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MARCO MONTIEL-SOTO: SALÍ A COMER COCO

Todos los intentos por escapar me llevan al mismo lugar

I.

Pareciera que todo el trabajo de Marco Montiel-Soto se construye sobre un complejo registro de líneas argumentales que se manifiesta como el  fundamento recurrente en cada nueva propuesta, orientada a “reconstruir los recuerdos y las historias dispersas, acumuladas en la memoria del artista”.

Su inherente condición de explorador, turista, coleccionista, nómada e inmigrante opera como una categoría vital, con vocación de flâneur, para desarrollar la práctica de su arte. El viaje, el itinerario,  el tránsito,  el desplazamiento y la continua movilidad son, en consecuencia, las acciones específicas que ejerce y proyecta sobre el mapa de una cartografía determinada. La suya corresponde, sin duda, a una disposición hacia el arte asumida entrañablemente desde la vida. Un desafío autorreferencial que alude a la narrativa de un relato protagónico, el cual describe una realidad y una idealización desde la experiencia habitual que determinan sus propias circunstancias. Como un trotamundos, ha emprendido innumerables viajes y travesías desde el 2002 cuando parte de su Maracaibo natal para establecerse en la ciudad de Berlín. Desde entonces ha recorrido diversos destinos urbanos y rurales de Europa, Latinoamérica y Marruecos admitiendo ser, como él mismo se define, “un pasajero de un viaje sin ruta ni rituales de desprendimiento”.

El enunciado Salí a comer coco, resultante de la transmutación de un antiguo letrero encontrado en Comercial Belloso C.A. -empresa familiar donde trabajaba desde adolescente-, describe así una jocosa expresión local y, al mismo tiempo, talla en macizas letras de molde la imagen metafórica de la renuncia desenfadada a un modo de vida para construir otro; aquél que incluye el exilio y el desplazamiento incesante asumido como destino.

 

Vista la exposición Salí a comer coco, de Marco Montiel-Soto, 2014, en Carmen Araujo Arte, Caracas. Foto © Gabriel Osorio

Vista la exposición Salí a comer coco, de Marco Montiel-Soto, 2014, en Carmen Araujo Arte, Caracas. Foto © Gabriel Osorio

 

II.

Como artista multidisciplinar, en su obra coexiste una diversidad de  estrategias visuales y sonoras utilizadas con gran economía de medios y técnicas. La presente exposición reúne un cuerpo de trabajo que consta de tres conjuntos de obras diferenciadas. En la instalación central, Strudel between contradiction y confusión (strudel/remolino), nos enfrentamos a un tablero ovalado sobre el cual el artista, desde su posición de viajero sensible, despliega una colección de fotografías, imágenes de libros, postales, notas y objetos, recogidos y archivados durante sus continuos recorridos. La impresión de aparente aleatoriedad desencadena una percepción imprecisa,  provocada por la constante movilidad que se establece entre dos ciudades y mundos distintos, aunque con historias comunes, como lo son Maracaibo, su primer hogar, y Berlín su actual casa-taller. Esta especie de Atlas personal establece una suerte de cartografía de la memoria en la que el artista integra, sin mayor esfuerzo, historias propias y extrañas; debe ser entendido como una bitácora, un contenedor de itinerarios eventuales y fugaces que opera desde las realidades físicas y anímicas, y a partir de los inminentes asuntos sociales o culturales. Un diario de viaje que nos sumerge en un remolino de recuerdos donde la realidad se fusiona con la ficción, suspendida en un tiempo no cronológico, para materializar un archivo subjetivo y, por tanto, fragmentado y selectivo de recuerdos e imágenes; y así, construir la arqueología de una memoria portátil que narra el trayecto continuo entre dos puntos geográficos. Este movimiento constante ubica, entonces, a Montiel-Soto como un Semionauta, categoría propuesta por el crítico francés Nicolas Bourriaud en su libro Radicante, en el que describe al artista “radicante” como «un creador de recorridos dentro de un paisaje de signos». De alguna manera el espectador -ahora también explorador- experimenta la trayectoria propuesta. A través de pequeños parlantes descubre la grabación pausada de diversas composiciones o paisajes sonoros que guían la travesía y una narrativa personal que, al alternar constantemente el idioma utilizado -entre español, inglés y alemán-, reafirma el torbellino continuo al que están sometidos el  lenguaje y la memoria.

La práctica que superpone los relatos colectivos e individuales provenientes de culturas diversas exige, inevitablemente, repensar el dilema sobre la identidad personal, fracturando la esencia de un paradigma identitario. Esta confusión de tipologías y genealogías promueve la posibilidad de una poética diversificada de alcance global, adaptada a los signos de  nuestros tiempos. En el centro del remolino identificamos la presencia de una pequeña cinta de Moebius sobre la cual transita el siguiente texto: Ich gehe nie, komme immer zurück (Yo no voy, siempre regreso), un aforismo que describe la corriente en espiral y fundamenta la noción de movilidad como una abstracción que, en efecto, logra relacionar toda su propuesta. Este objeto, en su calidad de entidad “no orientable” nos indica, por consiguiente, un “espacio topológico” que define los conceptos de convergencia, conectividad y continuidad. Poderosa metáfora del eterno retorno.

III.

Las palabras no escapan a una postura política o ideológica pues con ellas anunciamos nuestras identidades y creencias. Nombrar es decisivo, es la acción que otorga significado y contenido a las cosas y a los sentimientos. Montiel-Soto utiliza las palabras desde la subjetividad para interactuar con el otro. En sus obras realizadas a partir de textos mecanografiados, las  palabras aparecen gradualmente en el monitor como un ensayo visual  para producir sentido. Así, en el video El tiempo pasa (2011), los días se van superponiendo uno sobre el otro. Ideas sueltas, elucubraciones y frases improvisadas, activadas por el teclado de su vieja máquina de escribir, son transcritas sobre rollos de cinta de papel. En ellos, la estructura narrativa insiste en la figura del viaje continuo, en el viaje territorial y en la noción de temporalidad:  All you need is time. De forma equivalente, la secuencia  de imágenes en el segundo video, Esto es un loop de lo mismo (2014), se percibe como una representación más emocional que describe un itinerario de ida y vuelta perpetuo, en el cual no sabremos nunca si el viajero va o regresa a su destino.

 

Marco Montiel-Soto, El tiempo pasa, 2011. Foto © Gabriel Osorio

Marco Montiel-Soto, El tiempo pasa, 2011. Foto © Gabriel Osorio

 

Marco Montiel-Soto, El tiempo pasa, 2011. Foto © Gabriel Osorio

Marco Montiel-Soto, El tiempo pasa, 2011. Foto © Gabriel Osorio

 

Bajo un mismo orden de ideas, la serie  fotográfica I´m writing in the middle of the night alterna -en los tres idiomas elegidos- un conjunto de frases y aforismos para describir las emociones y experiencias acumuladas entre el pasado vivido y la esperanza de “volver al futuro”. Y no sin cierta melancolía, la obra – hecha de palabras- alcanza una composición consciente. El texto es ahora la imagen de un objeto. Las tiras de papel enrollado recuperan su forma y son colocadas sobre el plano como pequeños y frágiles monumentos de identidad. Unos son cilíndricos, otros resuenan en el laberinto y otros más perpetúan, a través de su representación simbólica, el inevitable proceso de retorno. Podemos concluir que la obra diversa de Marco Montiel-Soto –la cual comprende videos experimentales, instalaciones, fotografía, disecciones de diapositivas, intervenciones sobre objetos encontrados, paisajes sonoros y textos- encuentra su unidad en la idea del lenguaje como el cruce entre las  operaciones sociales y las narrativas individuales. Pues siempre uno se preguntará: ¿Quién habla? ¿Quién escribe? ¿Quién lee? ¿Se refiere al autor o al lector?

 

Marco Montiel-Soto, I'm writing in the middle of the night, 2011. Cortesía del artista

Marco Montiel-Soto, I’m writing in the middle of the night, 2011. Cortesía del artista

 

IV.

La serie de fotografías a color Mundo inflable desinflado (2009) completa la exposición con una poderosa metáfora sobre el planeta que habitamos, una imagen alegórica a la distorsión de su geografía, la ruptura de sus fronteras y  las violentas transformaciones físicas e históricas que anuncian, en calculados primeros planos, “un mundo en proceso de asfixia”. Las distintas facetas del globo inflable, vaciado y torturado por el artista, lejos de idealizar la imagen del planeta que habitamos, sugiere una representación distinta de las tensiones y resistencias a las que se le debe someter para alcanzar, paradójicamente, un nuevo equilibrio de intercambios de toda índole.

 

Marco Montiel-Soto, Mundo infable desinflado, fotografía. Cortesía del artista

Marco Montiel-Soto, Mundo infable desinflado, fotografía. Cortesía del artista

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N.d.E: Texto de sala escrito por Ruth Auerbach para la muestra Salí a comer coco, de Marco Montiel-Soto, en Carmen Araujo Arte, Caracas, hasta el 8 de junio de 2014.

Ruth Auerbach

Es investigadora y curadora independiente de arte contemporáneo. Fue investigadora en la Galería de Arte Nacional y en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, miembro de la Junta Directiva del Museo Alejandro Otero y directora de la Sala Mendoza (2001-2010). También se ha desempeñado como curadora independiente en instituciones públicas y privadas, y fue directora de la Sala Mendoza (Caracas) entre 2001 y 2010. Sus trabajos han aparecido en publicaciones como Estilo, Extracámara, ARCO Noticias, Curare, Veintiuno y Art Nexus. Forma parte del Comité Asesor de la CIFO - Cisneros Fontanals Arts Foundation (Miami).

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