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LA CIUDAD MALEABLE DE CONSTANZA HERMOSILLA

La experiencia de habitar la ciudad se torna cada vez más cercana a una palpable sensación de dureza y vértigo en el vertiginoso devenir de la contemporaneidad, donde el acelerado crecimiento de las ciudades suele atravesar los límites de la planificación urbana y, al mismo tiempo, las desigualdades socio-espaciales, económicas y culturales —con énfasis en las de género y raza — son sostenidas por dinámicas estructurales de un capitalismo sin fronteras.

El imperativo de la productividad y la eficiencia sobre nuestra existencia, junto con la mercantilización del espacio público y la persistente violencia de género que mujeres y disidencias enfrentamos a diario, han retirado gradualmente la presencia de nuestros cuerpos del espacio público, privándonos de interacciones espontáneas para reemplazarlas por las estrictamente necesarias.

Como sociedad y desde una perspectiva local, nos alejamos del ejercicio de nuestro Derecho a la Ciudad, defendido desde la teoría por Henri Lefebvre desde 1968 y sedimentado en la práctica por ciudadanas y ciudadanos a lo largo de las numerosas manifestaciones públicas que marcaron, especialmente en Latinoamérica, la segunda mitad del siglo XX.

En el ámbito geopolítico avanza lo que el geógrafo brasileño Milton Santos ya nos advertía a principios de los años 90, parafraseando a A. Paviani y N. Pires (1993): la dinámica de la «gestión externa de los territorios», en la cual las grandes empresas multinacionales superan a los gobiernos locales en su soberanía en temas de políticas públicas habitacionales, urbanas, económicas y culturales.

Constanza Hermosilla, ¿Cómo ablandar una ciudad? Foto: Julio Suárez

En este contexto de transformaciones, donde una atmósfera hostil cubre gran parte de las posibilidades de cobijo y placer vivibles en la experiencia del habitar público, y tras los despliegues culturales y cambios comportamentales que surgieron a raíz de la pandemia sanitaria vivida a principios de la década de 2020, la artista chilena Constanza Hermosilla Urra nos presenta una provocación a través de sus trabajos procesuales.

Estas investigaciones prácticas son concebidas por la artista como herramientas para cuestionar no sólo la persistente dureza de la ciudad contemporánea, sino también para explorar el posible papel insurgente de nuestros deseos humanos en la producción del espacio habitable.

Desafiando las convenciones arquitectónicas tradicionales, explorando la maleabilidad y efimeridad de estructuras inflables, Constanza ha elaborado durante los últimos años de su carrera las investigaciones aplicadas ¿Cómo ablandar una ciudad? y Arquitectura Blanda. Más que intervenciones objetuales, su trabajo se convierte en un sistema de relaciones que conecta materialidad, cuerpo, deseo, ciudad y política. Son procesos artísticos que, resistiéndose a la etiqueta de «obras» propia del circuito oficial del arte, son concebidos por la artista y realizados de forma colectiva como manifestaciones de una postura crítica hacia las estructuras socioculturales y la estética impersonal del paisaje urbano en ciudades de América Latina.

Constanza Hermosilla, ¿Cómo ablandar una ciudad? Foto: Julio Suárez
Constanza Hermosilla, ¿Cómo ablandar una ciudad? Foto: Julio Suárez

¿Cómo ablandar una ciudad? (2021 – 2023) es una investigación que explora los límites de la dureza subjetiva de los cuerpos en la ciudad — manifestada en el recelo, la automatización de los movimientos y la apatía — cuando otro cuerpo, habitable, maleable y colorido aparece en escena. Aunque las primeras experimentaciones tuvieron lugar en Santiago, es en São Paulo donde el proyecto inicia su itinerancia para enfrentar una megalópolis con configuraciones y hábitos culturales distintos a los conocidos por la artista.

Dispositivos textiles traslúcidos son instalados estratégicamente en lugares genéricos, como los respiraderos del metro, que son a la vez muy propios de las grandes metrópolis. Estos dispositivos, anclados a la rejilla de los respiraderos mediante fijaciones, desencadenan una acción poética efímera pero repetitiva al construir un habitáculo en forma de domo neumático, cuya duración no sobrepasa el fugaz transitar del tren subterráneo.

La maleabilidad textil se fusiona con la circulación del aire, inflándose y generando así una dialéctica opuesta y complementaria al entorno inmediato. Posteriormente, los cuerpos humanos en tránsito interactúan, o no, con el «cuerpo-dispositivo» inesperadamente instalado, creando un espacio sostenido por la voluntad lúdica de ocupar este nuevo espacio y la complicidad temporal entre ciudadanas, ciudadanos y la ciudad.

Esta práctica de entender la ciudad como un organismo complejo, vivo y endurecido por la acción humana nos hace regresar a Santos (1996), quien en su libro La Naturaleza del Espacio establece un paralelo entre los elementos «fijos» y «flujos» que configuran el espacio contemporáneo globalizado. Para el geógrafo, los “fijos”, medios estáticos y artificiales en relación con la naturaleza, se vuelven receptores de los “flujos”, medios diversos creados por el ser humano.

Constanza Hermosilla materializa esta teoría en su práctica, entendiendo a la ciudad contemporánea como un ecosistema complejo de elementos estáticos y dinámicos. Un espacio que, a pesar de ser público, no es necesariamente común para todos los cuerpos que le dan forma y sentido. Un contexto es capaz de albergar, también, la espontaneidad.

Constanza Hermosilla, ¿Cómo ablandar una ciudad? Foto: Julio Suárez

Tiempo después, Hermosilla propone una segunda investigación en esta línea, manteniendo la alusión al acto de suavizar en su título: Arquitectura Blanda (2023). Desarrollado hasta el momento únicamente en Santiago de Chile, este trabajo amplía la provocación poética dirigida a la dureza comportamental, cuestionando la asociación inseparable entre solidez y durabilidad en la arquitectura convencional.

Sin embargo, también plantea un reto técnico: diseñar piezas neumáticas que no solo desafíen la gravedad, sino que también puedan ser sostenidas armónicamente por personas, incorporando así los cuerpos humanos a un espacio necesariamente activo. La firme determinación de Constanza de trascender la pasividad ciudadana es tan intensa como su búsqueda de respuestas sobre el lugar de lo que no es estrictamente funcional en nuestro actuar diario.

Lejos de idealizar la existencia humana contemporánea y sus problemas estructurales, este trabajo destaca la complicidad, los afectos y la presencia colectiva de cuerpos de diversos tamaños, razas y estéticas, a menudo marginados e instrumentalizados por esa misma sociedad a la cual pertenecen y que también experimenta la rigidez de nuestras ciudades. En suma, todos estos elementos se presentan como fundamentales para una experiencia estética en una ciudad donde, hace medio siglo, la represión recaía sobre aquellos que defendían derechos humanos esenciales en el mismo espacio público.

Este acto insurgente encuentra un paralelo en un proceso social que la psicoanalista Suely Rolnik, en diálogo con Felix Guattari (2006), explican a través de la metáfora rizomática de la Micropolítica. En el contexto de vivir en comunidad, Rolnik postula que desde una perspectiva micropolítica cada experiencia individual se valora, los traumas se reconocen, la memoria se preserva, y las singularidades de quienes tejen la heterogénea trama humana que compone un colectivo son poderosas para las transformaciones estructurales en la sociedad.

Arquitectura Blanda se presenta como un trabajo procesual y necesariamente conectado, tal cual un rizoma, que solo cobra vida con la agencia y subjetividad de quienes se aventuran a jugar y co-construirlo.

Constanza Hermosilla, Arquitectura Blanda. Foto: Julio Suárez
Constanza Hermosilla, Arquitectura Blanda. Foto: Julio Suárez

Los fundamentos de los procesos artísticos de Constanza, desplegados en este texto, no parecen tan distantes de los que dieron origen a trabajos de artistas neocroncretos brasileños de la década de 1970, como Lygia Pape y Hélio Oiticica. Abordar la estimulación sensorial de la conciencia frente a procesos históricos alienantes, explorar la potencia de los cuerpos en la búsqueda por nuevas funciones capaces de producir un tiempo/espacio a través de la colectividad, estimular la organicidad de este mismo espacio producido una vez que es mediado por cuerpos/materiales que sensibilizan y metabolizan la noción de “interno-externo”, promover la subjetivación de la esfera pública, así como la disolución de la autoría en una experiencia artística (Braga, 2008), fueron la base para la producción de ambos artistas, hoy de renombre internacional.

Si, por un lado, Pape, en su trabajo Divisor (1968), se valía de un gran manto único y de una cantidad considerable de cuerpos humanos que en formato rizomático avanzaban por calles y plazas públicas, por otro lado, Oiticica desafiaba la idea de un “ambiente típicamente brasileño” en el acto de atravesar las membranas textiles y objetos de su Tropicália (1967).

Tiempo antes, junto a moradoras y moradores del Morro da Mangueira, el mismo Oiticica ya sorprendía al atravesar física y simbólicamente el impermeable espacio institucional del museo mediante la reconocida performance colectiva en forma de indumentaria Parangolé (1965). Ambos trabajos, gestados y ejecutados durante la dictadura brasileña, reverberan en las intervenciones contemporáneas de la artista chilena.

Constanza Hermosilla, ¿Cómo ablandar una ciudad? Foto: Julio Suárez

El material textil emerge como una vibrante interfaz de expresividad y socialización. Una dinámica de autoconstrucción, desconstrucción y experimentación que no sólo desafía la pasividad del espectador, sino que lo convierte en un participante activo, tanto en el proceso artístico como en la producción espacial.

El uso del cuerpo, la efimeridad y el textil como único elemento de unión entre participantes — ya sea vistiéndolo o habitándolo — presentes en los procesos artísticos de Constanza Hermosilla, son una manera de activar capacidades lúdicas y espontáneas, totalmente inherentes al ser humano.

Así como cuando niñas y niños jugábamos con cajas, con hojas de árboles y, quién sabe, también con el aire que expulsaba el transporte público al pasar, el trabajo de Hermosilla nos invita a encontrar belleza en las formas que no controlamos, en los movimientos que no pensamos, en actuar como un grupo, en tomarnos un poco menos en serio. Al fin y al cabo, el hecho de convertirnos en personas adultas no implica que dejemos de jugar, ni mucho menos de desear experimentar.

Es posible que el presente de nuestras ciudades tenga futuros aún más complejos, más endurecidos por dogmas que, en nombre de la «seguridad», abogan por una sociedad del control que no hace más que apagar cualquier emocionalidad y subjetividad en el ágora pública. En un contexto que trasciende los límites del arte, la experiencia estética y poética de ¿Cómo se ablanda una ciudad? y Arquitectura Blanda puede parecer una voz en medio de una multitud ruidosa, pero al entenderla con menos pretensión se muestra como una clara invitación a la acción, basada en el ensayo y error.

Nos llama a participar en la construcción de la ciudad en su escala más micro, donde todos los cuerpos y subjetividades tengan cabida, a crear espacios que sean más espontáneos, menos productivos, menos homogéneos. Pues, como bien nos decía Oiticica, «la pureza es un mito».

Constanza Hermosilla, bocetos e ideas para ¿Cómo ablandar una ciudad?. Cortesía de la artista


Referencias Bibliográficas

Braga, P. (org.) (2008). Fios Soltos: a arte de Hélio Oiticica. São Paulo: Perspectiva

Guattari F., Rolnik, S. (2006). Micropolítica: Cartografías del deseo. Trad. Florencia Gómez. Madrid: Traficante de Sueños

Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro (s.f.). Hélio Oiticica. Recuperado de https://mam.rio/artistas/helio-oiticica-2/

Santos, M.(1996). A Natureza do Espaço: Técnica e Tempo, Razão e Emoção 4. ed. 2. reimpr. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo

Paula Monroy

Investigadora, docente y curadora chileno-ecuatoriana establecida en São Paulo. Es arquitecta graduada por la Universidad Mayor, magíster en Proyecto, Espacio y Cultura de la FAU-USP, y especializada en Arte, Crítica y Curaduría por la PUC-SP. Su trabajo se centra en la intersección entre la territorialidad, la micropolítica y las prácticas artístico-culturales como medio de reivindicación de derechos. Ha colaborado en la organización de eventos culturales, como el programa Yap_Constructo/MoMA PS1 (Santiago, 2013-2014), la XIX Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile (Valparaíso, 2015) y la II Bienal de Artes da Ocupação Ouvidor 63 (São Paulo, 2018).

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