FRAGMENTOS DEL MUNDO EN EL MUSEO DE ANTIOQUIA
Se separa con mucha facilidad el contenido simbólico del contenido social cuando se habla de arte; se privatiza demasiado la mirada, sesgándola hacia los elementos formales o hacia los factores de mercado que producen rendimientos y se olvida que sin una comunidad no hay circulación ni vitalidad simbólica. Esto incide en el empobrecimiento de la mirada y por tanto del lenguaje y la dinámica social.
Gustavo Adolfo Ortiz
En el texto Museo y contemporaneidad. Apuntes para un análisis del museo hoy, el director del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAC), Gustavo Adolfo Ortiz, proponía una crítica interesante al papel del museo en la circulación de la producción simbólica del arte, en tanto que filtro y médium (lo que interpone, interpreta, lo privado) que se corresponde, para bien o para mal nuestro, con las lógicas segmentadas de una élite.
En ese sentido, por más abierto, democrático e inclusivo que pretenda ser un museo, parece que no fuera posible su desarticulación con una estructura de poder no solo social, sino incluso interna, donde solo se permite el crecimiento y la visibilidad de una pequeña parte de las manifestaciones creativas y comunitarias de los actores que pertenecen a dicha sociedad.
No obstante, ¿sería posible pensar en el museo no como un médium, sino como el que media, y finalmente el que articula los valores y las experiencias colectivas para elaborar una memoria desde el reconocimiento de los otros como parte integral de una totalidad que debe ser mostrada?
En este sentido, el Museo de Antioquia ha procurado mantener un papel cultural como mediador (que une, conecta, y comunica con lo público y el público), a través de algunas exposiciones donde se ha permitido presentar los múltiples imaginarios no jerarquizados de diferentes comunidades.
Fragmentos del Mundo. Miradas críticas a nuestra relación con el territorio, abierta el público desde el pasado 19 de abril, se ha presentado justo como un ejercicio de correlación entre las diferentes narrativas conceptuales que han planteado ocho artistas y un colectivo sobre cómo es nuestra relación con la naturaleza, el territorio y los otros; y, en consecuencia, cómo ha sido la respuesta de todo aquello frente a estas formas de relación.
Temas tan bien o mal abordados por los artistas de nuestro tiempo como el cambio climático, la minería, la escasez de los recursos naturales, la extinción de las especies, las formas de supervivencia, así como reflexiones de carácter perceptual o incluso, identitario, fueron el motor conceptual de los trabajos allí presentados, y supieron establecer importantes relaciones simbólicas, y en algunos casos comunitarias, aun cuando han partido desde un plano individual.
Así, las propuestas de Juliana Góngora y María Buenaventura, quienes trabajaron en forma colaborativa en El camellón en ruda con Cola de Caballo para el pez capitán (2023), Observatorio de maíz (2021), y Becerrito, la Sabana y te ofrece reverdecer (2023), nos recuerdan que la naturaleza es sagrada y es necesario escucharla.
Por su parte, el fotógrafo Federico Ríos Escobar, a partir de dos series de registros tomados durante sus estadías en lugares como El Guaviare y la mayoría de los departamentos de Colombia, nos muestra en Cambalache (2021) y Transputamierda (iniciada en el 2013) las dificultades que afrontan todos aquellos que, por falta de recursos y por la violencia que ejerce el Estado, viven en condiciones precarias, o como Federico lo explica, se trata de mostrar “el absurdo de la vida cotidiana en este país macondiano”.
Otra propuesta como Geomancias (2023), de Jorge Barco (por mencionar algunas), explora la relación entre el sonido, la naturaleza y la tecnología a través de paisajes sonoros y dispositivos creados a partir del uso de la low tech, que incluyen material geológico encontrado en sus recorridos por diferentes territorios de Colombia.
José Ignacio Vélez, por su parte, plantea en la obra Arqueología en el espejo (2016) que “todo es material cerámico”; una idea que lo ha llevado a imaginar hipotéticos cambios en nuestro planeta donde el fuego sería el protagonista fundamental.
Según Camilo Castaño, curador de la exposición, estas obras “buscan interpelarnos y generar conciencia sobre la importancia de cuidar nuestro planeta”.
Finalmente, aunque parte de esta intención reflexiva abarca muchas de las piezas que vemos en la muestra, valdría la pena expandir nuestro horizonte discursivo, en tanto que algunas obras pueden revelar múltiples lecturas o interpretaciones. Recordando un poco a Boris Groys, las obras de arte funcionan en el museo como ventanas simbólicas que ofrecen vistas de un exterior infinito.
Fragmentos del mundo. Miradas críticas a nuestra relación con el territorio estará abierta hasta el 15 de julio del 2023 en el Museo de Antioquia, Medellín, Colombia.
Artistas participantes: Federico Ríos Escobar, Jorge Barco, Libia Posada, Juliana Góngora, María Buenaventura, Santiago Vélez, Astrid González, José Ignacio Vélez y ECO Arquitectos.
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