10 AÑOS DE CASA WABI. ENTREVISTA A BOSCO SODI
Casa Wabi, una fundación dedicada a residencias artísticas y proyectos comunitarios con sedes en Puerto Escondido, Ciudad de México y Japón, celebra su décimo aniversario. Inspirada en la filosofía japonesa del Wabi-Sabi, que valora la sencillez, la imperfección y la naturaleza transitoria de los objetos, Casa Wabi configura un entorno que fomenta la armonía, la intimidad y la impermanencia en la costa pacífica mexicana.
La sede principal en Oaxaca, diseñada por el arquitecto Tadao Ando, cuenta con intervenciones de renombrados arquitectos como Alberto Kalach, Álvaro Siza, Kengo Kuma y Bernardo Quinzaños, quienes han contribuido a esta iniciativa siguiendo su modelo filosófico.
A lo largo de estos años, Casa Wabi ha apoyado a cerca de 500 artistas de diversas disciplinas, quienes han desarrollado proyectos creativos que promueven la cultura comunitaria, la participación y la conciencia social en las comunidades locales.
Con motivo de este décimo aniversario, conversamos con su fundador, el artista mexicano Bosco Sodi, desde su estudio en Nueva York.
¿De dónde nació la inquietud de crear Casa Wabi?
Yo experimenté en carne propia lo difícil que es el mundo del arte, lo complicado que es ser artista y vivir de ello. Después de un largo camino y mucho trabajo, me comenzó a ir bien. Aunque no estoy de acuerdo con los precios absurdos del arte, quise aprovechar esa situación para devolver lo más posible a mi país, México, especialmente a la comunidad de Oaxaca, y a mis colegas artistas. Estoy convencido, y más en estos tiempos tan complicados, de que el arte nos ayuda a entender a otros seres humanos, a nosotros mismos y a nuestra relación con la naturaleza y el universo. Al abrir el ángulo de visión podemos tener resultados, podemos cambiar el mundo para bien. Esto es algo que he visto en Casa Wabi, en cómo ha impactado a los niños, a las comunidades y a los artistas que han pasado por aquí.
¿Por qué Puerto Escondido?
Mi abuelo es de Oaxaca, y desde muy pequeño yo acampaba en Puerto Escondido, donde siempre sentí una energía y una conexión muy especial. Y bueno, quise ponerle mucho empeño a este proyecto para regresarle algo sustantivo a este lugar que, en muchos sentidos, me es cercano. Además, quería que los artistas que participaran en las residencias tuvieran la oportunidad de intercambiar información, experiencias, sabiduría y amistad con las comunidades locales. Me refiero a que no se trataba solo de impartir cursos, sino de convivir y aprender también de la gente de la comunidad, es decir, que hubiera un intercambio, un diálogo profundo.
¿Cómo es la interacción de Casa Wabi con las comunidades locales?
Esta es una casa abierta al público, una casa muy bondadosa. Cada semana, invitamos a niños de tres salones de escuelas públicas. Los llevamos al taller de barro, les mostramos la casa, los pabellones de arquitectura, y la exposición que esté presente en ese momento. Después, los llevamos a un pequeño cine que hemos construido. Esos niños no han ido al cine en su vida, así que seleccionamos películas con buen contenido, pero que también sean divertidas, como las de Studio Ghibli, Charles Chaplin o Cantinflas. Les damos palomitas y, bueno, viven un día lleno de arte. Imagina un día en el que un niño crea objetos de barro, visita los jardines y los invernaderos, visita la exposición y asiste al cine. Es muy enriquecedor. En estos 10 años, ya hemos recibido a decenas de miles de personas de las comunidades locales.
¿Se ha pensado en escalar la participación de las comunidades locales a la escena del arte o a alguna residencia?
Sería increíble, porque de alguna manera se cerraría un círculo. Hasta ahora, nadie de las comunidades locales ha aplicado para las residencias, pero sí para los talleres y otras actividades comunitarias de Casa Wabi. A partir de estos talleres, han surgido fotógrafos e incluso algunos participantes ya están haciendo video, pintura y otras cosas. De hecho, ya tenemos un fotógrafo buenísimo que salió de estos talleres; lo contratamos frecuentemente y cuando hago obra allá es él quien la documenta.
En cuanto a las residencias, existen dos formas de acceder a ellas. La primera es a través de un comité curatorial, cuyo curador en jefe es Dakin Hart, ex curador en jefe del Museo Noguchi. Dakin propone al comité curatorial diferentes artistas que le parecen interesantes y el comité curatorial sugiere otros. La segunda vía es mediante un Open Call que hacemos cada año, el cual está abierto a cualquier persona de cualquier tipo, siempre y cuando tenga un background relacionado con el arte, el diseño u otras áreas creativas, y entienda que el proyecto comunitario es una prioridad.
Uno de los grandes encantos de Casa Wabi ha sido la selección de artistas. ¿Cómo formaste el consejo curatorial y los criterios de selección?
Al igual que el pensamiento ‘Wabi-Sabi’, la curaduría en Casa Wabi ha sido un proceso de experimentación y evolución. Al principio, no teníamos un consejo curatorial, pero cuando decidimos crearlo, teníamos claro que queríamos trabajar con una buena mezcla de artistas: seis por periodo, para que pudieran generar sinergias y experiencias significativas.
Creo que, para el curador, la parte bella es decidir a quién pone con quién, porque de ahí pueden salir amistades enormes, influencias diversas y mucho aprendizaje. Por ejemplo, en una ocasión, el curador decidió juntar a un cantante de ópera con un joven artista, y al mismo tiempo, a un artista consagrado, quien, consciente o inconscientemente, terminó enseñando al artista emergente.
Es decir, que nuestra curaduría se basa en una mezcla de personas, de donde ya han surgido amistades muy valiosas; de hecho, la mayoría sigue en contacto, y ese ha sido nuestro concepto, además de desarrollar propuestas sólidas para los proyectos comunitarios que cada artista debe realizar. Porque hemos tenido artistas que piensan que van a venir de vacaciones, y está bien, no tienen que trabajar en sus estudios si no quieren, al final ese es su problema, pero el proyecto comunitario tiene que ser muy sólido. No se trata simplemente de dar un curso de pintura a siete niños y ya; queremos proyectos que realmente enriquezcan a la comunidad. En esto ponemos mucho empeño.
Recientemente, cerramos el Open Call que hacemos en colaboración con ArtReview y recibimos alrededor de 500 aplicaciones, de las cuales solo tres serán seleccionadas. Sin embargo, aquellos proyectos que son muy buenos pero no ganan la residencia, los invitamos eventualmente a participar de alguna manera en Casa Wabi. Por ejemplo, tenemos artistas invitados para realizar exposiciones temporales, como fue el caso de Izumi Kato, quien no fue residente, sino expositor, y quedó encantado con el lugar. Y es que la gente casi siempre queda enamorada de Casa Wabi.
Respecto a la arquitectura de Casa Wabi, ¿la elección de Tadao Ando fue por su conexión tan cercana al arte contemporáneo?
En realidad, siempre me ha gustado mucho la arquitectura, y en mi familia siempre hemos tenido una relación cercana con ella. Conocía bien la obra de Tadao Ando a través de libros, pero cuando me invitaron a una residencia en Japón, alrededor de 2004, tuve la oportunidad de ver su trabajo en persona. Descubrí que su obra tiene mucho en común con la mía: es muy simple, sin capas que la cubran, es una obra que envejece muy bien, que juega con las sombras y con los volúmenes.
Desde entonces, me sentí muy atraído por su arquitectura y quise contactarlo. En ese momento, no tenía planes de hacer Casa Wabi; simplemente quería que algún día me diseñara mi estudio, o cualquier cosa, pero me rechazaba cada seis meses vía fax. Sí, era esa época en que no había emails ni smartphones, yo le enviaba un fax y a los dos meses alguien de su oficina me respondía agradeciéndome por el interés, pero diciendo que no tenía tiempo para un proyecto así y no sé qué. Cada año yo tenía agendado mandarle otro correo, hasta que un día estando en Nueva York, cuando mi carrera ya iba muy bien, un dealer que era amigo de él lo trajo al estudio. Ando quedó fascinado con los cuadros rojos, y ahí me dijo que lo iba a pensar.
Pero no fue sino hasta cuando cayó el huracán Sandy en Nueva York que todo cambió. El huracán derramó los más de 400 kilos de pigmento de mi estudio sobre la bahía de Redhook, y eso salió en la portada de un periódico, junto con fotos de la destrucción de mi estudio. Esas imágenes llegaron a manos de Ando, y ahí mismo dijo: “díganle a Bosco que tomo el proyecto”.
Fue en ese momento que decidí hacer Casa Wabi, y creo que Ando nunca pensó que se convertiría en algo tan significativo. Han ido los principales arquitectos del mundo, no solo a participar diseñando pabellones, sino también como visitantes. Muchos de ellos dicen que Casa Wabi es una de las mejores obras de Ando, pues ejemplifica muy bien su obra. Bueno, incluso Kanye West quedó tan fascinado con Casa Wabi que desmanteló una casa de Ando que compró en Malibú, le quitó los vidrios, todo el metal, pisos, muebles, cocina, todo, para dejarla tan simple como Casa Wabi, pero la verdad es que la destruyó.
Háblanos del nombre Casa Wabi
El nombre Casa Wabi proviene de la filosofía y estética Wabi-Sabi, que también está muy presente en la obra de Tadao Ando. Esta filosofía valora la sencillez, la modestia, los accidentes de la naturaleza y la belleza de la imperfección. Desde los catorce años, me interesé por el budismo zen, y luego descubrí el Wabi-Sabi. Ahí me di cuenta de que esta filosofía y yo teníamos mucho en común, y desde entonces he tratado de implementarla en mi obra.
Aplicado a Casa Wabi, yo no quería hacer algo acartonado o impecable, sino algo que pudiera evolucionar en cualquier momento, que la gente entendiera que van a un lugar abierto, donde es importante tener una actitud receptiva y estar dispuestos a adaptarse a lo que ocurra. Casa Wabi no es un hotel, a veces no hay luz, a veces te levantas y hay una víbora en tu cuarto, o una rana. Wabi es cambiante, impredecible, pero en eso reside la belleza del lugar.
Entonces decidí que la fundación llevaría ese nombre porque en esa filosofía se iba a basar. Y es así como Casa Wabi es: somos muy flexibles en muchas cosas, como en el hecho de que no es una residencia cerrada a artistas plásticos solamente; hemos recibido arquitectos, diseñadores, escritores y chefs. Con estos últimos hemos realizado intercambios muy interesantes para las comunidades locales. Además, hemos creado otros programas y reconocimientos, como el Premio Narrativa Casa Wabi-Dharma Books y uno para diseñadores. Lo más importante es que los participantes vengan con una disposición flexible para adaptarse a los constantes cambios, a lo impredecible, al accidente y al no-control que hacen bellas las experiencias y las cosas.
¿En qué punto converge tu trabajo artístico con Casa Wabi?
Bueno, hay un curador que dice que mis proyectos son ‘esculturas sociales’. Soy una persona hiperactiva con una necesidad constante de crear cosas. Trabajar en mi obra y pintar es un tipo de terapia personal, pero también hago otros experimentos sociales, como este otro proyecto que tengo en el norte de Nueva York, llamado Assembly, un espacio para el arte abierto al público. Todos estos experimentos sociales al final de cuentas son más intangibles que una escultura o una pintura, pero tienen su propia vida y van cambiando con el tiempo.
Algo más que me ha dado Casa Wabi, además de todas las cosas bellas de la fundación, es una nueva forma de trabajar con barro. Esto comenzó cuando uno de los primeros artistas en residencia, Corban Walker, me dijo: «No dejes de ir con los ladrilleros a hacer barro porque es divertidísimo». Así que un día llevé a mis hijos, ellos se pusieron a hacer figuras mientras yo intentaba hacer un cubo. El artesano me advirtió que dejara de hacer eso porque se iba a reventar. Yo me encapriché y comencé a trabajar intensamente con el artesano, hasta que logramos hacer los cubos, y luego esferas. Fue un proceso de varios años, pero ha sido una de las cosas más bellas que me ha dado Casa Wabi. Este trabajo con barro la verdad me ha dado muchas satisfacciones y ha impulsado enormemente mi carrera. Ese fue un gran regalo de Casa Wabi.
¿Cómo se generan fondos para que Casa Wabi siga en pie a 10 años de existencia?
Al principio, contábamos con el apoyo del Gobierno de Oaxaca, que cubría alrededor del 15 o 20% de los fondos, pero ese apoyo se terminó. Actualmente, yo sigo aportando la mayor parte de los recursos. Aproximadamente un 20% sale de las visitas guiadas a turistas (obviamente las visitas de las comunidades locales son gratuitas), y también obtenemos algo de ingresos del merchandising, como camisetas y libros. Además, recibimos algunas donaciones de amigos, pero hemos tenido que ser autosuficientes, ya que en nuestro país es muy complicado conseguir donaciones directas. En algún momento decidimos formar un comité de donadores, lo cual requería una donación de cada uno de ellos, pero inmediatamente desistieron.
El 17 de octubre, en Casa Wabi Sabino, Ciudad de México, donde se encuentran nuestras oficinas, celebraremos una cena de gala para conmemorar el décimo aniversario de Casa Wabi. Durante el evento, realizaremos una subasta de obras de artistas que han expuesto en Casa Wabi, y yo mismo donaré un cuadro. Pero seguiremos buscando la forma de sostener Casa Wabi.
La verdad es que, a pesar de que tenemos un presupuesto tan bajo, hemos logrado muchísimo con todos nuestros programas. Hemos recibido a más de 400 artistas en residencia y hemos organizado diez exposiciones de primer nivel mundial. La semana pasada, recibimos a Richard Long para planear una exposición para 2026. Hemos logrado hacer mucho con mucho menos que cualquier otra institución, y hemos tenido el privilegio de trabajar con artistas y colaboradores excepcionales, que han aportado contenidos, intenciones y acciones extraordinarias. En gran medida, esto ha sido posible gracias a la generosidad de los artistas que han aceptado exponer con nosotros
¿Después de esta primera década, qué sigue en Casa Wabi?
Tenemos varios objetivos que estamos estudiando para el futuro. Aunque ya contamos con proyectos importantes, como la cineteca móvil, que lleva cine a las plazas de las comunidades locales, y la biblioteca móvil, que va a las comunidades para regalar o prestar libros a niños y adultos, queremos reforzar el trabajo social con la gente local. O como decimos, darle otra vuelta de tuerca.
Estamos planeando construir un nuevo pabellón en colaboración con OMA, un despacho de arquitectura galardonado con el Premio Pritzker. Este pabellón estará destinado al cultivo de hongos y setas. Mi intención es que la comunidad pueda generar ingresos a través del cultivo de hongos para venderlos a restaurantes, aprovechando que Puerto Escondido se está convirtiendo en un destino de moda y está en pleno desarrollo. También queremos mejorar el jardín escultórico, en donde por cierto Richard Long nos acaba de dejar una escultura preciosa, lo cual fue una gran sorpresa.
Y bueno, sademás de nuestros proyectos en México, continuaremos con la residencia en Japón. Cada año invitamos entre cuatro y ocho artistas mexicanos, de media carrera y que nunca hayan estado en Japón, a realizar una residencia en una casa que tengo en Tokio. Cubrimos el costo del boleto de avión y les proporcionamos dinero para que vivan en la casa durante un mes. Lo importante es que vivan la experiencia que yo mismo viví en Japón: el choque estético, filosófico y cultural de los sentidos.
Todo esto se dice fácil, pero no imaginas la cantidad de trabajo y tiempo que requiere la fundación. De hecho, el dinero pasa a un segundo plano porque lo que más necesitamos es tiempo, y ese es mi mayor reto. Yo me dedico a mi familia y a mi trabajo artístico, pero necesito más tiempo para reforzar y consolidar nuestros proyectos. Por eso hemos contratado a Dakin Hart, cuyo trabajo es increíble y creemos que puede llevar la fundación al siguiente nivel. Con él estamos planeando proyectos escultóricos comunitarios más sólidos y ambiciosos.
Tenemos una fuerte intención de consolidar la fundación y reforzar el trabajo comunitario. Yo creo que entre más intensifiquemos el trabajo con las comunidades, más sólido será el desarrollo, la conciencia y el impacto social. Sin duda, veremos más frutos cuando logremos hacer de Casa Wabi un mejor lugar para todos.
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