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MARICA Y DE PASO SIDOSA

¿CÓMO SE VIVIÓ EL “CÁNCER GAY” EN EL MUNDO HISPANO?


La exposición Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019, organizada por el Archivo Arkhé (Madrid) plantea un conmovedor recorrido fotográfico, gráfico, editorial y artístico por un momento de quiebre y tensión: la transición entre el activismo impulsado por los movimientos de liberación homosexual (1969-1986) y el nacimiento del activismo del VIH/Sida en 1981, haciendo foco en cuatro países: España, México, Colombia y Venezuela. Un proyecto necesario para enfrentar el estigma y la desinformación asociados con una enfermedad que hace años dejó de ser sinónimo de muerte.


La aparición de la “Guayaba” o el “Oscar de las locas”[1] en Latinoamérica

Mi primer contacto con el VIH fue en diciembre de 1994, en Barquisimeto, Venezuela. Yo estaba con dos amigas, jugando en la casa de su madre, una maestra amorosa que daba clases particulares a decenas de niños. De repente, esta mujer los condujo a todos al patio, al fondo de la casa, y nos obligó a pasar doble llave y guardar silencio. Había un calor que derretía las velas de navidad y un sol tan fuerte que daba la impresión de tener alacranes sobre el cuerpo.

Toda esa logística tenía un motivo: el peluquero, que tenía alquilado uno de sus locales, venía a traer el dinero de la renta después de haber estado 15 días desaparecido (realmente hospitalizado). Este hermoso moreno, mi primer crush, llegó debilitado con un bastón frente a la puerta. La mujer permaneció muy calmada, a un metro de distancia, sin abrir las rejas de protección, y con voz suave y “amorosa” le pidió que colocara el dinero dentro de un sobre en el suelo.

Tuvieron una larga conversación, durante la cual ella le pidió dulcemente que entregara de inmediato el local. Él, poco a poco perdía sus líquidos bajo el sol, sudando y llorando, apoyándose sobre la barrera de metal, mientras suplicaba a la “amorosa maestra” no perder su lugar de trabajo.

Al instante que él se retiró a buscar un sobre para el dinero, ella nos susurró al oído: “¡tiene SIDA!”, y nos ordenó de inmediato sacar guantes y litros de lejía para desinfectar las rejas de esas lágrimas contaminadas por la muerte. Antes de que él doblara la esquina, estábamos arrojando baldes de agua jabonosa y alcohol sobre sus huellas para “proteger a los niños”.

Yo cerré los ojos y le supliqué a Dios que no me volviera un maricón sidoso. Estaba aterrorizado por el futuro que me esperaba, y me sentí como un vulgar judas por no salir a la defensa de uno de los míos. Pero yo era casi un niño y solo podía asumir el rol de Judas, o tomar un lugar junto a él rumbo a la muerte.

Estos niveles de violencia silenciosa y culpabilidad son solo una caricia, en comparación con los asesinatos de homosexuales y los artículos de prensa que anunciaban la llegada del “cáncer gay” como “castigo divino para exterminar a los pervertidos”. A consecuencia del Sida, miles de maricas, como este hermoso peluquero, que habían logrado ser toleradas y crear espacios de trabajo, perdieron sus casas, sus vidas e incluso sus familias, convirtiéndose en cuerpos subhumanos.

Esta historia es tan real como los artículos de prensa que tapizan la muestra, describiendo asesinatos y homosexuales quemados vivos como “castigo divino”, tan real como los chistes homófobos de las “gaitas de las locas” que sonaban en diciembre, tan real como todos los cuerpos de maricas asesinadas como ratas en las calles por las sangrientas dictaduras de Brasil, Cuba o Chile (un tema que abordaré en otro texto).

Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé
Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé
Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé

Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica se centra en algunos países que estaban viviendo procesos democráticos durante la aparición de la epidemia y que sirvieron de refugio para la primera oleada de exiliadas maricas en el continente[2]. Así, la curaduría explora archivos y formas de resistencia estética diferentes a los discursos queer reaccionarios del sur, como los del gran ausente de esta muestra Pedro Lemebel, poeta y performer chileno que visibilizó lo que significaba ser marica, pobre y sidoso en la Latinoamérica de los años 80.  

Desde la aparición de los primeros casos al inicio de aquella década, comenzaron momentos dramáticos: la epidemia del Sida estaba causando estragos en la comunidad y ni siquiera había suficientes cementerios para enterrar a las víctimas. Manejar los cadáveres era un problema, pero la década del 90 comenzó con un signo esperanzador.

Después de múltiples estudios científicos, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud retira la homosexualidad de la lista de patologías mentales. Con este gesto, millones de personas homosexuales en todo el mundo finalmente tenían un argumento clínico para decir: ‘¡NO SOY UN DEGENERADO!’. Sin embargo, la batalla por la liberación de los cuerpos estaba lejos de ser ganada.

Los 80 fueron años muy duros. Todas las reivindicaciones ganadas desde los años 70 casi se pierden. El estigma de la enfermedad debilitó la tolerancia que tanto había costado construir en los espacios cívicos. Fueron años de rebeldía intensa a partir de los 70: las maricas accionaban como cuerpos politizados que reclamaban sus derechos en las calles y se protegían controlando los arquetipos de belleza, glamour y alta cultura. 

Revisando este momento desde una perspectiva contemporánea, es crucial entenderlo como un periodo mucho más complejo que la pandemia de COVID, donde la ignorancia sobre las formas de contagio y las muertes masivas vinculadas a las complicaciones del VIH habían reforzado la imagen negativa sobre los homosexuales.

La población tenía mucho miedo. La comunidad gay y trans fue acusada de ser la principal portadora de la enfermedad; ya no solo eran degenerados, sino que de la noche a la mañana se convirtieron en una suerte de leprosos que debían ser alejados, “metidos bajo la alfombra” en Nueva York, o recluidos de la vida cívica “normal”.

El único lugar donde podían estar medianamente seguros era dentro de las fiestas privadas o los antros clandestinos como El Nueve, en Ciudad de México, donde se reunía la comunidad trans de 1977 a 1989. Este oasis travesti era un pequeño espacio de liberación urbana y creativa, una victoria ganada que también fue disuelta por la pandemia.

Fotografías del mítico Bar El Nueve, en Ciudad de México, tomadas por Armando Cristeto entre 1987 y 1989. Cortesía: Archivo Arkhé
Pedro Lemebel, Alacranes en la Marcha, 1994. Registro de Performance (fotografía en papel barita 100% algodón), 100 x 75 cm. Cortesía: Colección Il Posto
Pedro Lemebel, Alacranes en la Marcha, 1994. Registro de Performance (fotografía en papel barita 100% algodón), 100 x 75 cm. Cortesía: Colección Il Posto

En la muestra, lo vemos poetizado a través de la lente de Armando Cristeto y Adolfo Patiño, junto a las imágenes de la Primera Marcha del Orgullo Homosexual en México. Todo esto acompañado de algunos ejemplares de la famosa revista mexicana ¿Y qué?. Un inicio magistral que nos presenta una comunidad pre-VIH que se ganó la calle a puñaladas y taconazos.

El proceso de quiebre, desde la liberación homosexual al activismo sanitario, está ampliamente documentado gracias al archivo ENTENDIDO (1979-1982), colectivo venezolano de fotografía y literatura concebido como órgano clandestino de contrainformación, que reunía a lo más trendy y queer de la creación caraqueña. Estaba liderado por el abogado Edgar Carrasco, el fotógrafo Julio Vengoechea, Miguel Lorenzo, Luis Álvarez y Abdel Güerere, con participaciones esporádicas de personajes como Reynaldo Arenas, Marco Antonio Ettedgui o el fashionista Hernán Suárez.

Carrasco lo describe así: “Decidimos lanzar una revista porque veíamos que comenzaba una época de apertura de la gente gay, había bares en los que se reunía públicamente la gente. Ya no era como a principios de los setenta que eran sitios prácticamente anónimos. Consideramos que había un movimiento de personas que concurría a estos sitios que necesitaba informarse de lo que estaba ocurriendo en el mundo sobre el movimiento de liberación homosexual[3].”

ENTENDIDO se disolvió debido a la falta de financiamiento y al contagio de algunos de sus integrantes a causa del VIH. Desde ese momento, Carrasco se convierte en uno de los principales activistas contra el VIH en Venezuela, junto al respetado mecenas y coleccionista de arte Bernard Chappard.

Este proceso de desaparición de la vida oficial fue ligeramente distinto para el mundo del arte en Venezuela. Si eras un creador sofisticado, la inmensidad de tu obra podía arrojar un ligero tamiz protector sobre la imagen del cuerpo enfermo y execrable. Pensar imágenes era su trabajo, su hogar. Nadie podía sacarlos de ese lugar.

Artistas como Daniela Chappard, José Sigala, Boris Ramírez Dalla, Luis Salmerón, Hernán Suárez, Julio Vengoechea, Óscar Pellegrino, Rolando Dorrego, Víctor Hugo, o el mismo Alejandro Otero de alguna manera fueron protegidos por la fuerza de sus ideas y el poder de sus familias, pero todos terminaron como aquel peluquero de una barriada popular, convertidos en cuerpos peligrosos carcomidos por el Sarcoma.

Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé
Detalle de obra de Mario Moravenik. Cortesía: Archivo Arkhé

Estética del Sida

El Sida transformó la forma de producir imágenes y narrativas. Desde los primeros días de la pandemia, los artistas comenzaron a procesar la idea de vivir dentro de un “cuerpo criminal”, y a transitar por procesos clásicos de culpa y odio hacia sus organismos moribundos. “Para los artistas era como una espiral de emociones cruzadas por el miedo a la muerte, la pérdida de identidad, el aislamiento y, en algunos casos, la aceptación”[4].

Lo cierto es que estéticamente superamos la idea del gay como algo frágil o marginal para configurar una comunidad que, más que nunca, debió resistir y sobrevivir. Es en ese proceso tan complejo de apropiarnos de nuestra monstruosidad que transitamos del arquetipo “gay” al “queer”, politizando y poetizando nuestra propia oscuridad.

Desde principios de los años 90, algunos de nuestros artistas dejaron atrás ese modelo del homosexual musculoso, saludable, alegre y frágil para comenzar a adoptar una estética más cercana a la de “criaturas underground”, alejadas del pensamiento binario de ser princesas, sin aspiraciones de ser eruditos o escuchar ópera. Eran más bien cercanas al punk, al rock, el voguing y, posteriormente, al Tecno.

Aziz + Cucher, Sin título (de la serie Dystopia), 1995. Cortesía: Archivo Arkhé
Madorilyn Crawford. Cortesía: Archivo Arkhé

Esta nueva estética es abordada por el curador de la muestra: “Desde mi forma de ver, el arte precedente a la crisis del VIH/Sida oscilaba entre una suerte de expresionismo homoerótico (por ejemplo, el colombiano Luis Caballero); el kitsch (el argentino Federico Klemm o los franceses Pierre et Gilles, en medio de un largo etcétera); ciertos artistas en clave abstracta, cuyas obras requieren una extensa decodificación para ser leídas en clave marica; la fotografía transgénero (ya fuera en clave policial, vernácula o artística); o el desnudo fotográfico, que oscilaba entre las revistas beefcake y el desnudo más ‘artístico’”.

“Pero, en general, el ‘arte queer’, visto con los ojos de hoy, se mantenía como una esfera relativamente autónoma frente al campo político o la actitud militante o testimonial, incluso en momentos de fuerte agitación como los años 70. La crisis del VIH/Sida vino a cuestionar y a ‘contaminar’ una esfera de representación relativamente limpia y a comprometer a artistas que, con frecuencia, suponían que el arte debía mantenerse al margen de cualquier compromiso social o político.

Y esto vino desencadenado por la urgencia de una pandemia, por el duelo, el estigma y el dolor propio y ajeno. La crisis del VIH/Sida desencadenó una extensa y poderosa iconografía basada en los fluidos corporales (sangre, sudor, semen, mortecina), el cuerpo martirizado (con frecuentes analogías críticas a la iconografía barroca del martirio) y la levedad o la fragilidad de un cuerpo en apariencia vigoroso: el otrora cuerpo viril del porno y del beefcake (esas estrategias de consumo visual homosexual de los 60) ahora devenido espectro, fantasma o monstruo”[5].

Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé

Esta iconografía de los fluidos nos presenta alusiones al duelo y al futuro truncado, plasmadas por Mario Moravenik en forma de agujas que desgarran y cosen el cuerpo. Penes transformados en clavos oxidados dispuestos a causar una herida letal que, como la gangrena, invadirá un cuerpo en apariencia vigoroso.

Jabones “criminales” hechos por Camilo Godoy con sangre y esperma de cuerpos infectados; mascarones en pedrería, como las sirenas en las proas de los barcos antiguos, usados por Madorilyn Crawford para taparse el rostro necrosado, aparentando fuerza y belleza; o la serie Ulises. Cuerpo gaseoso, especie de sudarios de cuerpos masculinos en éxtasis (masturbándose o teniendo sexo) sobre toallas sustraídas del sauna gay por el artista David Lozano.

Incluso una performance sadomaso en la que Carlos Motta lleva una mordaza dental mientras intenta contar la línea de tiempo del VIH/Sida en el período 1908-2019, según le dicta el locutor de radio Ari Shapiro. La obra evoca una lucha desesperada por contar la historia que deja a su paso la comunidad LGBTI+ al morir por la negligencia gubernamental o médica.

La muestra propone una reparación simbólica hacia las personas que fueron deliberadamente borradas de la historia y nos confronta a un estigma que no ha desaparecido, especialmente en América Latina. Las épicas frases presentes en la obra del artista Keith Haring, ‘Ignorance = Fear / Silence = Death’ (Ignorancia=Miedo / Silencio=Muerte), siguen siendo pertinentes y nos recuerdan la urgencia de hablar sobre lo que significa VIVIR con la enfermedad hoy, después de la aparición de la triterapia y de la PREP.

David Lozano, Ulises. Cuerpo gaseoso, intervención sobre toallas, tierras minerales y aceites naturales, 62 x 125 cm c/u. Cortesía: Archivo Arkhé
Armando Cristeto, Sin título, de la serie "El Condón", 1978. Impresión de gelatina de plata, 19 x 12 cm. Cortesía: Archivo Arkhé
Armando Cristeto, Sin título, de la serie «El Condón», 1978. Impresión de plata sobre gelatina, 19 x 12 cm. Cortesía: Archivo Arkhé

Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica es un proyecto contundente que marca un profundo punto de partida para una investigación necesaria en la historiografía del arte latinoamericano. Sin embargo, al salir de ARKHE, aquellos que conocemos de cerca la enfermedad nos vemos envueltos por la energía mortuoria y triste del pasado. Nos atormenta la preocupación por aclarar al gran público que la enfermedad ya no se presenta de esa manera. Nos urge explorar, desde nuestro continente, estéticas y ‘políticas post condom’, citando la obra del venezolano Cristian Guardia Jacinto.

Estas nuevas políticas y estéticas nos permitirían enseñarles a nuestros niños que no estamos ante el fin. Tener VIH hoy es similar a vivir con diabetes: la única obligación es tomar una pastilla al día. Incluso el condón ya no es necesario cuando se tiene una carga viral indetectable, y por lo tanto el riesgo de contagio es casi cero y quizás estamos cerca del final de esta historia. Los objetivos de la Organización Mundial de la Salud para 2030 son lograr que un 95% del público sea detectado, que un 95% del público reciba tratamiento y un 95% de los enfermos alcance la indetectabilidad para eliminar los nuevos contagios.

Este pensamiento puede sonar utópico para muchos, especialmente considerando que gran parte de los cuerpos queer víctimas de la migración forzada en Latinoamérica carecen de seguridad social y no tienen acceso a un seguimiento médico. Aquellos que han huido de países como Venezuela saben que la salud es un verdadero lujo controlado por el sector privado.

Quizás es momento de pensar en esa frase controversial y sarcástica “I❤️AIDS”, pintada en 1985 por Roberto Obregón, con la que vaticinaba en clave Pop otra forma de vincularnos con la enfermedad, o capitalizarla confrontando el estigma con otros métodos. Frente al mundo de las imágenes y la vida cívica ya es tiempo de liberarnos del concepto de cuerpo criminal, dejar de ser víctimas y politizar nuestros organismos como cuerpos victoriosos, normales y sin culpa, y que gracias a la ciencia pueden tener hijos, hacer una familia y, sobre todo, existir… libres, saludables y entregados al intercambio de fluidos, sin ese “jodido látex” que durante años nos separó del amor.

Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé
Vista de la exposición “Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019” en Archivo Arkhé, Madrid, 2023-2024. Foto cortesía de Archivo Arkhé

El espacio cultural Archivo Arkhé cuenta con uno de los fondos documentales de arte latino y cultura LGTBIQ más importantes del mundo, compuesto por unas 50 mil piezas. A la cabeza de este proyecto se encuentran los coleccionistas colombianos Halim Badawi y Pedro Felipe Hinestrosa, quienes este año han inaugurado una nueva sede en el barrio de Lavapiés de Madrid. Esta exposición fue producida en colaboración con CESIDA, la Coordinadora Estatal de VIH y Sida, la entidad más representativa del movimiento ciudadano de VIH y Sida en el Estado Español.

Principales artistas y diseñadores involucrados: Adolfo Patiño Torres, Armando Cristeto, Red LHOCA, Coordinadora Movimiento de Liberación Homosexual, Abigael Bohórquez, Rogelio Villarreal, Miguel Ángel Cárdenas, Javier Figueroa, Gamaliel, Friky, Carlos Gayou, Pepe Miralles, Pepe Espaliú Gamaliel, J. Keeler, Carlos Gayou, Colectivo Sol, Pepe Miralles, Ramón Espacio, Gais per la Salut / Pedro Usabiaga, Pepe Espaliú, Mario Moravenik, Camilo Godoy, Keith Haring, Gai Pied, Colectivo Lambda, Claudio Perna, Madorilyn Crawford, Manu Mojito, Miguel Ángel Rojas, David Lozano, Aziz + Cucher, Carlos Motta, Colectivo Entendido.

Memorias del VIH/Sida en Iberoamérica, 1978-2019 se presenta en Archivo ARKHE, Madrid, hasta el 28 de febrero de 2024.


[1] Términos usados por la comunidad gay en Venezuela y Colombia para definir al VIH.

[2] La segunda oleada de migración forzada en nuestro continente corresponde a la comunidad queer de Venezuela, obligada a escapar del gobierno militar para conseguir tratamientos contra el VIH, espacios seguros y comida.

[3] Edgard Carrasco, entrevista telefónica, 2021.

[4] Fran Beaufrand. Entrevista telefónica, 2021.

[5] Entrevista telefónica realizada por Rolando Carmona, 2023.

Rolando J. Carmona

Venezuela/Francia. Curador independiente. Su trabajo se centra en teorías y prácticas artísticas que cuestionan visiones del mundo antropocéntricas y binarias desde una perspectiva interseccional, con énfasis en el arte basado en medios derivados de la cultura post digital. En esta línea, sus proyectos actuales reflexionan sobre IA, ecosistemas híbridos y arte queer latinoamericano. También está preparando la publicación “CUELPA Rebelde”, una revisión de la contemporaneidad en Venezuela desde la lógica queer.

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