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SOFIA DURRIEU: PROTOLITO/LIMEN

Por Patricio Orellana

Desde el título de la muestra, Sofía Durrieu nos avisa que está detrás de algo primario, primitivo, previo, algo anterior a una forma que, por más antigua y perenne que parezca, no puede ser la primera. Un cuerpo que todavía aloja la promesa de una metamorfosis, pero la deja en suspenso, arrojándola a la imaginación: el protolito.

También, sospecho, le debe haber atraído ese falso diminutivo, que reaparece en los nombres y descripciones de sus piezas (“Paisajito”, “cuerpitos azulejados”) y le otorga a ese concepto un poco nerd y abrumador un aire de sencillez y cotidianidad, una escala al alcance de la mano.

El título se completa con otro término: “Limen”, que se detiene en los “pasos previos” a la entrada o salida hacia otro espacio, que pretende convertir un borde en una zona, un pasaje en un paisaje: un templo. Y que también nos invita a pulir una superficie áspera hasta volverla más apacible y receptiva. Y a limar.

Sofía Durrieu, Tank-you, 2023. Hierro, aluminio, acrílico espejado, 113 x 270 x 130 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Indisciplina

La muestra reúne trabajos de diferentes grupos. Pero a todos los recorre un gesto que insiste: la búsqueda de volver sensibles procesos (hábitos, posturas, movimientos de energía) que tenemos automatizados.

Un ejemplo es la manera en que Durrieu crea empalmes mecánicos para conectar fenómenos que en principio ocurren a distancia, como si empleara el instrumental remanente de las “sociedades disciplinarias” (esa fascinación por la delicadeza y el sadismo de las herramientas de la medicina quirúrgica) para desanudar los mecanismos igual de perversos de las “sociedades de control” (La manera en que estas dos formas de poder aún conviven quedó más clara con los encierros asociados a la pandemia).

Por eso Durrieu pudo ver, en esas gigantografías con agujeros en donde iría la cabeza para que los turistas pongan ahí la suya y se saquen fotos, resonancias de los tratamientos y retratos brutales de pacientes histéricas en La Salpêtrière en el siglo XIX.

Sofía Durrieu, Charriot / Dragón, 2023. Bronce y hierro, 100 x 71 x 195 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
Sofía Durrieu, Monje distraído, 2022. Bronce y hierro, 90 x 53 x 47 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Los ejes de la carreta

Pero con “volver sensible” no quiero decir sólo visibilizar, como quien apuntara con una linterna a un cuerpo preexistente, de contornos precisos, que aguardara en la oscuridad. Volver sensible también es fabular. De ahí que algunas de las piezas de Durrieu remitan a personajes y ambientes del mundo fantástico: una carroza, un dragón, un lago, un cisne.

Volver sensible es sentir, tocar y escuchar. “Un instrumento es también algo que suena”, apunta Durrieu en sus notas sobre la muestra: el gesto de transformar un objeto en un útil deja un resto, una vibración que sobra y que es el eco de otra posibilidad para esa mano y ese objeto. Como me recuerda Sofía que decía Atahualpa Yupanqui sobre los ejes de su carreta: “si a mí me gusta que suenen / ¿pa’ qué los quiero engrasar?”.

Sofía Durrieu, Annnnntena, 2023. Bronce y hierro, 141 x 132 x 51 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Fantasmática

En una carta a su amigo Hélio Oiticica, Lygia Clark detalla que lo que le interesa es “la fantasmática del cuerpo, y no el cuerpo en sí”. La frase -que fascinó a Oiticica- no dice “representación” o “idea”, sino fantasmática, un término más dinámico (como el de “miembro fantasma”, o la percepción protésica de una parte supuestamente ausente) que anuda lo representativo, lo sensorial y lo afectivo, lo material y lo inmaterial, de una manera poética y hasta narrativa (el fantasma como metáfora y como personaje).

Una zona “liminal” que se acerca lo más posible al contacto entre el cuerpo tal como lo sentimos “desde adentro” y la imagen que de él nos hacemos “desde afuera”. Sospecho que a eso apunta Durrieu cuando escribe cosas como “identidadcuerpoemo-cionpsiquisespiritu”. Y en sus trabajos maravillosos.

Sofía Durrieu, Juicer, 2023. Hierro, acero inoxidable, azulejos, pastina, decantador, velas, incienso, naranjas, vasos, repasador nido de abeja, cuchillo, granito, bronce, últimas naranjas, 210 x 120 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Sobre la artista

Sofía Durrieu (Buenos Aires, 1980) indaga en la conformación y mutación de lo que se reconoce como identidad, que se expresa en el cuerpo y el discurso y en constante interacción con lxs demás. Su producción se despliega en y entre la escultura y el performance. En ambas disciplinas, un continuo al que concibe como situaciones, la artista hace hincapié en la presencia esencial del cuerpo como sitio de reunión y puente hacia lo intuitivo, lo emocional y lo espiritual.

En sus piezas, la funcionalidad de las cosas es constantemente revisada y puesta en crisis, dando lugar tanto a obras de humor irónico y paroxístico como a otras que habitan la angustia de la soledad y la alienación que produce el control. La artista corporiza la materia inerte al trabajarla como una superficie sintiente y “esculturiza” el cuerpo al aplicarle condiciones.

Sofía Durrieu, Swan lake, 2023. Bronce y hierro, 63 x 70 x 45 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Sus objetos escultóricos a menudo son utilizados como herramientas en los performances, en las que, además, implica el cuerpo propio, de colaboradorxs o del público, con frecuencia invitado a participar.

Un elemento recurrente en su producción es el texto de instrucción que, inserto en la obra, indica a lx espectadorx cómo vincularse físicamente con esta, promueve gestos, en general prohibidos en las salas de exposición, como desarmar, tocar o subirse sobre la pieza, e induce a lx visitante a entablar una relación diferente con la obra o con el espacio, incluso, con el espacio público.

En palabras de la artista, el uso del modo imperativo en sus obras busca evidenciar las formas de la crueldad, dureza o violencia de las normas explícitas e implícitas imperantes en la conformación de nuestras percepciones y comportamientos, hábitos públicos y privados y, a la vez, abrir espacios de libertad dentro de esos sistemas lógicos, formales y lingüísticos.

Sofía Durrieu, Venus, 2023. Prótesis dental, concha de ostra, bronce, 11 x 10 x 5 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Otro eje del trabajo de Durrieu es el contacto entre cuerpo y cuerpo, con lo que la artista configura nuevas nociones de intimidad, destacándose los trabajos que motivan contacto desde áreas que tendemos a proteger, con frecuencia asociadas a la vulnerabilidad del propio cuerpo.

También son importantes las piezas que promueven el contacto entre cuerpo y objeto (que se concibe como otro cuerpo) a partir de piezas de texturas suaves u oleosas o en las que se incluyen elementos propositivos como mangos o agarraderas. Varios de sus trabajos abordan el lugar asignado a la mujer en la sociedad y buscan trastocar los binomios de género, sus clichés y estereotipos en la sociedad patriarcal.


Protolito/Limen, de Sofía Durrieu, se presentó del 7 de junio al 15 de julio de 2023 en Ruth Benzacar, Buenos Aires.

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