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SANTIAGO CONTRERAS. LO EFÍMERO EN LA ARQUITECTURA

Este texto rememora una obra de Santiago Contreras premiada en la Bienal Internacional de Arte SIART de La Paz (Bolivia), donde la acción de deshacer el revestimiento de las paredes blancas de una galería de arte devino performance e intervención arquitectónica.


¿QUÉ TENÍA EN MENTE SANTIAGO CONTRERAS?

Era el final de una tarde templada en el tradicional barrio de Sopocachi en La Paz (Bolivia), donde se concentra una buena cantidad de espacios de exhibición de arte. En las cercanías de la Plaza España se ubicaba la ahora extinta Galería Atipaña, donde se exponía la obra ganadora del Premio Arte Joven España, Babeles (descascarar, deshacer), del artista boliviano Santiago Contreras Soux.

El contexto institucional en el que se expuso la obra en Bolivia fue la Bienal SIART 2011, Diálogos en la complejidad, organizada por la Fundación Visión Cultural. Justo Pastor Mellado (Chile) fue el curador invitado, y José Bedoya (Bolivia) co–curador. En un previo ensayo titulado Espacios de Arte, Mellado había escrito:

En lo que a espacios de arte se refiere, el arte contemporáneo ha puesto en duda las condiciones en que las obras deben ser presentadas, porque el concepto mismo de presentación, y más aún, el propio concepto de producción de obra, han sido radicalmente modificados por las nuevas prácticas. De este modo, la infraestructura del arte no se remite a las salas de exhibición, sino a un espacio de producción específica. (Mellado: 2011).

Nos sirvió en su momento como parte del marco teórico para aproximarnos a la obra de Contreras, que era una intervención performático-arquitectónica que se suscribe a los criterios del arte expandido. No es una exposición de objetos sino una acción que desnuda la estructura envolvente vertical de una galería de arte como parte de una investigación artístico-arquitectónica en curso. ¿Qué tenía en mente Santiago Contreras?

No fue tanto una crítica al síndrome del modernismo de las salas de exhibición. Nosotros creíamos encontrar en esta obra un cuestionamiento a la figura del artista como productor de objetos para exhibir en espacios, a favor de la producción de espacios donde se exhiben procesos de reflexión de sitio específico. Una línea de trabajo que también es explorada por otrxs artistas bolivianxs, como por ejemplo Narda Alvarado. Sin embargo, Contreras tenía algo más en mente.

Entrada a la Galería Altipaña, La Paz, Bolivia. Cortesía: Santiago Contreras

TODO SIEMPRE ESTÁ AHÍ POR ALGO

Aquella tarde debía visitar la obra en vistas de un artículo para el periódico. En las cercanías de la galería se escuchaban sonidos de martilleos, picotazos, como si al interior hubiera trabajadores refaccionándola. Luego sabríamos que era el alto volumen de una video-performance que se proyectaba en loop.

La Galería Altipaña era pequeña; recuerdo dos ambientes expositivos, las ventanas tapadas por unas cortinas negras. En la entrada había un televisor donde se proyectaba un video mostrando el trabajo de los seis albañiles contratados por el artista. Se exhibía ya no como trabajo manual obrero, sino en calidad de registro de un performance: el acto de descascarar las paredes de una sala de exhibición de arte del circuito de La Paz.

El repiqueteo de las picotas y martillos, sumados a la visión de las salas en ruinas, transmitían una imagen de abandono y también de reinvención. Recuerdo al llegar a este lugar -que se encuentra en una avenida cuesta arriba- el atronador rugido del motor de un transporte público viejo, que avanzaba resoplando con dificultad.

Al entrar a la galería me encontré a un hombre que observaba aquel extraño espectáculo. Viéndome me preguntó casi de inmediato si venía yo a dar la explicación del recorrido. Se trataba de un hombre de mediana edad, delgado, de piel morena, vestido con una vieja chamarra negra de cuero y unos zapatos algo trajinados.

Rolando se llamaba él. Me contó que trabajaba como albañil; los sonidos de gente trabajando le habían dado curiosidad de entrar. Tal vez estaba buscando trabajo. Del saludo pasamos a recorrer las dos salas y a tantear interpretaciones.

Lo que veíamos eran paredes desnudadas, sin evoque ni pintura, que dejaban ver los ladrillos del muro en buena parte, y los colores del adobe en otros, además de los escombros amontonados en el medio de la sala cual si fueran esculturas; también resaltaban una puerta cerrada que estaba asegurada y una escalera apoyada.

Rolando compartía sus pensamientos en voz alta:

“¿Para qué habrán dejado esta escalera apoyada aquí?”.
“Era que lo hagan volar este suelo de una vez para que sea más original”.
“Todo siempre está ahí por algo”.
“Esta puerta aquí debe ser secreta”.

Luego concluía con optimismo: “Debe ser arte esto, estoy seguro”.

DECONSTRUIR PARA RECONSTRUIR UNA MEMORIA

En el texto de sala en la pared, Contreras daba señas de su proceso reflexivo:

Me interesan los procesos constructivos como situaciones inacabadas. Me interesan esas arquitecturas que surgen antes de la arquitectura, y que la constituyen, sin estar necesariamente en el producto final […] Descascarar los muros es un acto de rebeldía ante el proceso lógico de la construcción, es retornar al pasado, al estado original, bruto, del material que delimita el espacio… […] El proceso de desblanquear la sala del museo constituye revertir el sentido arquitectónico del espacio; lo que queda, el vértigo material del revoque de yeso, es reinterpretado como escultura, como testimonio del suceso, como hecho táctico de la historia.

Aquel texto no pareció significar mucho para Rolando. Había anochecido en un instante, él se fue de la galería intrigado. En mi caso bajé veloz hacia el auditorio de la Alianza Francesa, donde se realizaban semanalmente los ciclos de charlas “Encuentros de arte”. Contreras era uno de los invitados.

Llegué justo para escucharlo comentar en el final del coloquio que el jurado de la bienal no alcanzaría a ver la parte post de la intervención, que tendría lugar en el “desmontaje”, es decir, cuando el artista y sus ayudantes restauraran las paredes de la galería y dejaran las salas tal como las habían encontrado. Me acerqué al final para hablar de la obra, constatar si tenía algún interés referido a la crítica de los espacios expositivos de exhibición. Su respuesta fue aclaratoria: «Me interesa más la operación de deconstruir para reconstruir una memoria”.

Babeles, de Santiago Contreras, 2011. Performance, intervención arquitectónica. Cortesía del artista
Babeles, de Santiago Contreras, 2011. Performance, intervención arquitectónica. Cortesía del artista

Comprendí que el primer espacio de intervención donde se movía Santiago no era el arte en sí, sino la arquitectura, deseando cuestionar lo que entiende como una obsesión de esa disciplina “por generar obras imperecederas, esta preocupación por la inmortalidad”.

Había jugado al interior de las reglas del arte, pero para avanzar en su investigación sobre lo efímero en la arquitectura, sobre lo que subyace a las envolturas verticales, sobre las relaciones del cuerpo con el espacio y, por tanto, abordar las políticas del espacio.

Con el paso de los años, Santiago continuó su camino con propuestas que buscan desmontar las premisas fundamentales de su profesión de arquitecto, conectando la arquitectura efímera con el performance frente a la arquitectura tradicional. En su blog de artista puede testimoniarse este camino.

Recordemos la obra El muro de Arriaga (Potosí, 2017), video performance en el que el artista cuestiona al relato oficial histórico. O la performance Box (la muerte de la arquitectura tradicional) del 2009. Y también debemos citar la impresionante exposición que trajo a Santa Cruz en 2017, On minding matters. En mentalizar la materia, en minar asuntos, puesta en escena de una investigación donde propone una historia comparada entre las minas de Bolivia y las minas de Alemania, expuestas como un libro expandido en el espacio, y que fue resultado de su tesis de maestría en Bellas Artes en la Bauhaus Universität Weimar, llevando así mucho más allá el acto de escarbar y su profundo interés por los diferentes planos de la superficie.

Vista de la exposición On minding matters, de Santiago Contreras, en Kiosko Galería, Santa Cruz, Bolivia, 2017
Santiago Contreras, Penumbra, 2017. Construcción efímera y performance / 2400 ladrillos, luces, cajas de vidrio con distintos materiales, herramientas de construcción / La Paz, Bolivia.

EN RETROSPECTIVA

Habiendo transcurrido más de una década, vuelvo a conversar con Santiago Contreras sobre la obra Babeles (descascarar, deshacer), invitándolo a reverla con la perspectiva que solo el paso de los años nos abre, por lo cual le pedí que nos compartiera sus reflexiones sobre el lugar que ocupa en su obra, después de todo lo avanzado, desde ese lugar particular que habita entre el arte y la arquitectura. Lo que sigue a continuación es su gentil respuesta a este pedido:

Han pasado casi doce años desde aquella experiencia en SIART 2011 con la obra Babeles (descascarar, deshacer). En ese tiempo ha sucedido de todo. Demás está decir que esa obra fue una pieza pivotante, hay un antes y un después de ese proyecto en mi trabajo. No sólo por las implicaciones prácticas que desencadenaron en un viaje a España, que será el punto de partida para luego realizar mi maestría en la Bauhaus Universität Weimar, sino por lo que significó para mis reflexiones sobre la materia, el trabajo, la arquitectura y, en última instancia, el paisaje y el territorio.

Entre el 2010 y el 2012 comencé a conformar una serie de obras que utilizaban al performance para reflexionar sobre lo efímero en la arquitectura, una de mis preocupaciones centrales durante mi último año de arquitectura.

Me preocupaban las condiciones titánicas de ésta, y la obsesión de generar obras imperecederas. Esta preocupación por la inmortalidad de la arquitectura me parecía desde un principio como uno de los núcleos para poder revisar la práctica desde la actualidad, y en especial desde el performance.

Entendí rápidamente que varias de mis acciones generaban espacios alterados y efímeros, arquitecturas de acción, teniendo como motor de funcionamiento a las relaciones entre el cuerpo y el objeto, el cuerpo y el espacio, el cuerpo y las políticas del espacio. 

Entendí también que la deconstrucción, la destrucción y la repetición de tareas y quehaceres constructivos constituía un atentado contra el orden histórico de la arquitectura, estando más a favor del orden natural, del tiempo y la decadencia de las construcciones.

Entendí también que las culturas que están en estado de abandono decaen, dejan derivar a sus espacios habitables hacia las ruinas y en las ruinas se puede leer parte de la memoria y la historia de los pueblos.

Comienza así también un interés por la materia, la arqueología y la geología que me ha llevado a trabajar ya no solo en escenarios urbanos, sino a salir a escenarios naturales y rurales.

En el año 2011 realicé en Santa Cruz una residencia de dos meses en la Galería Kiosko; al mismo tiempo y hasta finales del 2012, fui director de una obra. Fueron estas dos experiencias las que despertaron un interés, más consciente y decidido, de pensar en las conexiones entre la materia moldeada por manos, ejercicios y actividades humanas y la materia afectada por condiciones naturales (lluvia, viento y demás agentes en un lapso abismal de tiempo).

En Santa Cruz comienza un interés por estudiar a fondo ciertos fenómenos que se dan en el diálogo entre materiales, y ése, más profundo e intenso, que se da entre el cuerpo humano y su subjetividad acumulada en materiales dentro de los hemisferios de la arquitectura y el paisaje.

Existe una linealidad en el cuerpo de obra que arranca con los trabajos que he realizado en Kiosko, en los que ciertas imperfecciones que la decadencia natural de la casa puso en evidencia eran estudiadas desde el video, poniendo atención especial en aquellos elementos del espacio arquitectónico que escapan a la mirada rutinaria del habitante adormecido. [1]

Dos elementos quedaron de Babeles como testimonio. Por un lado, el montón de escombros, que a manera de montaña permitiría que muy rápido comience a pensar en cúmulos como montañas; esa traducción de escalas ha sido elemental en todo mi trabajo; sigo pensando y trabajando desde esos lugares.

El segundo elemento tiene que ver con el tiempo de la arquitectura: se la comprende usualmente como una entidad cerrada, que depende de un habitante que le da sentido y gracia, y que ahí solamente suceden cosas en la medida en que se usa. Ese tiempo muchas veces no contempla a habitantes anteriores, puede olvidarse de transformaciones y las manos que forjaron dichas alteraciones. Yo veo ahí relatos, historias escondidas y muchos fenómenos que el revoque blanco no habrá podido contar y que el muro pelado sí.

Ese grupo de albañiles entendió, creo, la metáfora que se armaba en su trabajo. Me acompañaron en múltiples acciones, ya sea como parte de la obra, como performers o como audiencia en algunos casos. Uno de ellos, Julio, llegó borracho ese día y recibió en el descanso una reprimenda de parte del equipo. La última vez que colaboré con él, en 2017, ya era todo un profesional de la construcción, realizado y contratista. Silvio igual me siguió acompañando con otros trabajos.

La obra Babeles ha sabido resistir muy bien al paso del tiempo; no queda de ella nada más que el registro en video (en mi canal de Youtube) y registro fotográfico. Lo interesante es que la parte material se ha quedado en la Galería Atipaña, que luego dejó de serlo, entonces todo el estuco que metimos en el espacio para reformar la galería, así como la pintura, han pasado a formar parte de las historias dentro de la materialidad de esa construcción.


[1] Santiago Contreras, 10 años de residencias artísticas en KIOSKO. Residencia KIOSKO, Santa Cruz, Bolivia.

Jorge Luna Ortuño

Nacido en La Paz –Bolivia (1980), radica hace más de 10 años en Santa Cruz de la Sierra. Es Licenciado en Filosofía por la Universidad Mayor de San Andrés con estudios de especialización en artes y educación. Combina en su trabajo la gestión cultural, la docencia y escritura de artículos en diarios y revistas como vértices de un mismo diagrama, intercalando la lectura filosófica con investigaciones de tipo analítico descriptivo principalmente en artes visuales. Gestiona la plataforma de investigación artística boliviana Ecléctica. Autor de los libros "Pensamiento inalámbrico", Plural Editores, La Paz (2012) y "Lorgio en los anillos. Murales en relieve cerámico realizados por Lorgio Vaca en Santa Cruz de la Sierra", CCP (2019). Recientemente realizó la curaduría de la exposición colectiva "Minúsculas revoluciones de la empatía ecológica" (Fundación Patiño Santa Cruz).

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