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CLAUDIA SEGURA SOBRE LA RELACIÓN ARTISTA-CURADOR Y SU LABOR EN NC-ARTE

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Pensó que sería artista, fotógrafa como su madre, pero rápidamente se dio cuenta de que le iba mejor como mediadora: lograba entender y explicar bien el trabajo de los demás. Entonces se imaginó que el periodismo podría ser el camino. Lo que fuera que hiciese, tendría que tener una conexión directa con lo que la motivaba: las humanidades y el sector cultural. Desde niña, estuvo rodeada de un ambiente nutrido de filosofía, literatura y las artes en general. Estudió en un colegio laico, con metodología francesa, donde la lengua, la escritura y la historia eran fundamentales, y donde se alimentaba un espíritu crítico entre los estudiantes.

Llegado el momento de elegir carrera, Claudia Segura (Barcelona, 1984) decidió estudiar Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra, donde eligió los énfasis de filosofía y arte. Le pareció que esas dos disciplinas se encontraban de una manera fascinante para entender la historia social, política, cultural o literaria de diversos contextos. Rosario Peiró la motivó a profundizar en las artes plásticas con una clase de teoría del arte contemporáneo. De ahí decidió realizar un máster en Teoría del Arte Contemporáneo en Goldsmiths University. Hizo un postgrado de Arts Policy and Management en Birkbeck University, también en Londres, y estudió en el primer ciclo del Programa de Estudios Independientes del MACBA, en Barcelona. Ganó una pasantía en el departamento Curatorial de la Tate Modern y luego se quedó un año más. Desde ese momento, se ha dedicado a la curaduría e investigación en distintas partes del mundo y, aunque dejó de lado la idea de convertirse en periodista, publica artículos en algunos medios y dedica buena parte de su tiempo a la escritura.

En el 2015, Claudia Segura entró como curadora de NC-arte, un espacio cultural privado sin ánimo de lucro, en Bogotá, que se destaca por presentar proyectos site specific y por su amplia programación educativa. Al año siguiente, Claudia Hakim dejó la dirección de este espacio por la dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá y, desde entonces, Segura es la directora y curadora en jefe de NC-arte.

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Julia Roldán: ¿Cómo llegó al arte?

Claudia Segura: Creo que un elemento importante es que viajé mucho de niña. En vez de darnos juguetes de navidad, mis padres organizaban algún viaje, y si íbamos, por ejemplo, a visitar Machu Picchu, contrataban a un profesor para que nos explicara la cultura Inca. Visitábamos museos, teatros, conciertos… El conocimiento inmaterial era muy importante en mi familia.

JR: ¿En su vida laboral siguió viajando con la misma intensidad que de niña?

CS: Sí, claro. Viví en Londres, donde hice la maestría, y empecé a trabajar en la Tate Modern, que fue un aprendizaje buenísimo. Entré como practicante y me quedé un año más. Después de eso me fui a México, trabajé en una feria de arte contemporáneo para entender todas las patas del sector cultural; no quería taparme los ojos al mercado. Allá estuve con una galería de Nueva York en unas ediciones de la feria de arte contemporáneo MACO, con lo que me instalé en México. Después me fui a vivir a Porto (Portugal) por seis meses, donde hice un proyecto más de curaduría, un site specific project con Cildo Meireles, Carlos Garaicoa y Damián Ortega.

De Porto volví a Barcelona, trabajé un tiempo en La Fundación La Caixa y haciendo diferentes proyectos curatoriales en otros sitios de España e Inglaterra. En paralelo estuve con la galería ADN Platform coordinando la programación. De ahí me fui a Turquía un año y medio, porque me interesaba el Medio Oriente. En ese momento me dediqué a visitar estudios de artistas. Por esas fechas también surgió la posibilidad de hacer una exposición de Pipilotti Rist. Pude trabajar y conocer la escena artística del contexto turco. Fui curadora para la Bienal de Mardin, en un pueblito entre la frontera siria y turca, una experiencia distinta porque en el panel de curaduría éramos 12, ¡una cantidad de gente!: desde la profesora del pueblo hasta el profesor de arquitectura de la universidad y el líder de la comunidad de manualidades. Escuché nuevas voces; fue un proceso de aprendizaje fantástico porque me di cuenta de que yo tenía un barómetro de lo que “era y no era arte” muy dogmatizado. Al ver la realidad de este lugar empecé a deconstruir, vi todo más poroso y contextual.

Después de Turquía llegué a Bogotá. Las primeras semanas hice visitas de estudio y trabajos varios. Entre esos, presenté un proyecto de Cildo Meireles al Museo del Banco de la República, que me aceptaron para el 2018. Un día conocí a Claudia Hakim, quien me contó sobre la necesidad de una línea clara para NC-arte. Yo le expliqué cómo entendía la curaduría, cuál era el trabajo que podría ofrecerle, y llegamos a un acuerdo y empecé a trabajar en ese espacio.

JR: ¿Qué es lo que más le interesa de la labor curatorial?

CS: Me interesa la relación con el artista, esa co-creación con él, cuando se difuminan las barreras y el artista pasa a ser curador y el curador artista. También disfruto y dedico mucho tiempo a la escritura del texto curatorial. Me encanta experimentar con formatos. Por ejemplo para la exposición colectiva del año pasado en NC-arte, Hacia una nueva orilla, el texto era una narración ficticia. Me gusta pensar cómo el dispositivo de texto curatorial puede ser una información que posibilite líneas de fuga, que no sea un discurso recto y dogmático, sino que pueda ser muchísimo más permeable.

JR: Me hablaba de esos momentos que hace de artista y el artista de curador, cuénteme más.

CS: Yo tengo dos metodologías para trabajar con un artista y dependen de cuando es un solo project o una exposición colectiva, cuando comisiono o la obra ya está producida.

La exposición colectiva me permite, como curadora, tener una investigación individual profunda. Muchas veces le puedo dedicar meses con inputs de diferentes disciplinas y me acerco al artista desde ahí, porque sé que le interesa esa temática. Iniciamos una conversación sobre las obras suyas que funcionarían para resaltar, contradecir o problematizar mi discurso. O le digo: “Oye, me encantaría, en torno a esa dinámica, que hicieras algo relacionado a x”. En ese caso el tipo de obra que haga el artista es su responsabilidad, yo no tengo una injerencia tan importante.

La otra metodología es cuando invito a una artista porque me interesa su práctica. Entonces le comento que me fascina cómo aborda x temática y le invito a que hagamos un proyecto en el espacio. En ese caso la dinámica es diferente porque se vuelve un aprendizaje en conjunto: intercambiamos textos y conceptos. Hay artistas más permisivos que otros, hay unos que requieren una atención mayor. Puedes lanzar inputs pero a lo mejor el artista prefiere no tenerlos o al revés, o se plantean entre ambos. Por eso decía que es una creación en conjunto en la que muchas veces la parte curatorial se va definiendo al mismo tiempo que se va definiendo la propia obra.

Por eso lo que más admiro de un artista es que sea curioso, que no tenga un discurso totalmente cerrado, que su obra pueda permitir muchas lecturas, y que no responda a preguntas sino que haga más preguntas.

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JR: ¿Cuáles son sus intereses a la hora de investigar o plantear una curaduría?

CS: En la maestría me interesé en los estudios postcoloniales. Cuando investigué para la exposición colectiva, por ejemplo, de la Cámara de Comercio de Bogotá, Atlas #3. Topografías de Archipiélago, pensaba en cómo el mar, de las islas del Caribe –con una historia súper colonialista– ha podido resurgir un propio idioma e identidad. La pregunta “¿qué es la identidad?” me parece un tema fascinante.

También me interesa el adoctrinamiento versus los futuros posibles, toda esa idea de una narrativa que no es la preestablecida. Busco mezclar conocimientos que entendemos en nuestra cultura como unos saberes válidos –autores autorizados como Deleuze, Derrida, etc.– con conocimientos populares como las leyendas sobre el mar, mitos sobre los espacios liminales, saberes indígenas sobre la naturaleza. Me encanta fusionar esos elementos porque creo que el conocimiento es eso.

JR: Cuénteme de Para abrir boca.

CS: Para abrir boca es un proyecto que iniciamos hace unos 5 o 6 años con otra colega curadora, Inés Jover. En Barcelona seguían los mismos dinosaurios dirigiendo la escena artística, entonces nuestra generación estaba poco conectada. Con esa premisa, escogimos gente conocida y desconocida, entre 15 y 20 personas, los citamos a todos y les dijimos que queríamos hacer unos encuentros cada dos meses alrededor de una cena. Y es que el hecho de compartir comida permite un encuentro horizontal y una discusión más distendida. Invitábamos a gente que estuviese en Barcelona y que nos interesara de la cultura catalana o internacional. Antes de la cena les preparábamos unos textos y unas preguntas.

Luego decidimos crear un blog para publicar textos críticos a partir de lo conversado en cada encuentro, además de los textos que nos habían inspirado las preguntas. Lo interesante es que el grupo era súper heterogéneo porque había artistas, galeristas y curadores.

JR: ¿Cómo fue el proceso de llevar la exposición de Do Ho Suh a NC-arte?

CS: Fue una exposición difícil de hacer porque él es un artista muy establecido. El curador tiene que ir hacia él, no es una relación compartida. Cuando lo invité, me dijo: “Claudia, si tú quieres verme, ven donde estoy”. Entonces fui a Nueva York a cenar con él y sólo pensaba “¡qué horror, va a ser súper estirado!”. Pero fue un tipo fantástico. El día de nuestra cita, desde un inicio, me aclaró: “Claudia, para mi me es igual si vienes del MoMA -y él ha expuesto ahí, ha expuesto en los mejores museos- o no. A mí, si el proyecto que planteas me interesa, te diré que sí. No importa si es en una casita enana, en el suburbio de cualquier ciudad”. Entonces fue súper interesante posicionarse con la voz de la curaduría y decirle: “Mira, de tu práctica me interesa esto, no lo demás”. Fue interesante ver cómo la voz de curadora también tiene que imponerse en los momentos de negociación. Aunque siempre he preferido que las obras de arte que se presentan sean más importantes que la voz del curador, que está subyacente y genera el diálogo. He querido mantener eso, así hiciese exposiciones con un solo artista. Creo que tú eres un estimulador, un conector, pero jamás tu voz va por encima. También es cierto que hay elementos que te interesan más de una practica artística y que esos son los que tienes que empujar, pero nunca imponiendo o siendo intrusivo.

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JR: ¿Cuál es su apuesta en NC-arte?

CS: Mi apuesta es que el espacio tenga un programa con una intención clara. Me daba la sensación de que los años anteriores habían sido muy fructíferos pero, a la vez, muy intuitivos. Entonces, cuando entré, hicimos una revisión de qué ha sido este proyecto y cuáles son sus objetivos.

De ahí aclaramos que en NC-arte los proyectos deben ser in situ. Es un lugar para que artistas produzcan obra nueva, porque somos impulsadores y no itineramos exposiciones sino que creamos en conjunto. Respecto a ese diálogo, entre la obra y el espacio, somos muy amplios: puede ser con Bogotá o con proyectos pasados pero que de alguna manera la instalación tenga una narrativa con el espacio. No puede ser algo replicable en otros sitios.

Otro elemento fundamental es que nos centramos en artistas de mediana carrera. En Bogotá hay una oferta grande de becas para artistas emergentes, los artistas consolidados están en otro terreno y los de mediana carrera son los que quedan flotando, y a los que, muchas veces, el propio mercado les pide que repliquen lo que ya está funcionando y les es muy difícil salir de ahí. Por último queremos internacionalizar NC-arte, que se vuelva más profesional con relaciones institucionales internacionales, con artistas también internacionales –de Medio Oriente, África, de otros contextos– pero manteniendo que somos una fundación colombiana. Por lo tanto, si le damos un presupuesto alto a un artista internacional, ese mismo presupuesto será para un artista local.

JR: Y de ahí al hecho, ¿cómo ha sido?

CS: Tengo mucha suerte porque Claudia Hakim y Najib Neme son muy respetuosos y generosos a nivel de presupuestos para que la fundación funcione. Por supuesto les paso lo que haré y hay una conversación, pero nunca se meten con la programación. También hay muchos artistas –Amalia Pica, Xavier Le Roy– que no conocían pero que les parece bien que proponga. Es decir, apuestan por mi, y eso es algo que en un trabajo te da mucha tranquilidad y seguridad. Por otro lado, siempre hago partícipe al equipo de NC-arte en mis decisiones. Les muestro al artista que tengo en mente, les envío información, intento que también ahí se de un proceso de diálogo.

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JR: Cuénteme qué tienen este año para NC-arte.

CS: Este año lo abrimos con Xavier Le Roy, un performer francés que viene más del mundo de las artes escénicas. En realidad estudió biología molecular y por esos estudios le atrajo la idea del cuerpo. Él compara cómo operan los espacios para las artes escénicas y los de los museos. Es una exposición innovadora en el contexto colombiano porque se entiende el uso del cuerpo no como lienzo en el que la violencia se expone, sino como un elemento que te ha acompañado desde el nacimiento hasta hoy y ha trazado tu narrativa histórica. La exposición es muy particular porque el espacio está totalmente vacío, sólo hay 12 cuerpos que lo ocupan.

La idea es que cada año haya una temática: la de éste es Código y Lenguaje. Xavier Le Roy habla de un lenguaje corporal. Luego viene Amalia Pica, que le interesa el lenguaje como dispositivo de conocimiento a través de una investigación que hizo en Nigeria sobre la relación que establecen los chimpancés para comunicarse y alimentarse.

Después sigue Nicolás Consuegra con el lenguaje institucional, un proyecto que tiene una incidencia más local porque abarcará el aislamiento que hay entre las instituciones culturales en Colombia. A través de una intervención en NC-arte, reproducirá el Museo de la Universidad Nacional y hablará sobre la identidad de estos dos lugares; y, por último, cerraremos con Los Carpinteros. Es muy relevante que justo después de Consuegra –con quien presentamos la poca relación entre las instituciones– sigan ellos porque inauguramos al mismo tiempo que El Museo del Banco de la República. El museo hará una retrospectiva de Los Carpinteros y nosotros un site specific; para eso estamos trabajando juntos. Esa es otra de las apuestas de NC-arte: queremos trabajar más con las instituciones, apoyarnos y establecer sinergias.

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Julia Roldan

Nace en Bogotá, Colombia. Es comunicadora social con énfasis en periodismo. Se inclina hacia proyectos sociales y culturales en donde pueda ser gestora, mediadora o productora de actividades y contenidos.

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