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DESÓRDENES SISTÉMICOS. ARTE RECIENTE DESDE CHILE

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Por Miguel A. López, curador

La exposición Desórdenes sistémicos. Arte reciente desde Chile propone un acercamiento al trabajo artístico de una de las escenas más activas y dinámicas de América Latina. Los artistas exhibidos son representados por un conjunto de galerías que se han organizado para fortalecer la presencia y promoción de las artes visuales de Chile en el contexto internacional. Esta es la primera exhibición impulsada por Sísmica, una iniciativa que busca profesionalizar el área de las galerías comerciales y conectar el trabajo de artistas locales con nuevos públicos, incluyendo críticos, curadores, directores de museo y una audiencia interesada en el arte contemporáneo.

Desórdenes sistémicos retoma el título de una de las esculturas de Cristián Salineros aquí exhibidas, titulada Órdenes sistémicos. En esta serie, el artista construye esculturas de acero para ser habitadas por canarios, los cuales estimulan una serie de patrones visuales a partir de su movimiento al interior de las jaulas. Pero la obra alude también a las condiciones de control y de encierro: Salineros explora los vínculos entre comportamiento y el espacio, como si se tratara de una alegoría de las políticas, límites o códigos que afectan también al cuerpo social. Y este es precisamente uno de los aspectos que explora esta exposición, abordando conceptos afines como autoridad, vulnerabilidad, conmoción, violencia, cuerpo, utopía y muerte a través de obras que proponen una mirada tanto crítica como desencantada del mundo y de la realidad.

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El trabajo de Mariana Najmanovich toma como punto de partida el bombardeo incesante de imágenes de violencia extrema. Sus pinturas elaboran a partir de la condición de la muerte como espectáculo público, las cuales recupera de los medios masivos de comunicación. Para Najmanovich, el soporte pictórico permite poner a dialogar distintos tiempos históricos, a través de una acumulación de atmósferas densas y sensoriales.

Esa dimensión macabra y teatral de la muerte aparece de una manera distinta en los videos de la serie Papeles sádicos del artista Juan Pablo Langlois y el cineasta Nicolás Superby. Sus cuidadas animaciones stop motion muestran escenas de dolor, muerte y regeneración a partir del movimiento de cuerpos hechos con materiales efímeros, los cuales ensayan interacciones cargadas de perversión, erotismo y deseo. Sus videos construyen un imaginario donde lo humano aparece como un elemento residual, y en donde es paradójicamente la destrucción la que abre un nuevo ciclo para esos cuerpos.

Esa oscuridad se mezcla con una profunda ironía en las obras de Víctor Castillo, quien retrata la imposibilidad de imaginar un futuro desde el momento contemporáneo. Muchas de sus pinturas –derivadas de la estética de los dibujos animados y los cuentos infantiles en combinación con un imaginario pop siniestro– representan acertadamente las condiciones represivas derivadas del capitalismo acelerado y la paranoia bélica, en donde son precisamente los niños los protagonistas de una tragedia inevitable.

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Otros proyectos exhibidos son una respuesta a momentos de conmoción social y crisis ciudadana. El proyecto de Cristóbal Cea, titulado Glorias (2017), consiste en una instalación que combina objetos, videos y dibujos producidos a partir de materiales audiovisuales encontrados en internet asociados a las marchas y protestas del 21 de mayo –día en que el presidente de Chile presenta un discurso anual sobre el estado administrativo y político de la nación. El artista ensambla un relato visual en donde el artificio de las imágenes (los personajes, la arquitectura, etc.) funciona como metáfora del estado de la democracia en el país.

En un sentido similar, las esculturas tituladas Progreso rima con orden, orden rima con represión (2017) de Rodrigo Vergara sugieren una continuidad entre las ideas de progresión y represión. El artista construye estas obras con pintura esmalte y malla de acero, jugando con cierta dimensión sensual del color y la transparencia. La forma en espiral de las esculturas parece sugerir cómo los procesos de modernización y el actual discurso de la economía neoliberal son en gran medida dependientes de los procesos de sometimiento y violencia.

Artistas como Johanna Unzueta exploran la dimensión del progreso desde el impacto tecnológico en la vida colectiva, investigando las maneras de comprender el trabajo y el tipo de herramientas que usa el hombre. Sus esculturas blandas, construidas con fieltro natural, ofrecen una crítica aguda a las formas de autoridad y poder –e incluso de ciertas actividades laborales comúnmente asociadas a lo masculino– vinculada al impulso industrial y la producción metalmecánica contemporánea.

Desde un lugar distinto, la obra de Neto titulada Andariego (2017) explora la utopía tecnológica pero desde los códigos básicos del lenguaje y la fallida promesa de comunicación. Esta instalación, ubicada como una especie de tótem en medio de la sala, combina materiales orgánicos (como palos, troncos y tela) con cajas de luz y monitores que reproducen símbolos lingüísticos y variantes numéricas.

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La obra de Loreto Carmona va incluso más atrás en la historia, recuperando e interviniendo ilustraciones y documentos de los procesos de colonización en el continente americano. La artista los interviene con objetos e inscripciones con hilo dorado que invocan las técnicas de violencia asociadas a los procesos de evangelización y civilización de la cultura occidental. Andrea Rodríguez Vial, por su parte, produce cerámicas en pequeño formato que simbolizan la fragilidad de la vida, así como las relaciones entre humanos y otras especies vivas. En muchas de sus obras, los gestos de los animales parecen reflejar las situaciones de amenaza en la cual viven.

Benjamín Ossa investiga los vínculos entre el comportamiento corporal y ciertos materiales industriales. Sus fotografías juegan con los límites de lo temporal al lograr congelar el instante en el cual el cuerpo humano se convierte en un molde para piezas de polímero afectados por el calor. Sus esculturas, suspendidas en el espacio, permiten contemplar el negativo del cuerpo del propio artista en su interacción con el polímero, sugiriendo una singular continuidad entre dos tipos distintos de materia, viva e inerte.

La indagación sobre la fugacidad y la mortalidad aparece también en las esculturas de Adolfo Bimer, en donde investiga aquello que nos compone como individuos. Sus obras son acercamientos que emulan la mirada científica o médica de los cuerpos, construyendo objetos a partir de texturas que diluyen la diferencia entre lo industrial y lo orgánico. El aspecto de estos elementos es extraño, como si fuera piel chamuscada o carne descompuesta, recordándonos la finitud de nuestras vidas pero también todo un universo de vida microscópica o celular que escapa a nuestro control. Una investigación sensorial similar aparece en la escultura Existencias II (2014) de Andrea Fischer, fabricada con lana y cartón reciclado. Su obra evoca pequeños capullos que sugieren procesos biológicos evolutivos, la posibilidad de crecimiento y regeneración, así como una conexión con la naturaleza.

Estas obras, producidas en su gran mayoría en los últimos cinco años, proponen un cuestionamiento sobre la realidad en donde la tensión entre el caos y el orden, entre lo natural y lo artificial, entre lo vivo y lo muerto ofrece representaciones sobrecogedoras. Estas imágenes no se presentan como un escape o refugio ante la crisis o la devastación, sino como una exteriorización sincera de un momento político y social profundamente incierto, en donde el arte se convierte en uno de los mejores sismógrafos del presente.

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DESÓRDENES SISTÉMICOS. ARTE RECIENTE DESDE CHILE

Un proyecto de Sísmica curado por Miguel A. López

Centro Cultural Matta, Buenos Aires

Del 26 de mayo al 7 de julio de 2018

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Imagen destacada: Obras de Cristián Salineros (al frente) y Loreto Carmona (al fondo) en Desórdenes Sistémicos. Arte Reciente desde Chile. Vista de la exposición en el Centro Cultural Matta, Buenos Aires, 2018. Foto: Mariella Sola

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