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DESPERTEMOS AL BELLO DURMIENTE

Por Rochi del Castillo | Gestora Cultural

Como es de público conocimiento, ante la crisis mundial del COVID-19, el Poder Ejecutivo peruano implementará medidas de incentivos económicos al sector cultura. En el país, este sector aporta 1,2% al PBI (Cuentas Satélite de Cultura, 2007), ha generado más de 600.000 empleos (BID, 2011) y existen 46.000 empresas dedicadas al rubro (Cámara de Comercio de Lima). Entonces, hacia dónde, a quiénes y cómo deberían ser canalizadas estas medidas son las preguntas claves a responder.

Las respuestas tienen un protagonista: el Fondo de Estímulos Económicos a la Cultura para el desarrollo de las industrias culturales y el arte, concebido y ejecutado por el Ministerio de Cultura (MINCUL). Su objetivo es mejorar las condiciones para la creación, producción, distribución, circulación y acceso de los bienes y servicios culturales a escala nacional e internacional. Dirigido a los distintos sectores culturales, este fondo permite a los diferentes agentes de su sistema y mercado postular sus iniciativas en diversas líneas, de donde resultan beneficiados los elegidos por los jurados invitados por el Ministerio.

Sobre las acciones a implementar, es fundamental que el Poder Ejecutivo destine más recursos económicos a este fondo, que el MINCUL redefina las bases y las líneas de los estímulos, y que la sociedad civil exija su incorporación en las políticas de Estado. El arte y la cultura no solo son ejes de desarrollo y progreso económico, sino, naturalmente, instrumentos básicos formativos de identidad y de transmisión de valores. ¿Se imaginan qué ocurriría en este momento si se retiraran de nuestras plataformas digitales la música, la literatura, el arte, el cine, la gastronomía, el baile, etcétera?

Si se logra el incremento propuesto, los fondos deben tener líneas redefinidas destinadas a cubrir necesidades básicas de los agentes culturales, con desembolsos para los ganadores de forma inmediata y por adelantado. También deben protegerse desde su concepción para evitar repartos de acuerdo con simpatías políticas, mediáticas o solo por el hecho de ser inclusivos y descentralizados. Por ello, las bases y las líneas de los concursos deben revisarse y replantearse. En esta primera etapa de recuperación resulta vital estimular las iniciativas culturales consolidadas a escala nacional e internacional que activan la cadena de valor del sistema y del mercado. Los fondos han de visibilizar la institucionalidad y la formalidad de los agentes del sector, pues solo con resultados tangibles podremos lograr que las medidas de urgencia sean sostenibles en el tiempo.

En ese sentido, es importante que el MINCUL involucre como jurados a representantes de otros sectores gubernamentales, a profesionales entendidos en contenidos, y a especialistas en gestión, considerando que la mayoría de las postulaciones provienen de personas naturales, así como de micros, pequeñas y medianas empresas. Es imperativo comprender la naturaleza y las necesidades esenciales de los agentes para elegir a los ganadores. Por ejemplo, en las artes visuales, la necesidad básica para el artista será la producción de su obra; para la galería, su participación en plataformas comerciales en el Perú y en el extranjero, donde se promociona y vende la obra del artista; para las ferias, festivales o bienales, la producción y su programa de contenidos expositivos de sus galerías, tanto para el público en general como para el especializado (museos y coleccionistas privados), que adquirirán obras para sus colecciones.

Además de los fondos concursables mencionados, es necesario crear fondos de ayuda financiera y de emergencia al sector. El fondo de ayuda financiera para empresas e instituciones obligadas a cancelar sus actividades hasta 2021, o a reprogramarlas a partir del segundo semestre de 2020; y el fondo de emergencia para agentes formales independientes, gremios y/o asociaciones empadronadas y fiscalizadas. No obstante, en un país como el Perú, donde la informalidad destaca en el sector, el Ejecutivo está obligado a aplicar medidas transversales que no corrompan la cadena de valor y originen daños colaterales.

El Estado peruano podría inyectar liquidez en el sector de las artes visuales de modo inmediato si invierte en la adquisición de obras de arte popular, moderno y contemporáneo. Esto nutriría las colecciones y los acervos de los museos nacionales al interior del país, y vincularía a la Dirección Nacional de Museos con el desarrollo de la escena plástica nacional. Igualmente, en colaboración con el Proyecto Bicentenario y MINCETUR, podría identificar los eventos que forman parte de agendas oficiales internacionales para comprar servicios y productos culturales por adelantado.

Finalmente, a nivel macro, urge promulgar una ley de promoción de industrias culturales y arte en el Perú. Siguiendo modelos y prácticas internaciones, habría que implementar APP (Asociación Pública Privada) para el desarrollo del sector, de manera de crear incentivos apropiados para la inversión sostenida de los privados en el sector, no basados en reducción de medidas fiscales, sino en aportaciones paralelas a modo de Matching Funds.

En este momento, en que el Perú es referente de América en el mundo a causa de las políticas económicas que ha implementado ante la emergencia global, el escenario resulta ideal para que el sector cultura aparezca de una vez en las políticas de Estado. Esta crisis tiene que ser vista, también, como una oportunidad de crecimiento para concretar acciones a corto, mediano y largo plazo. De tomarse ahora las decisiones correctas, podremos despertar, ojalá en el marco de nuestro Bicentenario, a ese «Bello Durmiente» al que le cantaba Chabuca Granda.

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