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STELLA TICERA: EL SILENCIO DEL DIBUJO

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Bar La Poesía, San Telmo, 9 de la mañana. En el local suena una famosa canción de los ochenta cuyo nombre nunca consigo retener. Le consulto al mozo para mudarme a uno de los salones aún no habilitados a esta hora del día, pero allí la música se escucha incluso más fuerte. Va a ser difícil propiciar la entrevista en este marco; verifico entonces las mesas de la vereda: extrañamente, gobierna el silencio.

No hay música alrededor y el tránsito parece escaso, aunque a unos sesenta metros diviso una obra en construcción. Apenas me acomodo, veo venir a Stella, con paso desentendido, distendido, juvenil, nos saludamos de lejos y cuando llega le propongo iniciar el registro, como para no generar en algún punto específico del encuentro la incomodidad de empezar la entrevista.

A los cinco minutos de iniciado el coloquio nos sorprende el ruido hiriente del taladro hidráulico. No se apiadará de nosotros hasta la despedida, una hora y veinte después.

Stella Ticera acaba de cumplir 23 años. En marzo del 2022 tuvo su primera muestra individual, en la galería Ruth Benzacar. Según cuenta, la preparó en pocos meses, ensimismada en el trabajo. El título era Imán, y constó de siete dibujos de gran tamaño y un video donde la artista moldeaba figuras de arcilla. La exposición era sólida y efímera al mismo tiempo, compuesta por un frágil equilibrio de líneas de fuerza tendientes a impugnar la figuración. Se me ocurrió interpretarla como una plegaria profana, la búsqueda imposible de salvación.

En noviembre, le propuse escribir su perfil, por dos razones: sigo con entusiasmo el desarrollo de su obra, e intuyo el desafío de producir una semblanza de alguien tan joven (Stella se encuentra inmersa en un proceso de elaboración personal que, dada la cercanía, no se deja aprehender).

¿Está en condiciones una artista de 23 años de hacer un repaso vital y profesional? ¿El fragor de los hechos no conspira contra esa perspectiva? ¿Qué puede aportar el biógrafo –para definirlo de alguna manera– cuando el material de la biografiada exige suturas y reacomodamientos? ¿Un perfil no supone desbordar el simple anecdotario?  

Stella Ticera, S/T, 2022. Tinta china y lápiz en papel marouflado sobre lienzo, 150 x 240 cm. Cortesía de la artista

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En 2017, mientras Stella transitaba quinto año en la Escuela Provincial de Artes Visuales Juan Mantovani, de la ciudad de Santa Fe, una institución de difícil acceso por las pocas vacantes con las que cuenta, la invitaron a exponer en el Museo Rosa Galisteo, junto a un grupo de amigas, obras que dialogaran con el patrimonio.

Stella destaca la importancia de este episodio, al menos en cuanto a la conciencia de que el pedido excedía la confección de un mero trabajo práctico para aprobar una materia.

Más allá de este evento institucional, Stella destaca el rol de sus amigas de la secundaria, que la introdujeron en cuestiones estéticas y menciona, para mi sorpresa, la actividad política en el centro de estudiantes del colegio, del cual fue presidenta.

Al egresar de “La Mantovani” en 2018, Stella se inscribe en la carrera de Geografía. No ciertamente por una vocación innata, sino porque antropología no se dictaba en la ciudad. Paralelamente, se inscribe en el espacio de clínica de Curadora, residencia artística situada en la localidad de San José del Rincón, provincia de Santa Fe.

Fue una amiga de danza quien le sugirió inscribirse después de una charla respecto del futuro (posibilidades abiertas, conveniencia de tomar ciertos caminos, temores lógicos sobre el devenir) que para Stella terminó siendo fundacional: “Vos podés vivir de lo que quieras”, le dijo.

Para Stella, fueron palabras lanza, la palabra del otro que marca, que deja huella, en este caso, una huella positiva; aquí no hay trauma ni cerrazón, al contrario, hay apertura, acompañamiento, confianza para forjar la convicción de un futuro.

Stella Ticera, Serie Imán, 2022. Video experimental, 5′ 23». Cortesía de la artista

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En agosto del 2018, dos compañeras de la clínica la invitan a participar de Galería Fuga. Stella expone Instantaneísmo, su primera muestra individual. Era una instalación de dibujos montada de piso a techo que incluía imágenes reproducidas en celulares y tablets, un video y un ejercicio performático.

El registro del evento dista de ser abundante, sin embargo, se percibe en sus inicios una voluntad de acción que la artista ha logrado formalizar sin domesticarla nunca.

A finales de aquel año abandona Geografía.

Stella es contundente. Las chances de ser artista no estaban aseguradas, el arte no era el mejor camino para ganarse la vida. Nadie se lo decía directamente, pero se respiraba ese aire: “No lo hagas”, era la voz cantante, a pesar de haber crecido en una familia relacionada con la práctica artística. Fotógrafos, bailarines, pintoras, pero en todos los casos como opción paralela al trabajo.

Curadora, en este contexto, le sirve para abrir nuevos horizontes: pares, referentes, colegas, docentes… Por primera vez analiza su producción junto a otras personas. A Stella la conocí en esa instancia. Me habían invitado a dictar un curso sobre corrientes estéticas contemporáneas. La recuerdo perfectamente: tímida y resuelta a la vez, comprometida con la clase, atenta a las presentaciones.

Stella Ticera, Serie Imán, 2022. Tinta china y lápiz en papel marouflado sobre lienzo, 150 x 100 cm. Cortesía de la artista

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En el medio de un viaje, meditando sobre su futuro, Stella se entera de la selección, con beca incluida, para la clínica de Galería Crudo, en Rosario. Año 2019. Allí encuentra gente aún más extranjera. Cuenta que miraba, observaba, y volvía a su casa con el ánimo renovado para producir.

En una de las reuniones conoce al artista rosarino Charly Herrera, quien vive en Buenos Aires desde el 2013. Al día siguiente de conocerlo le tocaba el turno de mostrar su producción. Stella confiesa haberlo hecho sin dormir, cansada, fue “una presentación ligera”.

Pasan los meses. A medida que se multiplican las convocatorias a muestras o clínicas la familia comienza a tomar conciencia de que para Stella el arte ya no era un hobby ni una distracción: era el camino elegido para conducir su vida.

Preocupaciones ligadas a esto aparecen en un video del 2019, de impronta psicodélica trash, sintetizadas en la siguiente pregunta: “¿Cómo hacer para vivir del arte?”. Stella juega, como en un programa televisivo de autoayuda, a brindarle al público tres simples pasos para alcanzar el éxito.

Un día recibe la invitación de Charly Herrera a los talleres de Munar, en el barrio de La Boca. Por supuesto, la oportunidad implicaba el desplazamiento. Con 20 años, el desafío de la mudanza era enorme, pero Stella quería un cambio.

Ya desde la secundaria reflexionaba sobre cómo utilizar su tiempo e intuía que para desarrollarse el destino apropiado era la Capital. Acepta la invitación. Entretanto, forma parte de algunas exposiciones colectivas en Fuga. A fines de febrero del 2020 se muda a Buenos Aires, semanas antes del inicio de la pandemia y la cuarentena obligatoria.

Stella entendía las consecuencias del traslado, aunque sin tener las cosas del todo claras. La propuesta consistía en armarse un taller de dibujo o de pintura, cuando sus comienzos en el arte estaban signados por el video.

Debía darle un giro a su incipiente carrera y la posesión del taller como espacio específico de trabajo contribuyó a la torsión. Stella se enfocó. Su producción se expande, se profesionaliza. Munar se vuelve laboratorio, y ella reivindica la conversión.

Durante el primer año en Buenos Aires realiza el programa Artistas X Artistas de Fundación El Mirador, dirigido por Florencia Rodríguez Giles y Juan Tessi. Ambos han dejado una marca indeleble en Stella, por diferentes razones, no sólo de orden profesional. El programa se llevó a cabo en plena pandemia, y significó una barrera de contención afectiva y anímica en tiempos tan aciagos.

En junio de 2021 inaugura, junto a Nicolás Said, Llaverguoqui, en galería Constitución. Stella presentó una serie de dibujos que comienzan a transicionar hacia lo no narrativo, si bien en las figuras se sigue verificando una impronta fantástica.

Justamente, revisando dibujos de Stella del período 2020-2022, pienso en la artista mexicana Remedios Varo, una fusión de elementos terrestres y oníricos lindantes con el surrealismo, sin agotarse en él.

También en los primeros videos se aprecian elementos surrealistas: la yuxtaposición de imágenes, las veladuras oníricas, cierto carácter absurdo e irónico del procedimiento.

En la producción de Stella late un elemento mágico, en el sentido infantil del término, y a la vez irrumpe un elemento tétrico, ligado a la muerte.

Stella Ticera, Finallllahre, 2019. Video Experimental, 3′ 35». Cortesía de la artista

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Stella empieza a vender sus obras y consigue recursos para comprar materiales anteriormente inaccesibles. De trabajar con lo posible pasa a trabajar con lo deseable. La diferencia es sustancial: Stella elige y toma decisiones efectivas sobre el soporte. Eso cambia la manera de obrar.

Su relato demuestra cómo las condiciones objetivas (ingresos económicos, condiciones laborales, espacio de trabajo) son determinantes en la praxis artística, aunque no, lógicamente, la única determinación.

A todas luces, la mudanza a Buenos Aires ha sido fundamental: nuevos desafíos, distintos interlocutores, espacios de exhibición impensados.

Al cambiar el contexto de trabajo, al incorporar nuevos materiales, Stella puede proyectar, crecer como artista. Y quizás este crecimiento se arraigue, además, en la promesa que ofrece Buenos Aires. Porque entre las características básicas de la ciudad, está esa: ofrecer una ilusión, exenta de romanticismo.

Stella Ticera, S/T, 2022. Tinta china y lápiz en papel marouflado sobre lienzo, 150 x 240 cm. Cortesía de la artista

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Con respecto a las últimas obras, Stella abre la puerta de lo experimental contra la narrativa clásica. En Munar, al principio, adhería a la figuración, un procedimiento que le costó poner a punto. Sin embargo, para la muestra en Benzacar empezó a desfigurar los dibujos: “Al llenar la hoja cobra forma el espacio, las figuras pasan a segundo plano, y en el plano se genera la sensación de espacio”, como si uno dijera que en los libros lo importante no son las palabras sino el blanco entre ellas.

Stella descubre lo no narrativo en el dibujo; para seguir con la analogía, el silencio del dibujo, aquello que el dibujo calla cuando habla el espacio. Así llegamos a obras de fines del 2022, como las expuestas en Cuerpos Intermitentes, en el Centro Cultural Kirchner, dibujos donde el referente exterior se licua, dejando el camino allanado para la contraposición de arabescos y líneas en fuga: es la primacía de lo formal sobre lo anecdótico, del trazo sobre la trama.

Si alguna figuración se filtra en estas piezas es la del mapa, siluetas que no mapean nada salvo su propio impulso, un impulso a lo cartográfico adherido al paso de Stella por la carrera de Geografía.

No olvidemos que la preocupación principal de esa disciplina es el espacio. Stella construye espacios sin referente cierto, mapas (o imágenes de mapas) cuya realidad subyace enteramente en su interior.

Stella Ticera, S/T, 2022. Tinta china y lápiz en papel marouflado sobre lienzo, 150 x 100 cm. Cortesía de la artista
Stella Ticera, S/T, 2022. Tinta china y lápiz en papel marouflado sobre lienzo, 150 x 100 cm. Cortesía de la artista

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La obra de Stella problematiza recurrentemente la cuestión del cuerpo. El ejemplo más notorio es La muerte por delante baila. Este video-performance en el que la artista intenta bailar con un esqueleto lo presentó en la muestra colectiva La forma y la fuerza, junto a Cecilia Sosa y Federico Roldán Vukonich, a mediados del 2022, en el Museo Sor Josefa de Santa Fe.

Lo atrayente de la apuesta es la inversión de los términos. Cuando Stella baila con el esqueleto, el esqueleto da la impresión de dirigir la danza, apoderándose de los miembros de quien quiere conducir: el cuerpo viviente pretende dominar la acción y termina dominado.

En un video anterior, ocurre un fenómeno similar: Stella se envuelve y desenvuelve dentro de una tela larga y tenemos la sensación de que la tela cobra vida y ella se afantasma. El accionar en ambos casos recuerda antiguas danzas medievales orientadas a destacar la universalidad de la muerte.

Para sintetizar: el trabajo Stella es una investigación con el cuerpo en tanto otro, como si lo más propio fuera lo más ajeno (el cuerpo vivo anticipa su propio cadáver).

Stella Ticera, Todo lo que pasó hasta acá, 2018. Video Experimental, 9′ 35». Cortesía de la artista
Stella Ticera, Todo lo que pasó hasta acá, 2018. Video Experimental, 9′ 35». Cortesía de la artista

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Un perfil no puede ser solamente la colección ordenada y recortada de episodios de la vida del sujeto en cuestión. Debe surgir del recorrido un elemento capaz de revelarnos el proceso de subjetivación, es decir, el momento en que una pequeña torsión transforma el destino de la persona.

Aquí irrumpe el arte, arrastrando a Stella como una fuerza más fuerte que su propio yo; es eso lo que opera, habla, tienta, traza, baila: el deseo que, como a una ola en el medio del océano, se entrega.

Es una insistencia indefinida, indestructible, es la fidelidad al deseo, algo del orden de la vocación, del llamado: una seña para abrirse camino y avanzar.

Stella Ticera, La muerte por delante baila, 2021. Video experimental, 6′. Cortesía de la artista

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Las palabras conforman el discurso, incluidos los silencios, las interrupciones, los olvidos. Entro a casa, prendo la computadora para desgrabar la charla. Antes, busco el archivo de Word titulado “Sobre el dibujo”. Lo releo. Es un fragmento mágico de John Berger. Se me ocurre leérselo a Stella por mensaje de audio, pero prefiero contenerme y concluir el perfil con ese párrafo. Stella y Berger hablan el mismo idioma, un idioma silencioso, incauto, original:

La actividad más profunda de todas es la de dibujar. Y la que más te exige. Es cuando dibujo cuando me lamento de las semanas, los años, quizá, que he desaprovechado. Si, como en los cuentos de hadas, pudiera concederle un don al nacer al futuro pintor, este sería el de una vida lo bastante larga para llegar a dominar la técnica del dibujo. Muy poca gente se da cuenta de que el pintor, a diferencia del escritor o del arquitecto o del diseñador, no solo crea sino también ejecuta su arte. Necesita dos vidas. Y, sobre todo, dominar la técnica del dibujo

Casi todos los artistas pueden dibujar cuando descubren algo. Pero dibujar a fin de descubrir, ese es un proceso divino; es encontrar el proceso y la causa. La fuerza del color no es nada comparada a la fuerza de la línea; la línea, que no existe en la naturaleza, pero que expone y demuestra lo tangible con mayor definición que la propia vista frente al objeto en cuestión. Dibujar es conocer con la mano: tener la prueba que pedía el apóstol Tomás. De la mente del artista, vía el lápiz o la pluma, sale una prueba de que el mundo es sólido, material.

Pero esta prueba nunca resulta conocida. Un gran dibujo –aunque solo sea de una mano o de una espalda, de unas formas que hemos visto miles de veces antes– es como el mapa de una isla recién descubierta. Salvo que es mucho más fácil leer un dibujo que un mapa; frente a un dibujo, los cinco sentidos se convierten en agrimensores. (Un pintor de hoy, John Berger, p.85-87, Alfaguara, 2002).

Manuel Quaranta

Licenciado en Filosofía y Magister en Literatura Argentina. Profesor Titular en la carrera de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Tiene publicados tres libros, “Diario de Islandia” (2021), “La fuga del tiempo” (2021) y “La muerte de Manuel Quaranta” (2015). Escribe para revista Polvo, Infobae Cultura, El Flasherito y otros medios de Argentina. Las colaboraciones van desde relatos de ficción hasta críticas de cine, pasando por reseñas, textos ensayísticos sobre arte y literatura y crítica cultural. Ha dictado conferencias en el exterior y en 2019 fue invitado como profesor visitante a la Universidad de Islandia. Ha realizado instalaciones y perfomances, tanto en muestras colectivas como individuales.

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