NUEVOS ESPACIOS PARA UN MUSEO CON VISIÓN
Si realizáramos un análisis sobre los valores que determinan la evolución de las sociedades, podríamos afirmar sin lugar a dudas que la cultura es uno de esos valores establecidos a partir de toda una red de comportamientos heredados que ubican al individuo dentro de un sistema, siendo la transmisión, recepción y análisis de las diferentes experiencias estéticas los ejes mediales de esto que llamaremos aquí arte dentro de esa maquinaria cultural.
El crecimiento industrial producto del capitalismo sumado a la electrónica nos dio un nuevo hábitat de información más extenso en donde las imágenes del arte cobraron un grado alto de relevancia en el desarrollo individual y colectivo. Por su parte, el museo desde su concepto moderno se estableció como el lugar predilecto que custodia una selección de estas imágenes, objetos o manifestaciones artísticas transformadas en experiencias, que modelan una identidad dentro de la ciudad, originando y conectando sucesiones de vivencias entre los individuos que habitan por un lapso su espacio.
El pasado mes de septiembre Medellín vivió la apertura de una nueva construcción que propone proyectarse como un importante eje cultural. El Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) abrió las puertas de su nuevo edificio, una estructura con un área total de 7.220 metros cuadrados donde comienzan a realizarse exposiciones, laboratorios, talleres de creación, eventos y presentaciones de danza, performance, teatro y cine. Con motivo de esta celebración, el museo acoge actualmente una serie de exposiciones que, en conjunto, manifiestan una perspectiva de su evolución y las dinámicas con las cuales se conectan otras formas de entender y plantear el arte en Colombia y en el mundo.
Su curador en jefe, Emiliano Valdés, formuló y presentó una visión y re-visión de lo que configura un importante fragmento del arte nacional e internacional con cuatro exposiciones a su cargo que dieron cuenta de un particular estilo en la acción curatorial de este guatemalteco.
En y entre geografías es una de las muestras temporales ubicada en la Sala B y la Sala de Fundiciones que nos da la bienvenida al nuevo edificio. Sus conceptos integran significados y diferencias entre las relaciones que establecen los individuos de manera global, local y personal vinculados a un territorio; en ocasiones al universo, en otras a una ciudad, a una frontera y desde perspectivas extremas de violencia y desarraigo, incluso a la ausencia de un lugar permanente.
Uno de los recursos característicos en la muestra es el uso del mapa -en un sentido amplio-, no sólo como forma paradigmática de representar límites y accidentes geográficos, sino como metáfora de huidas que marcaron recorridos, vivencias y relaciones de espacios y tiempos incluso virtuales.
El curador explica que los artistas que ahora hacen parte de la muestra “incorporan en su práctica la investigación y el pensamiento sobre aspectos (físicos, políticos y culturales) que determinan la ubicación del ser humano y cómo éstos afectan su condición de vida, lo que incluye parámetros subjetivos como el deseo y la producción intelectual.”
Dentro del conjunto de piezas vale la pena destacar la obra de la artista Dora Mejía Vagar por el universo, una bella instalación que tiene una fuerza importante. La obra está compuesta por un gran textil con perforaciones y arena de fundición que, gracias a su posición en el suelo, puede llegar a engañar la mirada haciéndonos creer que percibimos una sombra en lugar de un material. “Repleto de luces cenitales que traspasan las perforaciones incrustadas en una superficie oscura y profunda, el intersticio que allí se genera permite recrear la experiencia de mirar el cielo estrellado en un sentido íntimo y casi místico de comunión con el Universo”, dice la artista.
Otra de las piezas sobresalientes de la muestra es El arte de navegar: Objetos de dudas y certezas (2011-2014), de Manuela Ribadeneira. La obra es una instalación realizada con una gran mesa que soporta una serie de objetos “útiles o inútiles”, instrumentos encontrados, ready mades, objetos inventados o una combinación de ambos que se relacionan históricamente con los instrumentos de navegación utilizados en los viajes realizados por los europeos en las costas americanas.
La curaduría también cuenta con obras destacadas de Adolfo Bernal, Alexander Apóstol, Anna Bella Geiger, Armando Miguélez, Bouchra Khalili, Camille Henrot, Carolina Caycedo, Christy Gast, Elena Damiani, Jose Catrellón, Leyla Cárdenas, y Libia Posada, entre otros.
En cuanto a las colecciones del museo, se tomó la decisión de recordar el desarrollo de un evento que marcó un nuevo rumbo en las manifestaciones artísticas del arte colombiano y que tuvo como detonantes a las Bienales de Arte de Coltejer (1968, 1970 y 1972) y el Primer Coloquio latinoamericano de arte no-objetual y arte urbano (1981). La exposición Salones Arturo y Rebeca Rabinovich está compuesta por algunas piezas de artistas destacados en un evento que fue de gran relevancia para las generaciones de artistas que ahora se proyectan en el arte internacional; allí nos encontramos con trabajos tempranos de Adriana Duque, Alejandro Castaño, Ana Cristina Vélez, Fredy Serna, Iván Hurtado, Jorge Gómez, María Adelaida López y Nadín Ospina, entre otros, pues una de sus características principales era el carácter experimental que podían tener las propuestas teniendo en cuenta que el certamen estaba abierto a los estudiantes de artes plásticas con la iniciativa de visibilizar y posicionar sus procesos, sus indagaciones estéticas y sus nuevas formas de ver el arte en el campo profesional.
La exposición PORTAFOLIOS AGPA: Gráfica latinoamericana a finales del siglo XX se encuentra en la Sala E del edificio y nos remite a la historia de los portafolios AGPA -Artes Gráficas Panamericanas- (1971-2000) gracias a una selección de 50 grabados de diferentes artistas que poseen una gran riqueza plástica, en donde marcadas tendencias desde la abstracción geométrica al minimalismo dejaron un valioso testimonio de una forma de hacer y concebir el arte latinoamericano durante el siglo XX, siglo que enfrentaría la transición entre el arte como representación y el arte como un ente auténtico que derivó de planteamientos basados en la “crisis” de la pintura y la escultura representativa, abriendo un camino para el arte mucho más interesante, experimental y plural.
La sala F albergará una exposición permanente. Cuando entramos, nos hallamos habitando un espacio particular que acoge una serie de obras donde se manifiesta la inquisidora mirada de una de las artistas antioqueñas más polémicas en el arte de los 80 en Colombia. Gracias a la fuerza de sus imágenes propias de una herencia moderna y un legado que tiene relación con el expresionismo alemán, esta artista dejó una trascendental obra para el arte latinoamericano.
De la colección Débora Arango, que está constituida por 243 piezas, se exhibe un conjunto de 63 obras que imponen museográficamente una relación entre la mirada de su comisario Emiliano Valdés y un trabajo que refleja los intereses más intensos de la artista como lo fueron la política, la religión, lo que significó ser mujer en una sociedad patriarcal, los desnudos y los retratos.
Para diseñar esta relación visual y estructural entre lo que planteaba de manera global la obra de Débora Arango en la muestra titulada La vida con toda su fuerza admirable y la visión de Valdés, se tomó la arriesgada decisión de ubicar las piezas en estructuras metálicas pintadas de blanco sustituyendo muros rígidos de concreto o drywall. La sensación es la de tener una mirada multidimensional. La obra de Débora Arango nos inunda casi inmediatamente desde un aspecto espacial, formal y por supuesto desde sus significados.
Se hace necesario concluir, con las razones que me han llevado a titular este artículo Nuevos espacios para un museo con visión, pues dar cualidades de ser (visión) a lo que identificamos como un ente (un museo, una construcción) no sería muy bien aceptado en la filosofía más ortodoxa; sin embargo, si un ente (el museo) designa todo aquello que como presencia afecta la conciencia y gracias a esta operación el ente puede ser, tendríamos entonces que este edificio como contenedor de vivencias, conciencias y conocimiento ocupará una categoría temporal de ser mientras esté habitado.
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