A Contracorriente:chile en la Bienal de Arquitectura de Venecia
Atendiendo el llamado del curador general de la Bienal de Arquitectura de Venecia, el chileno Alejandro Aravena, a reflexionar en torno al rol de los arquitectos en la batalla diaria por mejorar las condiciones de vida de las personas alrededor del mundo, Chile ha presentado en su Pabellón Nacional la muestra A contracorriente, una selección de 15 proyectos desarrollados por una generación de jóvenes que concibe, diseña, gestiona, capta financiamiento y construye pequeñas obras de arquitectura para obtener su título profesional de arquitecto.
Quienes exhiben hoy en el evento sobre arquitectura contemporánea más importante del mundo tienen en común la pertenencia al territorio rural del Valle Central de Chile. Al terminar su formación académica regresan a sus lugares de origen para aportar a la comunidad y erigir arquitecturas que en su conjunto dibujan una filigrana de lugares que acogen la vida y labor de campesinos y sus familias.
Curada por Juan Román y José Luis Uribe, y comisariada por Cristóbal Molina del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, A contracorriente es, como lo indica su nombre, una exhibición de aquella arquitectura que va contra los cánones de la grandiosidad, esto es, en el sentido opuesto al de aquellas batallas urbanas, quizá más globales, que se libran para mejorar la calidad del entorno construido. “A contracorriente pone en valor las costumbres y el paisaje del mundo rural, forestal y agrícola, y contribuye con la arquitectura a mejorar la calidad de la vida cotidiana de las personas”, señalan los curadores.
En el Pabellón Chileno en la Bienal de Arquitectura de Venecia se exponen las 15 maquetas de paradores, miradores, comedores y plazas, o simplemente, lugares de sombra y encuentro, efímeros o permanentes, explícitos o abstractos, levantados con lo mínimo, con restos de procesos agrícolas y con los materiales que se encuentran a mano, lo que “aporta valor y coloca a ese territorio en la globalidad, por medio de un relato regional, aunque no costumbrista”. Las maquetas van acompañadas de imágenes del entorno rural y los paisajes en donde se emplazan estas construcciones.
Estas intervenciones sutiles en el territorio han sido realizadas acorde a criterios de reciclaje y desechos de gran interés arquitectónico, lejos de la arquitectura protagónica, entregando respuestas a necesidades sociales en el ámbito rural del centro sur de Chile.
Entre los 15 proyectos, destacamos:
Pabellón de carreras a la chilena, de Claudio Castillo
La obra crea un soporte público y cultural para la comunidad y ayuda a conformar la identidad de un poblado y reflejar la atracción desde un acto cultural ligado al territorio, su historia y sus modos de vida particulares. Las carreras a la chilena aportan la imagen de un paisaje, una comunidad y un país en función de sus tradiciones, al integrar la renovación de un sector cívico del pueblo, potenciar el turismo rural y aportar al fundamento de una comunidad que ve sus raíces en un deporte tradicional.
Mirador comedor emergente, de Javier Rodríguez
La obra se ubica en la ribera norte del río Lontué. Se planteó un comedor para los trabajadores que laboran en las temporadas de poda, raleo y cosecha. Era fundamental dotar al proyecto de un cerramiento con un mínimo de contención para el buen comer y el descanso privado bajo sombra. Se proyectó con los elementos que se reconocen en el lugar: un río que se traduce en rocas, la madera de bins de desecho, las varas de eucalipto, las mallas y el alambre tensado, para lograr el equilibrio entre la condición emergente y el dominio visual del paisaje.
Restos frente al horizonte, de Felipe Muñoz
La playa de Pelluhue se caracteriza por su topografía accidentada y rocosa, y se accede principalmente en vehículo. Ahí se emplaza este pabellón que rescata las piezas de madera que dejó el tsunami y las reúne en un elemento denso, hito reconocible en el paisaje. La volumetría de la obra tiende a la horizontal y es seccionada en su interior para hacerla habitable. El zócalo rocoso se abre hacia el océano y lo enmarca para acentuar la tranquilidad horizontal del paisaje. El pabellón propone habitar su interior y generar una transición entre la montaña y el mar.
Plataformas rurales, de Gabriel Garrido
La obra se inserta en una comunidad rural compuesta por casas ubicadas en torno a una pequeña área común desprovista de infraestructura pública. Se plantea incorporar un elemento que defina un lugar para la integración de los habitantes a partir de la periferia rural que caracteriza ese espacio. Una plataforma elevada, compuesta por madera reciclada de pallets recolectada en el sector, funciona como soporte para actividades vecinales. Un horno de barro es el detonador de relaciones sociales. La obra incorpora una cubierta de tres capas de malla raschell tensada para generar espesor y una sombra contundente.
Plaza de Pallets, de Jonnattan Silva
La obra se emplaza en la avenida pública de la Villa San Sebastián, un borde urbano que dialoga con la vida rural. El proyecto busca rescatar lo que significó ese lugar y restaurar lo que había: un patio sombreado por un árbol. El pallet de madera es un elemento repetitivo con una capacidad estructural de bajo costo y fácil manipulación. La agrupación vertical de los pallets conforma un sistema constructivo eficiente, capaz de definir un volumen autosoportante, que da la posibilidad de apreciar el valle, sentir el viento y el sonido de las hojas bajo la sombra del árbol.
A Contracorriente
Pabellón de Chile en la Bienal de Arquitectura de Venecia
Curadores: Juan Román y José Luis Uribe
Comisario: Cristóbal Molina (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile)
Expositores: Felipe Aranda, Ximena Cáceres, Claudio Castillo, Ximena Céspedes, Gabriel Garrido, Carolina Guerra, Juan Francisco Inostroza, Yasna Monsalve, Felipe Muñoz, Daniel Prieto, Javier Rodríguez, Jonnattan Silva, Carolina Solís, Tanya Vera, César Verdugo
Organización: Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile
Con el apoyo de: DIRAC, Fundación Imagen de Chile
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