NATALIA IGUIÑIZ: ARTE, ACTIVISMO, FEMINISMO (1994-2018)
Por Miguel López, curador
La exposición Energías Sociales / Fuerzas Vitales. Natalia Iguiñiz: Arte, Activismo, Feminismo (1994-2018) propone una revisión de veinticinco años de la obra de Natalia Iguiñiz (Lima, 1973), pintora, fotógrafa, diseñadora y activista política. A lo largo de este tiempo, su trabajo se ha caracterizado por responder a problemáticas urgentes que la atraviesan como mujer y ciudadana, estableciendo diálogos, alianzas y colaboraciones con colectivos y organizaciones sociales.
Al igual que varios artistas de su generación, Iguiñiz se desplazó a fines de los noventa de la pintura autoreferencial hacia la fotografía, el uso de internet y medios digitales, el diseño gráfico, la instalación y la intervención en espacios públicos, y eventualmente también al dibujo, la creación de mates burilados y video. El uso estratégico de esa diversidad de soportes le ha permitido moverse por el campo del arte, el activismo político y la militancia feminista, pero también por el ámbito educativo y una labor de desarrollo y acompañamiento de publicaciones estudiantiles, organizaciones de derechos humanos y proyectos curatoriales, entre otros.
El título Energías sociales / Fuerzas vitales enlaza lo individual y lo colectivo, enfatizando cómo las luchas que surgen de experiencias personales hacen eco de demandas de colectividades más amplias. Lo personal ha sido y sigue siendo político. Energías sociales alude a una experiencia creativa que se nutre y dialoga con contextos extra-artísticos, escapando del uso rígido de formatos tradicionales para abrazar otros medios de comunicación directa (la gráfica popular, la publicidad, etc.) dirigidos a audiencias específicas. Fuerzas vitales se refiere a la potencia de la vida y la importancia de vivir respondiendo críticamente al momento actual, y reclama pensar aspectos asociados a la vulnerabilidad de la existencia como el embarazo, la maternidad, la enfermedad o el dolor. Su obra va en búsqueda de formas creativas que hurgan en las energías sociales y habitan en las fuerzas vitales del presente.
Esta exposición recoge más de cincuenta obras y proyectos, muchos de los cuales se caracterizan por un posicionamiento crítico ante las lógicas patriarcales de los poderes gubernamentales, militares o religiosos. Iguiñiz vuelve una y otra vez sobre temas incómodos para la sociedad peruana como las demandas de derechos para las mujeres, el acceso a una educación y una salud sexual sin injerencias religiosas, la reivindicación de experiencias no idealizadas de la maternidad, las luchas contra la invisibilización del trabajo doméstico y las búsquedas de justicia contra la impunidad asociada a los crímenes cometidos durante el conflicto armado interno (1980-2000). La artista nos invita a ver estos temas desde la empatía, la solidaridad y la justicia, imaginando e intentando darle forma a un mundo más digno de ser vivido.
EJES DE LA OBRA DE NATALIA IGUIÑIZ
Trabajo doméstico
El tránsito de la pintura de autorretratos hacia la fotografía y la instalación a fines de los años noventa le permitió a Natalia Iguiñiz construir espacios de conversación con otras mujeres. El deseo de que sus obras sean comprendidas sin demandar un conocimiento excesivamente especializado le impulsó a usar la palabra escrita, nuevos medios y soportes digitales para registrar su propia intimidad, mirar el interior de las casas y confrontar la exclusión de las mujeres del espacio público.
Sus trabajos tempranos abordaron las desigualdades asociadas a la feminización histórica de las labores de cuidado. En la serie La otra (2001), Iguiñiz retrata a trabajadoras domésticas junto a sus empleadoras, señalando tanto el trabajo doméstico invisibilizado que sostiene la vida diaria de las clases medias y altas así como una jerarquía asociada a lo racial que evidencia el trasfondo colonial de la sociedad y una larga historia de subordinación. En su tránsito del arte al activismo, Iguiñiz ha contribuido en campañas como “Somos la excepción a los derechos laborales” o “Trabajamos el doble por la mitad”, colaborando con el Centro de Capacitación para Trabajadoras del Hogar (CCTH) o el Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar (SINTRAHOGARP).
Violencia política y memoria
Un concepto clave en el trabajo de Iguiñiz es comunicación. La artista ha trabajado reelaborando códigos visuales de la publicidad y la propaganda comercial, buscando construir mensajes directos dirigidos a audiencias específicas. El reclamo por el ámbito comunicativo ha sido una respuesta a cómo ciertas representaciones en el espacio público han servido para mantener la desvalorización y discriminación de la mujer.
La artista ha buscado contribuir al debate público sobre la violencia de género y derechos humanos colaborando con instituciones y organizaciones como DEMUS, Centro de la Mujer Flora Tristán, CLADEM, APRODEH, Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, entre otras. Iguiñiz ha diseñado piezas gráficas que denuncian la impunidad frente a las violaciones, los abusos contra mujeres campesinas durante el conflicto armado o las precarias condiciones laborales.
Maternidad
Un eje central del trabajo artístico de Iguiñiz ha sido la representación crítica de la maternidad, tomando distancia de toda visión idealizada de aquella experiencia. Como muchos proyectos surgidos desde el feminismo, se trata de una investigación situada que evidencia que el conocimiento no puede estar desligado de su contexto y de la subjetividad de quien lo emite. Estos ejercicios surgen como respuesta a sus dudas ante la decisión de tener hijos, problemas médicos iniciales que parecían impedirlo, y luego asociados al embarazo y la crianza de sus dos hijos: Antonia y Vicente. A través de un ambicioso ciclo de tres exposiciones tituladas Pequeñas historias de maternidad, realizadas entre 2005 y 2015, Iguiñiz exploró los estereotipos y dilemas asociados a la decisión de ser madre, la experiencia biológica y física de la gestación, y los vínculos afectivos desarrollados en ese proceso en un intento de abrir un diálogo con experiencias de otras mujeres. Estas obras hacen frente a las restricciones e ideas rígidas impuestas desde la familia, la escuela y la sociedad en torno a qué es y cómo se debe asumir la maternidad.
Espacio público y activismo
Otro aspecto que define el trabajo de Iguiñiz es la intervención en espacios públicos. El proyecto Perrahabl@ (1999) consistió en empapelar la ciudad con afiches que exponían los discursos machistas sobre la mujer, desafiando el control que la dictadura de Fujimori ejercía entonces sobre el espacio público. El afiche (firmado como colectivo Laperrera) incluía una dirección de correo electrónico a fin de documentar las reacciones de los transeúntes. El proyecto desató una polémica que involucró a autoridades ediles, congresistas y organizaciones feministas, y que desembocó en una denuncia judicial contra la autora. Iguiñiz ha participado también en diversas acciones simbólicas colectivas como Respeto al voto, Chicas de la Luna, Ni una menos, y también en las actividades iniciales del Colectivo Sociedad Civil, un importante grupo de activismo cultural que se posicionó frente a los intentos fraudulentos de reelección de Fujimori a fines de los noventa. Iguiñiz contribuyó en acciones decisivas como El entierro de la ONPE (2000) y Cambio no cumbia (2000), así como en las dos primeras intervenciones de la conocida Lava la bandera (2000), la cual impulsó una ola imparable de rechazo público frente a la corrupción y el autoritarismo.
Cuerpo y enfermedad
El trabajo reciente de Iguiñiz aborda cómo el cuerpo se relaciona con la enfermedad, prestando particular atención a las formas de medicalización del cuerpo de las mujeres. La artista desafía los condicionamientos estéticos de belleza y salud, reinterpretando la experiencia vital a través de una colección de gasas, algodones, esparadrapos, bandas adhesivas y otros residuos descartables usados para cubrir cortes o lesiones asociados a exámenes clínicos, operaciones, radioterapia y quimioterapia. En un mate burilado, producido con Sixto Seguil Dorregaray, la artista examina la representación médica del cáncer, los códigos visuales de la evaluación y diagnóstico, y cómo la experiencia de la enfermedad está condicionada por marcas de género y clase. Sus imágenes rehúsan la mirada masculina que fetichiza el cuerpo femenino, subrayando las huellas del dolor en una sociedad que castiga los signos de discapacidad o enfermedad. Iguiñiz documenta su experiencia y llama la atención sobre la salud de las mujeres, haciendo evidente que las heridas –incluso cuando privadas o invisibles– son también un reflejo de inequidades que nos recuerdan una vez más que lo personal es político. Sus obras enfatizan la dimensión pública de nuestros cuerpos, invitando a la empatía y sugiriendo que lo que nos une y define como comunidad es lo vulnerable y frágil de nuestra existencia.
ENERGÍAS SOCIALES / FUERZAS VITALES. NATALIA IGUIÑIZ: ARTE, ACTIVISMO, FEMINISMO (1994-2018)
ICPNA (Instituto Cultural Peruano Norteamericano), Miraflores, Lima, Péru
Hasta el 8 de abril de 2018
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