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CAROLINA FUSILIER: ISLA ELÉCTRICA

Por Gaby Cepeda | Curadora

“Estas latas deben perder toda la obsolescencia (y los artificios) de la industria que las produjo… tienen que enfermarse en la tierra. Enfermarse por el óxido y la corteza. Finalmente, sólo después de treinta y cuatro años merecen ser molidas. Esta destrucción de la naturaleza es dolorosa y necesaria si quieren ser parte de la sociedad de los gusanos. Después de este desmantelamiento en la naturaleza, las latas pueden incluso salir con mariposas…”

Manoel de Barros, “Latas”, Mémorias Inventadas, 2003.


Bien abajo, donde ya no pasa la luz, apenas se ven raíces, los gusanos en la oscuridad profunda. Las placas de piedra que se extendían de las montañas se fueron rompiendo, pedazos grandes a pedazos medianos a pedazos pequeños, hasta ser partículas blandas y fértiles. Antes, ese colchón de oscuridad subacuática sostuvo un campo de maíz rodeado por cerros. Ahora, eso que se ve ahí, son las cimas ahogadas de esos mismos cerros. La inundación trajo aislamiento, entre otras cosas peores, y los cables que invadieron el cielo prometieron reconectar el paisaje, pero sólo escuchamos interferencia. Pobres pájaros, hasta dejaron de hablar entre ellos.

Psssssss, grrrrr, tschhhhhhh, gloglogloglo, así suena el agua desplazando el aire,metiéndose en cada poro de la materia para darle otra forma, otra existencia. Nosotros aprendimos este lenguaje cuando la inundación llegó hasta nuestras cuevas, aprendimos que ese tic-tac de la vitalidad acelerada está dentro de nuestro metabolismo, nos entregamos a la mutación. Tuvimos que dejar atrás nuestras guaridas terrestres, la ciudad de piedra que creíamos eterna, aún más que nuestra especie. Nos aturdió el aire sucio de la tierra, los muros de cemento y las máquinas que se mueven como relojes falsos.

Carolina Fusilier, Manifestación de la comunidad metabólica, 2024. Peceras de vidrio, piedras, plantas, esculturas de barro, bocinas. Cortesía: Peana
Carolina Fusilier, Manifestación de la comunidad metabólica, 2024. Peceras de vidrio, piedras, plantas, esculturas de barro, bocinas. Cortesía: Peana

Nunca hemos creído en ese tipo de eternidad, en esa expansión tirana de la tecnología humana. Para ellos el río también es una máquina, una que opera conforme a sus caprichos y para eso lo modificaron: reorientaron su cauce, reacomodaron su fluir, sus temperamentos, su fuerza. Y esa fuerza que puede arrastrar al mundo la convirtieron en frecuencias eléctricas, en luces que borraron las estrellas, máquinas que alimentan otras máquinas en una cadena infinita de circuitos que avanzan al ritmo de la ceguera.

Eso pasó, la luz trajo ceguera. Nos dimos cuenta porque ahora vemos muchos humanos perdidos, desorientados, mirando esas piedras perfectas, rectangulares y resplandecientes. Es como que sus espíritus se fugaron y quedaron los cuerpos deambulando. Entendemos su arte, el de crear máquinas que los superan, con consecuencias que no asimilan, consecuencias arrasadoras que no piden permiso a nadie. Como una navaja abriendo un cerro, así son las puntas de las turbinas rompiendo el paso del río, acelerando su corriente, encauzando el agua hacia el concreto.

Carolina Fusilier, Hidro-lógicas (circuito 1), 2024. Óleo sobre lienzo con intervenciones de hilo y tornillo, 236 x 185.5 x 3 cm. Cortesía: Peana
Carolina Fusilier, Hidro-lógicas (circuito 2), 2024. Óleo sobre lienzo con intervenciones de hilo y tornillo, 230 x 135 x 3 cm. Cortesía: Peana
Carolina Fusilier, Sin título, 2024. Óleo sobre lienzo con intervenciones de hilo y tornillo, 75 x 60.5 x 3.5 cm. Cortesía: Peana
Carolina Fusilier, Turbina Pelton, 2024, óleo sobre tela, 243 x 200 x 3 cm. Cortesía: Peana

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Un tiempo después de la inundación, los pulmones se adaptaron al agua y nuestros ancestros se dieron cuenta que podían respirar como peces, y orientarse con las aletas que les crecieron en el cuello. Ahí empezó la primera comunidad metabólica. Las primeras construcciones fueron ambiciosas, con restos de la presa, metales fuertes, cables, acabados de piedra, cemento, barro, caparazones de animales. Estas guaridas todavía tenían la intención de perdurar. A nosotros hoy ya no nos importa la durabilidad, la repudiamos, la rechazamos, ya no somos de esa generación tan cercana a los terrestres. Esa ideología de nuestros ancestros y sus ancestros antes de ellos, estaba demasiado cerca de las utopías humanas. Los nuevos edifcios están hechos de materiales que se vuelven parte del suelo y un día también seremos este suelo. No creemos en la ruina, porque nada permanece.

El río, su forma de existir, nos enseñó a reconocer que todo nace de la energía, de su circulación, que todo lo que existe, nuestras formas de ser y de estar son pasajeras: el agua arrastra, asienta, diluye, destruye, irriga, fertiliza, incluso lo que creíamos que estaba muerto, el agua lo resucita, como los metales que nos llueven de arriba. Nosotros ahora nos reímos de lo estable y lo predecible del progreso humano. El futuro no les pertenece.

Carolina Fusilier, Vista panorámica de transmisión eléctrica, 2024, óleo sobre tela, 130 x 372 x 3 cm (díptico). Cortesía: Peana

CAROLINA FUSILIER: ISLA ELÉCTRICA

Peana, Tlaxcala 103, Roma Sur, Ciudad de México

Del 5 de junio al 31 de agosto de 2024

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