¿DESDE DÓNDE MIRAS EL SOL?
Por Adriana Domínguez | Curadora
¿Desde dónde miras el sol? es la primera exposición colectiva organizada por Helvetropicos, una plataforma creada en 2022 para activar el intercambio entre artistas residentes en Suiza que comparten una ‘genealogía de afectos’ [1] con América Latina y, al mismo tiempo, potenciar la colaboración entre espacios de arte, plataformas y artistas ubicados en diferentes cantones [2].
Con esta iniciativa, Helvetropicos pone en marcha un proceso de reflexión y colaboración entre 12 artistas, una curadora y el equipo de CAN – Centre d’art Neuchâtel, que generosamente abrió sus puertas al primer evento público del colectivo.
La exposición parte de una idea sencilla: pedir a cada artista que cierre los ojos y dirija su imaginación hacia su occidente, pensando en otras posibles vías de conocimiento, sin especificar un lugar concreto.
A primera vista, parecería que ¿Desde dónde miras el sol? es una exposición que pide que nos orientemos. Si queremos responder a la pregunta del título, tendríamos que identificar un centro, situarnos y, desde allí, mirar al sol. Tendríamos que saber dónde estamos parados, y hacia qué dirección miramos. Pero no es así. Esta exposición es, de hecho, lo contrario: una propuesta de desorientación y reorientación.
El primer elemento de desorientación, debido al contexto en el que nos encontramos, es el énfasis en la relación con América Latina: exposiciones de este tipo no tienen lugar a menudo en Suiza. Aún más desorientador es el hecho de que la exposición no trata de América Latina (nombre muy cuestionado, por cierto) ni de «arte latinoamericano», porque tal cosa no existe.
Lo que existe es un grupo de personas que llevan en su cuerpo dos o más identidades culturales, que comparten lenguajes, afectos y códigos culturales asociados a Latinoamérica, y que deciden abordar en sus obras -o no- aspectos de sus historias personales o temas relacionados con ese territorio concreto. Como dijo el artista Pablo Helguera, «la nacionalidad no es un tema».
Interesados en temas diversos y, en su mayor parte, no relacionados entre sí, cada artista mira al sol desde una posición diferente. Sin embargo, independientemente de dónde se sitúen, o de si miran dos soles en lugar de uno, nadie puede escapar al hecho de que el sol se pone por el oeste. Los puntos cardinales tienen un efecto reorientador, pero también pueden desorientar. Especialmente cuando pensamos en la división del mundo en «Oriente y Occidente».
Si Europa es Occidente y Asia Oriente, el resto del mundo es invisible o no existe. Esta división está claramente desfasada, pero sigue impregnando nuestra comprensión del mundo. Y lejos de ser Occidente, Occidente (que ahora incluye a todos los países ricos del mundo) es de hecho el centro.
Como explica Sarah Ahmed en su libro Queer Phenomenology, » las orientaciones se basan en aceptar ciertas perspectivas como dadas» (que tienen un centro). Y si las relaciones sociales y políticas están organizadas espacialmente, como ella argumenta, renegociarlas requiere desorientación.
Por ello, la genealogía del afecto hacia América Latina es importante en esta exposición, porque apunta a una renegociación del espacio. ¿Desde dónde miras el sol? propone que perdamos el centro y, en su lugar, miremos a múltiples centros. Que nos desorientemos y reorientemos, pero nunca en línea recta. De ahí que la exposición esté pensada como un viaje que va de la desorientación a la reorientación y viceversa.
En la zona denominada Desorientación se encuentran obras que exigen desplazarse, ya sea porque demandan que los cuerpos se muevan de formas que no son habituales en un museo, o porque cuestionan quién o qué tiene derecho a habitar ciertos espacios (en la naturaleza o en la sociedad).
Estas obras abordan la construcción de la alteridad, señalan la existencia de mundos más allá del mundo físico, miran lo familiar desde ángulos no familiares, cuestionan nociones como «lo exótico» y mezclan o solapan categorías intencionadamente para poner de relieve paradojas.
Paralelamente, el espacio denominado Reorientación contiene el conjunto de obras que borran los márgenes entre los llamados centros y periferias. Inscriben nuevos simbolismos en objetos o mecanismos de nuestra vida cotidiana social y política, como muebles, materiales de construcción o dinero. Desafían los estereotipos culturales e incluso los propios objetos. Hacen referencia a los rituales y a lo colectivo, aportando ideas sobre cómo interactuar social y políticamente de formas diferentes.
No hay una forma correcta o incorrecta de visitar la exposición, ni un principio o un final claros. El movimiento puede ir de la desorientación a la reorientación o viceversa. Además, la desorientación y la reorientación no son acciones contenidas en sí mismas, por lo que en todas las obras se encuentran aspectos de ambas. Los visitantes son animados a explorar diferentes recorridos por la exposición y a decidir por sí mismos qué obras tienen un efecto más desorientador o reorientador para ellos.
Cambiar de dirección, o desviarse del camino, significa no saber dónde acabará uno. Y tal es la intención de ¿Desde dónde miras el sol?: «Arriesgarse a salirse de lo recto y estrecho [del camino] hace posibles nuevos futuros” [3].
Si renunciamos a la idea del centro, todas las desviaciones podrían apuntar a nuevas formas de habitar juntos los espacios. En definitiva, lo que une a las obras y a los participantes de esta exposición es que todos estamos situados en este territorio, en Suiza. Y este territorio forma parte tanto de nosotros como nosotros de él.
Las obras
La obra de Diego Félix de Atucha Elsesser se inspira originalmente en dos estereotipos: la figura del Gaucho (la versión sureña del vaquero) y la del artesano, un nómada que viaja vendiendo objetos, encontrados o de producción propia, que coloca encima de una manta.
Mezclando elementos de ambos, el artista creó una instalación que pone en crisis tanto los estereotipos como los propios objetos. La mayoría de las cosas no son lo que parecen: una manta hecha de látex con una reproducción del dedo del artista en yeso, pintado con vino, café y yodo, con un anillo hecho de resina, carne de res y bronce.
La instalación de Leonardo Bürgi Tenorio consta de seis terrarios en los que crea micro paisajes, invocando diversas fantasías humanas de control, deseo y necesidad de conexión. La vegetación de los terrarios incluye plantas de interior exóticas y corrientes, así como plantas neófitas consideradas invasoras, lo que apunta a la contradicción de una flora extranjera específica valorada y romantizada en contradicción con la categorizada como amenaza. Una tensión que refleja los discursos contemporáneos en torno a la globalización.
La instalación sonora de Verónica Casellas Jiménez se inspira en la «vasija silbadora», un instrumento de barro originario de la región andina precolombina, capaz de imitar los sonidos de la naturaleza. Mientras fabricaba sus vasijas, Verónica se sorprendió al escuchar los sonidos de su Caracas natal al atardecer: «una cacofonía de criaturas cantando juntas».
Enfrentada a una lectura que no había considerado -abordar los complicados legados y relaciones entre el linaje precolombino de los instrumentos y el contexto suizo- optó por cubrir literalmente las vasijas con hojas de plátano para protegerlas de la vista, como se hace con ciertos alimentos en Venezuela, América y las regiones tropicales.
Este escudo ofrece la oportunidad de aproximarnos a historias complicadas a través de otras perspectivas y de apreciar distintos sistemas de conocimiento sin dejar de reconocer aquellos que nos han hegemonizado.
En Mise-en-abyme, Sofía Durrieu aborda la construcción de la figura de la hystérique en la Francia del siglo XIX. La obra pretende revelar cómo se aísla e inmoviliza la alteridad a través de racionalizaciones y clasificaciones y, en consecuencia, reflexiona sobre el sistema de crueldad -basado en el miedo- con el que nuestra cultura se aproxima a lo que no se comprende.
La artista utiliza un popular dispositivo llamado «peep through board» (tableros con agujeros para asomar la cara) para incitar a los visitantes a entrar físicamente en el retrato de la histérica, a adoptar sus contorsiones, a ocupar el lugar del otro.
A partir de una teoría que pretende explicar las interacciones globales, la obra de Patricio Gil Flood es una constelación de elementos que plasman un enfoque especulativo y poético del papel moneda, incluyendo su materialidad, métodos de producción y circulación. La obra investiga la relación del papel moneda con nuestra vida cotidiana, sus mitos y usos con el fin de construir una narrativa no lineal de un objeto que parece estar desapareciendo y siendo sustituido por otros medios aún más invisibles.
Los ladrillos han sido un elemento importante y recurrente en la investigación y la obra de Vicente Lesser. Son la base de toda construcción. Al mismo tiempo, encierran un simbolismo para la historia política de Chile: El Ladrillo es el libro que sirvió de referencia para desarrollar la teoría ultraliberal del gobierno autoritario de Pinochet, pero también es un objeto de autodefensa que ha sido utilizado en motines.
La palanca, por otra parte, asociada en esta obra a una leyenda mapuche sobre dos serpientes (tierra y océano) que luchan entre sí, es una metáfora de la revolución y la contrarrevolución.
La obra de Lisa Lurati es un gran lienzo de lino impreso con cianotipia, una técnica de impresión fotográfica. El tema de la obra es un fragmento de un bosque imaginario, donde la flora se ha liberado de su típica verticalidad. La imagen se inspira en el recuerdo de un viaje reciente a la Amazonía colombiana, así como en el trabajo de la artista en un proyecto agrícola en el cantón del Tesino, al sur de Suiza. Los elementos de bronce parecen ojos, pero también son un par de soles colocados dentro de espirales galácticas que anuncian la existencia de una realidad paralela a la nuestra, un mundo fuera de este mundo.
Las obras de Ramiro Oller conectan a una experiencia en la que lo que a primera vista parece simple y obvio, se convierte en complejo y desorientador. Su escultura de gran formato y el dibujo que la acompaña contienen formas ambiguas y figuras camufladas que juegan con la representación de lo que se ha dado a llamar «naturaleza». En las obras se repiten órganos como la lengua, una referencia tanto a la palabra hablada como escrita (en forma de dibujo).
En la obra de Gina Proenza una cuerda de saltar se activa mecánicamente mediante el motor de un limpiaparabrisas. Las paredes de las que cuelga han sustituido a los brazos y manos que suelen hacerla girar. Tomando como referencia este juego casi ritual de los patios de recreo, la artista evoca también una cierta geografía de los afectos.
Creada originalmente para ser expuesta en Pristina (Kosovo), la obra fue diseñada para que cupiera en un equipaje de mano y pudiera desplegarse y adaptarse a cualquier tipo de espacio.
La obra de Jorge Raka interpreta y cuestiona el absurdo de la dicotomía entre centro y periferia. En su instalación, los mosquitos se convierten en el símbolo de los paisajes periféricos, acompañados de mangueras, bidones con agua estancada y plantas utilizadas para mantener alejados a los insectos.
Una gran espiral de mosquitos en el lienzo hace referencia a la icónica obra de Land Art Spiral Jetty de Robert Smithson, en un comentario sobre la práctica periférica de estos artistas que hoy forman parte del canon de la historia del arte. Al mismo tiempo, el espiral remite a las ciudades rurales donde el dengue es una amenaza sanitaria.
Sergio Rojas Chaves presenta una serie de tallas de madera que representan bonsáis de aguacate, acompañadas de las ciudades donde se encuentran. Las imágenes proceden de fotografías subidas a foros virtuales sobre bonsáis en los que se comparten consejos y técnicas.
Aunque la mayoría de los intentos de empequeñecer el aguacate son inútiles debido a la resistencia de la planta, el artista presenta las imágenes con una estética que recuerda a los souvenirs que llevan «lo exótico» y «lo tropical» a los entornos domésticos de las sociedades occidentales, transformando los cultivos en plantas de interior y objetos de consumo.
Las estructuras sencillas pero familiares que remiten al mobiliario son un elemento recurrente en la obra escultórica de Paulo Wirz. Su interés por estos objetos comunes radica en el poder simbólico que encierran: cómo impregnan nuestro imaginario, nuestros rituales cotidianos y la arquitectura del yo.
En Embarcação, el artista despliega una multitud de objetos sobre una estructura un tanto familiar que recuerda a puertas, ventanas y armarios, convirtiéndola en algo inquietante. Botellas, collares y lámparas, entre otros elementos, aluden a objetos artesanales o prefabricados que podrían encontrarse en prácticas religiosas sincréticas, en su mayoría afrobrasileñas, desdibujando los márgenes entre espacios centrales y liminales.
[1] En el contexto de esta exposición, «genealogía del afecto» significa tener una estrecha relación con el territorio conocido como América Latina, ya sea como resultado de la migración o de lazos familiares.
[2] División administrativa. Los cantones son entidades territoriales que subdividen a un municipio, una provincia, un departamento u otro tipo de distrito. Suiza es uno de los países cuyo territorio se divide en entidades conocidas como cantones.
[3] Ahmed, Sara (2006) Queer Phenomenology, Duke University Press, p. 21
¿DESDE DÓNDE MIRAS EL SOL?
Diego Félix de Atucha Elsesser, Leonardo Bürgi Tenorio, Verónica Casellas Jiménez, Sofía Durrieu, Patricio Gil Flood, Vicente Lesser, Lisa Lurati, Ramiro Oller, Gina Proenza, Jorge Raka, Sergio Rojas Chaves, Paulo Wirz.
CAN – Centre d’Art Neuchâtel, Neuchâtel, Suiza
Del 17 de septiembre al 5 de noviembre de 2023
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