la posibilidad de lograr un pensamiento otro.
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