
NAUFUS RAMÍREZ-FIGUEROA: EL GUARDIÁN DEL BOSQUE Y EL SEXTO ESTADO. DOS EXPOSICIONES EN AMÉRICA LATINA
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Tras celebrar hasta el pasado 9 de septiembre su primera muestra individual en Estados Unidos, en el New Museum de Nueva York, Naufus Ramírez-Figueroa (Ciudad de Guatemala, 1978) continúa su paso por Latinoamérica. Dos exposiciones en paralelo reúnen sus trabajos recientes: en Proyectos Ultravioleta, espacio ubicado en su ciudad natal, el artista presenta El guardián del bosque, una colaboración con KADIST –institución con sede en San Francisco, Estados Unidos- como parte del proyecto El círculo que faltaba, curado por la mexicana Magalí Arriola; y en la Sala de Arte Público Siqueiros, en la Ciudad de México, muestra una gran instalación titulada El sexto estado, bajo la curaduría de Michele Friedler.
Algo que podría caracterizarse como “un buen momento” para este artista guatemalteco, que crea instalaciones escultóricas y performances basados en ritos, creencias, leyendas populares, cuentos de hadas, literatura, sucesos históricos, sueños y memorias de su experiencia durante la guerra civil de Guatemala.
La escultura es utilizada en su obra como utilería teatral, componiendo escenarios abstractos de terrores vividos y crueldades históricas. Sin embargo, aborda sus relatos desde el humor, aplicando estéticas provenientes de la ciencia ficción, de las películas de fantasía y del teatro de títeres; así, al llevar a cabo estos ensayos, Ramírez-Figueroa pone en práctica lo que acuña como la “relación entre la experimentación y la protesta”.
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EL GUARDIÁN DEL BOSQUE
La narrativa y el performance se entrelazan en la obra de Naufus Ramírez-Figueroa a partir del uso de imágenes y objetos que vinculan la historia con su propia autobiografía. El guardián del bosque, el resultado de una colaboración entre KADIST y Proyectos Ultravioleta, presenta el primer capítulo de El mensajero del bosque sumergido, un proyecto a largo plazo comisionado por KADIST para desarrollarse en distintas locaciones, y curado por Magalí Arriola para la exposición El círculo que faltaba.
El mensajero del bosque sumergido nace de la investigación llevada a cabo por Ramírez-Figueroa en diciembre de 2017 en Río Negro, en las regiones de Alta y Baja Verapaz, Guatemala. El artista explora la realidad política y la memoria histórica de las ruinas de Kawinal, un sitio arqueológico de la cultura Maya post-clásica que se vio sumergido tras la construcción de la presa hidroeléctrica de Chixoy —un proceso que empezó en 1975 para inaugurarse en 1983— en un supuesto esfuerzo por llevar electricidad al país. Sin embargo, la realidad fue que las comunidades que vivían en el área tuvieron que enfrentar la inundación de sus tierras y propiedades, así como la pérdida de sus sitios sagrados; aquellos que se negaron a verse desplazados se volvieron las víctimas a manos de los militares —muchas de ellas mujeres y niños— de lo que ahora se conoce como la masacre de Río Negro de 1982, cuyos rastros espectrales aún persisten detrás del paisaje natural y cultural de la región.
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Ramírez-Figueroa se remonta a este evento de la historia de Guatemala para elaborar una narrativa que, como muchos de sus proyectos, es habitada por criaturas híbridas que combinan la figura humana con la forma animal o vegetal, y que tiene componentes escultóricos y performáticos. Guardián 1, Guardián 2 y Guardián 3, una serie de troncos ralos y labrados con una mano en su extremidad, fueron concebidos para ser llevados por niños emulando un bosque árido de miembros solitarios.
Estas piezas se presentan en diálogo con la obra de Ramírez-Figueroa El corazón del espantapájaros, presentada originalmente en la exposición A Universal History of Infamy (Una historia universal de la infamia) [Los Angeles County Museum of Art, LACMA, 2017], para la cual el artista encargó un guion al escritor Wingston González basado en el original de la obra de teatro homónima escrita por Hugo Carrillo en 1962.
En 1975, un grupo de estudiantes de teatro experimental escenificó la obra de Carrillo, una pieza altamente crítica de algunos miembros del gobierno de la época que gozaba de respaldo militar, y cuya puesta en escena no sólo fue censurada, sino que resultó en el incendio del teatro, en una serie de amenazas a la integridad de los actores además de un fallecimiento. Para esta nueva versión, imaginada por Ramírez-Figueroa, vestuarios, máscaras y props encarnan los arquetipos del presidente, el oligarca, el cardenal, el soldado y el espantapájaros (palabra con la que Carrillo se refiere en su obra a los cuerpos abandonados) para representar un episodio histórico sombrío basado en los relatos de sus testigos.
En ambas obras, la ficción, la memoria y la historia se unen en una danza macabra entre violencia y resistencia, y se expanden más allá de las fronteras locales para reverberar en tiempos y momentos distintos de la realidad política Latinoamericana.
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EL SEXTO ESTADO
La instalación El Sexto Estado, nueva producción comisionada por la Sala de Arte Público Siqueiros, deriva de la historia de El Sexto Estado de Los Altos, región entre Guatemala y México que intentó separarse de la hegemonía capitalina guatemalteca a mediados del siglo XIX, durante el proceso post-colonial de la formación de Centroamérica. La formación de esta región generó una guerra de castas entre la élite criolla que intentaba independizarse (motivada por intereses económicos), y los pueblos indígenas que fueron excluidos del proyecto separatista. Esta exclusión es una condición que perdura hoy en América Latina.
El escenario que Ramírez-Figueroa presenta en El Sexto Estado parece una materialización de la segunda estrofa de Elegía nocturna, de Carlos Pellicer:
“El pie profundo sobre el negro piso sangró de luces todas las jornadas. Ante los pies geográficos, calladas, tus puertas invisibles, Paraíso”.
Las piernas que caen sobre el suelo del cubo blanco pisan, bailan o marchan al centro de una luz moderna relativa a lo que el artista caracteriza como decadencia institucionalizada; una alusión al fracaso de la promesa productivista en el continente.
A la derecha de la sala, encontramos el trono de Atanasio Tzul, líder de los pueblos Maya Quiché y de los que formaron el gobierno indígena, que dirigió una importante sublevación a favor de los pueblos en 1821. El alzamiento dirigido por Tzul sirvió como inspiración para los levantamientos en El Sexto Estado. La instalación es complementada por una silla glorificada y una coreografía fluorescente, que intentan representar una suerte de lectura apesadumbrada acerca de la recuperación del paraíso, en regreso al poema de Pellicer (“…Ante los pies geográficos, calladas, tus puertas invisibles, Paraíso)”.
En el segundo piso del museo se encuentran cuatro pinturas, compuestas de hojas de plata y de oro y polvos de jade y obsidiana, riquezas codiciadas de la minería en la región.
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NAUFUS RAMÍREZ-FIGUEROA
EL GUARDIÁN DEL BOSQUE, Proyectos Ultravioleta, 21 calle 11-09 z1, Ciudad de Guatemala
EL SEXTO ESTADO, Sala de Arte Público Siqueiros, Tres Picos 29, Polanco, Ciudad de México
Hasta el 4 de noviembre de 2018
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