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Santiago Reyes Villaveces:lo Bravo y lo Manso

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Lo Bravo y lo Manso reúne en Instituto de Visión (Bogotá) el más reciente trabajo de Santiago Reyes Villaveces (Colombia, 1986), cuyas preocupaciones giran en torno a temas constantes en el arte como la presencia/ausencia del cuerpo, la materialidad de la obra, la consonancia de los opuestos y, a la vez, se ocupa de interrogar sobre asuntos tan disímiles como el sistema del mundo mineral y su relación con la construcción de la historia sociopolítica de Colombia.

Conformada por siete piezas, Lo Bravo y lo Manso corresponde a una reflexión muy particular sobre el tiempo que el artista expande en distintas conexiones y materialidades.

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Los pueblos originarios Andinos entendían el tiempo de manera circular, es decir, que habitaban en un eterno retorno que se celebraba y explicaba por medio de rituales y de mitos. Para el artista es importante hablar sobre el tiempo mitológico en la medida en que de esta manera puede proponer un tiempo presente continuo en que distintas dimensiones temporales y espaciales confluyen y se retroalimentan.

Es decir que, a partir de una visión cosmogónica de la realidad, se puede generar un escenario que no pertenece al orden de las contradicciones, sino que más bien permite entender la historia como una transformación de fuerzas. Lo bravo es el estado de la fuerza en su máximo poder material, pero también sagrado. Lo manso es la manifestación de la fuerza en su momento de calma y habitabilidad. En este sentido, lo bravo es lo que no se puede habitar, como los volcanes, los eventos tectónicos o fenómenos meteorológicos. Lo manso es el momento en que la vida transcurre y representa el territorio social y ecológico y en el que los diferentes pisos colaboran entre sí.

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Órbita (2019) es una video-escultura compuesta por dos pantallas curvas y un tubo de andamio. Una pantalla muestra la Piedra de Armero, una gran roca de alto contenido ferroso y objeto simbólico que cayó en esta población después de la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985 (evento conocido como la Tragedia de Armero). En este video, la cámara orbita la Piedra de Armero en una dirección; en la pantalla opuesta, la cámara gira en la dirección contraria. Esta contraposición de direcciones y revoluciones genera en el espectador un recorrido circular.

La Piedra de Armero pesa aproximadamente 200 toneladas y tiene 7 metros de altura. Hoy, la Piedra opera como una especie de mausoleo popular y espontáneo. Es un monumento del evento sucedido en Armero. La Piedra no fue asignada por ninguna institución como un lugar de conmemoración. Órbita alude, entonces, a la memoria histórica viva que emerge fuera de las narrativas del poder y persiste gracias a las personas que la usan y la habitan. Es decir, que en la lógica del artista pertenece a la lógica de lo manso, y proviene de la energía de lo bravo.

Al centro de la sala se sitúa Charco (2019), una llanta de tractor recubierta en grafito con un corte en la parte superior que contiene un charco de plata que refleja a quien lo mira. A partir de este objeto de uso industrial, que comúnmente es un residuo, Santiago Reyes Villaveces habla sobre los lugares que han dejado de ser habitables; por lo tanto, Charco refleja la violencia de la transición de lo manso a lo bravo, y viceversa.

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Ano (2019) es una intervención arquitectónica que evoca el estado de equilibrio logrado por un sistema de vasos comunicantes. El campo visual establecido por Ano utiliza la fachada de la galería como una interfaz entre los sujetos, el panorama ciudadano, y los espacios interiores de la galería. Al mismo tiempo, esta pieza opera como una alegoría del cráter de los volcanes.

“Sin ano no hay ciclo”, nos señala el artista. Según los comuneros del Macizo Colombiano, el mundo de los Tapuncos (o antepasados) es el anverso del mundo de los seres humanos. Los Tapuncos pertenecen al pasado y viven en un mundo igual pero diferente al mundo de sus descendientes. Sus formas de vida son descritas a través de mitos que muestran cómo estos antepasados cultivan la tierra con maíz, tienen familia, y se organizan socialmente como los comuneros actuales. La diferencia se establece no sólo porque son habitantes de un mundo subterráneo, sino también porque al contrario de los humanos, no tienen ano. La ausencia de esta característica define a los Tapuncos como “casi humanos que se alimentan con el olor de las comidas” (Nates Cruz, 63).

Por otro lado, el exquisito dibujo en grafito sobre papel, Ombligo (2019), funciona en la exposición en la medida en que se relaciona con Ano, formal y anatómicamente, ya que a partir de las tensiones que surgen de esta relación se hace presente el cuerpo humano.

Otra obra sobre papel, Fiebre (grafito, oro de 24 quilates y hojilla de oro sobre papel, 2019) funciona en esta exposición como una frecuencia que señala la realidad del territorio, la economía y la ecología de Colombia desde antes de la conquista. Fiebre explora la dimensión transgresora del oro como una sustancia con una agencia histórica que ha configurado y continúa configurando el territorio colombiano.

El punto de partida de Fiebre son imágenes realizadas bajo un microscopio de granos de oro recolectados en diferentes regiones del país. Fiebre, al igual que Ombligo y Ano, ocupa un estado intermedio entre el dibujo y la escultura. Dentro de la lógica que opera en esta muestra, el oro es la traducción exacta de lo bravo, en la medida que representa lo sagrado, lo valioso, pero también la violencia de la explotación.

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Al Clima (2019) se compone de un petaco de cerveza Poker colgado de la pared del espacio con alambre metálico. El título de la obra hace referencia a aquello que responde a las condiciones atmosféricas. La cerveza, en la historia de Colombia, ha tenido y tiene una agencia en los cuerpos como un líquido que embriaga y altera el orden social. Dentro de la instalación, Al clima hace presente la energía de lo bravo como un estado del cuerpo que transforma y altera la percepción del mundo.

Al mismo tiempo, dentro de la obra del artista, Al clima tiene una relación directa con los productos que alteran la historia. La cerveza fue el primer producto de fabricación moderna en Colombia y trajo consigo una alteración del orden social, ya que el consumo de chicha quedó por fuera de las costumbres y miles de indígenas residentes en Bacatá murieron por desnutrición.

Por otro lado, la cerveza produjo una clasificación entre los habitantes de Colombia: por un lado, estaban los modernos limpios que viven en condiciones higiénicas y toman cerveza, y por otro quedaron relegados los sucios insalubres salvajes que consumían la chicha. Así, la cerveza no solo alteró los cuerpos y las mentes, sino que también alteró la historia del altiplano bogotano.

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